miércoles, 9 de enero de 2013

Perfección

Ella permanece sentada, indiferente, lejana, como si ignorara todo lo que pasa a su alrededor, perezosamente sube uno de sus brazos en el respaldo de la banca, el viento helado que cubre toda la ciudad mueve ligeramente su cabello dorado, con un ligero movimiento de su largo cuello, la chica aleja un mechón de su rostro, dejando al descubierto dos enormes y hermosos ojos azules; una nariz respingada, del tamaño justo; unos labios perfectos, dulces y besables; una belleza incomparable…

- ¡Ella va a ser mía!
- ¡Ni lo sueñes, miserable!

Sin mayor advertencia, el hombre hace surgir un revólver, le apunta a la mujer que tiene enfrente, la cual, por su parte, ha desenfundado una pistola automática, después de todo lo que han hecho, ninguno de los dos está dispuesto a dejar que el otro se quede con la chica, ella, por su parte, bosteza mientras ve este duelo, ha visto ya tantas escenas parecidas, tantos que han muerto por querer poseerla… ya está cansada de eso.

La chica rubia, que descansa perezosamente en la banca del parque, se llama Afrodita… o mejor dicho, ese es el nombre en clave con el que la conocen los que saben de su existencia, entre ellos se cuentan Francisco Alonso y Carmina Vega, quienes han eliminado ya a casi todos los que conocen el secreto de Afrodita… la chica perfecta.

En la tercera década del siglo, Salvador Miró, un experto en genética, logró crear tratamientos que corregían casi cualquier defecto que pudiera tener el cuerpo, con el tiempo, derivó de la investigación científica a la cosmetología, creando todo tipo de productos contra las imperfecciones del cuerpo, hacia el final de su vida, el Doctor Miró trató de lograr un sueño quimérico que lo acompañó durante toda su existencia… la creación de un ser humano, de género femenino, que tuviera la belleza perfecta.

Muchos lo tildaron de loco, pero Miró no escatimó dinero, esfuerzo y dedicación a conseguir su ideal, manipuló durante años la constitución genética de diferentes embriones, muchos de los cuales dieron origen a algunas de las mujeres más hermosas que ha visto la humanidad, pocos saben acerca de esta investigación, menos aún son los que conocen el resultado de los estudios del Doctor, casi nadie sabe (sabía) sobre el éxito total que coronó el final del sueño delirante de Salvador Miró…

Pocos años después del nacimiento de Afrodita, el Doctor Miró falleció, antes de morir había destruido sus archivos y expedientes, los nombres de sus bellos “experimentos fallidos” desaparecieron, junto con el informe final y la identidad real de la chica perfecta, la mujer con la belleza ideal, arrolladora, asombrosa, con la que Miró siempre soñó… ninguno de sus amigos o colaboradores pudo rescatar nada, salvo un dato aproximado de la ubicación de la mujer perfecta, todos, sin excepción, esperaban cortar la delicada flor que Miró había logrado, en cuanto ésta brotara; al principio, colaboraron como un equipo, localizaron a Afrodita y observaron como su perfecta belleza se desarrollaba, con el paso de los años, algunos de los que conocían quién era y qué hacía especial a la chica fueron falleciendo, algunos de causas naturales, otros, en accidentes variados, algunos más, abandonaron la espera por voluntad propia, sólo los más jóvenes entre este grupo de privilegiados perseveraron, así, al cumplir Afrodita los 20 años, una pequeña célula formada por Raúl Alfaro, Mario Rivera, Sonia Robles, Julieta Barranco, Francisco Alonso y Carmina Vega, eran los únicos que seguían tras la belleza perfecta…

Mientras los supervivientes de la batalla, Francisco y Carmina, tienen el duelo final en un parque, frente a la impasible Afrodita, uno de los que abandonaron la espera por voluntad propia, Héctor Martínez, en otro tiempo asistente personal del Doctor Miró, es duramente interrogado por la Policía Federal, le siguen la pista a varias muertes violentas ocurridas en los últimos días, han llegado hasta él por la relación que tenía con todos los fallecidos, los policías le han dado detalles de las muertes ocurridas…

