sábado, 31 de octubre de 2020

Los Gatos de La Toscana (Halloween Special)

En el condominio de La Toscana el reglamento supera a las leyes del país, ya que prohíbe que cualquier persona maltrate o asesine algún animal, particularmente gatos, dentro de sus terrenos, el origen de la norma, que asombra a quienes la conocen, radica en la siguiente historia.

En aquel lugar, los fraccionadores construyeron enormes casas y pequeñas plazas que son muy agradables a la vista, llenas de árboles y vegetación que dan una excelente impresión al visitante, en todo el lugar reina una gran tranquilidad, las mascotas de los vecinos producen a ciertas horas un concierto agradable, que rompe por unos momentos el silencio de la zona.

Si llegan hasta la esquina sureste de la propiedad encontrarán la Plaza de los Tulipanes, que se encuentra bordeada por un chalet habitado por Marie Tulour y John Phillips, frente a esta casa hay una propiedad que conjuga ángulos rectos y curvos en un diseño atractivo y extravagante, es el hogar de Adriana Zanetti, Manuel Cardona y sus hijos, Miguel y Nora; al lado está una casa estilo inglés con techo a dos aguas y enormes ventanas, Valeria Bustamante, Federico González y sus diez hermosos gatos, que suelen rondar el patio trasero, tomando el sol sobre las bardas o revolcándose en el pasto, viven ahí; frente a ellos hay una casa de tres pisos, ahí viven Alfonso Martell, Venus De Souza y sus hijas, Xica y Giselle, junto con cuatro gatos que ronronean en las ventanas y suelen rondar la casa de enfrente en busca de compañeros de juego.

Al otro lado de la plaza se encontraba una vieja construcción que parecía haber estado ahí desde siempre, la casa, construida con granito y hierro, pertenecía a Alfred y Sophia Glock, quienes no convivían con el resto de los vecinos de la Plaza.

Los demás tampoco sentían deseos de convivir con ellos, porque en una ocasión González y su esposa perdieron un par de gatos cerca de casa de los Glock, esa noche, mientras buscaban a los felinos, escucharon sus alaridos dentro de la propiedad, poco faltó para que Valeria tratara de brincar la barda para salvarlos, sólo pudieron disuadirla las trampas regadas por el jardín.

El asunto no se quedó así, la pareja sembró clavos en la entrada del garaje de los Glock, lo cual provocó que el Mercedes-Benz 600 propiedad de los ancianos perdiera las cuatro ruedas cuando salió, las horas que el viejo pasó cambiándolas compensaron en parte la pérdida de las mascotas, nadie prestó ayuda al viejo.

Los vecinos pronto se dieron cuenta que los Glock asesinaban a todos los animales que caían en sus trampas, por más que trataron, por más que se esforzaron, los habitantes de la Plaza de los Tulipanes no pudieron detenerlos.

Unos años después, la comunidad de la Plaza se levantó con una noticia, los Martell acababan de contratar a una joven que les ayudaba en la casa, la acompañaba un niño de diez años, el cual se quedaba sentado en el jardín jugando con un gato, era el sobrino de la joven y poseía una mirada calmada, no hablaba desde hacía años, y sólo sonreía cuando el minino jugaba con él.

Días después, una tormenta se desató sobre la ciudad, el niño y su tía se quedaron dentro de la casa de los Martell, pasado un rato se dieron cuenta que el gatito había desaparecido, en cuanto cesó la lluvia, el niño empezó a buscar al animal, un par de horas después, desconsolado, dejó la Plaza de los Tulipanes entre sollozos; horas después todos en la Plaza escucharon maullidos lastimeros y maldiciones en alemán que llegaban desde la casa de los Glock, después de que todos revisaran que sus mascotas estaban a salvo empezaron a temer lo peor.

Una semana después, Valeria y Federico fueron a casa de los Martell para preguntarle a la joven por su sobrino, ella les dijo que estaba deprimido, había tenido que dejarlo en casa porque no dejaba de llorar por su mascota, ellos le contaron ocurrido y le regalaron un gato pequeño nacido de una camada de sus propias mascotas, la joven les agradeció y dijo que entregaría el minino a su sobrino.

Unos días después, la joven le dijo a los Martell que su sobrino había vuelto a hablar y tenía algo que decirles a todos, pero antes querían saber sobre los incidentes ocurridos en casa de los Glock, todos se reunieron en casa de la familia Martell y le contaron la historia completa de sus roces con los ancianos alemanes y sus intentos por evitar que siguieran maltratando animales, cuando terminaron, el niño caminó hasta Federico y Valeria, les dio la mano y dijo:

- Muchas gracias por el regalo, sé que ustedes son buenos y este gesto no será olvidado; no tienen qué preocuparse, los Glock dejarán de torturar animales para siempre, podrán dormir tranquilos de nuevo, les doy mi palabra.

Después de decir esto, el niño y su tía se fueron, dejando a los vecinos de la Plaza de los Tulipanes conversando sobre lo ocurrido, sus mascotas entraron en casa de los Martell y luego de un rato empezaron a agitarse, brincaban, corrían, se asomaban por las ventanas maullando sin parar, en ese momento se desató una furiosa tormenta, la casa se estremecía con los rayos que caían dentro de la propiedad de los Glock.

A la mañana siguiente, los vecinos vieron a Glock lanzando piezas de metal en los contenedores de basura, cuando los niños husmearon en las bolsas descubrieron que había tirado los restos carbonizados de sus trampas, los relámpagos las habían destruido; más tarde los habitantes de la Plaza se dieron cuenta que sus amados felinos no estaban en casa, al salir a buscarlos, vieron a cientos de gatos, pequeños y grandes, jóvenes y viejos; bajando por las calles hasta la Plaza, sin embargo, no había rastro de sus mascotas, normalmente se habrían preocupado, pero sabían que los Glock ya no podían atraparlos.

A las diez de la noche, y sin que nadie se diera cuenta hasta días después, todos los habitantes de la Plaza cayeron en un profundo sopor y se quedaron dormidos en minutos; Valeria despertó alrededor de las dos de la mañana y creyó escuchar gritos; Xica y su hermana creyeron oír un coro de maullidos en algún punto de la madrugada, todos los demás creen haber escuchado a alguien pidiendo auxilio en algún punto de la noche.

A la mañana siguiente, los vecinos de la Plaza despertaron tarde y salieron corriendo de sus casas sin notar la manada de gatos que rondaba la Plaza, ni a los enormes felinos que estaban echados alrededor del muro en casa de los Glock; esa noche, los gatos regresaron a sus casas, Alfonso y Venus vieron a los suyos entrar como si no se hubieran ido; Federico y Valeria encontraron a sus mascotas en casa, dormidos como si nada hubiera pasado y sin que ninguno pudiera explicar el extraño comportamiento de los animales.

