viernes, 28 de agosto de 2020

El Espanto



- Nada ha podido asustarme, muchos lo han intentado y han fallado: películas, libros, videos en YouTube, páginas malditas, blogs escritos por asesinos; ninguno lo ha logrado.
- ¿En serio? ¿nadie te ha espantado?

La reunión alcanzó un impasse, lo que empezó como tertulia literaria iba acabar en quema de brujas si alguien no intervenía.

- No le creas, Víctor, lo dice sólo por molestar.

Pero el hombre no cede, se incorpora en su asiento y se acerca a su interlocutora.

- No, eso no lo dijiste por molestar, ¿o sí?

Todos miran a la que acaba de declarar que nadie ha podido asustarla.

- Es verdad, nadie ha logrado hacerme sentir un miedo como el que describen los escritores.

Los invitados quedaron en silencio, por coincidencia, Daniela y Víctor se sentaron uno frente al otro en la sala, la conversación que ella sostenía con una amiga fue lo que llamó la atención del anfitrión, y lo que causó la conmoción entre los invitados fue que él es uno de los escritores más famosos y celebrados del país, su especialidad son los relatos de terror, es obvio que tomó el comentario de Daniela como una afrenta personal.

- ¿Y qué me dices de tus investigaciones? ¿Nunca has sentido miedo al hacerlas?

Daniela es una de las mejores periodistas del país, ha expuesto bandas criminales, redes de corrupción, tráfico de personas, a su corta edad, ha pasado por más peligro del que muchos corren en su vida.

- No es lo mismo.
- ¿Por qué?
- Ahí enfrento amenazas reales.
- ¿Entonces sólo sientes miedo por algo que puedes ver y tocar?
- Pues sí, ¿por qué le temería a algo intangible?
- ¿No le temes a lo paranormal?
- ¿Cómo temerle a lo que no existe?

Víctor se reclinó en el sillón, todos sintieron cómo se relajaba el ambiente.

- ¿Sabes cómo empezó mi carrera?
- Claro, uno de tus cuentos ganó el Premio Nacional y el Fondo de Cultura lo publicó.

El escritor sonrió y cruzó las piernas.

- ¿Y si te digo que es una historia real?

El ambiente se tense de nuevo, varios invitados sienten escalofríos, la temperatura del cuarto baja un par de grados, Daniela no se inmuta y sonríe.

- Estás mintiendo.
- Para nada, el cuento está basado en la última vez que vi con vida a Lourdes.

Otro de los invitados se involucra en la conversación:

- No mames, ¿fue verdad?
- Si, lo fue.

Los invitados que no sienten escalofríos tienen una curiosidad enorme, Daniela sigue todos los gestos del escritor, es evidente que está actuando y manipula a la audiencia, Víctor empieza a relatar la historia:

“Esa fue la época más desquiciada de mi vida: primero el terremoto, luego la venta del negocio de abarrotes de la Compañía, acto seguido nos liquidaron, a ella un viernes, a mí el lunes; el agradecimiento que recibimos por nuestro trabajo fue una patada por la espalda.

Siendo sincero, ni a Lourdes ni a mí nos preocupó pasar a la columna de desempleados, pero nos molestaba la sensación de haber sido explotados por gente en la que habíamos confiado por años; aunque eso lo supe después, cuando nos veíamos para compartir un café, un día, después de varias horas de plática, hablamos por primera vez de lo que había pasado en la Compañía.

- Si te soy sincera, todavía estoy molesta.
- Yo también, no dejo de pensar que fue injusto.

El silencio me sorprendió, pensé que Lourdes estaba distraída, pero había clavado sus enormes ojos de avellana en mí.

- ¿No te gustaría vengarte?

Ni por un segundo pensé que estuviera hablando en serio, asumí que quería desahogarse, así que me dejé llevar por su mirada:

- Claro, ¿a quién no le gusta la venganza?

Lourdes sonrió, tan coqueta como siempre.

- ¿De verdad?
- Yo nunca miento, princesa, lo sabes.
- Muy bien cariño, mañana por la noche veré que se puede hacer.

Su sonrisa me hizo sentir como si ya hubiéramos hablado del tema y coincidiéramos en que nos habían jodido, y dejar el asunto impune era inaceptable.

El día siguiente transcurrió con normalidad, mi nuevo trabajo me absorbió y el ambiente del viernes se llevó mi tarde, la noche me encontró tomando cerveza en el Centro, ya estaba borracho cuando me di cuenta que varias personas miraban al cielo.

