Manuel se
levanta, su despertador, exacto como siempre, lo saca de la cama a las seis de
la mañana, el joven inicia su rutina, arregla la cama, entra al baño, se baña,
se prepara el desayuno, come y después se viste, el traje, perfectamente
colgado en el armario; la camisa blanca, impecable, cuelga junto al traje; la
corbata está extendida sobre la cama recién hecha, junto al cinturón; los
zapatos, perfectamente pulidos y relucientes, una vez que comprueba que todo
está en su lugar, Manuel toma el reloj, se lo pone, después toma el celular y
la cartera, los coloca en sus respectivos bolsillos, toma las llaves de la
casa, toma su maleta y sale del departamento, echa los ocho cerrojos y guarda
las llaves, camina hacia el elevador y saca las llaves del coche mientras baja
al sótano, sale del elevador y aborda su auto, en el momento en que la pluma se
levanta para dejarlo pasar, a la salida del condominio, han pasado exactamente
cincuenta y cinco minutos desde que se levantó, es tan exacto, tan obsesivo,
que el policía que cuida la entrada tiene su reloj ajustado en base a la rutina
del joven…
En la
oficina, Manuel es el encargado de atender al público que acude al lugar a
realizar algún tipo de trámite, revisa sus documentos y les indica lo que
tienen que hacer, no pocas veces alguno de ellos ha perdido la paciencia, y la
ha tomado contra el muchacho, la razón por la que sus jefes lo mantienen en ese
puesto es que jamás ha perdido la calma, y con toda amabilidad ha logrado
controlar a los clientes más ariscos que acuden a la oficina…
Todos los
días, exactamente a las 14:05 horas, Manuel sale de la oficina a comer, nunca
come con sus compañeros de trabajo, que lo tienen por un colega amable, pero
reservado, él prefiere llevar algún refrigerio que preparó la noche anterior, y
lo toma en la misma banca en el parque todos los días, observa a los niños que
juegan después de haber salido de clases, las madres de muchos de esos chicos
lo saludan, en más de una ocasión ha llevado dulces para compartir con los
pequeños, y es muy amable con ellos, aunque los chiquillos no suelen acercarse
mucho, si le sonríen, y lo tienen por alguien amable y simpático, cuando Manuel
termina su refrigerio, fuma un par de cigarrillos y luego saborea unas
pastillas refrescantes, es también justo la hora en que los alumnos de la
preparatoria que está frente al parque salen de clases, Manuel observa
atentamente a todos los muchachos, las chicas siempre llaman poderosamente su
atención, muchas le sonríen coquetas sólo por jugar, él devuelve la sonrisa e
inmediatamente fija su mirada en algún otro punto, las chicas y chicos lo
consideran algo extraño, pero inofensivo…
A las
16:05 exactas regresa a la oficina (Manuel es tan exacto, tan obsesivo, que el
policía que cuida la entrada del edificio tiene su reloj ajustado a la hora de
llegada del joven) durante las siguientes dos horas el joven se dedica a
revisar los trámites que se recibieron, los clasifica y los turna con una
eficiencia pasmosa, los jefes al principio temían que reclamara un ascenso,
pero luego se dieron cuenta que el chico era paciente, y no tenía prisa por
subir, por lo que era muy apreciado en la oficina…
Con la
misma exactitud rutinaria del día a día, Manuel sale de la oficina a las 18:05,
sube a su auto y regresa a casa, el trayecto elegido siempre es el mismo, el
tiempo empleado siempre es igual, le tomó mucho tiempo encontrar una ruta que
siempre fuera igual, pero al final lo había logrado, al principio, como
cualquier obsesivo, sufría con los horarios variables que el tráfico le
imponía, ahora sabía perfectamente el tiempo que empleaba en regresar, de modo
que podía calcular el tiempo libre del que disponía sin dificultad, eso era
fundamental para él, nada importaba más que saber en qué y cómo se emplea el tiempo,
controlar el tiempo, controlar todo, eso era (es) lo más importante…
El reloj
marca las 19:00 horas cuando Manuel regresa a casa, se cambia de ropa, cuelga a
la perfección el traje, la corbata y el cinturón, deja los zapatos en su lugar,
dobla su camisa y la coloca en el cesto de la ropa sucia, arregla su ropa para
el día siguiente, prepara el refrigerio que tomará al día siguiente en el
parque y cena en el comedor, mientras escucha música (el nunca ve la
televisión), este día, al sentarse, mira hacia el frente, y empieza a hablar…
- Fue un
largo día hoy, vinieron un par de clientes muy molestos, por suerte no fueron
difíciles de controlar, un par de idiotas llevaron sus expedientes sin
fotografía, ¿puedes creerlo?, a veces me aterra lo desorganizada que es la
gente, otro tipo, por ejemplo, antes de cerrar la ventanilla, llegó sin los
talones de pago, ¿te imaginas?, ¡Solicitar un trámite y no pagarlo!, es de
locos, realmente…¿Cómo estuvo tu día?... ¿Bien?, ¡Me alegro!, no sabes cuánto
te envidio… tú si puedes ver las estrellas a toda hora, lo único bueno es que
esa luz, la luz de las estrellas, se refleja en tus ojos, y es lo único bello
que vale la pena en este mundo… hoy vi dos chicas que me coquetearon al salir
de clases, las chicas de hoy creen ser muy aventadas, obviamente estaban
jugando, pero ya sabes, son muy inocentes para saber lo que es realmente la
vida… por cierto, esos dos niños, Mario y Mariana, vinieron otra vez a que les
diera dulces, les platiqué de ti y no lo creen… ¿Qué curiosos son los niños, no
crees? Les dije que si se portaban bien, podría darles una fotografía de la luz
que hay en tus ojos, espero que así me crean, muy curiosos esos niñitos… ¿Dices
que sería demasiado? ¿Por qué? Tienen que saber que la vida tiene momentos
mágicos y cosas bellas, ¿Qué tendría de malo que vieran tus ojos?... bueno,
quizás tengas razón, no todos comprenden la belleza que ahora habita en ti, no
todo mundo está preparado para ese milagroso brillo…
El chico
termina su cena, dobla la servilleta y la coloca sobre el plato y cruza los
cubiertos encima, mientras termina de masticar, fija la mirada en la persona
con quién ha estado platicando...
Solo que
no hay ninguna persona, lo que hay es el cadáver de una mujer de la misma edad
de Manuel, de cabello largo, abundante y negro, que fue cortado después de la muerte
de la chica por él para crear un fleco que se corta justo sobre los ojos,
exacto como si hubiera sido hecho con un escalpelo; el cadáver está amarrado a
la silla, vestido de negro, con un vestido largo, elegante; los ojos del
cadáver están en el congelador del refrigerador de Manuel, en su lugar hay dos
cristales que reflejan el brillo de la lámpara de la cocina, el cuerpo tiene
casi un mes en aquél lugar…
- ¿Sabes?,
Últimamente he notado que la luz en tus ojos ha menguado, quizás sea momento de
que te renueves, mi amor…
Los
cristales reflejan la macabra sonrisa del asesino, que mira tiernamente los
cristales, los “ojos” de su amada, captando cada brillo, cada destello de esa
hermosa luz que ilumina su mirada, no puede dejar que ese resplandor
desaparezca… no puede permitir que se extinga… no puede permitirlo... no debe
dejar que se termine… jamás…
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