Al otro día, al salir de casa, las hermanas Martell notaron algo extraño en casa de los Glock y llamaron a su madre, que observó, asustada, una mancha de sangre que salía bajo la entrada del garaje, los vecinos decidieron llamar a la policía, que llegó a la Plaza unos minutos después; los policías forzaron la entrada y empezaron a inspeccionarla, a pesar que los policías estaban acostumbrados a la violencia, no pudieron reprimir el terror que les provocó lo que encontraron en el garaje, dentro del lujoso Mercedes yacían un par de cuerpos descarnados, con la ropa hecha jirones y señales de lucha, el cuerpo frente al volante era Alfred Glock, sus manos cubrían el lugar donde habían estado los ojos; a su lado estaba el cadáver de su esposa, que había logrado proteger su ojo izquierdo, el cual estaba fijado en el vacío.

Los vecinos, que entraron detrás de los policías, salieron aterrados del garaje, los forenses que dictaminaron que los Glock fueron atacados por algún animal salvaje o quizás un gran número de ratas, aunque esta posibilidad se descartó por la abundancia de gatos en la Plaza, las mascotas, soberbias y altivas como la Esfinge, miraron desde los jardines cómo retiraban los cadáveres de la casa.

Fue así como la Plaza de los Tulipanes cambió para siempre, los Glock no tenían parientes, así que los vecinos presentaron una propuesta a la administración, la fama siniestra de la propiedad provocó que la aprobaran y los vecinos pudieron comprar el predio, no les tomó mucho tirar la construcción y construir un parque en el solar.

Semanas después que terminó la construcción del parque y ante los rumores en los medios, la administración solicitó a los habitantes de la Plaza que explicaran su decisión, fue así como los vecinos se presentaron ante la asamblea para contar todo lo que había pasado, en cuanto terminaron, los vecinos, por unanimidad, aprobaron la norma que prohíbe, so pena de denuncia ante las autoridades, una multa y pérdida de la propiedad, maltratar animales, especialmente gatos.

Si ustedes llegan a visitar la famosa Plaza, encontrarán en el Parque Tulipán una fuente coronada por el primer monumento hecho en honor a los gatos, una inscripción en el pedestal dice:

Dedicado a la memora de los animales asesinados y maltratados, esperamos que ninguno siga sufriendo y se termine algún día el abuso contra estos nobles seres.

Atentamente

Los habitantes de la Plaza de los Tulipanes

lunes, 19 de octubre de 2020

El Hechizo

El sol ilumina la ciudad, la mañana está despejada y tranquila, es fin de semana y todo corre un poco más lento de lo normal, Jorge despierta y mira a su esposa, Valeria, que duerme a su lado.

- Buenos días, mi amor.

La pareja se levanta, Valeria preparara el desayuno, cuando Jorge sale del cuarto, rompe unos huevos y un desagradable olor llena la casa.

- ¡Están podridos!

Jorge hace el desayuno mientras ella arregla la mesa, un rato después platican sobre sus planes del día:

- ¿Vas a ir entonces?
- Si, tengo que pasar a la oficina, ¿te queda algún lugar de camino?
- No, voy a la imprenta, ¿nos vemos en el café junto al World Trade Center a las 3, guapo?
- Perfecto, amor.

Jorge toma las llaves de su camioneta y sale de la casa, minutos después se dirige a su oficina, entra por calles estrechas siguiendo un camión con material de construcción, el conductor está desvelado, no durmió bien y no se dio cuenta que la carga no está bien asegurada; cuando está a punto de llegar a su oficina Jorge se orilla a la izquierda.

Frente a él, el camión frena en el semáforo, la carga se suelta y 300 kilos de material caen de la caja, el conductor mira aterrado como la camioneta queda destrozada.

Y recupera los colores cuando la puerta de la camioneta se abre y por ella sale Jorge, ileso.

A las dos de la tarde, Jorge sale del Ministerio Público y llama a su esposa para contarle lo que pasó, toma un taxi para alcanzarla en la cafetería donde quedaron de verse, cuando llegan a Insurgentes Jorge siente vibrar su celular, al sacarlo de su bolsillo se cae, el semáforo se pone en verde y él le dice al conductor:

- Párese en lo que recojo esta porquería, por favor.

El taxista se detiene mientras un Metrobús sin frenos se pasa el alto y embiste los tres autos que habían avanzado, provocando un espectacular accidente, Jorge escuchó a su esposa:

- ¡Oye!, ¡El accidente salió en las noticias!... ¿mi amor?, ¿por qué no contestas?

Jorge le cuenta lo que acaba de pasar, varios curiosos rodean el taxi, un policía se acerca y dice:

- No les tocaba, señores.

Quince minutos después de las tres, luego de ser entrevistado por un reportero, Jorge llega a la cafetería pálido, se sentó junto a su esposa y notó a un tipo sentado al fondo de la terraza que no dejaba de mirar en todas direcciones, luego de que Valeria lo abrazara un rato se ofreció para traerle un café, él aceptó y su mujer entró al local, el reloj dio las cinco de la tarde.

Mientras ella espera, Jorge no se da cuenta que detrás suyo se detiene un auto negro del que bajan dos hombres armados con metralletas, al tratar de fumar tira el cigarro al piso, al recogerlo escucha disparos.

Luego de acribillar al hombre al fondo de la terraza los sicarios escapan, Valeria grita y corre hacia la puerta cuando ve lo que pasa, un alma caritativa la detiene, luego del tiroteo, la mujer corre hacia su esposo, que sigue en el suelo.

- ¡Mi amor!

Él levanta la cabeza y dice:

- Este tiene que ser mi día de suerte.

Luego de declarar ante la policía, dar otra entrevista y pasar un chequeo médico, Jorge camina del brazo de su esposa, de pronto recuerda que no se tomó el café, ambos cruzan la calle hacia una cafetería cercana, no se dan cuenta que son las nueve y el local está cerrando, los empleados los ven cuando están por correr el cerrojo, uno de ellos dice:

- Ya cerramos, señor, pero le regalo un café en lata.
- Muchas gracias.

La joven abre la puerta del local y los cuatro perciben un olor penetrante.

- ¿No se te olvidó cerrar el gas, o sí?

Jorge y Valeria no lo piensan, toman a los dos chicos del brazo, corren unos metros y caen al suelo cuando se escucha un clic, la explosión destroza los vidrios del edificio y asusta a toda la gente que pasa por ahí, las cuatro personas que están más cerca de la explosión salen ilesas.

Esa noche los esposos miran las luces de la ciudad desde la ventana, abrazados y pensando en lo que acaba de pasar, Valeria dice:

- Estoy espantada amor, pareciera que alguien te tiró una maldición o algo así.
- Sabes que eso no existe, si alguien hizo algo sólo tiene efecto si dejo que me sugestione.

Ambos se quedan abrazados, atrapados en sus pensamientos, hasta que el sueño los vence.

La mañana siguiente suena el teléfono, después de contestar, Jorge se ve molesto.

- ¿Qué pasó?
- Alguien estuvo en la tumba de mi abuela, los trabajadores quieren ir a revisar.

A las seis de la tarde llegan al Panteón Civil, luego de estacionarse, Jorge y Valeria notaron una camioneta estacionada detrás de ellos, él la miró para ver de quién era.