- ¿Y éstos qué ven?
- ¿No sabes?, hay eclipse, la luna se ve roja.

Miré hacia arriba, la Luna, escondida tras la sombra de la Tierra, parecía un faro rojo; entonces empecé a escuchar algo, como si un coro se hubiera escapado de una iglesia y le cantara a la gran esfera roja sobre mí, los cantos me hipnotizaron, el rojo se intensificó hasta parecer sangre coagulada, el sonido se hizo más grave, sin saber por qué empecé a pensar en la Compañía, en mis antiguos compañeros y en lo malagradecidos que habían sido, sentí como si flotara, me habría dejado llevar por las sensaciones y me habría entregado al sueño de la sangre si mi amiga no me hubiera derribado.

- ¿Qué te pasa, cabrón?
- ¿De qué hablas?, ¡tú me tiraste!
- ¡Te ibas a caer!

Estábamos al lado de la barda, me bastó ver mis manos para darme cuenta que estaba al borde del edificio cuando me derribaron, no me maté de milagro.

Pasó una semana, un día recibí un mensaje de Lourdes, me pedía que fuera a verla lo más pronto posible, al saber que estaba en una cama de hospital fui sin perder un segundo, llegué a las 6 de la tarde y me quedé sin palabras, Lourdes siempre fue una mujer saludable, con un hermoso brillo en la mirada, poco quedaba de ella cuando llegué, los médicos dijeron que una enfermedad la estaba consumiendo y a pesar de una semana de estudios y análisis, seguían sin saber qué tenía.”

Uno de los invitados se atrevió a interrumpir el relato:

- Pero ella sí sabía que pasaba, ¿no?

Víctor suspira, mira hacia la ventana y después a Daniela, no a quién hizo la pregunta.

- Al llegar me pidió que me sentara a su lado, tomó mi mano y hablamos hasta la medianoche, cuando dejó de respirar; yo traté de darle esperanza, de confortarla; ella me había llamado sólo para pasar tiempo conmigo una última vez; yo empecé a llorar, era mi mejor amiga, quizás una de las pocas personas que me entendía.

El ambiente se siente más pesado, los invitados saben, por la mirada melancólica de Víctor, que le duele contar la historia.

- ¿Que pasó después?

El escritor tiene la mirada perdida y los ojos húmedos, voltea hacia la ventana, donde el sol se va apagando para dar paso a la noche, las luces de la calle se encienden.

- Eso es todo.
- ¿Qué?
- ¿Entonces cuándo confesó lo del ritual?
- ¿Cuándo habló de la brujería?

Los invitados se sienten defraudados, no hubo una gran revelación, Daniela dice:

- Esa parte la inventaste, ¿verdad?

Víctor limpia la humedad en sus ojos y sonríe.

- Bueno, al menos lo intenté.

Todos ríen, les parece evidente que Víctor estaba tratando de asustar a Daniela con una historia inventada.

La fiesta continúa, los invitados caen uno por uno bajo el efecto del alcohol y se van, al final sólo queda Daniela, quien no está en condiciones para manejar, mientras el reloj se acerca a las 3 de la mañana, Víctor prepara el sofá para que Daniela pueda descansar, la mujer lo observa desde el comedor.

- ¿Cómo te sientes?
- Bien, hace tiempo que no se me subía así el alcohol.

Víctor sonríe y se sienta a su lado, ella decide hacer la pregunta que tiene en la punta de la lengua desde que terminó la historia.

- Dime una cosa, escritor, ¿en verdad eso fue todo lo que pasó?

Víctor da un trago a su cerveza.

- ¿Tú que crees?
- No sé qué pensar, francamente.

El escritor toma otro trago, Daniela no puede dejar de ver la tristeza en sus ojos.

- Te venció la curiosidad, ¿verdad?
- Es mi trabajo, guapo.

Víctor se levanta y camina hacia el pasillo, Daniela, tratando de no tropezarse, lo sigue; al fondo del departamento hay una puerta, el escritor toma una llave que trae colgando del cuello, abre la cerradura y pregunta:

- ¿Estás segura que quieres saber?

El reloj en la sala da 3 campanadas, que suenan más profundas de lo que Daniela las recuerda, sin darle importancia, y vencida por su insaciable curiosidad, responde:

- Ahora tengo que saber la verdad. Abre la puerta Víctor.

