lunes, 13 de julio de 2020

Todo lo que puedas desear

- ¡Déjame en paz!
- Mi amor…
- ¡Deja de llamarme así! ¡No soy tu amor!
- ¡No digas eso! ¡Voy a cambiar!
- ¿Cambiar, tú? ¿A quién engañas?
- ¡Es en serio!, yo podría…
- ¡No!, ¡No puedes, aunque lo intentes con todas tus fuerzas! ¡Aunque tu vida dependa de ello! 
- Pero, mi vida...

El hombre la toma por el mentón y lentamente, dándole tiempo a cada palabra de herir, dice:

- ¿Recuerdas que hace años te dije que tu belleza interior y exterior coincidían?
- S-sí
- Te felicito, ahora es verdad. Todo lo horrendo que hay en tu alma encontró como salir.

El joven deja a la chica en medio del centro comercial, los que están cerca pretenden ignorarla, pero la discusión no pasó desapercibida, algunas miradas compasivas se posan en ella, lo cierto es que la palabra lástima, por dura que sea, es la que mejor expresa los sentimientos que inspira la mujer en esos momentos.

Han pasado meses desde aquel día, Mariana ha caído en un agujero negro de resentimiento que la aísla de todo, pocos la han visto, y aquellos que lo hacen le cuentan a los demás lo preocupados que están por su estado; si algo quedaba de su legendaria belleza, la misma que puso de rodillas al hombre que acaba de despreciarla, el descuido y la tristeza han acabado con ella.

Pueden imaginarla ahora mismo: deprimida, tratando de encontrar sentido a la vida, pensando cuál de todas las formas de morir que ha ideado es la mejor: arrojarse desde un edificio, darse un tiro en la cabeza, una sobredosis; todo mientras oye música encerrada en su cuarto.

Justo cuando decide que la vida no tiene sentido, un aviso en su computadora detiene todo: 

“¿La vida no tiene sentido? ¡todo está a nuestro alcance y puede estarlo para usted!, solución inmediata, acuda a nuestras oficinas en Calle 6 número 51, Oficina F, Olivier Carriere”

Después de decidir que no tenía nada que perder, Mariana se presenta en la dirección, el edificio era oscuro y tenebroso, la oficina F ocupaba todo el sexto piso, sin pensar en el miedo que sentía, decidió entrar.

Una recepcionista joven, morena y de cabello corto la recibe y la anuncia, con un gesto le indica que entre a una pequeña oficina, al pasar a su lado, la mujer la toma de la mano, un frío aterrador recorre el brazo de Mariana, dejándola paralizada, dentro de los ojos de aquella joven hay un vacío imponente y sin fondo. 

- ¿Señorita De la Vega?

Nuestra heroína se estremece al escuchar la voz y voltea hacia el escritorio.

- Permítame presentarme, soy Olivier Carriere.

El hombre es delgado y pequeño, cada arruga en su rostro da la idea de una vejez prolongada, parece tener cien años de edad, sin embargo, sus ojos brillan con intensidad, vivos y llenos de energía, Mariana se siente atrapada por esa mirada.

- Vi su anuncio…
- ¿Quiere saber si podemos ayudarla?
- Sí.
- Aquí nos dedicamos a ayudar a la gente, lo hacemos sólo para tender una mano amiga cuando todo lo demás parece haberse derrumbado, ¿por qué, se preguntará, tenemos ese impulso?, muy sencillo, tratamos de ser la panacea para todos aquellos que quieren salir de la oscuridad y retornar a la luz, ¿lo entiende?
- Creo que sí.
- Sin embargo, no podemos cumplir con esta noble misión si las personas que queremos ayudar no saben con certeza que es lo que necesitan.

El anciano se acercó a Mariana, clavó su mirada en ella, que ya no pudo escapar del hechizo que sus ojos ejercían, Carriere dijo:

- ¿Qué es lo que usted necesita realmente, señorita?

La mujer sintió que aquellos ojos podían mirar dentro de su alma, como si pudieran sacar de ese negro pozo de deseos reprimidos y egoísmo los secretos, las ambiciones, las fantasías, incluso lo que estaba vedado a ella misma; ese espectro de pensamientos que la había atormentado durante semanas.

Incapaz de soportar la sensación, Mariana cerró los ojos y dijo:

- Quiero volver a ser bella, tal cómo era cuando me conoció.
- ¿Quieres recuperar tu belleza?
- Sí, quiero volver a sentir el poder.
- ¿Quieres que vuelva a humillarse por poseerte?
- Sí, quiero tenerlo a mis pies.
- ¿Quieres volver a sentirte tú de nuevo?
- ¡Sí!, ¡quiero volver a tener el control!, ¡Quiero volver a ser quien siempre he sido!
- ¿Estás segura que no quieres otra cosa, Mariana?

Ahora es ella la que clava la mirada en Carriere, una ola de pasión e ira atraviesa los ojos de la mujer, entonces grita:

- ¡No! ¡quiero que se arrodille y pida perdón! ¡quiero controlarlo! ¡quiero sentirme poderosa!, si para eso necesito recuperar mi belleza, ¡que así sea!

Carriere se deja caer en la silla, la chica lo mira enfurecida, durante un breve segundo, el viejo pudo vislumbrar las intenciones reales de Mariana, suspira, abre un cajón del escritorio y saca un frasco, la mujer pregunta:

- ¿No esperarás que beba eso, o sí?

Carriere le da la espalda a Mariana, se sirve un vaso de agua y vuelve a mirarla, abre el frasco, deja caer unas gotas dentro del vaso y las observa disolverse:

- Es medicina, ¿te puedo preguntar algo, Mariana?
- Seguro.
- ¿Estás segura de lo que quieres?
- Tú lo sabes mejor que nadie, ¿o me equivoco?
- No, solo quería estar seguro.

De pronto, haciendo gala de una agilidad imposible en un hombre tan viejo, Olivier arroja el agua al rostro de la mujer, ella cierra los ojos, grita y salta hacia atrás, temerosa de que todo sea una trampa y tenga que pagar por su ingenuidad, cae de espaldas, por unos instantes entra en pánico, lanza golpes al aire sin tocar nada, entonces, unos brazos la sujetan.

- ¡Mariana! ¡Despierta!