- ¿Qué hace aquí un programa de TV?

Al entrar en la administración notaron a los miembros del equipo de investigación del programa, Jorge habló con el administrador del cementerio.

- ¿Y a ellos quién los invitó?
- Llegaron solos, al parecer escucharon sobre usted y entraron al panteón buscando el mausoleo de su familia, uno de ellos fue quién nos indicó que alguien había estado allí, hace dos días el velador vio a una persona cerca de la tumba.
- ¿Y cómo supieron que ese mausoleo pertenece a mi familia?
- Alguien más les dio esa información, ya sabían dónde buscarlo.

Uno de los reporteros se acercó y Jorge lo reconoció como la persona que lo había entrevistado dos veces el día anterior.

- Buenas tardes, me da gusto verlo.
- Igualmente, señor…
- Alejandro Domínguez, para servirle, espero me pueda conceder unos minutos.
- Que sea rápido, mi esposa y yo no queremos estar mucho tiempo aquí, ¿cómo supo dónde encontrar el mausoleo de mi familia?

Después de presenciar la suerte de Jorge el día anterior, Domínguez buscó información sobre él, así descubrió una página dedicada a la hechicería donde alguien pedía consejos para lanzar una maldición, el reportero había tenido un golpe de suerte al encontrar un comentario, casi al final de la página, donde esa persona le agradecía a otra por los consejos y terminaba diciendo que iría al Civil para hacer un ritual, Domínguez concluyó que hablaba del Panteón Civil de Dolores, se había presentado esa mañana e interrogado a los trabajadores sobre alguna tumba en la que hubiera pasado algo extraño y los empleados lo llevaron hasta el mausoleo de la Familia Aguirre.

- Primero encontré huellas que van de la barda hasta el mausoleo, alguien dejó caer algo adentro y hay señales de que sacó tierra del sepulcro a la derecha.
- ¿Y todo esto qué tiene que ver conmigo?
- Usted es víctima de un trabajo de magia negra o alguna maldición, señor.

Todos miraron al hombre que habló, alto, de cabello escaso y facciones duras, que para algunos delatan al hombre que ha visto muchas cosas y para otros a quien aparenta saber más de lo que en realidad sabe, Domínguez habló:

- Le presento al Maestro Arnulfo Cabrera, él es nuestro experto en estos temas.
- Mucho gusto, señor Cabrera, ¿de qué se trata todo esto?
- El elemento de la tierra de panteón nos dice que alguien quiere lanzarle alguna maldición o un hechizo para conjurar su muerte, los accidentes de ayer son la prueba.
- Yo creo que lo de ayer es prueba de la falta de mantenimiento del transporte, la inseguridad y las fallas en algunos locales, amén de mi suerte.
- No fue suerte, no se confunda, fue la voluntad de Dios la que lo tiene aquí sentado con nosotros.

Jorge sonrió y dijo:

- En eso estamos de acuerdo, razón por la cual no temo a estas cosas, y también es la razón por la que vamos a ir allá y a retirar lo que sea que esté dentro del mausoleo.
- Sobre eso queríamos hablarle, ¿tendría inconveniente en que los acompañemos?
- ¿Por qué no?, entre más público, mejor el show.

El sol empezó a meterse, Jorge, que no quería que su esposa se asustara, urgió a todos a salir de inmediato, no tardó en darse cuenta que los camarógrafos se retrasaban para que anocheciera, poco antes de las ocho la noche había caído por completo sobre la ciudad, un Volkswagen con el administrador y dos empleados, el auto de la pareja, una camioneta y dos motocicletas avanzaron hacia la zona del cementerio donde estaba el mausoleo, el equipo tardó unos veinte minutos en prepararse, cerca de las nueve, el grupo caminó la distancia que los separaba de la tumba.

- El día de hoy estamos acompañando al joven que ayer sufrió cuatro aparatosos accidentes y hoy recibió indicios de que quizás le han lanzado alguna maldición…

Jorge dejaba hablar a los reporteros, iba del brazo de su esposa y acompañado por los empleados y el administrador, que llevaban linternas, escuchó a Domínguez advertir a los demás que había una fosa abierta, metros adelante tropezó con una piedra y avisó a todos que tuvieran cuidado, sentía el miedo de Valeria mientras caminaban, pensó decirle que se quedara, pero sabía que no había manera en que lo dejara ir solo.

Mientras el grupo llegaba al mausoleo, uno de los camarógrafos se acercó a ellos mientras uno de los empleados iluminaba algo con la linterna, los otros camarógrafos lo captaron con la visión nocturna, ya que escucharon una explosión de gritos y miedo detrás de ellos:

- ¡No mames!
- ¡Se ve algo oscuro! ¡Corran!

Uno de los empleados del panteón huyó con el grupo, no antes de que Jorge le quitara la linterna, cuando el camarógrafo trató de correr lo tomó de la chamarra y lo obligó a apuntar la cámara hacia adelante, el administrador estaba paralizado y Valeria temblaba, tenía ganas de correr, pero la decisión en los ojos de su esposo se lo impidió, Jorge gritó:

- ¡Dime que ves, cabrón!

La linterna iluminaba una túnica negra, el camarógrafo, con un miedo terrible, dijo:

- Se ve una so-sombra negra, tie-tiene los brazos extendidos…

Sin soltar al camarógrafo y con la linterna por delante, Jorge hizo avanzar al grupo hasta que iluminaron a una figura envuelta en una túnica, no se veía su rostro y levantaba un cuchillo, el grupo se detuvo, el camarógrafo lloraba aterrado, el administrador se puso en guardia y Valeria no quería soltar a Jorge, él le pasó la linterna y sacó algo de la parte de atrás de su pantalón, mientras los gritos a su espalda les indicaban que el resto del equipo corría a unirse a ellos desde una distancia considerable, Jorge dijo:

- Descúbrete la cara o te vas a arrepentir.
- ¡No!

El grito los estremeció, todos dieron un paso hacia atrás, excepto Jorge que avanzó y apuntó con un revólver:

- ¡Descúbrete la cara y no vuelvas a gritarme! ¡muestra tu rostro ahora!

Justo cuando el resto del grupo se les unía, la figura encapuchada se echó hacia atrás, Jorge jaló el percutor del arma, la persona soltó el cuchillo y levantó las manos.

- ¡Está bien! ¡no dispares, pinche loco!

El capuchón de la túnica deja al descubierto el rostro afilado de una mujer alta, cabello corto, y ojos pequeños que miraron a todo el grupo, Jorge bajó el arma:

- ¡Acá está su fantasma!, les presento a Mariana, ¡vas a hacer el ridículo en televisión!

Luego de decir eso arrojó el revólver a la chica, que se dio cuenta que el arma estaba descargada, la devolvió con ira a Jorge y empezó a soltar insultos:

- ¡Tú eres el que va a hacer el ridículo! ¿Qué crees que puedes hacer contra lo que te lancé? ¿Qué puede hacer un imbécil como tú contra fuerzas que no comprende?