Al acercarse el momento que todos sabían que habría de llegar, Francisco trató de tomar ventaja asesinando a Mario, que estaba encargado de la vigilancia que el grupo tenía sobre Afrodita, antes de degollarlo, logró hacer que le dijera la ubicación exacta de la chica, ahora sólo él podría poseerla…

Sonia y Carmina, por su parte, tejieron una pequeña alianza y utilizaron a Julieta para que robara esa información a Mario, una vez que averiguaron dónde se encontraba exactamente la chica, Carmina ejecutó a Julieta…

Sonia nunca pudo completar la segunda fase del plan, que consistía en secuestrar a Afrodita para después decidir entre ella y Carmina quién se quedaría con la mujer perfecta, Raúl la interceptó, le sacó la información y la ahorcó en un árbol…

Francisco supo que Mario había hablado cuando vio que Raúl también cercaba a Afrodita, la mala suerte de Raúl quiso que Francisco fuera un excelente tirador, jamás pudo acercarse siquiera a esa belleza perfecta, que los había llevado a todos al borde de la locura…

Carmina, por su parte, no lamentó demasiado la muerte de Sonia, tomó con filosofía la jugada de Raúl y lamentó la falta de inteligencia de Francisco, que había desatado todo ese aquelarre, lo interceptó luego de que secuestró a Afrodita, y ahora, en el parque, ambos decidirían por fin quién se quedaría con aquella diosa…

…los agentes encargados del caso no están convencidos del todo, ¿realmente Héctor abandonó la espera por voluntad propia?, la presión ejercida sobre el hombre los lleva a descubrir el secreto que convirtió el sueño del Doctor Salvador Miró en una pesadilla:

- ¡Si, está bien, lo reconozco!, hace poco pude descifrar el sentido de algunas de las notas que Miró dejó por ahí, fueron sus últimas palabras las que me dieron la clave… “ella no es perfecta” fue lo que dijo… ¡y créanme que no lo es!

Dos disparos suenan en lo profundo del parque, las aves escapan debido al estruendo, un cuerpo yace en el suelo, el disparo le atravesó limpiamente el corazón…

La chica rubia se levanta perezosamente, desdeñosa y prepotente como sólo su belleza le permite serlo, se acerca hasta la figura que, jadeante, observa el cuerpo sin vida de Francisco que yace en el pasto frente a ella, la bala que escapó hace unos instantes del revólver humeante ahora está incrustada en un árbol, Sonia logró vencer sin un solo rasguño, la chica perfecta la abraza y le dice, coqueta:

- ¡Muchas gracias! ¡Me libraste de ese extraño sujeto! ¿Cómo puedo agradecerte?
- No fue nada, Afrodita…

La hermosa chica toma por los hombros a Sonia, la estrecha fuertemente y le da un beso en la mejilla, acerca sus divinos labios al oído de la extasiada mujer y le dice:

- Mi nombre…

Un cuchillo sale de la manga del abrigo de la rubia, Sonia no se percata, en un veloz movimiento, la diosa clava el cuchillo en la espalda de la mujer, Sonia ni siquiera puede gritar por el asombro, clava la mirada vidriosa y aterrada en la hermosa chica, la bella retuerce el cuchillo dentro del cuerpo de la mujer, dejando una profunda y mortal herida…

-…no es Afrodita, estúpida.

La vida escapa por la espalda de Sonia, la chica de la belleza perfecta sigue sosteniéndola y no la suelta hasta que los ojos del cuerpo quedan fijos, sin expresión, reflejando solamente el terror paralizante que sintió la mujer en sus últimos momentos, la hermosa rubia deja caer el cuerpo y se aleja del lugar diciendo:

- Siempre pasa igual, al final ni siquiera saben mi nombre.

El Encuentro

- Hoy es el gran día, Fernando…
- Lo sé.
- Nos ha costado mucho llegar hasta aquí…
- También lo sé.
- Pero ahora cosecharemos todo lo que sembramos…
- Eso también lo sé, me queda perfectamente claro.

