Jueves,
23:15 horas
El anciano
muestra la credencial al policía, el amable servidor público lo deja pasar sin
pagar, el hombre agradece con una ligerísima inclinación mientras toca su
elegante sombrero de fieltro, negro, de gran calidad como los que su padre
solía comprar, una voz grave, imponente, resuena cuando pasa junto al policía:
- Muy
amable, joven…
Con paso
lento, pero erguido y seguro de sí mismo, el anciano desciende las escaleras,
se apoya en su bastón y rechaza cortés pero firmemente la ayuda que le ofrece
un muchacho, el hombre viste traje negro de tres piezas, camisa blanca
inmaculada, corbata negra, camina apoyado en un bastón de caoba quemada, duro y
fuerte, el sombrero impecable, que lo hace lucir como un detective o un viejo
gángster, completa el señorial cuadro…
No le
gusta regresar tan tarde a casa, pero ese día se había retrasado por tener que
atender algunos pendientes, tampoco le gustaba mucho subirse al metro en esa
estación, pero no quedaba más remedio, el anciano llega al andén semivacío, en
dirección sur, consulta su reloj de cadena, el mismo reloj que su padre,
militar de larga carrera, le regalara en su lecho de muerte…
El hombre
voltea a ambos lados, no se ve a nadie a menos de 50 metros, y el metro que no
llega, a su espalda está la publicidad de un candidato a la Presidencia, que
sonríe afablemente, el anciano, al percatarse, deja escapar un bufido y camina
hasta dejar atrás la sonriente fotografía, prefiere solazarse viendo la
publicidad del candidato conservador, que está frente a él… ah, que tiempos
aquellos, cuando había orden y paz, cuando nadie cuestionaba las decisiones de
los que sí saben cómo hacer las cosas…
Un ruido
sutil, furtivo, pero muy claro, distrae al anciano de sus reflexiones, voltea
hacia su izquierda, no detecta a nadie, pero juraría que escuchó algo, el
hombre ve como el metro se acerca, por fin podrá llegar a casa, otro ruido lo
sobresalta, voltea ahora hacia su derecha y no ve absolutamente nada, el metro
entra en la estación a toda velocidad, el anciano lo observa tranquilo, hasta
que de pronto siente un empujón por la espalda, y escucha claramente una voz
joven que le grita:
- ¡Toma
por ojete, cabrón!
El anciano
no puede detenerse y cae a las vías mientras el metro pasa haciendo su ruido
característico, el conductor no puede hacer nada y arrolla al anciano, la
persona que lo empujó hacia las vías corre, logra pasarse del lado contrario en
medio de la confusión y escapa hacia la unidad habitacional…
El
periódico muestra esta nota al día siguiente:
“Ayer, alrededor de las 23 horas, un joven que no
ha podido ser identificado arrojó a las vías del metro, en la estación
Tlatelolco de la Línea 3 al Capitán Manuel Rodríguez, retirado, el Capitán
estuvo en activo en el Ejército entre 1964 y 1988, cuando se jubiló, según los
archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional. Se cree que el Capitán tuvo
relación con el infame Batallón Olimpia, que tomó parte de la masacre del 2 de
octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco…”
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