El grupo, caminando hacia Mariana, se había acercado al mausoleo, al darse cuenta, Jorge dio media vuelta y les ordenó a los empleados:

- ¡Abran el mausoleo!
- Mire…
- ¡Ábranlo de una vez!

Temblando por el miedo, los empleados obedecieron y todos miraron el interior, adentro estaba la bolsa negra, con la efigie, la gallina y la tierra, había restos de velas negras y se veía un trazo con tiza, el administrador y los empleados sacaron las velas y borraron parcialmente la tiza, Jorge les gritó:

- ¡Saquen la pinche bolsa!, ¿Qué esperan, la navidad?
- Bueno, señor…
- ¡Estúpidos supersticiosos! ¡lo haré yo!

Justo cuando alargaba la mano hacia el paquete, Cabrera gritó:

- ¡No lo haga! ¡es justo lo que ella quiere! ¡si lo toca podría morir!
- ¿Qué?, ¡no me haga reír!

Jorge miró a Mariana, su sonrisa lo convenció de que lo que decía Cabrera era cierto, queriendo darle esperanzas, le gritó al administrador:

- ¡Sácalo!
- ¿Qué?, ¡Ni loco!
- ¡Cobarde!
- ¡Mamón!
- ¿Qué dijiste, pendejo?
- ¡Tranquilos!, ¡Si pelean alimentan la mala energía del trabajo!
- ¡Cállese, y usted haga su trabajo!
- ¡Oiga, esto tiene límites!
- ¡No se peleen, por favor!
- Vamos, putito, agarra la bolsa…
- ¡Cállate! ¿quién te crees?…
- ¡CÁLLENSE!

El grito liberador que Valeria acaba de proferir concentra todas las miradas en ella, la mujer, aprovechando la distracción, había tomado la bolsa y vaciado el contenido, allí estaba el fetiche con la foto de Jorge pegada en la cabeza, confundida y llorando de miedo, murmuró:

- Mi vida.
- Tranquila, yo sé que hacer.
- ¡No lo toque, por favor!
- ¡Sí, tócala, pendejo!
- ¡Cállate, pendeja!
- ¿Esta foto de donde la sacó?
- Es la que se robó de mi cartera, no te espantes.
- Señorita, salga y hacemos el ritual.
- ¡No! ¡vamos a arreglar esto de una vez!
- No lo toques, amor.

Valeria tomó la mano de Jorge, evitando que tocara el fetiche, él comprendió que su esposa estaba aterrada por la posibilidad de que todo fuera real, la tomó por los hombros y la sacó del mausoleo, evitando que pisara la tierra, las cámaras captaron cuando la mujer cayó de rodillas frente a la tumba, Jorge sacó su encendedor y se inclinó:

- Quémalo, mi vida, si tienes miedo quémalo y todo se acabará.
- ¿Seguro?
- Si, todo lo que le hagas a esa figura le pasará a tu maridito.
- Cállate y no le hables así.
- El ritual...
- ¡No! ¡dejen de sugestionarla! quema esta cosa amor, no pasará nada.
- ¿Y si pasa?
- Ambos sabemos que no, amor.

Valeria miró los ojos de Jorge ignorando todo lo demás, la confianza que vio en su mirada la convenció, sin pensar en nada prendió el encendedor.

Mariana no podía creerlo, había sido tan fácil, una sonrisa macabra cruza su rostro, viendo cómo la flama se acerca más a la efigie, el fuego envolvió la figurilla y casi de inmediato una llamarada envolvió a Jorge, quien arrojó lejos a su esposa y corrió calle abajo gritando, la bruja aficionada, enloquecida, corrió detrás del hombre en llamas, rebasó a los empleados del panteón; a Valeria, que lloraba y gritaba al borde de la locura; a los camarógrafos; al reportero y a Cabrera, que miraban impávidos a Jorge correr mientras el fuego lo abrasaba; la mujer comenzó a gritar:

- ¡Sí! ¿Quién es el ridículo ahora? ¡no corras! ¡quiero ver cómo te quemas!

Mientras corría detrás de Jorge tropezó con la misma piedra que él, golpeó el borde de una lápida y cayó dentro de la fosa que el reportero y su equipo habían evitado; dentro de la tumba su cabeza se estrelló con una piedra, con una satánica sonrisa en el rostro, Mariana Vidal exhaló su último suspiro en la tierra húmeda del Panteón Civil.

Los camarógrafos estaban aterrados; los empleados y el administrador no podían creerlo; el reportero miraba, junto con Cabrera, hacia donde Mariana había corrido; Valeria no soltaba el encendedor, frente a ella, los restos de la efigie se consumían; nadie se atrevía a hablar, el silencio oprimía a todos con su peso.

De pronto, Jorge toma la mano de su esposa y dice:

- Eso sí fue aterrador.

jueves, 8 de octubre de 2020

El Hombre de los Portales


El viento frío que suele recorrer el centro de la capital desde que el tiempo es tiempo se pasea entre las calles y da vueltas alrededor de la plancha rodeada de edificios que es el centro de la ciudad, nadie pasea por allí, es domingo y las calles se han vaciado desde las cinco de la tarde, para esta hora de la noche, todos los que vieron el Super Bowl están en casa, y el centro del universo se queda solo.

Ahí, en el centro del Zócalo, está Lucía, con las piernas flexionadas y el rostro entre las rodillas, parece estar dormida, pero mil ideas atraviesan su mente, acaba de perderlo todo, sólo quedaron veinte pesos en su cartera y la ropa que lleva puesta.

Con los ojos cerrados se pierde en los recuerdos del partido, levanta el rostro, se quita el cabello de la cara, dejando expuesta su nariz recta, sus carnosos labios y su delgado cuello al frío, la inmensidad de la noche la hace consciente de su situación, ante la cual sólo puede gritar:

- ¡Maldito seas, Big Ben!

El grito retumba en el Zócalo, el eco recorre los portales bajo el Hotel de la Ciudad, un hombre alto observa la escena en la oscuridad y enciende un cigarro, Lucía observa la luz y decide irse, más por costumbre que por preocupación, camina hacia el único lugar en el que sabe que será bien recibida, el Café del Diablo.

La mujer se acerca a un portón, en lugar de un timbre, hay un tablero con los números del uno al nueve, el Café del Diablo, para los que no lo sepan, es el único en la ciudad que está abierto cuando todos los demás cerraron, es uno de los lugares favoritos del hampa y de la ciudad oculta, su dueño, un sujeto conocido como El Diablo, mantiene grandes medidas de seguridad para impedir que las autoridades sepan de su negocio, con tal de mantener a su exclusiva clientela.

La primera vez que Lucía estuvo ahí fue para celebrar las ganancias de un épico partido, en el cual San Francisco derrotó por un solo punto a Nueva York, cuando su ex novio se acercó a la puerta, ella le preguntó cuál era la clave para entrar, él sonrió y dijo:

- ¿Has visto Pulp Fiction, guapa?