Al abrir los ojos no puede salir de su asombro, su hermano la sostiene, está tirada en el piso de su cuarto, acaba de caerse de una silla.

- ¿Ricardo?, no mames, ¿cómo llegué aquí?
- ¿Llegar? ¡no has salido en todo el día!
- ¿No te dije que iba a ver a alguien?
- ¡Eso fue en la mañana!
- ¿Y luego?
- Te encerraste aquí al mediodía, dijiste que tu cita se había cancelado, estaba en la sala leyendo cuando escuché el golpe, subí y te encontré gritando y lanzando golpes dormida.

Ricardo siente cómo su hermana aprieta sus brazos, por instinto la sujeta más fuerte.

- ¿Qué hora es, hermano?
- Las 6 de la tarde.
- ¿Estás seguro que no salí?
- ¡Seguro! ¿estás bien?
- Si, solo tuve una pesadilla, un mal sueño.

Mariana lo suelta, él la ayuda a levantarse, se ve confundida pero lentamente se recupera.

- Mejor me recuesto un rato, tal vez eso ayude.

A la mañana siguiente, Mariana se despierta, bosteza y se despereza en la cama, disfrutó de una noche de sueño profundo por primera vez desde que la abandonaron, sale de su cuarto para darse un baño, decidió que la pesadilla del día anterior fue demasiado, necesita salir más.

Parece un día normal, pero está a punto de incrustarse en la mente de su familia para siempre, cuando Mariana sale de la regadera se cubre con una toalla, envuelve su cabello con otra, desempaña el espejo y se mira en él.

- ¡No mames!

El grito despierta a José Luis, su otro hermano, quien entra corriendo al baño y encuentra a su hermana pálida y aterrada, cubriéndose la cara con las manos, creyendo que acaba de cometer alguna estupidez, la abraza y grita:

- ¿Qué pasa?, ¿qué hiciste?
- No puede ser, no puede ser.
- ¡Contesta! ¿qué pasó?

Por toda respuesta, la mujer se descubre, los gritos atrajeron a Ricardo y a su madre, que también observan la escena, todos están impresionados, parece que Mariana rejuveneció quince años.

- Tu rostro está…
- … más joven – dice José Luis
- ¡Exacto!, parece que hubieras…
- …perdido quince años – completa su madre
- ¡Sí! eso es tan…
- ... ¿extraño? – termina Mariana

Todos admiran su rostro, ella, sin decir palabra, se levanta y corre a su cuarto, los demás están en shock y bajan al comedor, donde preparan un café que se enfriará antes de que alguien pueda hablar.

Apenas cierra la puerta, Mariana se mira en el espejo de cuerpo completo que tiene en su cuarto, siempre ha sido vanidosa, pero hace mucho que no se ha observado como solía hacerlo cuando era joven.

Es increíble, su rostro es una versión idéntica a la de ayer, sólo que quince años más joven, un pensamiento cruza su mente, toca su cuerpo y descubre que no sólo su rostro recuperó el tiempo perdido; con un hábil movimiento hace volar la toalla y comprueba que sus formas juveniles también regresaron, adiós a todos los detalles que la edad había dejado sobre su cuerpo, sus senos, grandes y perfectos, de nuevo desafían la gravedad; su cintura es pequeña y estrecha; su cadera es redonda y atractiva; ladeando la cabeza, la chica descubre que también su saludable trasero está donde debe.

Esta mañana, Mariana De la Vega, una mujer que nació 38 años antes, parece tener 20 años.

Ricardo, José Luis y su madre, siguen sentados en el comedor, sin saber qué hacer, puedes imaginar su dilema, es decir, ¿Qué puedes hacer en un momento sobrenatural cómo ese?

Su problema termina en cuanto la puerta de Mariana se abre, los tres ven bajar a la mujer que conocen desde hace décadas convertida en una jovencita, una luz especial parece irradiar de su mirada, pasa frente a su familia y dice:

- Necesito aire fresco, nos vemos.

Sentada en la Alameda, la verdad cae sobre ella, recuperó en una noche lo que le tomó quince años perder, volvió a ser tan bella como lo era cuando Bombón se arrastraba por ella, había vuelto a ser quien siempre había sido.

Su más profundo y ardiente deseo se había hecho realidad.

De pronto, un joven se sienta junto a ella, viste de negro y lleva lentes oscuros, junto a él se sienta una chica pálida, ambos le parecen conocidos; molesta por la interrupción, Mariana se levanta, justo cuando da el primer paso, el tipo dice:

- ¿A dónde vas, Mariana?

La mujer voltea y lo mira, ¿cómo sabe su nombre?

- ¿Cómo no voy a saber tu nombre?, ¿No me reconoces?

¿De qué habla? ¿Reconocerlo de dónde?

- De nuestra reunión ayer, ¿tan pronto la olvidaste?, apuesto a que los efectos no los has olvidado.

¿Qué? ¿Cómo diablos sabe de su sueño?

- ¡Por favor! ¡Es obvio que no estabas soñando!

¿Cómo puede saber lo que ella está pensando?

- Es sencillo, ayer, cuando me revelaste la naturaleza de tu petición, se creó un vínculo entre nosotros, que me permite saber lo que vas a decir incluso antes de que acabes de formularlo en tu mente.
- ¿Carriere?
- Olivier, si no te molesta.
- ¿Cómo diablos…?
- ¿Rejuvenecí?, de la misma forma que tú, ¿necesitas explicaciones para aceptar un milagro?

Mariana no puede creerlo, ¿Quién diablos es…?