Fernando Montes se ajusta las mancuernillas, la corbata y el reloj, se mira en el espejo, todo está perfecto, Miranda Iriarte, su esposa y principal colaboradora, lo mira de arriba abajo y le dice:

- Perfecto como siempre, Fernando…
- Ajá.

Los minutos se enlazaron, Miranda estaba molesta y finalmente dejó salir aquello:

- ¿No estás contento acaso, Fernando?...
- Mucho, Miranda.
- ¿Entonces porqué no celebras?...
- Festejaré cuando haya acabado la ceremonia y tenga puesta la banda, Miranda.

Clásico de Fernando, siempre tan seco y tan nervioso, nunca se daba el tiempo de celebrar, de disfrutar, ahora que nada se interponía entre ellos y el sueño que habían acariciado largamente, buscaba razones hasta en las piedras para estar nervioso, Miranda suspiró, se encogió de hombros y le espetó a su marido:

- Nada se interpone entre la banda y tú, mi amor…
- Nunca se sabe.

Horas después, del otro lado de la ciudad, el Doctor Ramírez y su esposa Rita esperan afuera del Congreso de los Diputados a que salga el nuevo Presidente, ambos votaron por él y apoyaron en la campaña, ahora tenían lugares de primera fila para poder saludarlo en la caminata que haría desde el recinto legislativo al Palacio Presidencial, una vez concluida la ceremonia, Rita le dice a su marido:

- Esto es emocionante, ¿no mi amor?
- Así es, Rita, bastante emocionante.
- ¿Todo bien, Arturo?
- Si, Rita, todo bien.
- No debe tardar mucho, la ceremonia debe estar por concluir…
- Lo sé, mi vida.

Rita se extrañó, no sabía qué diablos le pasaba a su esposo, todo la mañana había estado como ensimismado, imposible saber qué pasaba por su cabeza.

El ruido de la banda de guerra la distrajo, Fernando Montes, el flamante Presidente de la República, sale del recinto con la banda presidencial colocada, en el trayecto que lo llevó de la Tribuna del Congreso al exterior del Palacio Legislativo ha tenido tiempo de ponerse la banda bajo el saco, y ahora saluda despreocupado a la multitud que lo vitorea y que ha conseguido a precio de oro uno de sus más cercanos colaboradores, Miranda, como siempre, está a su lado, Rita sigue a la pareja en todo su trayecto a través de la tribuna, está emocionada y sonríe, Montes y su esposa se acercan cada vez más, y Rita, con la emoción, no ve a su esposo ponerse la mano bajo el saco…

El Presidente llega hasta donde están algunos de los que colaboraron en la campaña, busca de inmediato a la simpática Rita, que tanta ayuda les brindó y que tan buenas migas hizo con su esposa, la localiza al lado de su marido, que también echó la mano con el proselitismo en la capital, Fernando jala a su esposa para que ambos saluden a la pareja, Rita está emocionadísima y es toda sonrisas para el Presidente y su esposa, ninguno de los dos ve al Doctor Ramírez, que se acerca un poco más y saca la mano que tenía bajo el saco…

El Doctor Arturo Ramírez está a punto de pasar a la Historia por el asesinato del Presidente de la República y su esposa, Fernando Montes y Miranda Iriarte.

Pero esto, que es el final de otra historia, empezó mucho antes…

En las épocas en que Fernando sólo era un ambicioso Senador, y su esposa Miranda una despiadada empresaria, ambos manejaban negocios comunes, los cuales eran administrados por Jorge Luis Bonilla, cuya joven esposa, Juliana Luján, trabajaba dando clases en la Universidad Nacional, un buen día, en la prensa de izquierda aparecieron sórdidos detalles de los negocios de los Montes, Fernando y Miranda creyeron que la promisoria carrera política del Senador se iría por el caño, pero en el Partido le dieron la solución: arréglalo a la antigüita, tú bien sabes quién te puso en este aprieto.

