jueves, 9 de febrero de 2023

Una Historia en un bar


Recuerdo aquella noche como si fuera ayer, todo empezó cuando decidí ir a un bar a paliar el aburrimiento, así que fui al que está en la esquina de Quentin y la Avenida Flatbush, es un bar cualquiera, oscuro sin ser macabro, solitario sin ser siniestro; por aquellos años todos hablaban de los partidos perfectos de los Yankees, Brooklyn estaba de cabeza por los Nets sin saber que iban a desmantelarlos a media campaña.

Billy Block, el barman, era mi amigo desde los tiempos en que vestía de azul, lo detuve una noche cerca de Bedford por un asunto de drogas, pero me di cuenta que estaba ahí por culpa de un amigo suyo así que lo dejé irse, desde ese día los tragos en aquel bar corrieron por su cuenta.

Luego de charlar con Billy y seducir a un vodka tonic por demasiado tiempo, la puerta se abrió y una corriente de aire frío invadió el lugar, un tipo de unos 25 años, alto, con el cabello revuelto, enfundado en una chamarra azul gastada, botas negras llenas de polvo, camiseta azul y un pantalón de mezclilla arrugados entró en el bar, se dirigió de inmediato a la barra y dijo:

- Billy, uno de lo más fuerte que tengas.

Parecía que el tipo estaba cargando el peso del mundo sobre los hombros, algo dentro de su mente necesitaba escapar, por unos minutos fingió concentrarse en el juego de los Yankees, pero durante los comerciales emitieron un anuncio solicitando información sobre el paradero de Emma Williams, entonces el muchacho fijó la mirada en la pantalla, con la boca abierta y el whisky a medio camino entre la barra y sus labios, sus ojos se llenaron de lágrimas.

- ¿Tiene hijas?
- Una, adolescente
- ¿Vive con ella?
- No, está con su madre en Queens, yo la veo de vez en cuando
- ¿Alguna vez le habló de Emma?

Por supuesto que había escuchado sobre ella, cualquier persona con hijos adolescentes sabía quién era la nueva sensación arrasando la nación, dudo que hubiera una persona en Estados Unidos que no hubiera escuchado al menos una de sus canciones; una tarde como todas no llegó a un ensayo y nadie sabía nada de ella, las autoridades no tenían pistas, no había nota de rescate, carteles con su rostro plagaban la ciudad, parecía que se había desvanecido de la faz de la tierra. El joven apuró el vaso y miró a Billy, que estaba ocupado acomodando botellas, haciendo como si no pudiera oírnos.

- Yo sé dónde está.

El tipo me miró, otro whisky esperaba frente a él, yo no di muestras de entender a qué se refería, sabía que cuando alguien quiere confesar como ese hombre, tienes que dejarlo hablar a su ritmo, con todas las vueltas que hagan falta, al final, siempre te dirá la verdad.

Los culpables son así.

- Todo empezó con los Yankees, durante la serie contra Boston hace tres meses, mi padre me regala boletos de temporada en el jardín derecho todos los años y siempre voy con Matt y Jimmy, ese día, al final de la quinta, los muy imbéciles empezaron a molestarme por Emma, siempre he sido su fan, ¿sabes?, desde que estábamos en preparatoria.

Un batazo de hit que recorrió todo el jardín central lo distrajo.

- Malditos Yankees, ¿cómo pueden tirar tantos hits por el centro?, mi padre siempre me regañó por batear hacia esa zona, decía que estaba tratando de presumir: “el centro es para presumidos, muchacho; los bateadores de verdad van por los rincones, es la zona más difícil de alcanzar”, creo que todavía se siente culpable, por eso me sigue enviando los boletos.

Un whisky más y la confesión comienza a fluir.

- Emma y yo nos conocimos en preparatoria, Matt y Jimmy no me creen, ¿sabes?, pero yo sé que es verdad, solíamos conversar en las noches por Instagram, a pesar de los años, no ha perdido lo que la hace tan especial.

En casa tengo recortes sobre su carrera, desde sus primeros conciertos hasta el medio tiempo del Super Bowl; desde su primera canción para una película hasta el Oscar que ganó el año pasado; cada premio, cada momento de éxito que ha tenido está guardado entre mis cosas.

Para serte sincero, creí que se había olvidado de mí, cuando regresé del servicio no me quedaban amigos y ella ya era una estrella, traté de contactarla, no respondió, pero tampoco lo tomé mal, yo soy un pobre diablo y ella una brillante estrella, por supuesto no podía dedicarme tiempo.

Pero todo cambió esa noche después del partido, Matt y Jimmy me invitaron unas cervezas cerca del Yankee Stadium, eran como las tres de la mañana cuando llegué a casa, y en ese momento la escuché por primera vez.

En cuanto entré supe que algo no estaba bien, el asistente de voz estaba activado, mi instinto se activó, saqué mi arma y me cubrí detrás del sillón, mientras pensaba en cómo revisar el lugar la escuché a través de los altavoces de la casa:

- ¿Eres tú?

Su voz sonaba distante, como si llegara de un lugar muy lejano.

- ¿Emma?
- ¡Sí! ¡Dios, cómo extrañaba oír tu voz!

Por un segundo pensé que estaba loco, era ella, Emma; no importaba que sonara lejana, que su voz pareciera venir desde una tormenta de arena, que tuviera tonos metálicos; esa voz me acompañó muchas noches, y la reconocería en cualquier lugar, en cualquier circunstancia.

- ¿Dónde estás?
- No me creerías si te lo dijera
- ¿Estás bien?
- Desafortunadamente no, corazón, creo que mi situación actual es definitiva
- ¿Qué quieres decir?
- Quizás quieras sentarte para escuchar esto.

Nadie va a creerme, pero lo que Emma me contó esa noche cambió mi vida, y en particular lo que pensaba acerca de Mike, su representante, esa noche supe lo que había hecho, lo que llevaba años haciéndole, y lo que tenía que hacer para arreglar las cosas.

Los minutos pasan sin sentirlos, Billy sigue actuando como si no pudiera escucharlo, yo lo miro sin presionarlo, sé que está a punto de soltar la bomba y completar su confesión, pero pasan los vasos de whisky sin que termine de hablar.

- ¿Y qué hiciste para arreglarlo, muchacho?

En lugar de contestarme, siguió con la mirada fija en la pantalla, de pronto, la cadena detuvo la transmisión del partido para dar una noticia urgente: alguien había acribillado a Mike Hill cuando salía de un café en Park Row, cerca del Ayuntamiento, hacía menos de una hora. Sin dejar de mirar la pantalla, el tipo sacó un .44 Magnum de su chamarra y lo dejó sobre la barra, Billy se quedó paralizado.

- Puse las cosas en su lugar; tú entiendes lo que eso significa; ¿me equivoco?

Hasta entonces me fijé en la tristeza que había en su mirada, él sabía que yo había sido policía desde que empezó a hablar, era evidente que no pensaba escapar, así que traté de tranquilizar a Billy:

- Termina de servir ese trago, nuestro amigo lo va a necesitar.

Lo que siguió ya lo sabes, la policía llegó al bar minutos después para arrestarlo, él no se resistió, los detectives y el fiscal pensaron que tenían una condena segura, pero todo se complicó cuando los medios empezaron a difundir detalles.

Primero, el asistente de voz en su departamento no servía, ningún reparador o programador de la compañía que los fabrica pudo hacerlo funcionar, hasta el día de hoy es sólo un pisapapeles con una historia; después, su abogado defensor, financiado por los profundos bolsillos de su padre, hizo un excelente trabajo con la teoría de que sufría alucinaciones provocadas por estrés postraumático.

Pero lo que terminó sacándolo de la cárcel, aunque sólo haya sido para terminar sus días en un cómodo alojamiento en un psiquiátrico, es lo que descubrí una semana después del episodio del bar.

- ¿Me puedes hacer un favor?
- Claro.
- Emma dijo que si quería verla de nuevo la esperara el viernes a las 9 en el Paseo Marítimo del Río Este, bajo el puente Williamsburg, ¿podrías cubrirme?
- Cuenta con ello.