- Soy lo que soy, nada más.
- ¿Entonces, el sueño…?
- ¿Fue real? ¡claro que sí! ¿de qué otro modo se habría realizado tu deseo más salvaje?
- ¿Por…?
- Nada, sólo lo hice porque es mi función, darles a ustedes, pobres mortales, lo que está fuera de su alcance.
- ¿Por…?
- Sólo por convicción, Él cree que ustedes sólo deben tener lo que merecen y necesitan, Yo digo que deben tener lo que quieran. Es una diferencia de criterios, nada más.
- ¿Entonces…?
- ¡Para nada! ¿qué haría yo con tu alma? ¿pedirte algo a cambio? ¡Ja!, mitos inventados por los viejos para disuadir a los jóvenes de tomar lo que quieran, límites impuestos para darse una falsa idea de orden en este universo caótico y carente de sentido.
- ¿De modo que…?
- ¿Por qué habría de cobrarles los favores?, yo no exijo nada a cambio, así como ustedes no exigen nada a sus amigos por invitarles una cerveza, o dejarlos dormir en sus casas, Él los considera su rebaño, Yo los considero compañeros, les tiendo la mano cuando quieren, y como cualquiera de sus compinches, nada pido a cambio.
- ¿Y entonces…?
- ¿…el cambio es permanente?
- ¡Cállate cabrón, déjame terminar!
- Lo siento.
- ¿Es permanente?
- Así es, vida eterna, eternamente joven.
- Pero él…
- Tu Bombón tendrá lo mismo cuando regrese a tu lado, así quieres que sea, ¿no?

Mariana no puede creerlo, todo parece una pesadilla, antes de que pueda responder, Olivier la pellizca, ella se da cuenta que no es un sueño, quizás todo sea alguna broma.

- ¿Y cómo haría una broma así? ¿hacerte creer que eres más joven? ¿qué hay de tu familia?

Mariana se queda pensativa, Olivier se levanta, le tiende la mano y dice:

- Piénsalo guapa, si no te convence, podemos arreglar algo distinto ¿qué te parece?

La mujer estrecha la mano de Olivier sin pensarlo demasiado.

- ¿Cómo te encuentro?
- Sólo llámame, yo siempre acudo cuando mis amigos me necesitan.

Justo en ese momento suena su teléfono, el nombre Manuel aparece en la pantalla, la llama para invitarla a una fiesta esa noche, todos irán, llevas demasiado tiempo encerrada.

- Está bien, voy.
- ¿En serio?
- Sí, te veo en tu casa ¿a las 8 está bien?
- ¡Claro!

Los rayos del sol entran por la ventana, Ricardo abrió las cortinas al amanecer, sabe que el sol va a dar directo en la cara de Mariana a las 11 de la mañana, también sabe que las resacas de su hermana son apocalípticas.

Todos esperan ver a la mujer de siempre, maldiciendo y tomando su cabeza entre las manos mientras pide que nadie haga ruidos fuertes, en lugar de eso, la chica baja las escaleras ágilmente, no tiene los ojos enrojecidos, ni dolor de cabeza, ni siquiera la molesta la música que suena en la sala.

- ¡Buenos días a todos!
- ¿Amaneciste bien, hermana?
- Increíblemente sí, además dormí como piedra.
- ¿Y tu amigo?, ¿él si tiene cruda?
- ¿Cuál amigo?
- No finjas demencia – dice José Luis – el güey que te trajo a las 3 de la mañana.
- ¿Alguien me trajo?, ¡hubiera jurado que llegué sola!
- En el estado en que venías, fue mejor que te trajeran ¿quién fue? ¿Manuel, Mario o algún otro de tus fans?
- ¿Amaneciste de malas, Ricardito?
- Ya deja de jugar ¿se quedó en tu cuarto? ¿recibió algo a cambio de ser tu Conductor Resignado?
- No hay nadie en mi cuarto, pendejo, ¡y a ver si moderas tu tono, que no me gusta nada!

Mientras Ricardo sube hacia el cuarto de su hermana, José Luis se da cuenta que toda la escena es idéntica a otras tantas mañanas que vivieron los tres quince años antes, Ricardo baja la escalera, José Luis toma el pie y hace la pregunta ritual:

- ¿Quién es?
- No hay nadie en el cuarto.
- ¿Qué?
- ¡Te dije, pendejo!

Mariana entra en la cocina hecha una fiera, Ricardo llega hasta la mesa del comedor y se deja caer en una silla, José Luis nota que lleva algo en la mano y pregunta:

- Si no hay nadie en el cuarto ¿por qué esa cara?

Ricardo deja caer sobre la mesa un anillo de oro, con un rubí en el centro:

- Ella no durmió sola.
- ¿Cómo lo sabes?
- ¿Ayer escuchaste el coche? ¿escuchaste al tipo que la bajó y entró a su cuarto?
- Claro, todos lo oímos.
- Yo lo escuché caminar por el cuarto toda la madrugada, de pronto dejé de escuchar sus pasos, supuse que mi hermanita lo habría invitado a la cama, me dormí, pero nunca lo escuché salir.
- ¿Eso es todo? ¡lo soñaste, cabrón!
- Quizás, pero este anillo no es suyo.

Ese día, Mariana salió a dar un paseo por su colonia, mientras vaga curioseando como siempre, se topa frente a frente con Bombón, cualquier observador podría decir que fue casualidad, sólo que es evidente que el asunto fue planeado, él siempre pasea por ese mercado los sábados, y como puedes imaginar, también quedó asombrado por el cambio de Mariana.

- ¡Hola, corazón!
- ¿Mariana?, ¿eres tú?
- ¡Claro, querido! ¿quién si no?
- No lo sé, te ves mucho más…
- ¿Joven?, ¡no me hagas reír corazón!, ¡me veo igual que siempre, sólo que me he dedicado estos meses a consentirme más de lo normal!

El Bombón sabe que lo que acaba de oír es mentira, no puede reprimir un gesto de desprecio, Mariana seguramente recurrió a un cirujano para recuperar el tiempo perdido.

- ¡Que bueno!, me da gusto verte.
- No seas tan serio corazón, ¿no se te antoja ir a tomar algo?
- No puedo, voy a ir al cine con Brenda.
- ¿Qué?

Mariana no sale de su asombro, la noticia de que su Bombón tenga una cita con Brenda la deja sin palabras.

- ¿Y cómo alguien como tú iría…?
- ¿Con Brenda?
- ¡Exacto!, si quieres que sea sincera, no te merece, guapo, ¿No preferirías…?
- ¿Ir contigo en vez de Brenda?
- Algo así.
- Mira, no sé qué estás pensando, pero lo nuestro se acabó, si me disculpas, Brenda me espera.

Sin darle tiempo a Mariana de responder, el Bombón se va y ella queda pasmada, ¿quién se creía para tratarla así?, ahora que había recuperado su belleza no iba a dejar que nadie la humillara, un huracán se paseaba en su interior y se desató en cuanto llegó a casa.