Días después, los cuerpos sin vida de Jorge Luis y Juliana aparecieron en un tiradero, el asunto estuvo difícil y casi muy al final el pendejo de Bonilla sacó un revólver, el tiro casi le da a Fernando en la cabeza pero salió desviado, luego de perder el arma y antes de morder el polvo, el joven sentenció:

- Me las van a pagar, hijos de la chingada, más temprano que tarde, ojetes.

Fernando, en la cima del triunfo que significaba el resurgimiento de su carrera, dijo antes de jalar el gatillo:

- Cuéntaselo a los gusanos, hijo.

Los Montes siguieron su camino y nadie recogió el arma, que fue a dar a manos de un policía; cuando Fernando era Gobernador, la vendió a uno de sus superiores, el cual, meses después, cayó en medio de un escándalo de corrupción; cuando Fernando fue Secretario de Seguridad, un secuestrador compró el revólver y murió antes de poder dispararlo; cuando Fernando ganó las elecciones, un comprador de chueco lo adquirió y fue a la quiebra; él fue quién lo vendió al Doctor Ramírez antes de la toma de posesión, el Doctor coleccionaba armas, y la había colocado, sin probarla, en una repisa…

Eso era lo que el Doctor acababa de sacar de entre su ropa, mientras el nuevo Presidente saludaba a su esposa y Miranda estaba cerca de ellos, platicando animadamente…

El Doctor apuntó el arma contra Miranda y disparó desatando el caos e hiriendo a la mujer en el cuello y el pecho, el Presidente se quedó pasmado al ver caer a su esposa medio muerta, los Guardias del Estado Mayor, en cambio, reaccionaron rápidamente, uno de ellos le apuntó al Doctor, quien pareció no notarlo e hizo fuego contra Fernando, una bala le dio en la rodilla, cuando cayó hincado, el Presidente recibió otro tiro en el muslo izquierdo, al caer de espaldas, recibió un balazo en el estómago y otro en el pecho, debajo del corazón, finalmente, y mientras recibía cuatro balas del guardaespaldas, el Doctor pudo hacer un último disparo que impactó en el cuello del Presidente, cortándole la yugular, sus últimas palabras fueron:

- Te dije que me las iban a pagar, ojete.

Fernando miró asombrado al Doctor Ramírez, el cual cayó de frente hacia la calle, para esos momentos Miranda ya era cadáver, y el Presidente sucumbió por sus heridas en la ambulancia que lo llevaba al Hospital Militar.

Al día de hoy las investigaciones no han podido explicar porqué el Doctor, que apoyó incondicionalmente a Fernando Montes antes, durante y después de la campaña Presidencial, decidió asesinarlo el día de la toma de posesión.

El Fin de los Tiempos

La parte frontal del lujoso automóvil aún humea, la carrocería, brillante y negra, refleja la luz del poste que acaba de caer tras el accidente, el coche de los perseguidores se encuentra más atrás, golpeó una barrera de contención y los cuatro ocupantes yacen muertos en su interior, el conductor del BMW negro, a diferencia de ellos, sí tuvo la precaución de ponerse el cinturón de seguridad, lo cual salvó su vida… por ahora.

Antes de que alguien tenga tiempo de informar a las autoridades del accidente que acaba de cimbrar la Avenida Tlalpan, una de las prostitutas que trabaja en esa parte de la avenida se acerca por curiosidad al BMW, segundos antes del accidente, ella acababa de quitarse de ahí, la chica, llamada Nadia Ramírez, observa azorada al conductor del lujoso auto, quien, a pesar de estar golpeado, parece seguir consciente...

- ¿Me vas a ayudar o no?
- ¿Ah?

Nadia estaba tan asombrada con el accidente y su buena suerte que ni siquiera había escuchado al conductor cuando le habló por primera vez, algo molesto, el ocupante del BMW bufó:

- ¡Carajo!, ¡Olvídalo, si no quieres ayudar, mejor quítate!