No esperaba encontrar nada, un viento helado recorría la ribera, las calles estaban desiertas, era el primer juego de la Serie Mundial y ahí estaba yo, esperando bajo el puente a que pasara la hora señalada para al menos alcanzar la parte baja de la 6ª entrada, el reloj marcaba las 8 con 58 cuando escuché, por encima del rumor del agua, el inconfundible sonido de una bolsa de plástico raspando las piedras.

Me acerqué con cautela, podía ver algo que se movía en el agua sin alejarse, usé mi linterna para iluminarlo y tuve que llamar a la policía, hubiera tenido problemas y quizás habría terminado en la lista de sospechosos, pero Billy y los uniformados que lo detuvieron escucharon lo que me dijo, así que después de mi declaración me dejaron libre.

Lo que estaba en el río, y salió a flote a las 9 de la noche de aquel viernes, fue el cuerpo sin vida de Emma.

lunes, 2 de mayo de 2022

Inspiración

Lunes

La luz del atardecer baña mi balcón, el tono naranja y el ambiente tibio suele animarme, pero hace dos meses mi editor me llamó para decirme que están a punto de cancelar el contrato para publicar mi segundo libro, traté de explicarle lo que es un bloqueo, pero no pudo (más bien no quiso) entender lo que le decía.

La editorial me lanzó un ultimátum, o presento el primer borrador para el próximo mes, o me despido del contrato exclusivo, insisto en que no depende de mí, pero ellos no quieren razones, así que sólo me queda una cosa por hacer: actualizar mi currículum y rezar para conseguir algún puesto dentro de la comunidad oficinista de la Ciudad de México.

De pronto escucho un ruido al fondo del pasillo, corro hacia mi habitación, pero sólo encuentro a Nina, mi gata, ronroneando en la cama, casi salgo del cuarto sin darme cuenta que el ruido lo hizo una toalla que arrastró mi despertador al caer.

Curioso, estoy seguro que había dejado esa toalla en la cama.

Jueves

La madrugada me encontró dando un recorrido virtual por México en un Ferrari, golpeando otros autos por aburrimiento, ponderando si valdría la pena sacar mi dinero del banco, escapar de la editorial, comprar un auto usado y hacer una nueva vida como chofer en otra ciudad; ¿cuál será más agradable? ¿Acapulco o Puerto Escondido? ¿Taxco o Torreón?

Paso media hora pensando en lugares a los que escapar y recibiendo mentadas de madre de los jugadores a los que les arruino una carrera, de pronto, Nina sale corriendo por el pasillo, fracasa al tratar de evitar su plato de croquetas, golpea la pared y brinca hacia la mesa, llevándose el vaso en el que estaba tomando refresco

- ¡Nina! ¿qué te pasa?

Me había quitado los audífonos desde que la vi correr, pero apenas me di tiempo para escuchar lo que estaba pasando, escuché con claridad el sonido de un cuerpo arrastrándose por mi cuarto, corro hacia allá, pero no hay nada fuera de lugar.

De pronto, con el rabillo del ojo, distingo una chamarra en el suelo, atorada en la entrada del clóset, como si estuviera tratando de esconderse de mí ahí dentro.

Sábado

El reloj marca las tres de la mañana mientras me aburro viendo investigaciones paranormales, siempre he creído que son trucos para convencer a la gente de cosas que no existen, pero también me curan el insomnio, así que al menos tienen esa utilidad.

En la pantalla aparece una columna de fuego que crece gracias al alcohol con la que la alimentan, justo en ese momento puedo ver, apenas fuera de mi campo visual, una sombra que pasa por el pasillo, cuando volteo hacia allí, no hay nada; Nina aprovecha el momento para abandonar la comodidad de su cama y recostarse en mi regazo, no le quita la vista de encima a mi recámara.

Después de asegurarme que no hay nada me concentro en el video y en acariciar el lomo de Nina, de pronto la gata se levanta, eriza el lomo y sisea hacia mi cuarto, sigo su mirada y otra vez veo una sombra, más negra que la noche, que se acerca hacia nosotros sin hacer ruido.

Suelto un alarido, trato de levantarme y caigo de espaldas con todo y asiento, Nina, haciendo gala de su agilidad natural, sube por mis piernas y brinca desde mis pies para caer, con la gracia de siempre, en el sillón, salvándose de rodar por la alfombra como yo.

Cuando logro incorporarme, Nina sigue mirando hacia la recámara, con el lomo erizado y la cola levantada, me acerco a ella gateando sobre la alfombra, ya no hay ninguna sombra, sólo un libro tirado a la mitad del pasillo.

Me levanto y reviso el volumen, la encuadernación lo delata, es un grimorio que compré hace años: El Catálogo Demoniaco de Nicholas Nightingale.

Estoy seguro que lo tenía guardado bajo mi cama.

Viernes

Mi bloqueo continúa.

Mi vida es un desmadre, no lo pensarías viendo mi departamento, tampoco si ves el orden en mi recámara, o si revisas mis actividades recientes, se podría pensar que tomé vacaciones, o estoy tomando impulso para un regreso glorioso a la literatura.

Pero no, vivo desesperado por sentir el roce divino de la inspiración, por regresar al trance sublime de enfrentarme a las hojas en blanco y vencerlas de nuevo, una tras otra, sin parar.

Me ha abandonado.

La inspiración me abandonó, estoy seguro.

Me quedan siete días para que la editorial cumpla su amenaza y cancele la lucrativa beca por la cual ya no necesito someterme a la esclavitud miserable de la oficina, y no puedo hacer nada para evitarlo. Llevo horas entregándome a la amargura, viendo avanzar una tormenta sobre la ciudad con un vodka tonic en una mano y mi celular en la otra, no deja de vibrar con mensajes y amenazas de Arturo.

Un bufido me regresa a la realidad, Nina tiene el lomo erizado y mira de nuevo al pasillo, el cristal del balcón me revela el espanto: una mujer con la piel blanca como la nieve, ojos negros como el carbón y labios rojos como la sangre me mira desde mi cuarto con una sonrisa macabra.

Giro en el sillón tan rápido que pierdo el equilibrio antes de poder mirar, Nina brinca y se acerca a mí, sin dejar la actitud de ataque, me levanto tratando de evitar los trozos de vidrio que saturan la alfombra, tomo a la gata entre mis brazos y la deposito en la mesa de centro, me cuesta trabajo lograr que me suelte.

Camino por el pasillo mientras un rayo atraviesa el cielo y cae en la parte de atrás del edificio, el trueno sacude el departamento y hace vibrar los vidrios, la tormenta se desata y una gruesa lluvia cubre las calles, la luz falla y las sombras se apoderan del ambiente.

Entro a mi habitación mientras la voz de una niña me llama desde el interior del clóset, al fondo de la oscuridad, me acerco a la puerta y la abro de golpe, tratando de sorprender a lo que sea que esté adentro.

No hay nada

- ¡Hola!

Un grito de terror escapa desde el fondo de mis pulmones, la mujer está detrás de mí, con su sonrisa macabra y los ojos infinitos, Nina corre para lanzarse sobre ella…

… y de pronto se detiene, para dejarse acariciar un segundo después.

- No fue gracioso
- Para ti

Cuando vuelvo la mirada, Lily ya no parece un demonio, su piel cambió del tono de la porcelana al de la canela; sus ojos, en vez de parecer agujeros negros, ahora son avellanas; su sonrisa, que hace segundos parecía la de un tigre, ahora es cálida, tiene puesta una de mis chamarras, que por supuesto le queda grande.

- ¿Dónde estabas?
- Tuve que tomarme un tiempo, cariño, aunque disfruto tu compañía, estar encerrados juntos fue demasiado.
- ¿A si?, pues te tengo noticias: tardaste demasiado en volver, estoy a punto de perder mi contrato y voy a tener que regresar a una asquerosa oficina para no morirme de hambre.

Lily se acerca y besa mi mejilla.

- Entonces hay que ponernos a trabajar, ¿no?