- ¿Quién se cree esa perra para robármelo? ¿Y él quién se cree para rechazarme así? ¡Pendejo! ¡Cómo quisiera hacerlo pagar!
- Eso podemos arreglarlo.

Al borde del infarto, la mujer da media vuelta y descubre a Olivier sentado en su cuarto, dentro de su casa, ¿Cómo había entrado ahí?

- Te dije que si me necesitabas sólo debías llamarme, además, anoche olvidé esto, guapa.

Olivier muestra el anillo de oro que Ricardo había encontrado, Mariana casi se desmaya, la voz de su extravagante amigo se lo impide:

- ¿Qué puedo hacer por ti, Mariana?

La chica se deja caer en la cama, se siente mareada, desubicada, la mirada de Olivier viola la intimidad de su mente, con un susurro, la mujer deja escapar su más reciente deseo.

- Quita a Brenda de mi camino, él es mío.
- ¿No sería mejor intentar otra estrategia?
- No, necesito a esa perra fuera.
- ¿Por qué?
- ¿Notaste su mirada al mencionarla?, ella le da algo que yo no le doy.
- ¿Estás segura que la quieres fuera? ¿Por qué no tratas de averiguar qué le da Brenda y tratas de ofrecérselo también?

El silencio domina la habitación, el ambiente se vuelve denso, los ojos de Olivier no se despegan de los de Mariana, por un segundo considera la propuesta, pero al final su naturaleza destroza la idea, y entonces grita:

- ¡No! ¿No entendiste? ¡La quiero fuera de mi camino! ¿Qué tiene esa perra que no tenga yo, imbécil?

Olivier no se inmuta, se pone el anillo mientras le sostiene la mirada a Mariana y sentencia:

- Esa es la orden definitiva, no te preocupes, cuando despiertes tu problema estará resuelto.
- ¿Cuándo despierte? ¡No pienso dormir hasta que esté solucionado!

Luego de decir esto Mariana cae en la cama, profundamente dormida.

Una pesadilla la devuelve al mundo de los vivos, grita y se da cuenta que está sola, es de noche, un ruido la espanta, el nombre Adriana destella en su celular.

- ¿Hola?
- ¿Mariana? ¿Estás bien?
- ¡Sí! ¿Qué quieres?
- Te llamaba para saber cómo estás, no tienes idea de cuánto lo siento.
- ¿Sentir qué? ¿De qué hablas?
- ¡De Brenda, por supuesto! Sé que eran amigas, por eso te llamé.
- Fuimos amigas en la Universidad, Adriana, ¿Y eso qué tiene que ver?
- No mames, ¿No te enteraste?
- ¿Enterarme de qué?
- Acaban de matar a Brenda.

Tiene que ser una broma, no puede estar pasando.

- ¿Estás segura?
- Sí, acabo de enterarme, ¿te sientes bien?
- Sí, quiero que vengas y me cuentes lo que pasó.

Los testigos vieron una patrulla esperando en una esquina, cuando el auto de Brenda pasó, el policía activó la sirena y alcanzó al auto, el policía bajó de la patrulla y caminó libreta en mano hacia ella, Brenda bajó el vidrio y preguntó:

- ¿Hice algo malo, oficial?

El hombre no contestó, sacó un arma y le apuntó a la conductora.

- Entonces el cabrón le disparó en la cara, en lugar de regresar a su auto lo recogió una moto, la policía descubrió que la patrulla era falsa.

Mariana tiene la boca seca, los ojos enrojecidos, con la mente en blanco y una gran sensación de culpa, escucha a Adriana decir:

- Yo creo que fue personal.
- ¿En serio, Sherlock?

Adriana no recibe el insulto y se ofrece a acompañar a Mariana al funeral, quizás no debería ir, después de todo, sería de mal gusto acudir al sepelio de alguien que mandaste matar, ¿no?.

Mariana se deja arrastrar y cuando se da cuenta, está entre los deudos de Brenda, Adriana conversa con uno de sus hermanos, Mariana siente que tiene la boca llena de arena, se levanta y camina hasta la puerta principal, se sostiene del marco y escupe, mira estúpidamente el suelo, asombrada de no ver arena.

- ¿Tienes lumbre?

Olivier sostiene un cigarrillo y Mariana le ofrece su encendedor, mientras fuma la mirada rencorosa de la mujer se posa sobre él, quien la mira sin comprender hasta que ella le reclama:

- ¿Por qué lo hiciste?
- ¿Hacer qué?
- ¡Dije que la quería fuera de la jugada, no muerta!
- ¿Y cómo esperabas que lo hiciera? ¡Ella era muy importante para él! ¿Qué podía hacer?
- ¡No tenías que matarla!
- ¡Tenía que hacerlo! ¿Se te olvidó nuestro acuerdo? Dije que cumpliría todos tus deseos ¿Me vas a decir que no deseaste, en el último segundo, verla muerta?

Mariana tuvo que reconocer, al recordar su petición, que la palabra muerte pasó por su mente.

- ¡No mames! ¡no era en serio!
- ¿Y cómo querías que supiera?, te dije que cumpliría todo lo que desearas, no que fuera adivino, además, ¿por qué desaprovechar la oportunidad de ligarte al Bombón reclamándome?

La mujer voltea y ve al Bombón llorando en un rincón.

- Hola.
- Ah, eres tú.
- Sí, apenas supe la noticia y vine a verte
- ¿Para qué?
- Oye, quizás terminamos mal, pero no puedes impedir que me preocupe por ti.
- ¡Claro!, se me olvidaba que estaban peleadas, ¿a qué vendrías si no es a fastidiar?
- ¡Oye, sé que estás molesto, pero eso no te da derecho a tomarla conmigo!

El Bombón da la vuelta y camina hacia la capilla, sabe que Mariana es atea y no lo seguirá, pero para su sorpresa lo hace, él se hinca frente a un crucifijo y empieza a rezar, la mujer se sienta a su lado en silencio.

- ¿Te sientes mejor?
- Es imposible sentirse mejor cuando alguien que amas muere.
- ¿En serio la amabas? ¿tan rápido?