La chica se da cuenta que el sujeto forcejea con el cinturón de seguridad, sin hacer caso del grito, ni del enojo patente del chico, Nadia extrae un cuchillo de su bolso (tiene que protegerse, y la pistola no sirve para cortar), de un ágil salto mete medio cuerpo en el vehículo y con una agilidad asombrosa, corta de un tajo el cinturón de seguridad en dos puntos, lo que permite que el conductor salga del auto, asombrado, el chico la mira en cuanto pone un pie en el suelo y dice:

- Creí que no habías entendido.
- Si entendí, solamente estaba asombrada por el choque…
- No estás lastimada ¿o sí?
- No, solamente fue la impresión, yo estaba parada ahí hace unos segundos…
- Ya veo… ¿cómo te llamas?
- Nadia, ¿y tú?
- Miguel, ¿conoces algún lugar donde pueda esconderme, Nadia?
- Sí, mi departamento no está lejos, no es la gran cosa, pero servirá…
- Muchas gracias, ¿vamos?

Y así, sin mayor preámbulo, Nadia y Miguel abandonan el lugar del accidente, la policía se entera parcialmente de lo sucedido cinco minutos después…

- ¿Cómo que no pueden encontrarlo?
- No sabemos que ocurrió después del accidente, Fernando y los demás murieron en el acto, y ninguno de los testigos que reportaron el accidente sabe nada, tenemos a dos prostitutas que estaban en el lugar, pero no dicen mucho y ambas niegan haber visto a Miguel por la zona, ¿Qué desea que hagamos, señora?

Sandra le da la espalda a Genaro, su ayudante… ¿Qué desea que hagan?, lo que ella realmente quiere sólo se puede expresar de una manera, y así se lo dice a su mano derecha…

- Quiero que encuentren a ese pendejo, quiero que recorran toda la faz de la tierra buscando a ese cabrón, quiero saber donde está… ¡y quiero saberlo ya!

Genaro observa el gesto airado de su jefa, y contesta:

- Yo me encargaré, señora…

A la mañana siguiente, el amanecer tiñe la ciudad de tonos naranjas, el frío de diciembre cala hasta los huesos, pero Miguel no lo siente, fuma tranquilamente, observando el horizonte, deleitándose con la belleza del día que empieza, sonriendo ante la ironía de esa espectacular vista natural mezclada con los tinacos, las jaulas, los tendederos y los cilindros de gas de la azotea, mientras reflexiona sobre lo que había pasado, no se da cuenta que Nadia está a su lado, mirando el panorama envuelta en una cobija, pareciera que el frío no la afecta, a pesar de la escasa ropa que la cubre debajo del cobertor, ella le sonríe y el chico la ignora para volver a sus reflexiones, Nadia deja de sonreír, da media vuelta y regresa molesta hacia su penthouse, mientras dice:

- Al menos podrías tratar de ser agradecido, pendejo.

Miguel se queda de una pieza, abandona sus reflexiones y la vista para fijar su atención en la silueta que se aleja de él indignada, balanceando las caderas con ímpetu, y alzando el mentón orgullosa, para ser puta, tiene bastante dignidad… Miguel apaga el cigarro y regresa al diminuto departamento para pedir perdón a su anfitriona…

Las horas pasan y nada se sabe, Sandra es muy consciente de un solo hecho: Miguel puede escaparse en cualquier momento, el cabrón es talentoso y conoce su trabajo, si quiere atraparlo para hacerle pagar por lo que hizo, tiene que apresurarse e ir por todo…

- Llévame con las prostitutas que vieron el accidente, Genaro.
- Claro señora, ¿algo más?
- Sí, dile a Ricardo que venga, ¿quieres?
- Sí, señora…

Genaro sabe ahora que las chicas que vieron el accidente hablarán de una u otra forma…