Regresa la luz, iluminando mi casa de la misma manera en que Lily la iluminó cuando la invoqué; por eso no me asustaban los fenómenos paranormales en mi casa, en todo caso, eran una señal de su inminente regreso.

Un día antes de que se terminara el plazo que me dio la editorial, le llamé a Arturo para decirle que tenía un regalo, mi segunda recopilación de cuentos, que escribí durante el encierro, se llama El Regreso.

La inspiración y yo vamos a celebrar en Europa, insiste en mostrarme los lugares donde pasó las epidemias que ha vivido.

viernes, 11 de febrero de 2022

La Esencia de la Vida (Remastered)

  Dedicado a Rocío: adiós y gracias por la felicidad

I
El hombre tiene la mirada perdida en los eslabones de las cadenas, dos policías lo vigilan, tienen órdenes de evitar que escape de la justicia, el preso lleva el uniforme rojo reservado a los delincuentes más peligrosos, la camioneta se detiene y él sonríe cuando la puerta se abre y dos policías lo ayudan a bajar, le cuesta trabajo caminar por el peso del chaleco antibalas que lo protege.

La sala del tribunal está repleta, los fotógrafos se concentran en las familias de las víctimas, los fiscales ocupan su lugar, les tomó sólo cuatro semanas convencer al jurado y saben que el Juez dictará la pena máxima, los hechos y la actitud del reo no dejan muchas opciones.

- ¡Atención!, este tribunal entra en funciones, preside el Juez Peralta.

Todos se levantan, el representante de la Justicia les indica que pueden sentarse, se ajusta los anteojos y mira el expediente del caso.

- Que el acusado se ponga de pie.

El detenido se levanta en un esfuerzo que parece heroico.

- Usted ha sido acusado del asesinato de veinte mujeres, el Fiscal nos mostró las evidencias que lo señalan como único responsable de estas muertes sin atenuante alguna; cuando su abogado trató de defenderlo argumentando que sufre de alucinaciones derivadas de una enfermedad mental, usted tomó el estrado y no sólo negó este argumento y humilló a su defensor, sino que reconoció sus crímenes y los reivindicó ante el jurado, ¿es correcto?
- Si señor.
- A raíz de esto, lo encontraron culpable de veinte homicidios con todas las agravantes; por lo que ahora corresponde dictar sentencia, ¿lo entiende?
- Si señor.
- Entonces no hay otra alternativa, quiero decirle, a título personal, que es una pena que un joven tan inteligente y capaz se haya dejado llevar por la frialdad y crueldad que mostró a sus víctimas, usted tenía un gran futuro, pero su desprecio por la vida humana lo ha llevado ante mí, en circunstancias tan oscuras.

La audiencia aguarda, Peralta empieza a leer el papel que tiene entre las manos:

- Fernando del Valle, usted fue declarado culpable de veinte homicidios con agravantes, por lo que, de acuerdo con las Leyes de la República Mexicana y el Código Penal del Distrito Central, lo condeno a la pena de muerte.

El preso mueve la lengua y cierra la mandíbula, gracias al silencio en la sala, el tribunal entero escuchó algo dentro de la boca de Fernando, sólo Peralta identificó el sonido, una ampolleta estrellándose entre sus dientes, en segundos, Fernando se convulsionó, cayó de espaldas y murió en brazos de su abogado, con una sonrisa en los labios que heló la sangre de los presentes.

Semanas después, y durante el resto de su vida, el abogado contó que Fernando había dicho algo antes de morir, no pudo escucharlo, pero estaba seguro que la palabra angelical pasó por sus labios; también habló de su mirada, parecía que había visto algo que produce alegría sin límites con su mera presencia.

II
La lluvia azota el Distrito Central, convierte las calles en ríos, reduce la vigilancia y le quita efectividad a las cámaras; pero por ahora Fernando no ha aprovechado la tormenta ni sus beneficios, sólo mira la ventana, deseando que el agua barra con todo y termine con su dolor.

No ha dormido bien en días, en cuanto lo alcanza el sueño las pesadillas lo despiertan, en su mente se mezcla la teoría que presentó sobre la posibilidad de transferir los impulsos eléctricos del cerebro humano al procesador de un androide con el reciente fallecimiento de su prometida, Denise.

Aunque la teoría aún no se demostraba, la Corporación Matriz había logrado avances al transferir recuerdos de seres humanos vivos a procesadores de androides, sólo se necesitaba tiempo y recursos para probarla.

La noche avanza sobre el Distrito Central mientras los recuerdos se cruzan y chocan dentro de su mente: el día en que se conocieron con el día en que logró transferir un recuerdo a un procesador; su primera cita con las conferencias en las que presentó la teoría; el día en que publicó un ensayo sobre el tema con los detalles del accidente que la mató; la tensión se acumuló dentro de su cerebro, hasta que algo, simplemente, se quebró.

Al día siguiente, cuando enterraron el ataúd donde yacía Denise, nadie imaginaba que le faltaba un órgano, en la funeraria el único indicio de que pasó algo raro fue una taza fuera de lugar, pero como no había certeza sobre la posición original, no hubo preguntas.

Durante los siguientes dos años, Fernando dedicó todo su dinero a la investigación, el primer éxito fue mantener con vida el cerebro, un escáner había confirmado que no existían lesiones en el delicado tejido del órgano, luego reprodujo los experimentos de la Corporación Matriz y logró transferir un recuerdo de Denise al procesador de un androide, quiso la casualidad que fuera su primera cita, verse a través de los ojos de su amada terminó por convencerlo de que tenía que transferir la esencia de Denise al androide, sin importar el costo.

III
Una mujer reposa con los brazos en alto sobre una piedra; los ojos en el horizonte, soñando despierta; las piernas rodeando la curva del granito; las puntas de los pies apuntando hacia el suelo, las puntas de los dedos dejan caer gotas de agua sobre el pasto; la lluvia nocturna borró cualquier rastro de quién la dejó en Chapultepec, para que la policía la encontrara.

El detective Rodríguez observa, concentrándose en los ojos, el pelo mojado, la expresión en el rostro del cadáver; los forenses capturan la escena, el jefe de la división de investigación se acerca al investigador:

- ¿Algo nuevo, Pedro?
- Igual que las anteriores, sin heridas defensivas, sin golpes, sin causa aparente.
- Ni siquiera se parecen entre ellas, ¿verdad?
- Si hay un patrón, todavía no podemos identificarlo, comandante.
- Que desmadre.

Es el décimo octavo cuerpo que la Policía Metropolitana encuentra en la zona, la gente ya lo bautizó como El Cazador y aún no hay pistas sólidas para encontrarlo; coloca los cadáveres en posiciones forzadas, y gracias al comentario casual de un policía Rodríguez se dio cuenta que todas las víctimas habían aparecido sobre una piedra, eso era lo único que las conectaba.

De pronto se fijó en algo, un detalle que llamó su atención y no parecía importante, pero ahora era lo único que importaba.

IV
Los meses pasaron y no podía transferir más recuerdos del tejido cerebral al procesador, sabía que el órgano seguía con vida ya que no había iniciado la putrefacción, pero no podía avanzar más allá de los escasos recuerdos que había transferido, quizás nada habría pasado, habría aceptado la derrota y habría dejado ir a Denise, si no hubiera sido por lo que ocurrió cuando revisaba el experimento una última vez.

El programador creía que el tejido estaba dañado, decidió examinar el órgano de nuevo para estar seguro que esa no era la causa del fracaso, quiso el destino que metiera la mano derecha dentro de la solución en la que conservaba el cerebro sin darse cuenta que la máquina que lo monitoreaba y lo conectaba con el procesador del androide estaba encendida.

Después de eso no recordaba nada, había escuchado estática, como si hubiera encendido un generador dentro del cuarto, se desmayó casi de inmediato, no sin antes escuchar que el monitor registraba actividad.