El Bombón no quiere responder, sigue mirando el crucifijo, buscando consuelo en la imagen de sacrificio, Mariana lo interrumpe:

- ¿De veras crees que sirve lastimarte así?
- ¿Lastimarme cómo?
- Pues así, implorando piedad a un ser inexistente.
- ¿A ti qué más te da?, tengo mis razones.
- Esas son mamadas, ni tú ni nadie puede decir que él existe.

Olivier, que se encuentra al fondo, murmura:

- Yo sí.

El Bombón voltea hacia donde escuchó el susurro, pero no ve a nadie, clava la mirada en los ojos de Mariana y dice:

- Lárgate, Mariana, tu presencia no me ayuda.
- Sólo quiero estar segura de que estarás bien, corazón.
- Para ser sinceros, eso jamás te interesó.
- Es mentira y lo sabes, pero si quieres quedarte a llorarle a una muerta y a hablar con amigos imaginarios es tu problema, yo salgo a disfrutar la vida, querido.

El Bombón tuvo suficiente, mientras la niña que hace poco fue mujer se aleja, él se levanta:

- ¿Mariana?
- ¿Dime?
- ¿De verdad quieres consolarme?
- ¡Claro!, sabes que mi mayor interés es ayudarte, corazón.
- ¿Qué te parece si nos vemos mañana en mi casa, entonces?
- ¿A qué hora?
- A las 10 de la noche, solos, tú y yo.

Mariana no alcanza a verlo bien, cree percibir una sonrisa irónica en sus labios, pero contesta: 

- Perfecto, allá te veo.

Si hubiera esperado, habría visto que el Bombón está sonriendo, amargado y con ansias de poner a Mariana en su lugar de una vez y para siempre.

- ¿Así que todo salió a pedir de boca?
- Efectivamente.
- Me parece bien, al menos estás logrando lo que quieres, ¿qué vas a hacer ahora?, la noche es joven, y dudo que quieras quedarte a rendir tus últimos respetos, ¿te parece si tomamos algo?, conozco un bar aquí cerca.
- Me leíste la mente, corazón.

Los rayos del sol acarician el hermoso rostro de Mariana, la noche anterior es un borrón en su mente, sabe que se emborrachó, pero no tiene idea qué pasó después, una sombra oscurece la luz del sol.

- Otra vez vino tu invitado, ¿cierto?
- No molestes, idiota.
- No te estoy molestando, es sólo que anoche escuchamos a tu amigo y la fiesta que tuvieron.
- ¿Cuál amigo? ¿cuál fiesta?
- Bueno, yo utilizaría la palabra orgía tomando en cuenta que estuvieron cogiendo hasta el amanecer, en cuanto a su identidad, lamento decirte que no podemos satisfacer tu curiosidad, porque de nuevo se esfumó.

Mariana se incorpora en la cama, está desnuda, su cuarto está hecho un desmadre, hay un par de botellas de vodka en el suelo y los condones en la alfombra sólo sirven para hacer evidente que tuvo sexo con alguien toda la noche.

- No mames, ¿qué pasó?
- Ya te dije.
- Ya, ya, no hace falta que lo repitas, ¿es obvio no?
- ¿Entonces para qué preguntas?
- Es retórico imbécil, no fastidies.

Ricardo sonríe, Mariana se incorpora de nuevo y lo mira.

- ¿Hace cuánto que no hacíamos esto?
- ¿Hacer qué?
- Esto, yo regañándote por despertarnos en la madrugada, tú despertando confundida después de una borrachera.
- Vete al diablo
- Lo digo en serio, ¡estoy sentado en la misma silla en que me sentaba para regañarte!, recuerdo cómo terminaban nuestras peleas, avisándote que mi papá quería hablar contigo.
- Él ya no está aquí para esa parte, ¿no?
- Cierto.
- ¿Y? ¿todo eso fue por nostalgia? ¿no te parece fuera de lugar?

Ricardo mira a su hermana, se da cuenta que de todo lo que cambió, los ojos de Mariana son lo único que sigue igual, esos ojos duros de 38 años lo miran desde un rostro que no veía desde hace mucho.

- Hace diez años que no hacíamos esto, y la única razón por la que lo hago hoy es porque la que está fuera de lugar eres tú. La verdad no sé cómo lograste verte tan joven, no sé qué hiciste o cómo pasó, pero sé esto: eres peor ahora que hace quince años.
- ¿A sí? Déjame decirte algo: chinga tu madre y deja de molestarme.
- Qué curioso que menciones a mamá, la verdad, está más extrañada por tu cambio que nosotros, anoche no pudo dormir, está aterrada, no es por las borracheras constantes o los amantes, a eso ya nos acostumbramos, lo que la sacó de quicio fue todo, tu nueva apariencia, tu carácter de siempre, el aquelarre que te aventaste; fue demasiado, tuvimos que llevarla con mi tía Aurelia.
- ¡No mames, Ricardo! ¿Para qué mandaste a mi mamá a Querétaro?
- Para que descanse de ti, ¿quieres escuchar la mejor parte?, José Luis y yo nos vamos con ella, me dejó su coche para alcanzarlos, tengo una hora esperando que despiertes para avisarte. 

Mariana no sabe qué decir.

- No chinguen, ¿por qué?
- Ya te dije, no es el desmadre, ni los amantes, ni siquiera la noche en vela: eres tú, o lo que sea en que te convertiste.
- Sigo siendo yo, no seas estúpido.
- ¿En serio? ¿Estás segura?
- ¡Claro que sí pendejo!
- ¿Antes también llorabas mientras tenías sexo? ¿Dabas alaridos de terror entre gemidos?
- ¿De qué hablas, cabrón?

Ricardo mira a su hermana, es cierto, no tiene idea de lo que pasó, quizás piensa que sólo fue el sexo, el alcohol o la música, pero lo que no los dejó dormir fue algo peor.