Miguel y Nadia comen algo sentados en la terraza, el amanecer anaranjado que él había contemplado se había convertido en un clásico día caluroso de fin de año en la Ciudad de los Renegados, desde el incidente que lo tenía al borde de la muerte, Miguel no había dejado de pensar en escapar de ahí lo más pronto posible, de correr tan lejos como pudiera, de escapar de la larga mano de Sandra, mientras corría por su vida a lo largo de Tlalpan, el día anterior, había ofrecido sacrificios impensables a dioses desconocidos y conocidos, para lograr salir de esa con vida, para lograr tener algo de ventaja, para lograr escapar de la muerte que se obstinaba en seguirlo… todo eso y más pensó mientras jugaba a la F1 en su BMW, pero después de que Nadia se cruzó con él, algo lo retenía junto a ella, sabía perfectamente que cada minuto que se quedaba ahí era un minuto menos de vida, pero no se sentía capaz de abandonar a la chica así como así…

Ella, por su parte, se había sentido atraída por Miguel, le parecía un chico guapo, fuerte y duro, alguien en quién podrías confiar, alguien que podría ayudarte en caso de que lo necesitaras, además, haber tenido una experiencia cercana a la muerte (recuerda que ella estaba parada junto al poste que derribó el BMW de Miguel) la hacía apreciar más la vida, y todas las vueltas que siempre vienen con ella, por eso se había sincerado con el tipo, y le había contado toda su vida, el hecho de que el solitario Miguel no hubiera interrumpido su relato sólo había aumentado su confianza y locuacidad, y antes de sentirlo, él sabía todo sobre ella…

- Bueno, basta de hablar de mí por un segundo…
- ¿Eh?
- Seguramente estás harto de escucharme hablar todo el tiempo, ¿o no?
- No, en realidad no.
- Pues yo si estoy harta de monopolizar la conversación, apuesto que tienes algo interesante que contar, como por ejemplo: ¿Por qué te perseguían anoche?

La mirada y el gesto de Miguel se vuelven iracundos, justo como cuando lo vio dentro del auto, Nadia se da cuenta que está furioso, él se levanta de un salto y regresa hacia el penthouse mientras dice:

- Eso es algo que no te importa, pendeja.

La chica primero siente que metió la pata, después se siente ofendida, luego ella también enfurece… ¿Quién se creía ese imbécil para hablarle así?, ¿Acaso el haberle ayudado no le da derecho a saber?, ahora iba a conocer a Nadia en su peor momento…

Miguel apenas está recogiendo sus cosas cuando escucha que la chica entra al pequeño cuarto, justo se da la vuelta para salir cuando ella le da una tremenda cachetada, mientras le grita:

- ¿Quién te crees para hablarme así, imbécil?, ¿Acaso haberte ayudado no me da derecho a saber porqué querían asesinarte cuatro gorilas el día de ayer?
- ¿Qué?, ¿Crees que el haberme sacado del coche fue un gran favor?, siento decepcionarte, tontita, pero yo hubiera podido salir sin problemas…
- ¡Pero no lo hiciste, idiota, además estabas tan asustado que jamás habrías podido encontrar el botón del cinturón de seguridad!

Miguel trató de dar por terminada la discusión saliendo del departamento, pero Nadia saltó y lo tomó de los hombros, derribándolo, ambos empezaron a forcejear en el piso, ella pataleaba y lanzaba débiles puñetazos contra él, que más que evitarlos trataba solamente de someter completamente a la feroz chica, el combate no dura mucho, ambos terminan sudando, con la respiración agitada, Miguel dice:

- No quise ofenderte, Nadia, simplemente no quiero hablar de eso…
- Está bien, cuéntame otra cosa entonces…

El chico no lo piensa mucho y dice:

- Nunca había conocido a una chica tan fuerte como tú.

Ambos ríen con el comentario, Nadia mira a Miguel directo a los ojos y dice:

- Sé que habrías podido salir del coche sin mi ayuda, pero ¿cómo esperas que deje a un chico tan guapo como tú andar solo sin que nadie te cuidara?