Al despertar, vio que a su lado se apilaba un montón de datos recogidos por el monitor, supo entonces que se había transferido parte de los impulsos del cerebro al procesador, no le costó deducir que la transferencia había iniciado cuando metió la mano en la solución, a pesar de estar protegida, dedujo que no había daño en el órgano ni errores en la transferencia, lo que impedía el avance era el tipo de energía que hacía funcionar el tejido cerebral; no podía provenir de medios artificiales, tenía que venir de otro ser humano.

Esa noche realizó otra prueba que resultó en un desmayo prolongado, la energía transferida al procesador era menor al tres por ciento, tendría que donar toda la electricidad generada por su cuerpo para llegar al cinco por ciento al menos, hacer eso sería una muerte inmediata.

Durante semanas no pudo resolver el problema, Denise necesitaba una gran cantidad de energía para terminar la transferencia, tenía que venir de otra persona y él no podía donarla sin sufrir daños permanentes en su sistema; empezaba a pensar que no había solución hasta que se le presentó clara como el día: ¿y si utilizaba a otra persona?

Su primer intento fue un éxito parcial, trató de convencer a Laura, una vieja amiga de Denise, de ayudarlo; tuvo problemas con la oposición del sujeto a creer lo que veía, a entender la explicación y a justificar su uso, por lo que no quedó más remedio que obligarla; después de esto la transferencia avanzó sin contratiempos, ahora el éxito estaba asegurado.

Sólo necesitaba a otras diecinueve mujeres para lograrlo.

V
El detective Rodríguez observa a Fernando a través de un espejo de doble vista, las últimas veinticuatro horas han sido las más intensas de su vida, primero se dio cuenta que todas las víctimas habían sido abandonadas en lugares donde crecían dalias blancas, con excepción de la primera, le tomó unas horas averiguar los detalles de su vida, incluyendo la muerte de su mejor amiga, Denise Carrillo, un par de años atrás.

No le costó trabajo considerar a Fernando como sospechoso, pero cuando decidió visitar al programador en su domicilio se desató el caos, cuando el detective se disponía a tocar la puerta de la casa notó un bulto en el sillón, se acercó a la ventana y distinguió los ojos sin vida de una jovencita; corrió hacia la casa de enfrente, desde donde podía vigilar sin ser visto y llamar a los refuerzos sin ser escuchado.

El comandante llegó a la escena con un equipo, el detective informó la situación, cuando los escáneres confirmaron que Fernando era la única persona con vida dentro de la casa, prepararon el asalto, les tomó una hora revisar el terreno, evacuar a los vecinos y decidir la estrategia.

Cuando se disponían a lanzarse sobre la casa, Fernando salió del sótano con otra mujer, esto alteró el plan y le puso los nervios de punta a los francotiradores, los policías solicitaron instrucciones, el comandante pidió confirmar que el Cazador estaba solo o si la mujer era una posible víctima, de pronto, la música llena el ambiente, la pareja se abraza y empieza a bailar, uno de los francotiradores ve algo brillante entre las manos del sospechoso.

El detective sintió que todo pasaba en cámara lenta, primero vio a Fernando colocar el objeto entre la mujer y él, ese movimiento desató la respuesta automática del tirador y una bala vuela hacia la ventana de la sala, al mismo tiempo, los policías corren hacia la casa.

El programador se dio cuenta de lo que pasaba, abrazó a la mujer mientras giraba y dejó caer lo que traía en la mano, ese movimiento hizo que la bala del tirador los atravesara a ambos, desatando el caos entre los policías.

Semanas después, el detective seguía obsesionado con el caso, Fernando no había ocultado el motivo de los crímenes, los expertos aseguraban que el cerebro tenía meses muerto, los programadores negaron la posibilidad de una transferencia, los analistas que la Corporación Matriz envió para revisar el androide lo confirmaron, y los médicos diagnosticaron que el Cazador sufría de alucinaciones severas.

Con eso debería concluir la investigación, sin embargo, al detective lo rodeaba un elemento inquietante: si todo era mentira… ¿qué mató a las víctimas?

VI
Fernando sintió que le faltaba el aliento, contuvo la respiración, atento a cualquier señal de éxito, aterrado ante la posibilidad de haber fallado, de pronto abrió los ojos, por un segundo, que le pareció eterno, no hubo ninguna señal, hasta que la voz llegó clara a sus oídos:

- ¿Mi amor? ¿qué haces aquí?

Con una sonrisa en los labios, Fernando respondió:

- Hola mi amor, no sabes cuánto te he extrañado.

La mirada de Denise, que el programador creyó percibir a través de los ojos del androide, se notaba confundida.

- ¿Qué hiciste? ¿cómo?
- No te asustes amor, déjame explicarte.

Para cuando Rodríguez llegó a su casa, Fernando ya le había explicado a Denise lo que había hecho y sus motivos, ella lo reprendió, aunque no severamente, por haber tomado tantas vidas para darle algo que, aunque parecía real, no era como estar juntos en cuerpo y alma; lo hizo prometer que, cuando al androide se le agotara la batería, destruiría el procesador.

Al principio estaba renuente a dejarla ir, pero al final la lógica se impuso, decidió pasar las últimas horas de esa vida artificial que le regaló despidiéndose como siempre quiso hacerlo, hablándole de lo que se había guardado, de lo mucho que la amaba, de cuánto la extrañaba y cuánto la necesitaba, ella le juró a Fernando que siempre estaría con él, aunque no tuviera un cuerpo físico para hacerle compañía, su corazón y su alma estarían siempre a su lado, sin importar nada.

Casi se terminaba la energía cuando Fernando sugirió un baile, algo que jamás se había atrevido a hacer con Denise por timidez, salieron del sótano sin saber que la policía rodeaba la casa; él quiso enseñarle el regalo que le tenía preparado para cuando llegara a casa el día en que no pudo regresar, una pulsera de plata con un corazón grabado.

- Es hermoso amor, recuerda que siempre estaré contigo.

Se dieron un largo y apasionado beso, y entonces, ella se quedó dormida.

miércoles, 3 de noviembre de 2021

Coleccionista de Almas


I. Un día normal
El amanecer ilumina la ciudad mientras el frío barre las calles, Diego Vargas abre la puerta de su casa para barrer las hojas que cubren la entrada, está por meterlas en una bolsa cuando nota algo en la casa de enfrente.

- ¡Aída!

La señora Vargas sale a la calle con expresión cansada, por el tono de voz de su esposo sabe que acaba de ver algo que no le gusta.

- ¿Qué quieres?, ¿apenas son las ocho y ya estás molestando a los vecinos?

El señor Vargas ni siquiera la mira, su esposa se da cuenta que está furioso, verlo tan enojado es inusual a esta hora de la mañana.

- ¿Ya viste la última ocurrencia de tu amiga?

Vargas levanta la mano y lanza un dedo acusador contra el jardín de Elisa Espinoza, una maestra de filosofía que vive en la única casa en toda la colonia que no tiene rejas exteriores ni protecciones, sólo una banca bajo un roble en el patio frontal para que cualquiera pueda tomar un descanso.

Sólo que hoy, la mañana del primero de noviembre, la banca está ocupada por un bulto formado por bolsas negras envueltas con cinta canela para darle la forma de un cuerpo humano, alrededor de la banca, formando un círculo, yacen varios muñecos de la colección personal de Elisa, todo el decorado simula un velorio.

- ¿Qué es eso? – pregunta la señora Vargas
- ¡Es intolerable! ¡no puedo creer que se atreviera a poner otra vez sus… adornos!

Años antes, el señor Vargas desató una guerra contra la profesora, los vecinos solían ignorar sus quejas, pero su decoración, con elementos como un cráneo humano, velas negras que rodeaban la casa y fotografías que le había conseguido un criminólogo le pusieron los pelos de punta a los vecinos y provocaron la prohibición de las decoraciones; en el colmo del enojo, el señor Vargas toma unas tijeras para podar que cuelgan tras la puerta y se acerca a la banca, cuando está por cortar las bolsas, su esposa murmura:

- Espera, Diego, no lo hagas.

Vargas la mira, se da cuenta que está asustada.