La chica sonríe al marcar 666 y abrir, pocas personas conocen la puerta y menos conocen la clave, pero todos concuerdan en que el Café del Diablo es uno de los lugares más extravagantes de la ciudad, los grandes y los buenos han tenido momentos memorables ahí, muchos turistas han dejado recuerdos en ofrenda al Diablo por permitirles la entrada al Café, por ejemplo, un VHS firmado por Quentin Tarantino; un tololoche con las firmas de los integrantes de Café Tacuba que cuelga de una viga; un balón firmado por Diego que descansa en una repisa junto a un casco de Ayrton Senna; el techo del Café está decorado con un mural de David Alfaro Siqueiros llamado El Diablo y El Mundo.

Es en este lugar, iluminado por luces rojas que le dan un aspecto mortecino, donde Lucía sabe que será recibida sin problemas debido a un favor que le deben, como siempre, el Diablo espera a sus clientes, en cuanto ve a Lucía se deshace en atenciones:

- ¿Cómo has estado?
- Del carajo, acabo de perderlo todo en las galeras del Tritón.
- ¿Se puede saber con quién fuiste esta vez?
- Acereros, pocos imaginaban que Green Bay fuera a ganar.

En ese momento el Diablo y Lucía escucharon unos pasos en la escalera, y luego vieron aparecer la figura del hombre que espiaba a Lucía desde los portales. La mujer sintió algo de aprehensión, era obvio que el tipo conocía el Café, la clave y al Diablo.

- Buenas noches, Sr. Rubio.
- Mi estimado Diablo, ponme lo de siempre, por favor.

El Diablo se fue hacia la barra, Rubio le sonrió a Lucía y se sentó a su mesa, ella lo miró con desconfianza, más cuando el tipo preguntó:

- ¿Cómo te llamas?
- Te vale madre, ¿no?
- Es una simple pregunta.
- Me llamo Lucía.
- ¿Te puedo preguntar por qué estabas maldiciendo a Ben Roethlisberger, Lucía?
- Eso también te vale madre, ¿no?
- Esa también es una simple pregunta.

El Diablo la mira y con un gesto le indica que no reaccione así:

- El Sr. Rubio es cliente desde hace años, no deberías hacerlo enojar, princesa.
- Está bien, no te hago enojar entonces, maldije al Big Ben porque no pudo volver a hacer magia, como contra Arizona.
- ¡Vaya!, sabes más de lo que parece, pero no podías esperar que el rayo cayera dos veces en el mismo lugar.
- Eso no se podía saber.
- Claro que sí, conozco varios que apostaron por Rodgers y ahora están desplumando al Tritón.
- Bueno, Rubio, si no te molesta, ¿me podrías decir que deseas de mí?

La respuesta de Lucía provocó pánico en el Diablo, la mujer sintió una punzada en el estómago, pero sintió algo más cuando vio a Rubio poner un revólver sobre la mesa.

- Vamos a tener un problema si no moderas tus modales.
- Te pido una disculpa, no sabía que mi pregunta fuera a molestarte de esa manera.
- Dejémoslo pasar, entonces.

Los minutos se enlazaron, el Diablo cruzó el Café para dejar una bebida frente a Rubio, Lucía notó que regresó a la barra, lo que la hizo preocuparse más, Rubio rompió el silencio para decir:

- Verás, princesa, también soy un apostador, tengo otros talentos y vicios, pero las apuestas me divierten, antes de que maldijeras a Big Ben te vi encender un cigarro, tienes encendedor, ¿no?
- Si, aquí está.

Lucía sacó un encendedor con un hermoso diseño de corazones, diamantes, tréboles y picas grabadas, lo conservaba porque lo había ganado jugando volados contra El Doble, un conocido apostador, Rubio le dijo:

- Es hermoso, el mío a veces enciende y a veces no, sé que tienen fama de no fallar, ¿el tuyo falla?
- Nunca, siempre enciende.
- Supongo que sólo es el mío, entonces.

Lucía apenas puede creer la conversación que está teniendo, más cuando Rubio cambia el tema.

- ¿Te gustan los autos, princesa?
- Depende.
- ¿Depende? ¿de qué, de la marca?

Lucía, conocida en todos los garitos de apostadores de la metrópoli, la mujer con fama de ruda, empezó a sentir un profundo miedo que le apretaba el corazón, no tenía idea de qué contestar, y la sonrisa de Rubio no la tranquilizaba.

- Bueno, no es lo mismo un Ferrari que un Nissan, ¿o sí?
- ¿Preguntas o aseguras, princesa?

Rubio parecía estarse divirtiendo, un estruendo en la barra llamó la atención de los dos, el Diablo sostenía una escopeta, miró a Rubio y le gritó:

- Lucía también es muy apreciada aquí, Rubio, deja de jugar y si vas a hacer tu numerito, ¡hazlo de una vez!
Los ojos de Rubio no expresaban nada, por un tenso minuto, todos guardaron silencio.
- Está bien, Diablo, sólo estaba jugando. Tienes razón Lucy, no es lo mismo un Ferrari que un Nissan, así como no es lo mismo un auto nuevo que irte caminando, ¿no crees?
- ¿Qué tienes en mente?
- Es muy sencillo, como mi encendedor nunca ha funcionado bien, me gusta retar a los que creen ciegamente en ellos, como tú.

Mientras hablaba, Rubio había puesto sobre la mesa las llaves de un auto y una factura, Lucía no podía creerlo.

- Yo te apuesto mi coche nuevo, que está estacionado a la vuelta, a que tu encendedor, igual que todos los Zippo, no puede encender diez veces seguidas.
- ¿Qué? ¡Todos saben que estas cosas encienden mientras tengan combustible!
- Lo cual me lleva a tu parte de la apuesta: ya que estás tan segura, si tú pierdes y el encendedor no enciende diez veces seguidas, yo te corto un dedo.
- ¿Estás enfermo? ¿Y qué hago después? ¿Jugar a las cartas con la izquierda?
- Tranquila, princesa, nunca dije que te fuera a rebanar el pulgar, es más, soy razonable, ¿qué te parece el meñique?, tu mano sería funcional sin el dedo más pequeño, y sólo porque me agrada tu actitud, te doy chance que sea el meñique de la izquierda.

Lucía no podía salir de su asombro, ¿de dónde había salido aquel cabrón?, llega de la nada, como fantasma, y le hace la apuesta más loca que ha escuchado, ella ha visto el encendedor prender diez, veinte, cien veces sin problemas, siempre sirve, a la primera.

- ¿Cómo sé que no es una trampa?
- ¿A qué te refieres?
- ¿Cómo sé qué haces esta apuesta porque sabes que no puedes perderla?
- Se ve que no sólo eres una cara bonita, Lucy… dale el marcador Diablo, ¿quieres?
- No es la primera vez que Rubio apuesta su auto, es cierto que varios han perdido un dedo, pero él también ha perdido doce coches así.
- ¿En serio?
- ¿Te acuerdas del Mala Suerte?, su mala racha terminó el día que se ganó un Audi A6.