El escritor abre, Daniela entra a un cuarto vacío, una ventana, cortinas viejas y un bulto bajo la ventana, la mujer se acercó y encontró un altar, hecho con madera de caoba, oscura y pulida, se veían restos de velas e incienso, el mueble estaba colocado de tal forma que la luz de la luna lo baña por completo.

Un escalofrío recorrió la espalda de Daniela, Víctor azotó la puerta y echó el cerrojo, ella no sintió miedo, seguro se trataba de un último intento por espantarla.

- Déjate de idioteces, Víctor.
- Lo siento, Dany, de verdad.

La mujer escuchó un ruido apagado dentro de la habitación, las cortinas se movían con suavidad, un crujido en la duela le indicó la presencia de algún animal.

- Sabes que no me dan miedo las ratas, ¿verdad?
- Ahí no hay ratas.

Otro sonido distrajo su atención, parecía que alguna tela rozaba contra las paredes, las cortinas seguían meciéndose, la duela seguía crujiendo.

- ¿Con qué me encerraste entonces?, ¿un gato?
- Solo estás tú.

La mujer sintió una ligera brisa, miró hacia atrás y no encontró nada, por instinto se alejó de la puerta y pegó la espalda a la pared, la periodista empezó a sentir frío, la temperatura del cuarto bajó unos cuantos grados.

- ¿Prendiste el aire acondicionado, Víctor?, ¡qué truco tan barato!
- Aquí no hay aire acondicionado.

Daniela quedó paralizada, el frío aumentó hasta condensar su aliento, empieza a escuchar pasos dentro del cuarto, parecía que alguien caminaba hacia ella; de un salto llegó de nuevo a la puerta y empezó a golpearla.

- ¡Déjame salir! ¿Crees que me estás espantando? ¡tu cuarto no va a lograrlo!
- Estoy seguro de eso.

Afuera, las nubes se abrieron y dejaron pasar la luz de la luna por la ventana, Daniela pudo ver algunos detalles del altar, una foto y un collar de plata que brillaba en la oscuridad, entonces percibió una sombra que se recortaba contra la pared, el frío empezó a calarle hasta los huesos, dio un brinco y se golpeó con la puerta, la sombra había desaparecido, pero ahora se escuchaba un lamento tenue, como si alguien agonizara dentro del cuarto.

La mujer gritó, el frío saturó su cuerpo, Daniela estaba segura que alguien estaba ahí, encerrado con ella, por primera vez en su vida, la audaz periodista, que horas antes aseguró que jamás había sentido miedo, experimentó un profundo terror.

- Cuando faltaba media hora para la medianoche, Lourdes le ordenó a su hermana que saliera; entonces me contó todo, que practicaba rituales, que sabía controlar la naturaleza y sus fuerzas elementales, me confesó que, aprovechando la luna de sangre, había intentado obtener venganza.

“Lo que estaba pasado era consecuencia de un error y no había forma de solucionarlo, tenía que dejar este plano, empecé a llorar, traté de decirle lo que sentía por ella, la profunda conexión que sentía, ella ya lo sabía, a medianoche me regaló el collar, me explicó lo que tenía que hacer, que no sería fácil, que una vez que alcanzara cierta fama, vendrían a mí los elementos necesarios, sólo debía ser paciente.”

Los destellos de luna se volvieron rojizos, la sombra se hizo más grande y empezó a rodear a Daniela, la mujer siguió gritando, golpeando la puerta, implorando clemencia, Víctor se recargó contra la puerta:

- Tengo la Mente, el Corazón y la Voluntad, sólo falta el Valor, organicé la fiesta esperando que llegara esta noche, hoy hay eclipse, otra vez la sangre de la luna cubre la tierra.

Los gritos dentro de la habitación fueron apagándose, la sombra que le había enseñado a Daniela el terror invadió la habitación, un espectador habría notado desde afuera que algo más negro que la misma noche llenaba el espacio, ni siquiera la luna, cargada de sangre, era capaz de perforar aquellas tinieblas.

No se dio cuenta cuándo se quedó dormido, el amanecer lo encontró recargado contra la puerta, con resaca, por un momento la duda asaltó su mente junto con los recuerdos de la noche anterior, escuchó un movimiento a su espalda, sintió como alguien se acercaba a la puerta y se sentaba frente a ella, escuchó tres delicados golpes, hechos con los nudillos de la mano que fue de Daniela.

- ¿Me abres la puerta, cariño?

Víctor sonríe, las dudas se evaporan en su mente.