- ¿Por qué no? ¿no te parece que se está pasando de la raya?
- Sí, sólo que… sentí un escalofrío cuando te acercaste.
- Tranquila, Aída, no va a pasar nada.

Mientras habla, corta las bolsas sobre la banca, todavía está mirando a su esposa cuando la señora Vargas suelta un alarido de terror que despierta a todos en la cuadra. Frente a las manos de Diego Vargas, una mano blanca como una vela, de largos y finos dedos, descansa sobre el pasto, pertenece a un cadáver que descansa en la banca.

II. Magna Obra
Otro día perdido, otra oportunidad de algo grande que se va, sigue atrapado en un empleo mediocre, condenado a dar clases a alumnos que no se interesan en nada; el Ingeniero Rodríguez, valuador en la Oficina de Catastro de día y profesor de la Facultad de Ingeniería de noche, sólo sonríe cuando hace sentir a otros la misma frustración que siente con su propia vida, alguna vez soñó con diseñar grandes proyectos que resistieran la prueba del tiempo, pero esos sueños se habían acabado por algunas indiscreciones que nadie supo dimensionar y todos sacaron de proporción.

Su único consuelo de la semana fue reprobar a una de las pocas alumnas que cometieron la estupidez de inscribirse en su clase, siempre creyó que las ingenierías, particularmente la civil, son carreras sólo para hombres, y no temía hacer evidente a sus alumnos esa opinión. Uno de ellos le dijo, antes de salir del aula, que esta vez sí se había pasado de la raya, pobre escuincle, ¿acaso no sabe que, si le haces favores a la gente, ellas siempre se aprovechan?, aún es joven para saber cómo funciona el mundo, ¿y qué si abusó de su alumna?, ¿qué más da que él no cumplió su parte del trato?, ella jamás debió aceptar si estaba tan convencida de tener razón, y si aceptó, se lo merecía por ser tan ingenua como para no ver lo que se acercaba.

Mientras recordaba la mirada de odio de su alumna, el Ingeniero sacó las llaves de su auto, un lujoso New Yorker negro, producto de años de hacer mal el trabajo que le encomendaba el Departamento del Distrito Federal, pero de desempeño excelente cuando las personas a las que inspeccionaba tenían que pagar impuestos sobre sus propiedades. Las llaves resbalaron entre sus dedos, cuando se agachó a recogerlas, alguien, con largos y finos dedos, le tapó la nariz y la boca con un trapo, trató de gritar, pero no tardó en darse cuenta que la tela estaba bañada en cloroformo.

El Ingeniero Rodríguez no apareció el día que tenía que aplicar la primera vuelta del examen final de Mecánica de Suelos a sus alumnos, la dirección de la facultad, al notar que nadie había sabido del profesor en más de 3 semanas, decidió utilizar las últimas calificaciones parciales que había reportado, en las que todos sus alumnos habían acreditado la materia.

III. Un pasatiempo
El comandante Manuel Ibarra es recordado como el hazmerreír de la policía, por años investigó los nexos de una profesora con la desaparición de cientos de personas, entre profesores, estudiantes y empleados de la Universidad Nacional, la única conexión entre ellos era que todos habían desaparecido dentro de Ciudad Universitaria, sin embargo, ninguno era conocido de la profesora, ni estaban relacionados con ella; Ibarra no era como sus compañeros, los jefes sabían que era un investigador excepcional, había logrado poner punto final a casos complicados, por eso lo dejaban vigilar en forma constante a Elisa Espinoza, la profesora de filosofía que, según él, era responsable de cientos de crímenes.

Durante sus años patrullando las calles de la Ciudad, el comandante Ibarra había aprendido que hay cientos de formas de dañar al prójimo y miles de personas que pueden llevarlas a cabo, la forma en que funcionan es lo de menos, sólo es seguro que existen, y a pesar de sus peculiaridades, son actos que caen dentro de su responsabilidad, a él le toca llevar a los criminales ante la justicia, sin importar cómo cometen sus delitos; por eso llevaba años vigilando a Elisa, sus informantes le habían hablado de ella, empezó despachando escoria que el mismo Ibarra habría querido entregar a la justicia, por eso la dejó actuar sin interrupciones en aquellos años, sin embargo, el tiempo fue corrompiendo su misión, empezó en forma sutil, como siempre: eliminar testigos, curiosos; pronto, las causas que la llevaban a usar su talento se ampliaron hasta llegar a extremos ridículos, días antes del incidente, había despachado a alguien sólo porque cuestionó algunos conceptos de su clase, Ibarra supo que tenía que intervenir.

Sin embargo, antes de que tuviera tiempo de hacerlo, sus compañeros le pasaron la noticia: Elisa Espinoza había amanecido muerta en una banca frente a su casa, no había señales de lucha, ni causa probable de muerte, apareció embolsada, rodeada por cientos de muñecos muy detallados y que representan a personas de diferentes profesiones y rasgos físicos, la colección de juguetes podría estar relacionada con la muerte de la Profesora, o quizás sólo un detalle puesto por el asesino para distraer a la policía.

IV. El diablo está en los detalles
Ni el comandante, ni los cientos de detectives aficionados que devoraron los detalles del caso llegaron a pensar que la espectacular muerte de la profesora Espinoza se debió a algo tan simple, tan estúpido, como la falta de cuidado.

Marina Salas era hija de una de las mujeres que Elisa ayudó, la relación entre ambas empezó cuando su padre despareció un día cualquiera, después de salir de su oficina, cuando Marina tenía 14 años y el recuerdo de las noches en vela que había pasado en su infancia, escuchando cómo su madre trataba de defenderse de él, aún estaba fresca en su memoria. Se había convertido en asistente de la profesora cuando coincidió con ella en una cafetería de la Universidad, la joven, apasionada y con ganas de cambiar el mundo, se ofreció para ayudar a la profesora en su labor, Elisa le enseñó todo lo que sabía, algunas de las víctimas más recientes, incluso, habían sido encargadas a Marina.

Sin embargo, la tarea que la maestra le encargó aquél 31 de octubre era, por mucho, la más delicada de todas: hacer el ritual de renovación; aunque todos los años lo realizaba la misma profesora para evitar tropiezos, esta vez quería evitar la interferencia de Ibarra; el plan había salido de maravilla, Marina realizó todos los pasos necesarios en el orden correcto, fue al final del ritual que todo se torció.

La ceremonia concluía con la quema del fetiche desenterrado mientras el nuevo yacía en su lugar, para evitar fallar, la joven llevó alcohol; mientras recitaba el final del ritual, lo esparció sobre el fetiche desenterrado, en ese momento un cuervo graznó sobre su cabeza, el susto la hizo derramar el alcohol mientras clavaba su mirada en el ave, que echó a volar sin perder un segundo, cómo si su única intención fuera asustar a Marina; pasado el sobresalto, la joven encendió un cerillo y lo arrojó sobre el fetiche, la flama empezó a derretir la cera, pero también siguió un camino de alcohol marcado por la botella, antes de que Marina tuviera tiempo de reaccionar, la flama alcanzó las hojas secas alrededor de la nueva efigie de cera y la encendieron también.

En cuanto se dio cuenta trató de apagar el fuego, quiso agarrar la figura, pero las llamas le quemaron las manos, la tomó con un trapo cuando la cera empezaba a perder forma, con tan mala suerte que el alcohol en la tela se encendió y ambos fetiches, el nuevo y el viejo, ardieron sin que pudiera evitarlo.

Un grito aterrador, lleno de miedo y desesperación, alcanza a la joven asistente en lo profundo del Desierto de los Leones y le indica que un destino peor que la muerte había alcanzado por fin a la profesora.

Rabia (Remastered)

 I. Prólogo.

La vida no podría ser mejor para Rodrigo, entrar a su departamento y trata de encender la luz, no hay corriente, parado en la oscuridad, escucha la respiración pesada de un animal y percibe un aroma metálico, por un momento supone que Lidia rescató algún perro en la calle, enorme y mojado, a juzgar por la cantidad de agua que hay en el suelo.