Lucía recordaba bien al Mala Suerte, hacía años, el apostador más famoso de la ciudad, el As, los tomó bajo su tutela luego de un asalto fallido, durante años les enseñó todo lo que sabía, y cuando se retiró, la Princesa y Mala Suerte forjaron sus reputaciones, Rafael había desaparecido hacía años, y Lucía no olvidaba que la única apuesta que había perdido contra él fue la que le dio el encendedor del As, después de eso Lucía no descansó hasta quitarle el encendedor a El Doble, el otro gran apostador de la ciudad, con el desprecio reflejándose en su cara, la mujer respondió:

- ¿Así que perdiste una apuesta de éstas con el Mala Suerte?
- ¿Supongo que eso quiere decir que también quieres terminar tu mala racha, entonces?
- ¿Cómo lo hacemos?
- ¡Excelente, Lucy!, ¡Diablo, tráenos una tabla y el cuchillo más filoso que tengas!

Minutos después, Lucía tiene el encendedor en la mano derecha y apoya la izquierda sobre la tabla, Rubio sostiene el cuchillo, listo para caer sobre el dedo de Lucía, desde el otro lado de la barra el Diablo no pierde detalle de la acción, ninguno de los apostadores se lo pidió, pero a su lado está una hielera llena, el reloj marca las tres, y la suerte de los apostadores es tanta, que ningún otro cliente ha llegado al Café.

- Recuerda, princesa, debe encender diez veces seguidas y el coche…

Rubio y el Diablo se quedan pasmados, sin palabra alguna, sin voltear a ver el encendedor, Lucía había hecho funcionar el mecanismo, la llama tiembla, coronando su mano.

- Sí que tienes valor, he de reconocerlo, recuerda que debe encender…

Lucía, que aprendió esta táctica del As, había cerrado el encendedor, extinguiendo la flama, y mientras Rubio repetía la frase había vuelto a activar el mecanismo, sin ponerse nerviosa, sin dejar de retar a Rubio con la mirada; la flama de nuevo corona su mano, Rubio dejó pasar un momento antes de seguir, que Lucía aprovechó para cerrar otra vez el encendedor.

- Ya van dos, faltan ocho para que el coche… ¡carajo!

El Zippo se enciende de nuevo, Rubio empieza a desesperarse, la chica sonríe por primera vez desde la intercepción de Green Bay.

- Querrás decir que faltan siete, querido, ¿te estás poniendo nervioso?
- Está bien princesa, te faltan siete, tómate tu tiempo o arriésgate a… ¡puta madre!

La cuarta vez que Lucía hace funcionar el encendedor, la llama de nuevo corona su mano, la chica sonríe y mira el encendedor.

- Lo siento, querido, se me resbaló.
- Hazlo como quieras, entonces.

A través de la flama, la mujer responde:

- Eso estoy haciendo, guapo.

Los ojos cafés de Rubio observaron a través de la flama a Lucía.

- Eso, sigue confiada, presiento que… ¡carajo!

El Diablo, que observa la batalla desde la barra, no quiere perder detalle de lo que pasa, por quinta vez, en menos de cinco minutos, Lucía había hecho la luz en su mano, vuelve a cerrar el encendedor.

La expresión en el rostro de Rubio no podía ser peor, en especial cuando, Lucía vuelve a accionar el mecanismo y la flama surge de nuevo sobre sus dedos, la chica cierra de nuevo el encendedor y sin perder tiempo vuelve a accionarlo, la flama surge otra vez y hiere los ojos de Rubio, la mujer no había cambiado de posición el encendedor, se sentía tan confiada del final de su mala racha que ni siquiera pensaba en el cuchillo o en su meñique, expuesto sobre la tabla.

Después de cerrar el encendedor, Lucía vuelve a accionarlo, la flama vuelve a surgir, acabando cada vez más con el buen ánimo con el que Rubio había llegado al Café, sin embargo, aún tuvo ánimo para tratar de intimidarla:

- Te faltan dos ¿sientes cómo aumenta la…?

Rubio no pudo completar la frase, no podía quitar los ojos de la flama que por novena vez corona la mano de Lucía, la mujer apagó el encendedor esta vez como si fuera una vela, Rubio la dejó hacer, sólo esperaba el intento final, incapaz de sostenerle la mirada a Lucía, que esta vez se tomó un respiro para pedir algo:

- Diablito, tráeme otra cuba, ¿quieres?
- ¿Qué? ¡Vamos Lucía, no puedes hacerme esto!
- Tranquilo, muchacho, para cuanto regreses mi mala racha habrá terminado y quiero celebrarlo.

El Diablo no podía creerlo, tenía que dejar la escena más emocionante que había visto en el Café en años, para ir a preparar el trago de la victoria, dejó a Rubio con los hombros caídos, los ojos fijos en el encendedor y la mano empuñando el cuchillo reposando sobre su rodilla, Lucía lo veía triunfante del otro lado de la mesa, con la mano relajada y el meñique aún expuesto, el Diablo entró a la pequeña cocineta del Café para preparar el trago, mientras mezcla el ron y el refresco, puede sentir la tensión del momento decisivo, el silencio domina el Café, el Diablo, con la vista fija en la ventana, cortó una rodaja del limón para colocarla en el vaso, mientras el sonido del mecanismo del encendedor que se ponía en funcionamiento por décima vez llega hasta sus oídos.

- ¡NO MAMES!, ¡NO!

Eso fue todo lo que el Diablo escuchó, seguido del sonido que hace un cuchillo al caer sobre una tabla, un grito y pasos desesperados que terminaron en la barra, donde siempre había un trapo, seguido del sonido de mesas que se vuelcan y pasos que corrían hacia la calle, después el silencio reinó en el Café, el Diablo dudó un momento, abrió la puerta y vio la escena:

Rubio había levantado las mesas y arreglado algunas sillas, en la mesa quedaron el cuchillo y la tabla, testigos del resultado; había dos rastros de sangre en el suelo, uno llegaba hasta la salida y se perdía en la calle de Madero; el otro iba de la mesa a la barra, con pequeños charcos entre las sillas y las mesas, las llaves del coche habían desaparecido, Rubio interrumpió las reflexiones del Diablo con una carcajada, en la mano derecha sostenía el dedo meñique de la mano izquierda de Lucía.

- Aquí te dejo tu propina, Diablito.

El Diablo sintió un escalofrío cuando Rubio dejó en la mesa un billete de mil pesos y puso encima el dedo mutilado, por primera vez reparó en el brillo en la mirada de Rubio, que no había notado en las apuestas anteriores.

Rubio, que no dejó de reír, se tomó la cuba que Lucía había ordenado y se dirigió a la escalera, bajó con calma y salió a la calle mientras sus carcajadas seguían llegando hasta los oídos del Diablo, que tomó el dedo y lo metió en la hielera, quizás Lucía regresaría, ¿o debería buscarla?

El sonido de disparos llenó el ambiente, el Diablo contó seis tiros de revólver, un Mágnum .357 igual a la de Rubio, y seis tiros calibre .38, iguales a los que Lucía tenía en su propia arma.

