domingo, 30 de junio de 2019

La Deuda



El evento cultural del año está por comenzar, Katrina Cassell, la cantante de ópera más famosa de México, dará un concierto para celebrar Nochebuena, la élite cultural espera, ansiosa, para escuchar la etérea voz de la intérprete.

Hasta hace poco nadie la conocía, la señorita Cassell saltó a la fama cuando alguien compartió un video de sus ensayos en Facebook, en cuestión de horas se volvió viral y Katrina salió del anonimato hacia los escenarios más importantes, su pasión por el canto la convirtió en estrella y su voz hacía que la gente peleara por el privilegio de escucharla cantar.

Si tan sólo supieran el costo de llegar hasta ahí.

El detective Daniel Montero lo sabía, investigó a Katrina por meses a petición de una amiga suya, que creía que la cantante era víctima de Martín Jordán, su representante; investigó a Katrina, a Jordán, e indagó entre sus conocidos, pero lo único que había logrado obtener del caso era la responsabilidad de salvarla del destino oscuro que la aguarda.

Oriente de la Ciudad, domingo por la noche.

Martín Jordán camina por el pasillo oscuro y solitario, que corre del jardín de la casa de Katrina hasta la calle, él nunca ha sido supersticioso ni creyente, de modo que caminar a oscuras en un espacio pequeño a las 3 de la madrugada no le preocupa.

Abre la puerta y el alumbrado público ilumina el quicio del zaguán, Martín mira hacia la calle, no ve más que perros dormidos y un gato negro merodeando un poste, enciende un cigarro y empieza a fumar recargado en el marco de la puerta.

Maldita consentida, si no fuera tan miedosa no tendría que estar aquí; la salva su talento para el canto, y la esperanza que tiene Jordán de cobrar algo como su supuesto representante.

Mientras observa al gato negro trepando al poste, Martín se da cuenta que alguien está detrás de él, cuando voltea queda paralizado por el miedo, de haber podido contarlo, habría hablado de la piel blanca, repleta de cicatrices y heridas; de los ojos sin vida; del aliento pestilente que salía de la boca sangrante que le sonreía; habría hablado de todo eso si su alma no hubiera abandonado su cuerpo y dejado espacio para el ente que se le había acercado aquel día.

La respuesta a todas las invocaciones y juegos que Katrina llevaba años jugando.


Las luces bajan de intensidad y el concierto comienza, las miradas de los asistentes están fijas en la estrella, que desciende de su cielo y asombra al mundo con su voz; el detective empieza a dudar, llega a creer que se equivocó y su investigación son sólo datos falsos y malas suposiciones; se convence que no hay nada malo con Katrina y que Jordán es sólo otro imbécil que busca su veinte por ciento.

Entonces percibe un movimiento en la parrilla sobre el escenario, alguien parece moverse al compás de la música que acompaña la voz de Cassell, no puede reconocerlo, pero está seguro que es Martín Jordán.

¿Qué diablos hace allá arriba?

El detective observa las luces, una cuelga sobre Katrina, si cayera sobre ella, la mataría sin problemas.

Restaurante Azul y Oro, Ciudad Universitaria, jueves por la tarde.

La siguiente entrevista de Montero era con Jessica Aldama, una amiga de Katrina cuya vida se había alejado de ella y de Jordán tiempo atrás, la chica se toma su tiempo para ordenar mientras Montero dispara la primera pregunta:

- ¿Por qué te alejaste de Katrina?
- Vaya, no pierde el tiempo, ¿verdad?
- En este negocio no puedo darme ese lujo.
- ¿Quién dice que lo mandó?
- Paola Nogal
- La última en dejar el barco, ¿verdad?
- Si consideramos a Katrina un barco del que hay que huir, sí.
- Pues con el tiempo ella se convirtió en el barco del que había que saltar.
- ¿La estás comparando con un naufragio?
- No, más bien con el Mary Celeste, el barco que apareció en alta mar sin ocupantes y sin señales de lucha; todos los que iban a bordo desaparecieron; siempre pensé que debieron ver algo que los hizo arrojarse al mar.
- ¿Hablas de fantasmas, tal vez?
- O algo peor, detective, algo que podría hacerle tomar la estúpida decisión de dejar un yate por una chalupa en medio del océano.
- ¿Estás diciendo que algo demoniaco acecha a Katrina?
- A ella, a sus actuaciones, a sus compañeros, a Jordán, a todo lo que tiene contacto con ella; algo peor que tirarse al mar sin esperanzas de sobrevivir.