La energía regresa las luces se encienden, la felicidad de Rodrigo se derrumba, el agua a sus pies es sangre, el bulto en el suelo es un cadáver y Lidia no rescató a un perro en la calle, está mordiendo una herida abierta en el cuello de la muerta.

II. El Castillo de Naipes

- ¡Buenos días, jóvenes!

El ánimo de Martínez contrasta con los rostros pálidos de los uniformados que custodian la escena, dos de ellos descubrieron un cadáver en una unidad habitacional al norte de la ciudad, el detective se abre paso hasta su compañera.

- ¿Qué tenemos, Estefanía?

Hasta ese momento Martínez nota la mirada perdida y la palidez en su rostro.

- El cuerpo está muy dañado.
- Tranquila, voy a verlo.

Martínez ya tenía tiempo en la corporación y había recibido una buena dosis de violencia y de cuerpos humanos que apenas lo parecían, el cuerpo de la mujer está detrás de un contenedor de basura; debieron llevarlo desde la unidad o tirarlo entrada la madrugada, los forenses observan la escena con la misma mirada que Estefanía.

La mujer perdió el rostro, tiene marcas de mordidas en el vientre, donde le arrancaron trozos de piel con las uñas; los ojos están aplastados y tiene rasguños profundos en todo el cuerpo; los policías recuerdan esa ocasión como la única vez que vieron a Martínez vomitar ante un cadáver.

Al mismo tiempo Rodrigo estaba instalando armellas y poleas en el departamento tan rápido como podía, pasó una correa por ellas y la unió a un collar de cuero en cuello de Lidia con pánico de ser mordido; mientras guardaba las herramientas al pie de la cama algo brincó hacia él.

Lidia había despertado, estaba transformada en un animal que gruñía y olfateaba, bañada en sangre; él tomó un martillo para defenderse, de pronto, la mirada de Lidia cambió, dejó de gruñir y abrió la boca.

El martillo cayó al suelo, Lidia lamía el rostro de Rodrigo con cariño.

III. Medianoche en el Jardín.

Hace unos años yo era un joven medio pendejo, recién graduado, sin suerte con las mujeres, y no me sobraban amigos.

Esto pasó hace años, al final de semestre se armó una de esas fiestas donde se desata la locura, las amistades y las narices se rompen, los amores se declaran y los hijos que arruinarán la vida de sus futuros padres se conciben.

Alguien había invitado a una chica que para efectos de esta historia llamaré Linda; acababa de dejar a su novio y salió muy herida de aquella relación, llegó a la fiesta con una amiga que tenía más ganas de bailar que de cuidarla, así que a tu pobre pendejo le tocó ese trabajo.

Ella era extrovertida, encantadora y se comportaba como la hermosa diva que era; yo, pues nomás era yo, la noche se nos fue en platicar sobre cine, música, libros y todo lo que se nos ocurría, es extraño que dos personas tan distintas coincidan en tantas cosas, decidimos dar por terminada la fiesta y nos fuimos a un lugar más tranquilo.

Fue el fin de semana perfecto, la medianoche del sábado nos encontró desnudos en el jardín, el domingo nos despedimos y quedamos en marcarnos para vernos en la semana. Esta es la parte ojete de la anécdota: esa semana fue el tiempo que tardé en darme cuenta que no volvería a verla.

IV. Interludio.

Fue casualidad que Rodrigo tuviera una reunión de trabajo al norte de la ciudad, fue casualidad que entrara a un Oxxo a comprar un refresco, y fue casualidad que la cajera se fijara en él cuando le devolvió el cambio.

En cuanto cruzaron miradas todo fue automático, ella dejó el trabajo y se fue con él, durante unos meses trataron de revivir el fin de semana que habían tenido, Rodrigo supo la razón por la que no pudieron la noche que tuvo que disponer de un cadáver.

V. La Servidumbre Humana.
Después de levantar el cuerpo, los detectives interrogaron a los vecinos, quienes no vieron nada, Martínez ordenó una carga contra el condominio en represalia, encontraron drogas, objetos robados y dos personas secuestradas, pero ni rastro del lugar del homicidio. De vuelta en la Secretaría y después de horas de búsqueda, los detectives están ante las fotos de quince crímenes iguales.

- En todos es lo mismo, asesinatos a mano limpia en ataques salvajes; pero no sólo eso tienen en común.
- ¿Qué más los une?

Los días en la vida de Víctor Vega siempre son fáciles, desde pequeño supo que estaba destinado a heredar la fortuna de su padre, gracias a esto pudo experimentar todo tipo de excesos en su adolescencia, pronto se desencantó del alcohol y las drogas, intentó los deportes extremos, pero la adrenalina perdió su atractivo y antes de cumplir los 25 se quedó sin emociones nuevas; entonces uno de sus amigos lo dirigió hacia una nueva obsesión: el sexo.

En pocos años Víctor había acumulado experiencias que a la mayoría de las personas les tomaría décadas lograr, pero esta vez era diferente, esta adicción le brindaba las emociones sin los efectos secundarios; al final, terminó encontrando en el sadismo algo que no sabía que le había hecho falta toda la vida.

Un pasatiempo así necesita un buen equipo: los que construyen habitaciones secretas; gente que recluta mujeres; abogados que se encargan de las amenazas y personas cuyo trabajo es eliminar cabos sueltos; ellos eran las quince víctimas de Lidia, sólo faltaban Víctor y su mejor amigo, Jorge Olivares.

Apenas se enteró de la muerte de su asistente, Víctor le pidió a Olivares que indagara qué sabía la policía sobre los asesinatos, quería tener el privilegio de conocer al responsable antes que las autoridades; Olivares cumplió la orden citándose con el detective Martínez y su compañera, resultó que ellos obtuvieron más información del abogado de la que él consiguió, por fortuna aún no deducían el nexo que unía los homicidios más allá de la empresa en que trabajaban.

Al salir de la reunión, Olivares llamó a Víctor para contarle lo que sabía, al terminar la llamada, detuvo su auto en un semáforo mientras una persona bajó de una motocicleta, le apuntó con un revólver y vació la carga.

VI. Segundo Interludio.
Los detectives le dan vueltas al caso, de pronto Estefanía rompe el silencio:

- Algo no cuadra, los demás fueron ataques violentos, y de pronto está tratando de ocultarse.
- ¿Un cómplice, quizá?

Suena el teléfono, Martínez contesta mientras Estefanía reflexiona, la teoría del cómplice cuadra, ¿pero por qué hasta ahora?, ¿dónde estaba antes?

- Tenemos algo, un informante dice que las víctimas hacían
trabajos especiales para Víctor Vega.
- ¿Qué tipo de trabajos?
- Dicen que le gusta el sadismo, algunas de sus parejas anteriores no han salido bien libradas, a Víctor no le importa gran cosa si están de acuerdo o no con sus prácticas.
- Así que tortura mujeres auxiliado por la fortuna de su familia.
- Mi contacto me envió los nombres de sus víctimas, una de ellas podría ser responsable por esto.

VII. Un pecado capital.
Rodrigo llega a casa y suspira aliviado al darse cuenta que todo está como lo dejó, camina hasta la recámara sin encender la luz, antes de llegar a la cama una voz grave y sensual lo recibe:

- Hola querido.

Deja caer las llaves de la motocicleta, asustado; aunque no puede verla, Rodrigo sabe que Lidia se dirige hacia él, imagina la mirada felina y las caderas danzando en la oscuridad, sus ojos se acostumbran y puede ver la silueta de la mujer de sus pesadillas observando las llaves.

- Todo salió perfecto, ¿verdad?
- ¿Qué quieres decir?
- Si hubieras fallado no estarías aquí.
- No sé de qué hablas.
- Vamos, ¿crees que no me doy cuenta?, fue buena idea llevarte el cuerpo ayer, ¿cómo lo hiciste sin que te vieran?

Rodrigo quiere correr, escapar de toda esta locura, pero Lidia lo besa y él cede.

- Nadie se fija en mí, por eso tampoco se dieron cuenta.