Los rayos del sol iluminan los movimientos de la policía, que en una esquina de Madero recoge un cadáver, a pesar de que disparó su arma, el Agente Nicolás Rubio no hirió a su atacante, que dejó rastros de sangre en el pavimento y en la acera frente al cadáver y escapó sin dejar pistas, la expresión en el rostro de Rubio hizo que la policía asumiera que fue sorprendido por alguien que no esperaba ver.

El Diablo esperó que Lucía regresara, pero ella había respetado la máxima de los apostadores: cuando pierden una apuesta siempre pagan, las cuentas personales se arreglan de otro modo, como Lucía había hecho, el dedo aún se conserva en el Café, dentro de una botella de ron, el mismo Diablo me contó que espera a que Lucía regrese para volver a servirle su trago preferido utilizando el ron de la botella, sonríe al recordarla, y está seguro que no dudará en tomarse la cuba preparada con ese ron.

viernes, 28 de agosto de 2020

El Espanto



- Nada ha podido asustarme, muchos lo han intentado y han fallado: películas, libros, videos en YouTube, páginas malditas, blogs escritos por asesinos; ninguno lo ha logrado.
- ¿En serio? ¿nadie te ha espantado?

La reunión alcanzó un impasse, lo que empezó como tertulia literaria iba acabar en quema de brujas si alguien no intervenía.

- No le creas, Víctor, lo dice sólo por molestar.

Pero el hombre no cede, se incorpora en su asiento y se acerca a su interlocutora.

- No, eso no lo dijiste por molestar, ¿o sí?

Todos miran a la que acaba de declarar que nadie ha podido asustarla.

- Es verdad, nadie ha logrado hacerme sentir un miedo como el que describen los escritores.

Los invitados quedaron en silencio, por coincidencia, Daniela y Víctor se sentaron uno frente al otro en la sala, la conversación que ella sostenía con una amiga fue lo que llamó la atención del anfitrión, y lo que causó la conmoción entre los invitados fue que él es uno de los escritores más famosos y celebrados del país, su especialidad son los relatos de terror, es obvio que tomó el comentario de Daniela como una afrenta personal.

- ¿Y qué me dices de tus investigaciones? ¿Nunca has sentido miedo al hacerlas?

Daniela es una de las mejores periodistas del país, ha expuesto bandas criminales, redes de corrupción, tráfico de personas, a su corta edad, ha pasado por más peligro del que muchos corren en su vida.

- No es lo mismo.
- ¿Por qué?
- Ahí enfrento amenazas reales.
- ¿Entonces sólo sientes miedo por algo que puedes ver y tocar?
- Pues sí, ¿por qué le temería a algo intangible?
- ¿No le temes a lo paranormal?
- ¿Cómo temerle a lo que no existe?

Víctor se reclinó en el sillón, todos sintieron cómo se relajaba el ambiente.

- ¿Sabes cómo empezó mi carrera?
- Claro, uno de tus cuentos ganó el Premio Nacional y el Fondo de Cultura lo publicó.

El escritor sonrió y cruzó las piernas.

- ¿Y si te digo que es una historia real?

El ambiente se tense de nuevo, varios invitados sienten escalofríos, la temperatura del cuarto baja un par de grados, Daniela no se inmuta y sonríe.

- Estás mintiendo.
- Para nada, el cuento está basado en la última vez que vi con vida a Lourdes.

Otro de los invitados se involucra en la conversación:

- No mames, ¿fue verdad?
- Si, lo fue.

Los invitados que no sienten escalofríos tienen una curiosidad enorme, Daniela sigue todos los gestos del escritor, es evidente que está actuando y manipula a la audiencia, Víctor empieza a relatar la historia:

“Esa fue la época más desquiciada de mi vida: primero el terremoto, luego la venta del negocio de abarrotes de la Compañía, acto seguido nos liquidaron, a ella un viernes, a mí el lunes; el agradecimiento que recibimos por nuestro trabajo fue una patada por la espalda.

Siendo sincero, ni a Lourdes ni a mí nos preocupó pasar a la columna de desempleados, pero nos molestaba la sensación de haber sido explotados por gente en la que habíamos confiado por años; aunque eso lo supe después, cuando nos veíamos para compartir un café, un día, después de varias horas de plática, hablamos por primera vez de lo que había pasado en la Compañía.

- Si te soy sincera, todavía estoy molesta.
- Yo también, no dejo de pensar que fue injusto.

El silencio me sorprendió, pensé que Lourdes estaba distraída, pero había clavado sus enormes ojos de avellana en mí.

- ¿No te gustaría vengarte?

Ni por un segundo pensé que estuviera hablando en serio, asumí que quería desahogarse, así que me dejé llevar por su mirada:

- Claro, ¿a quién no le gusta la venganza?

Lourdes sonrió, tan coqueta como siempre.

- ¿De verdad?
- Yo nunca miento, princesa, lo sabes.
- Muy bien cariño, mañana por la noche veré que se puede hacer.

Su sonrisa me hizo sentir como si ya hubiéramos hablado del tema y coincidiéramos en que nos habían jodido, y dejar el asunto impune era inaceptable.

El día siguiente transcurrió con normalidad, mi nuevo trabajo me absorbió y el ambiente del viernes se llevó mi tarde, la noche me encontró tomando cerveza en el Centro, ya estaba borracho cuando me di cuenta que varias personas miraban al cielo.

- ¿Y éstos qué ven?
- ¿No sabes?, hay eclipse, la luna se ve roja.

Miré hacia arriba, la Luna, escondida tras la sombra de la Tierra, parecía un faro rojo; entonces empecé a escuchar algo, como si un coro se hubiera escapado de una iglesia y le cantara a la gran esfera roja sobre mí, los cantos me hipnotizaron, el rojo se intensificó hasta parecer sangre coagulada, el sonido se hizo más grave, sin saber por qué empecé a pensar en la Compañía, en mis antiguos compañeros y en lo malagradecidos que habían sido, sentí como si flotara, me habría dejado llevar por las sensaciones y me habría entregado al sueño de la sangre si mi amiga no me hubiera derribado.

- ¿Qué te pasa, cabrón?
- ¿De qué hablas?, ¡tú me tiraste!
- ¡Te ibas a caer!

Estábamos al lado de la barda, me bastó ver mis manos para darme cuenta que estaba al borde del edificio cuando me derribaron, no me maté de milagro.

Pasó una semana, un día recibí un mensaje de Lourdes, me pedía que fuera a verla lo más pronto posible, al saber que estaba en una cama de hospital fui sin perder un segundo, llegué a las 6 de la tarde y me quedé sin palabras, Lourdes siempre fue una mujer saludable, con un hermoso brillo en la mirada, poco quedaba de ella cuando llegué, los médicos dijeron que una enfermedad la estaba consumiendo y a pesar de una semana de estudios y análisis, seguían sin saber qué tenía.”

Uno de los invitados se atrevió a interrumpir el relato:

- Pero ella sí sabía que pasaba, ¿no?

Víctor suspira, mira hacia la ventana y después a Daniela, no a quién hizo la pregunta.