- Mejor que lo sepas por mí, supongo. Ayer llegaste a medianoche haciendo un desmadre con alguien más, venías llorando, supuse por la muerte de Brenda, te escuchamos sollozar, oímos los pasos del tipo que venía contigo, entraron a tu cuarto y pusieron música a todo volumen, a pesar del susto, eso habría sido tolerable, pero entonces escuchamos cómo destrozabas el cuarto, y ahí fue cuando todo empeoró.
- ¿Qué pasó?
- Supongo que ahí fue cuando empezó el sexo, te escuchamos gemir mientras seguías gritando, te escuchamos llorar y tus gritos y gemidos continuaban, el clímax llegó como a las 3 de la mañana, a esa hora gritaste: "¡Es mi culpa! ¡Todo es mi culpa!" y lanzaste un alarido que nos dejó helados, oímos cómo caías al suelo y nada más.
- ¿Y el tipo?
- Eso fue la cereza del pastel, no dormimos, esperábamos que el tipo saliera para reclamarle, mentarle la madre, qué se yo; al salir el sol José Luis y yo echamos suertes para entrar, yo perdí y te encontré sola, ¡completamente sola!
- ¿Qué?, ¡No mames!
- En serio, no había nadie, entonces recordé que tu amigo no hizo un solo ruido mientras estuvo en la casa, no lo escuchamos hablar, gritar, ni siquiera respirar, sólo escuchamos sus pisadas, nada más.

El silencio carga el ambiente de tensión, justo cuando cree que ha terminado, Ricardo remata: 

- Incluso todo eso podría haber sido tolerable, lo que nos quebró los nervios fue otra cosa...

Ricardo levanta el brazo y señala la pared, Mariana voltea y lo que ve le hiela el corazón: el dibujo de una muñeca ahorcada, alrededor del dibujo está escrito varias veces: "la quiero ver muerta", al pie de la ahorcada dice:

La sangre es roja
La muerte es azul
Brenda está muerta
Y nunca estuve mejor

- Cuando lo vimos los tres tomamos la decisión de largarnos, no nos pasó por la cabeza tratar de ayudarte, parece que estás metida en algo en lo que no debemos meternos; echamos suertes de nuevo y volví a perder, me quedé a esperar que despertaras, aguantando las ganas de salir corriendo de aquí, por cierto, lo que ves en la pared sí es sangre, no me quiero imaginar de dónde la sacaste.
- Pero Ricardo, yo…
- Ya te dije, no sé qué hiciste, ni quiero saberlo. Adiós, Mariana.
- ¡No! ¡No te vayas! ¡No me dejes aquí sola, hermano!

El joven se levanta, baja las escaleras y llega hasta el coche sin voltear, tiene la sensación de que si lo hace se convertirá en sal. Mariana trata de salir del cuarto cubierta por la sábana, grita rogándole a su hermano que no la deje sola consigo misma, de pronto un tirón en la tela la hace tropezar, descubre a Olivier sentado en el mismo lugar en que estuvo su hermano, él clava la mirada en los ojos de Mariana mientras el auto se aleja.

- Si quieres puedo castigarlo, preciosa, tú sólo ordénalo, y yo lo haré posible.

Mariana mira aterrada a Olivier, ese abismo profundo en el que se ha perdido ya un par de veces la llama, la invita a conectarse con lo más profundo de su ser, con lo más despreciable que hay en su alma, por un segundo, la oscuridad sin fondo la atrapa, usando toda su fuerza, la mujer logra romper las tinieblas y cae al piso llorando.

Mientras Ricardo maneja empieza a sentir una especie de tensión eléctrica que rodea el auto, sin aviso, el volante empieza a dar tirones, se aterra cuando el auto se dirige hacia la parte trasera de un camión, jala el volante con toda su fuerza y en el último segundo logra controlar el coche.

- ¡Te odio! ¡Casi matas a Ricardo!
- ¿Me hablas a mí? ¡¿Así me agradeces todo lo que he hecho por ti?!

La mujer pega un salto y derriba a Olivier, empieza a estrangularlo con toda su fuerza:

- ¡¿Qué es lo que has hecho por mí, cabrón?! ¿Eliminar a mi rival?, ¿Hacerme pintar ese horror en mi pared? ¿Eso es lo que debería agradecerte?

Con un esfuerzo supremo, Olivier contesta:

- ¿No te ayudé cuando nadie lo hacía? ¿No cumplí tu más profundo deseo? ¿Eso no me hace tu amigo? ¡Yo no puedo hacer nada que tú no me pidas!

Mariana se da cuenta que Olivier tiene razón y afloja la presión sobre su cuello, él retrocede y ambos se recuperan con lentitud, el joven habla primero:

- Me preocupas tanto, que incluso mientras tratabas de matarme he limpiado el dibujo que hiciste sobre la pared, recuerda que puedo escuchar a tu verdadero yo, ese que todos esconden bajo una pared de amabilidad e hipocresía, ese que dejaste libre anoche.

La mujer se levanta y entra a su cuarto, no hay rastro del dibujo, en un susurro, pregunta:

- ¿En serio hice eso?
- Me temo que sí, todos sepultan a su verdadero ser en una tumba llena de flores y de bondad, aunque lo que hay dentro sigue pudriéndose hasta que explota y la podredumbre lo infecta todo; muchos se liberan cometiendo actos de violencia exagerada, creo que tú eres de ese tipo.

La mirada melancólica de la mujer sigue clavada en la pared, Olivier lo percibe y dice:

- Después de todo lo que has pasado, ¿no vas a dejar escapar el premio, o sí?

Por primera vez desde que empezó toda esta locura, Mariana sonríe.

Las horas pasan, Mariana se bañó y se arregló, quedó hermosa, más de lo que recordaba que era, ambos esperan que dé la hora para la cita con Bombón, ¿por qué dejar escapar el premio después de tanto esfuerzo?

Dan las nueve, Mariana baja las escaleras, sube a su auto y se va sin mirar atrás, Olivier se queda en la casa oscura y siniestra, un hilo de sangre corre desde el armario, la luz de la luna la hace ver negra.

- Qué suerte que no preguntó por la sangre.

Bombón mira por la ventana que da a la calle, Mariana no debe tardar, jamás imaginó que una frase le diera la posibilidad de igualar el marcador, la depresión en la que cayó Mariana lo dejó asombrado, ¿Quién diría que se puede lograr tanto con tan poco? ¿Cobrarse los berrinches de niña mimada, los engaños y los insultos?, si hace un año le hubieran dicho que podía derrumbar a Mariana a punta de palabras, se hubiera reído de quien lo dijera.