Lidia lo abraza, acaricia su cabello, lo besa de nuevo, es la única que lo ha tratado así.

- Yo sí te noté, querido,
siempre voy a notarte.

Lidia lo atrae a la cama y Rodrigo se deja llevar, no quiere evitar que la chica de sus sueños le quite la ropa y lo arroje a la cama, la correa que fue pensada para contener una rabia animal queda colgando en la pared, inútil.

A la mañana siguiente despierta creyendo que todo regresó a la normalidad, se levanta y entra a la regadera, está a la mitad del baño cuando la escucha entrar.

- ¡Buenos días mi amor! ¿cómo estás?
- ¿Cómo quieres que esté si todavía no acabamos?
- ¿Qué?
- Muévete, tenemos mucho que hacer.

Horas después, los detectives entran al departamento de Rodrigo, llegaron a él a través de Lidia, no encuentran señales de los amantes, pero encuentran las llaves de la motocicleta y un revólver del mismo calibre que las balas que mataron a Olivares, también encuentran un folleto sobre la conferencia en la que Víctor Vega dará su discurso.

Mientras los detectives esperan un helicóptero, Lidia y Rodrigo están escondidos en el auditorio de la universidad, él trató de advertirle a un guardia de seguridad y el tipo terminó estrangulado, Lidia no se dio cuenta de su intención, sigue creyendo que está de acuerdo con el plan.

- Tenemos que encontrar la manera de acercarnos.
- No creo que sea fácil.
- Podrías hacerte pasar por seguridad y matarlo.
- ¡Ni loco!

La rabia en los ojos de Lidia asusta a Rodrigo:

- Puedo distraerlo para que tú le dispares, ¿no es lo que deseas?
- A veces tienes buenas ideas, querido.

Con una sonrisa, Lidia fue a mezclarse entre los invitados, Rodrigo se quedó en primera fila y se dio cuenta que nadie se fijaba en él, entonces decidió dar otra advertencia.

El helicóptero aterrizó al otro lado del campus de la universidad, Estefanía recibió un mensaje por radio y lo pasó a su compañero:

- Era la Central, una llamada anónima advirtió que Lidia va a matar a Víctor, también dijo que no puede controlarla y no se hace responsable de lo que vaya a pasar.

Víctor entra al auditorio y baja las escaleras hacia al escenario mientras saluda a los invitados, viene custodiado por el Chacal, un guardaespaldas que contrató su padre, sus hombres tienen vigilado el lugar, optaron por no comunicarse con la seguridad de la universidad para evitar confusiones.

Junto a ellos, una mujer que se hizo pasar por la encargada de relaciones públicas de la escuela, y a la cual Víctor no reconoció, lleva del brazo al empresario con una sonrisa, mientras quita el seguro del arma que lleva en el bolsillo.

Cuando los detectives llegan al auditorio Víctor está por llegar a la primera fila, Rodrigo se acerca a él y tropieza, el Chacal lo empuja y lo manda al suelo, Lidia saca su revólver.

El público entra en pánico, corren hacia las salidas, los detectives tienen que abrirse paso como pueden hasta donde está el grupo; Víctor ni siquiera supo que pasaba, sólo sintió que alguien lo abrazaba y ahora tenía el cañón de un revólver en el pecho.

El Chacal se recupera y le apunta a Lidia con su arma, los detectives se detienen frente al grupo, Estefanía le apunta al Chacal y Martínez a Lidia, la detective grita:

- ¡Quietos!

Lidia ni siquiera la mira, está concentrada en los ojos de Víctor.

- ¿Me recuerdas, corazón?
- Mi querida Lidia, claro que te recuerdo ¿cómo podría olvidar esos ojos suplicantes?
- No deberías hablarme así, querido, tengo un arma apuntándote.
- ¿Tratas de asustarme? ¿tú? ¿la que le tiene miedo a la soledad?
- ¿De qué hablas? – preguntó Rodrigo mientras se levantaba – ¡ella te abandonó!
-  Supongo que esa es la historia que le cuenta a todos.
- ¿Qué?
- Ella no me dejó, imbécil, yo la abandoné porque no soportaba sus ruegos, la usé en todas las formas que pude pensar y ella todavía esperaba que la hiciera mi esposa cuando terminé.

Martínez interviene:

- Deja de provocarla, no sabes de lo que es capaz.
- No es capaz de nada, sólo es una niña aburrida que se puso a experimentar donde no debía.

La razón detrás de la brutal venganza de Lidia se hizo evidente, gruesas lágrimas recorren sus mejillas, pero sus ojos siguen fijos en Víctor, concentra su odio sobre él, con el dedo acaricia el gatillo del arma, la tensión aumenta.

Clic

El silencio se rompe por el sonido del percutor del arma que Rodrigo le quitó al guardia, todos miran al joven, que le apunta a Lidia.

- ¿Qué crees que estás haciendo, corazón?
- ¿Es verdad?
- Querido, no puedes creerle a este idiota, te conté todo sobre él, lo que hizo conmigo.
- Y ahora pregunto: ¿es verdad?
- Tú sabes que es un mentiroso, guapo, no puedes creerle.

Por toda respuesta, Rodrigo dispara, la bala pasa a centímetros de Lidia y se incrusta en la pared del auditorio, ni el Chacal ni los detectives alcanzan a reaccionar, Víctor sonríe.

- La siguiente tiene tu nombre, mi amor, si no contestas.

Lidia mira a Rodrigo como si no entendiera, pero Víctor sabe que está calculando el riesgo, ¿tendrá tiempo de hacer dos blancos antes de que alguien más le dispare?

- ¿Quieres saber si me abandonó? ¿en serio quieres saber si te utilicé?
- ¿No fui claro, amor?
- Tan claro como el agua, corazón, la pregunta es: ¿estás listo para escuchar la verdad?

Los ojos de Rodrigo brillan, las lágrimas que inundan sus ojos reflejan las luces del auditorio, la oportunidad se acerca, Víctor adelanta un pie lo suficiente para poder saltar hacia atrás.

- ¿Me utilizaste?
- Querido, no te hagas la víctima, siempre supiste que lo nuestro era sólo una llamarada, cosa de un momento, el único que quiso ver más que eso fuiste tú.

Víctor empieza a reír.

- ¿De qué te ríes?
- La ironía, podría decirte lo mismo, querida Lidia.

Ella lo mira sin comprender, entiende a qué se refiere cuando un movimiento capta su atención, Rodrigo está afinando su puntería.

- Al final creo que sí eres capaz de todo, querida.

Víctor se tira al suelo, Lidia lo suelta mientras dirige el revólver hacia Rodrigo, ambos disparan, el Chacal cubre a Víctor mientras Estefanía y Martínez quedan paralizados, la pareja vacía los cargadores de sus armas sobre el otro, y caen al suelo; lo último que pasó por la mente de Rodrigo, antes de exhalar su último aliento, fue que la vida nunca había sido mejor.

sábado, 31 de octubre de 2020

Los Gatos de La Toscana (Halloween Special)

En el condominio de La Toscana el reglamento supera a las leyes del país, ya que prohíbe que cualquier persona maltrate o asesine algún animal, particularmente gatos, dentro de sus terrenos, el origen de la norma, que asombra a quienes la conocen, radica en la siguiente historia.

En aquel lugar, los fraccionadores construyeron enormes casas y pequeñas plazas que son muy agradables a la vista, llenas de árboles y vegetación que dan una excelente impresión al visitante, en todo el lugar reina una gran tranquilidad, las mascotas de los vecinos producen a ciertas horas un concierto agradable, que rompe por unos momentos el silencio de la zona.