- Al llegar me pidió que me sentara a su lado, tomó mi mano y hablamos hasta la medianoche, cuando dejó de respirar; yo traté de darle esperanza, de confortarla; ella me había llamado sólo para pasar tiempo conmigo una última vez; yo empecé a llorar, era mi mejor amiga, quizás una de las pocas personas que me entendía.

El ambiente se siente más pesado, los invitados saben, por la mirada melancólica de Víctor, que le duele contar la historia.

- ¿Que pasó después?

El escritor tiene la mirada perdida y los ojos húmedos, voltea hacia la ventana, donde el sol se va apagando para dar paso a la noche, las luces de la calle se encienden.

- Eso es todo.
- ¿Qué?
- ¿Entonces cuándo confesó lo del ritual?
- ¿Cuándo habló de la brujería?

Los invitados se sienten defraudados, no hubo una gran revelación, Daniela dice:

- Esa parte la inventaste, ¿verdad?

Víctor limpia la humedad en sus ojos y sonríe.

- Bueno, al menos lo intenté.

Todos ríen, les parece evidente que Víctor estaba tratando de asustar a Daniela con una historia inventada.

La fiesta continúa, los invitados caen uno por uno bajo el efecto del alcohol y se van, al final sólo queda Daniela, quien no está en condiciones para manejar, mientras el reloj se acerca a las 3 de la mañana, Víctor prepara el sofá para que Daniela pueda descansar, la mujer lo observa desde el comedor.

- ¿Cómo te sientes?
- Bien, hace tiempo que no se me subía así el alcohol.

Víctor sonríe y se sienta a su lado, ella decide hacer la pregunta que tiene en la punta de la lengua desde que terminó la historia.

- Dime una cosa, escritor, ¿en verdad eso fue todo lo que pasó?

Víctor da un trago a su cerveza.

- ¿Tú que crees?
- No sé qué pensar, francamente.

El escritor toma otro trago, Daniela no puede dejar de ver la tristeza en sus ojos.

- Te venció la curiosidad, ¿verdad?
- Es mi trabajo, guapo.

Víctor se levanta y camina hacia el pasillo, Daniela, tratando de no tropezarse, lo sigue; al fondo del departamento hay una puerta, el escritor toma una llave que trae colgando del cuello, abre la cerradura y pregunta:

- ¿Estás segura que quieres saber?

El reloj en la sala da 3 campanadas, que suenan más profundas de lo que Daniela las recuerda, sin darle importancia, y vencida por su insaciable curiosidad, responde:

- Ahora tengo que saber la verdad. Abre la puerta Víctor.

El escritor abre, Daniela entra a un cuarto vacío, una ventana, cortinas viejas y un bulto bajo la ventana, la mujer se acercó y encontró un altar, hecho con madera de caoba, oscura y pulida, se veían restos de velas e incienso, el mueble estaba colocado de tal forma que la luz de la luna lo baña por completo.

Un escalofrío recorrió la espalda de Daniela, Víctor azotó la puerta y echó el cerrojo, ella no sintió miedo, seguro se trataba de un último intento por espantarla.

- Déjate de idioteces, Víctor.
- Lo siento, Dany, de verdad.

La mujer escuchó un ruido apagado dentro de la habitación, las cortinas se movían con suavidad, un crujido en la duela le indicó la presencia de algún animal.

- Sabes que no me dan miedo las ratas, ¿verdad?
- Ahí no hay ratas.

Otro sonido distrajo su atención, parecía que alguna tela rozaba contra las paredes, las cortinas seguían meciéndose, la duela seguía crujiendo.

- ¿Con qué me encerraste entonces?, ¿un gato?
- Solo estás tú.

La mujer sintió una ligera brisa, miró hacia atrás y no encontró nada, por instinto se alejó de la puerta y pegó la espalda a la pared, la periodista empezó a sentir frío, la temperatura del cuarto bajó unos cuantos grados.

- ¿Prendiste el aire acondicionado, Víctor?, ¡qué truco tan barato!
- Aquí no hay aire acondicionado.

Daniela quedó paralizada, el frío aumentó hasta condensar su aliento, empieza a escuchar pasos dentro del cuarto, parecía que alguien caminaba hacia ella; de un salto llegó de nuevo a la puerta y empezó a golpearla.

- ¡Déjame salir! ¿Crees que me estás espantando? ¡tu cuarto no va a lograrlo!
- Estoy seguro de eso.

Afuera, las nubes se abrieron y dejaron pasar la luz de la luna por la ventana, Daniela pudo ver algunos detalles del altar, una foto y un collar de plata que brillaba en la oscuridad, entonces percibió una sombra que se recortaba contra la pared, el frío empezó a calarle hasta los huesos, dio un brinco y se golpeó con la puerta, la sombra había desaparecido, pero ahora se escuchaba un lamento tenue, como si alguien agonizara dentro del cuarto.

La mujer gritó, el frío saturó su cuerpo, Daniela estaba segura que alguien estaba ahí, encerrado con ella, por primera vez en su vida, la audaz periodista, que horas antes aseguró que jamás había sentido miedo, experimentó un profundo terror.

- Cuando faltaba media hora para la medianoche, Lourdes le ordenó a su hermana que saliera; entonces me contó todo, que practicaba rituales, que sabía controlar la naturaleza y sus fuerzas elementales, me confesó que, aprovechando la luna de sangre, había intentado obtener venganza.

“Lo que estaba pasado era consecuencia de un error y no había forma de solucionarlo, tenía que dejar este plano, empecé a llorar, traté de decirle lo que sentía por ella, la profunda conexión que sentía, ella ya lo sabía, a medianoche me regaló el collar, me explicó lo que tenía que hacer, que no sería fácil, que una vez que alcanzara cierta fama, vendrían a mí los elementos necesarios, sólo debía ser paciente.”

Los destellos de luna se volvieron rojizos, la sombra se hizo más grande y empezó a rodear a Daniela, la mujer siguió gritando, golpeando la puerta, implorando clemencia, Víctor se recargó contra la puerta:

- Tengo la Mente, el Corazón y la Voluntad, sólo falta el Valor, organicé la fiesta esperando que llegara esta noche, hoy hay eclipse, otra vez la sangre de la luna cubre la tierra.

Los gritos dentro de la habitación fueron apagándose, la sombra que le había enseñado a Daniela el terror invadió la habitación, un espectador habría notado desde afuera que algo más negro que la misma noche llenaba el espacio, ni siquiera la luna, cargada de sangre, era capaz de perforar aquellas tinieblas.

No se dio cuenta cuándo se quedó dormido, el amanecer lo encontró recargado contra la puerta, con resaca, por un momento la duda asaltó su mente junto con los recuerdos de la noche anterior, escuchó un movimiento a su espalda, sintió como alguien se acercaba a la puerta y se sentaba frente a ella, escuchó tres delicados golpes, hechos con los nudillos de la mano que fue de Daniela.

- ¿Me abres la puerta, cariño?

Víctor sonríe, las dudas se evaporan en su mente.