Montero subió por una escalera y detrás de una puerta encontró a Jordán disfrutando de la etérea voz de Cassell, que produce un eco intenso en esta parte del foro, trata de acercarse sin alertarlo, el representante tiene una espada en las manos, lista para cortar las cuerdas que sostienen la luz que cuelga sobre Katrina, Montero no se preocupa, sólo necesita una oportunidad, sólo tiene que acercase un poco y…

En ese instante Jordán lo miró y se paralizó, nunca ha visto una mirada tan fría y tan falta de vida como esa, sus pupilas eran un abismo que se abría para tragarse al detective; entonces supo que lo que veía no era humano, no sabía si era algo diabólico, pero algo era seguro: no había vida dentro de esa mirada.

El representante no se inmutó, se limitó a murmurar, en ese instante Montero quedó inmóvil, no podría mover un músculo, no podía cambiar de posición, no podía siquiera desviar la mirada de lo que sea que estaba frente a él. Una voz, grave, oscura y sin entonación, lo sentenció:

- Eres justo la persona que estaba esperando, ahora tengo a quien culpar por lo que va a pasar.

Oriente de la ciudad, viernes por la noche.

Katrina termina la invocación, la vela sigue arrojando luz sobre los símbolos en el suelo, la mujer siente el aliento de una persona en su nuca, unas manos heladas la toman por los hombros, una voz grave, oscura y sin entonación resuena en la habitación:

- ¿Qué buscas? ¿Qué quieres? ¿Qué es lo que más deseas?
- Lo quiero todo, quiero fama, fortuna, que la gente me escuche, que mi voz los atraiga, que sea un arma para encontrarlos y atarlos para siempre.

Una sombra surgió frente a ella, un par de ojos negros, profundos y sin vida la miraron a través de la flama, Katrina sintió una presencia dentro de su mente, alguien que trataba de encontrar algo que no sabía que estaba ahí, empezó a sentirse mareada, estaba a punto de vomitar, la sensación dentro de su cabeza era insoportable, justo cuando sintió ganas de gritar, de liberarse de lo que fuera que estaba en su interior, la sensación se detuvo y la voz habló de nuevo:

- Que se cumpla tu deseo.


Mientras Jordán sigue disfrutando de la música, Montero empieza a mover el brazo, sólo tiene que ponerlo en el ángulo adecuado y podrá salvar a Katrina, al empezar la última melodía Jordán desenfunda la espada sin dejar de acompañar la música y se prepara para cortar de tajo la unión entre la lámpara y la parrilla.

El detective se concentra en vencer a la fuerza invisible con la que lucha, las dulces notas de la voz de Katrina llegan a sus oídos junto con el estruendo de la orquesta, Montero coloca la mira entre los ojos de Jordán, no necesita ver, siente que el arma está apuntando al lugar correcto.

Mientras Martín levanta la espada para terminar con la vida de Katrina, un disparo suena en las alturas, la gente en primera fila observa un destello y la espada queda clavada sobre el escenario, a menos de treinta centímetros de Katrina.

Dos policías suben corriendo y encuentran a Montero inclinándose sobre el cadáver de Jordán, una bala de calibre respetable le atravesó la cabeza limpiamente, lo que sea que estuviera dentro de su cuerpo se había ido.

O al menos eso pensaba el detective.

La orquesta siguió tocando, no paró ni cuando empezó a caer sangre en el escenario cerca del director, Katrina dejó de cantar y se acercó a donde la sangre de Jordán formaba un charco, el público se levantó de sus asientos para observar mejor y Montero se asomó para asegurarse que Katrina estuviera fuera de peligro.

Justo en ese instante, el director desenfunda un revólver y dispara sobre Katrina.

El director lleva el revólver a su sien y dispara la última bala, Montero supo después que su hija era la cantante estrella de Bellas Artes, Katrina la había relegado al segundo lugar, su ego no pudo soportarlo y se había quitado la vida antes del concierto, el director decidió vengarla al finalizar la presentación más importante en la fugaz vida de Katrina Cassell.

Esa es la versión que todo el mundo cuenta, la que los medios difundieron y la que dio la vuelta al mundo, Montero, sin embargo, podría jurar que tanto los ojos del director como los de su hija parecían vacíos, sin vida, pozos oscuros en los cuales cualquier alma quedaría perdida.

Se veían iguales a los ojos de Martín Jordán.