Si llegan hasta la esquina sureste de la propiedad encontrarán la Plaza de los Tulipanes, que se encuentra bordeada por un chalet habitado por Marie Tulour y John Phillips, frente a esta casa hay una propiedad que conjuga ángulos rectos y curvos en un diseño atractivo y extravagante, es el hogar de Adriana Zanetti, Manuel Cardona y sus hijos, Miguel y Nora; al lado está una casa estilo inglés con techo a dos aguas y enormes ventanas, Valeria Bustamante, Federico González y sus diez hermosos gatos, que suelen rondar el patio trasero, tomando el sol sobre las bardas o revolcándose en el pasto, viven ahí; frente a ellos hay una casa de tres pisos, ahí viven Alfonso Martell, Venus De Souza y sus hijas, Xica y Giselle, junto con cuatro gatos que ronronean en las ventanas y suelen rondar la casa de enfrente en busca de compañeros de juego.

Al otro lado de la plaza se encontraba una vieja construcción que parecía haber estado ahí desde siempre, la casa, construida con granito y hierro, pertenecía a Alfred y Sophia Glock, quienes no convivían con el resto de los vecinos de la Plaza.

Los demás tampoco sentían deseos de convivir con ellos, porque en una ocasión González y su esposa perdieron un par de gatos cerca de casa de los Glock, esa noche, mientras buscaban a los felinos, escucharon sus alaridos dentro de la propiedad, poco faltó para que Valeria tratara de brincar la barda para salvarlos, sólo pudieron disuadirla las trampas regadas por el jardín.

El asunto no se quedó así, la pareja sembró clavos en la entrada del garaje de los Glock, lo cual provocó que el Mercedes-Benz 600 propiedad de los ancianos perdiera las cuatro ruedas cuando salió, las horas que el viejo pasó cambiándolas compensaron en parte la pérdida de las mascotas, nadie prestó ayuda al viejo.

Los vecinos pronto se dieron cuenta que los Glock asesinaban a todos los animales que caían en sus trampas, por más que trataron, por más que se esforzaron, los habitantes de la Plaza de los Tulipanes no pudieron detenerlos.

Unos años después, la comunidad de la Plaza se levantó con una noticia, los Martell acababan de contratar a una joven que les ayudaba en la casa, la acompañaba un niño de diez años, el cual se quedaba sentado en el jardín jugando con un gato, era el sobrino de la joven y poseía una mirada calmada, no hablaba desde hacía años, y sólo sonreía cuando el minino jugaba con él.

Días después, una tormenta se desató sobre la ciudad, el niño y su tía se quedaron dentro de la casa de los Martell, pasado un rato se dieron cuenta que el gatito había desaparecido, en cuanto cesó la lluvia, el niño empezó a buscar al animal, un par de horas después, desconsolado, dejó la Plaza de los Tulipanes entre sollozos; horas después todos en la Plaza escucharon maullidos lastimeros y maldiciones en alemán que llegaban desde la casa de los Glock, después de que todos revisaran que sus mascotas estaban a salvo empezaron a temer lo peor.

Una semana después, Valeria y Federico fueron a casa de los Martell para preguntarle a la joven por su sobrino, ella les dijo que estaba deprimido, había tenido que dejarlo en casa porque no dejaba de llorar por su mascota, ellos le contaron ocurrido y le regalaron un gato pequeño nacido de una camada de sus propias mascotas, la joven les agradeció y dijo que entregaría el minino a su sobrino.

Unos días después, la joven le dijo a los Martell que su sobrino había vuelto a hablar y tenía algo que decirles a todos, pero antes querían saber sobre los incidentes ocurridos en casa de los Glock, todos se reunieron en casa de la familia Martell y le contaron la historia completa de sus roces con los ancianos alemanes y sus intentos por evitar que siguieran maltratando animales, cuando terminaron, el niño caminó hasta Federico y Valeria, les dio la mano y dijo:

- Muchas gracias por el regalo, sé que ustedes son buenos y este gesto no será olvidado; no tienen qué preocuparse, los Glock dejarán de torturar animales para siempre, podrán dormir tranquilos de nuevo, les doy mi palabra.

Después de decir esto, el niño y su tía se fueron, dejando a los vecinos de la Plaza de los Tulipanes conversando sobre lo ocurrido, sus mascotas entraron en casa de los Martell y luego de un rato empezaron a agitarse, brincaban, corrían, se asomaban por las ventanas maullando sin parar, en ese momento se desató una furiosa tormenta, la casa se estremecía con los rayos que caían dentro de la propiedad de los Glock.

A la mañana siguiente, los vecinos vieron a Glock lanzando piezas de metal en los contenedores de basura, cuando los niños husmearon en las bolsas descubrieron que había tirado los restos carbonizados de sus trampas, los relámpagos las habían destruido; más tarde los habitantes de la Plaza se dieron cuenta que sus amados felinos no estaban en casa, al salir a buscarlos, vieron a cientos de gatos, pequeños y grandes, jóvenes y viejos; bajando por las calles hasta la Plaza, sin embargo, no había rastro de sus mascotas, normalmente se habrían preocupado, pero sabían que los Glock ya no podían atraparlos.

A las diez de la noche, y sin que nadie se diera cuenta hasta días después, todos los habitantes de la Plaza cayeron en un profundo sopor y se quedaron dormidos en minutos; Valeria despertó alrededor de las dos de la mañana y creyó escuchar gritos; Xica y su hermana creyeron oír un coro de maullidos en algún punto de la madrugada, todos los demás creen haber escuchado a alguien pidiendo auxilio en algún punto de la noche.

A la mañana siguiente, los vecinos de la Plaza despertaron tarde y salieron corriendo de sus casas sin notar la manada de gatos que rondaba la Plaza, ni a los enormes felinos que estaban echados alrededor del muro en casa de los Glock; esa noche, los gatos regresaron a sus casas, Alfonso y Venus vieron a los suyos entrar como si no se hubieran ido; Federico y Valeria encontraron a sus mascotas en casa, dormidos como si nada hubiera pasado y sin que ninguno pudiera explicar el extraño comportamiento de los animales.

Al otro día, al salir de casa, las hermanas Martell notaron algo extraño en casa de los Glock y llamaron a su madre, que observó, asustada, una mancha de sangre que salía bajo la entrada del garaje, los vecinos decidieron llamar a la policía, que llegó a la Plaza unos minutos después; los policías forzaron la entrada y empezaron a inspeccionarla, a pesar que los policías estaban acostumbrados a la violencia, no pudieron reprimir el terror que les provocó lo que encontraron en el garaje, dentro del lujoso Mercedes yacían un par de cuerpos descarnados, con la ropa hecha jirones y señales de lucha, el cuerpo frente al volante era Alfred Glock, sus manos cubrían el lugar donde habían estado los ojos; a su lado estaba el cadáver de su esposa, que había logrado proteger su ojo izquierdo, el cual estaba fijado en el vacío.

Los vecinos, que entraron detrás de los policías, salieron aterrados del garaje, los forenses que dictaminaron que los Glock fueron atacados por algún animal salvaje o quizás un gran número de ratas, aunque esta posibilidad se descartó por la abundancia de gatos en la Plaza, las mascotas, soberbias y altivas como la Esfinge, miraron desde los jardines cómo retiraban los cadáveres de la casa.

Fue así como la Plaza de los Tulipanes cambió para siempre, los Glock no tenían parientes, así que los vecinos presentaron una propuesta a la administración, la fama siniestra de la propiedad provocó que la aprobaran y los vecinos pudieron comprar el predio, no les tomó mucho tirar la construcción y construir un parque en el solar.

Semanas después que terminó la construcción del parque y ante los rumores en los medios, la administración solicitó a los habitantes de la Plaza que explicaran su decisión, fue así como los vecinos se presentaron ante la asamblea para contar todo lo que había pasado, en cuanto terminaron, los vecinos, por unanimidad, aprobaron la norma que prohíbe, so pena de denuncia ante las autoridades, una multa y pérdida de la propiedad, maltratar animales, especialmente gatos.

Si ustedes llegan a visitar la famosa Plaza, encontrarán en el Parque Tulipán una fuente coronada por el primer monumento hecho en honor a los gatos, una inscripción en el pedestal dice:

Dedicado a la memora de los animales asesinados y maltratados, esperamos que ninguno siga sufriendo y se termine algún día el abuso contra estos nobles seres.

Atentamente

Los habitantes de la Plaza de los Tulipanes