Las horas pasan, da la medianoche en la Ciudad de los Palacios, su rugido se apaga al tiempo que los susurros cesan en casa del Bombón, la puerta se abre, y una figura sale trastabillando, la puerta se cierra tras ella, siente náuseas, se incorpora y camina hasta la reja, la abre y pierde el paso, cae sollozando como niña, Olivier se acerca y escucha las primeras palabras que la mujer pronuncia desde que inició la conversación con Bombón.

- El maldito me detesta, Olivier… ¡Ese imbécil me detesta!
- ¿Por qué?
- Dice que nunca tuvo que ver con mi apariencia, era mi manera de ser, la soberbia, el desprecio, las mil veces que lo engañé, ¡Era yo! ¡yo soy la culpable de que se alejara!
- Mariana…
- ¿Quieres saber la mejor parte?, le pregunté qué le daba Brenda, ¿sabes qué respondió? ¡Que ella le daba amor verdadero!, estaban enamorados desde antes que nos peleáramos, ¡me dejó por ella! ¡ahora dice que cualquier cosa que pueda ofrecerle es nada! ¡Es mi fin!

Olivier se recarga en un auto y enciende un cigarro, sólo se escucha el lloriqueo de la mujer.

- Bueno, creo que hasta aquí llegamos.

Mariana salta sobre Olivier, lo toma por los hombros y clava una mirada enloquecida en sus ojos mientras empieza a lanzar chillidos desesperados:

- ¿Hasta aquí llegamos?, ¿qué te hace pensar que voy a renunciar?
- ¡Vamos Mariana!, ¿qué quieres hacer ahora?
- ¡Quiero que me lo entregues ya!
- ¿Estás loca?, ¿entregártelo cómo?
- ¡Oblígalo!, ¡engáñalo! ¡sólo hazlo!
- ¿Cómo quieres que lo haga?, ¡Sabes que no puedo obligar a nadie a amar a otra persona!

Mariana hunde las uñas en los brazos de Olivier, y le grita:

- ¡¿Quién habló de amor, pendejo?!

Olivier no puede creerlo, esta vez el que siente vértigo y se siente arrastrado a un abismo es él, basta un segundo para saber lo que Mariana quiere, por supuesto que está dentro de su poder, el punto es: ¿Ella en verdad lo quiere?

- ¿Hablas en serio, Mariana?
- ¡Sí!
- Recuerda que una vez que te lo dé, no hay marcha atrás.
- ¡Ya lo sé!
- Piénsalo un segundo, por favor… ¿estás segura?

La mujer grita con todas sus fuerzas:

- ¡Sí! ¡eso quiero! ¡DÁMELO YA!

El grito final de Mariana se prolonga, un tifón de sensaciones arrasa su interior, deja de ver a Olivier, ve de nuevo la puerta de la casa, se escucha golpeándola, se ve persiguiendo a Bombón por la casa, ¿De dónde salió ese cuchillo?, lo amarra a la cama, música a todo volumen, ¿Y esos gritos?, admira el cuerpo perfecto del Bombón, lo recorre con las manos, lo lame con ternura, ¿Y esas heridas?, Sexo, sexo, sexo, ¿De dónde viene esa luz?, besos, caricias, deseo, placer, ¿Y esas marcas en su espalda?, gemidos, éxtasis, ¿Alguien llora?, más, ¡más!, no puedo parar, no quiero parar, me siento cansada, tan cansada

Otra mañana más cubre la Ciudad, la pálida luz de un día nublado acaricia los párpados de Mariana, trata de abrir los ojos, pero la costra de sangre que hay sobre ellos se lo impide, los talla con la mano y puede abrirlos, el cuarto está hecho un caos, la mujer recoge una playera, la acerca a su nariz e inhala, absorbiendo el agradable olor, sonríe satisfecha, se siente tan relajada que nadie podría decir que anoche tuvo sexo salvaje con su Bombón, se pone la playera y camina hacia la ventana, cualquiera que pudiera ver la escena quedaría perturbado por la imagen de la chica, calmada y sonriente, manchada con la sangre del cadáver que yace en la cama tras ella.

Mariana escucha un ruido, da la vuelta y ve cómo gira el picaporte, la puerta se abre y entra Olivier, quien pasea la vista alrededor del cuarto, luego de sentir lástima por el cadáver que ella no ha notado, dice:

- ¿Satisfecha?
- Sí corazón, bastante.
- Qué bien, acompáñame por favor.
- ¿Tan pronto me tengo que alejar de los brazos de mi amado?
- Sí, a menos que quieras que te atrapen.
- ¿Atraparme?, ¿quién?
- Shh, déjame ayudarte.

Olivier le pone un abrigo y la abraza, sale con ella y suben a un viejo Mercedes negro, el auto arranca y se aleja, al doblar una esquina desaparece de la vista de los padres de Bombón, que llegan a visitarlo, Mariana se queda dormida, tiene sueños hermosos, llenos de luz y color.

Sólo cuando el sol termina su carrera la mujer abre los ojos, se da cuenta que no está en casa de Bombón, está en un lugar donde jamás ha estado, frente a ella hay un enorme escritorio, del otro lado está Olivier, dándole la espalda y admirando la vista, están en una oficina en el edificio más alto de la ciudad:

- ¿Dónde estamos?
- En otra de mis oficinas
- ¿Y Bombón?
- Mejor no preguntes
- ¿Por qué?
- No quieres saberlo.
- ¿Por qué me trajiste aquí?
- Eras presa fácil, cualquiera hubiera podido atraparte.
- ¿Atraparme?, ¿de qué diablos hablas?
- De lo que has hecho los últimos días, la forma en que perdiste el control y todo lo que desataste desde que concedí tu deseo.
- ¿A qué te refieres?
- Ya te dije, no quieres saberlo
- ¡Déjate de juegos, imbécil! ¡me estás hartando!
- No tienes porqué molestarte, sólo digo la verdad
- ¿La verdad acerca de qué? ¡dímelo y déjate de estupideces!
- No quieres…

Antes de que Olivier termine la frase, Mariana trepa al escritorio y lo toma del cuello, mientras grita:

- ¡Dímelo!, ¡quiero saber lo que pasó!

En lugar de responder, Olivier mira hacia la izquierda, Mariana descubre un espejo, y lo que ve es perturbador.