Los dos sonríen, Miguel acaricia torpemente la mejilla de Nadia, ella acaricia tiernamente su cabello, ambos se miran, y sin mayor trámite, se besan, primero dulcemente, como dos colegiales; luego apasionadamente, como si estuvieran deseos de entrar en el espacio del otro, y antes de que el reloj alcance las tres de la tarde, ambos hacen el amor en el piso del penthouse de Nadia…

-…Así que el par de pendejas por fin hablaron, ¿no, Ricardo?
- Así es, tengo el nombre y la dirección de la puta que le dio cobijo a Miguel.
- ¿Puedes encargarte de esto o quieres que mande a mi gente?
- Es un trabajo sencillo, señora, puedo hacerlo por la tarifa normal si quiere.
- Si quiero, Genaro te dará la mitad ahora, el resto cuando regreses con las pruebas… ¿y te puedo pedir algo, Ricardo?
- Por supuesto, señora.
- Haz que el imbécil sufra hasta su último aliento, y que ella sea un ejemplo para los que quieran meterse en mi camino…
- Délo por hecho, señora.

La noche desciende por la Ciudad de los Túneles, Miguel y Nadia la contemplan arrobados, sólo la luna ilumina el departamento, luego de hacer el amor, se mantuvieron abrazados, ella aferrada al único hombre que parecía interesado en ella, él aferrado a la única persona que lo había impresionado en la vida, al llegar la noche y viendo el día desperdiciado, ambos empezaron a sentir escalofríos, ella por el frío, él por la muerte que sabía más cercana cada vez, ambos se abrazan para matar el frío nocturno, y lentamente, sin darse cuenta, se quedan dormidos uno en brazos del otro…

Pasado un tiempo prudencial, Ricardo empieza a avanzar hacia el departamento, el sicario, vestido completamente de negro, llega hasta el interior del cuarto sin problemas, ve el bulto que supone son Miguel y Nadia recostados, sin mayor trámite, apunta el cañón de la escopeta hacia el bulto y dispara…

En ese momento se hace la luz en el cuarto, Miguel y Nadia están cerca de la puerta, Ricardo se percata al instante de la trampa y hace fuego al mismo tiempo que Miguel, el escopetazo vuela el vidrio, una bala de revólver perfora el hombro derecho del sicario, ambas armas disparan nuevamente, esta vez, el fuego de la escopeta da de lleno en el cuerpo de Miguel, quien cae al suelo muy malherido, el fuego de la pistola apenas roza la mandíbula de Ricardo, quien se lleva la mano al rostro por el dolor, mientras Nadia empieza a llorar y trata de detener el sangrado de Miguel, algunas palabras dulces cruzan el espacio entre ellos, pero Ricardo no las percibe, sin darle mayor importancia al asunto, le apunta a Nadia mientras dice:

- Para que aprendas a no ayudar a los que están muertos, puta…

Ricardo amartilla la escopeta, sin percatarse que Nadia tensa los músculos de la espalda, cuando el experimentado asesino está por jalar el gatillo, la chica da media vuelta y le dispara, la primera bala le da en el estómago y lo hace disparar al aire, la segunda bala le da en el brazo derecho y la tercera en el pecho, justo debajo del corazón, Nadia vuelve a estrechar a Miguel entre sus brazos, tratando de detener el sangrado, mientras le dice:

- No pasa nada, corazón, vas a estar bien, ya verás cómo te recuperas y nos fugamos juntos, mi vida…

Nadia se inclina para besar a Miguel, los labios se encuentran en un beso perfecto, cariñoso, apasionado y lleno de amor, de ése tipo de amor que puede salvar la vida de cualquiera, de ese amor que hace milagros…

Ninguno de los amantes se da cuenta del momento en que Ricardo saca algo del bolsillo de su saco, sin hacer ruido, el sicario quita la espoleta de la granada y la sostiene entre sus manos, sabe perfectamente que morirá, pero por nada del mundo piensa partir solo…

Los amantes terminan su beso, el sicario deja de respirar…

Los periódicos del día siguiente comparten la noticia principal: Tres personas mueren al explotar una granada en un edificio cerca de Tlalpan.