Tiene puesta una camiseta blanca y ropa interior, tiene grandes manchas de sangre, coagulada y seca, tatuada sobre su piel, entonces el terror la alcanza, no entiende nada, se da cuenta que los últimos días son un borrón en su cabeza, tiene vagos recuerdos, esto no puede estar pasando.

- Claro que pasó, te dije que no querías saberlo.
- ¿Qué carajo, Olivier?

Él no contesta, se limita a señalar un televisor que se enciende, cuando se apaga minutos después, Mariana ya lo sabe todo.

- ¿Bombón está muerto?
- Me temo que sí.
- Pero yo nunca…
- Sólo lo deseabas, ese deseo crudo fue lo que te impulsó.
- ¿Mario, Manuel, todos ellos?
- Siempre los despreciaste, ¿no?
- ¿Y Adriana?
- La detestabas, hace 20 años lo hacías y sigues haciéndolo, igual que a Brenda, te daba envidia lo que ella tenía, sólo que Adriana era mucho más pasiva.
- No lo entiendo.
- Sí que lo entiendes, tú sólo querías de vuelta tu apariencia, si me hubieras pedido algo distinto ellos no habrían pasado por esto, pudiste pedir cualquier cosa, pero sólo querías aquello que siempre deseaste: recuperar el poder que sentías al doblegar a los hombres y manipularlos, ser impune a través de tu físico, dejar salir todo lo podrido que hay en tu alma.

En la oscuridad de la oficina, la mujer trata de asimilar lo que pasó, una idea brilla dentro de su cabeza.

- ¿Qué sigue?
- Puedo esconderte o liberarte, nuestro acuerdo no ha cambiado, puedo hacer lo que me pidas.
- ¿Hay manera de arreglar esto?

Olivier suspira y cierra los ojos, sabe que la mujer estira el brazo, toma algo de la repisa y empieza a moverse hacia el escritorio, la niña que fue mujer está pasando por alto que las mentes de ambos están conectadas, sabiendo lo que pasará incluso antes que ella, Olivier se levanta y camina hacia Mariana.

- Nadie puede deshacer el pasado, el pasado pertenece a Dios, así que, querida amiga, pídele a Él que te perdone por tu pasado, no me pidas a mí que lo cambie.

En un ágil movimiento, Mariana se acerca mientras coloca el brazo en ángulo recto hacia Oliver, la hoja de una katana entra en su pecho, los humanos son tan estúpidos.

- ¿Y qué tal si destruyo la fuente?

La hoja de la espada penetra más y más en el pecho de Oliver, Mariana se da cuenta que trata de separarse, así que lo toma del cuello y lo atrae, mientras su sangre mancha la alfombra, Olivier sonríe:

- ¿De qué serviría? ¿crees que destruir a quien causó todo podría revertir el resultado?
- Quizás no, pero nada pierdo con probar, querido.

El mango del arma llega hasta el pecho de Olivier, de un empujón Mariana lo arroja contra la pared, un gran charco de sangre se forma a su alrededor, la mujer escucha las últimas palabras que oirá de su amigo:

- ¿Qué esperas para matarte entonces?

Olivier se desliza y cae, la sangre sigue fluyendo alrededor de la chica, Mariana cree ver algo en la puerta y grita, es la chica que asiste a Olivier, es raro, nunca supo su nombre, la tenebrosa mujer mira el cadáver del joven, luego mira a Mariana, la niña que fue mujer se aterra, el abismo en los ojos de la mujer es peor que cuando la vio por primera vez, esa mirada vacía y sin fondo la hace gritar, brinca hacia el escritorio cubriéndose la cara, tratando de escapar a esos ojos que parecen salidos del Infierno, la cabeza de Mariana se llena de ruidos, gritos, llantos amargos, el ruido es insoportable.

- ¡Basta!, ¡Déjame!, ¡No te acerques!, ¡Era necesario que muriera!, ¡El causó todo!

Los gritos alcanzan un éxtasis de horror, Mariana grita y escucha una voz grave que le dice:

- Si quieres ver al culpable, mírate en un espejo.
- ¡Déjenme en paz!

El grito de la mujer pone fin a aquella cacofonía diabólica, el cuerpo de Olivier ya no está, sobre el escritorio, la luz de la luna ilumina un revólver, Mariana no recuerda haberlo visto antes.

- ¿Qué esperas?

La voz que proviene del sillón deja a la mujer petrificada.

- ¿Qué espero para qué?
- Para escuchar a tu amigo, para matarte.
- ¿Yo? ¿para qué?
- Para ver si puedes arreglar algo del horror que desataste sobre nosotros.
- ¡Pero él ya está muerto!
- Olivier sólo era tu perrito faldero, ¡él hacía lo que le ordenabas!
- ¿Y eso qué?, ¡él me manipuló!
- ¿Te hizo desear la muerte de Brenda? ¿te hizo matarme? ¿te hizo desangrar a Adriana? ¿te das cuenta de lo que estás diciendo?
- Pero yo…
- Nada, eres la única responsable, así que, si quieres hacer justicia, mátate.

La voz se extingue y la imagen también, Mariana mira el suelo, ni rastro de la sangre de Olivier, el revólver sigue ahí.

La mujer acaricia el arma, la toma entre sus manos y juega con ella, mira a través de la ventana y decide que su fin no va a ser tan mediocre, si va a despedirse de esta vida, será de una forma inolvidable.

A la mañana siguiente, el sol ilumina la Ciudad, el cielo amanece azul y hermoso, aunque para los oficinistas que trabajan en el edificio, el impacto de la mañana no es tan agradable, debido a que el cadáver de una suicida yace sobre una camioneta, sus huesos están rotos, sus órganos aplastados, su rostro, alguna vez adorable y deseable, tiene múltiples fracturas que deforman la cara hasta hacerla irreconocible, la caída no la mató, y agonizó sobre los restos del auto, nadie en el edificio la reconoce, la oficina desde la que saltó está vacía hace meses, el detective encargado, que no reconoce a Mariana, marca su cadáver como desconocido, con el tiempo, hasta su familia deja de pensar en ella, aquellos que la conocieron la olvidan, y finalmente, Mariana desaparece de la memoria de la humanidad, al final, la justicia se materializa en el castigo supremo y su recuerdo se apaga, sin dejar rastro, como si nunca hubiera existido.

FIN