Lunes
La luz del
atardecer baña mi balcón, el tono naranja y el ambiente tibio suele animarme,
pero hace dos meses mi editor me llamó para decirme que están a punto de
cancelar el contrato para publicar mi segundo libro, traté de explicarle lo que
es un bloqueo, pero no pudo (más bien no quiso) entender lo que le decía.
La editorial
me lanzó un ultimátum, o presento el primer borrador para el próximo mes, o me
despido del contrato exclusivo, insisto en que no depende de mí, pero ellos no
quieren razones, así que sólo me queda una cosa por hacer: actualizar mi
currículum y rezar para conseguir algún puesto dentro de la comunidad
oficinista de la Ciudad de México.
De pronto
escucho un ruido al fondo del pasillo, corro hacia mi habitación, pero sólo
encuentro a Nina, mi gata, ronroneando en la cama, casi salgo del cuarto sin
darme cuenta que el ruido lo hizo una toalla que arrastró mi despertador al
caer.
Curioso,
estoy seguro que había dejado esa toalla en la cama.
Jueves
La madrugada
me encontró dando un recorrido virtual por México en un Ferrari, golpeando
otros autos por aburrimiento, ponderando si valdría la pena sacar mi dinero del
banco, escapar de la editorial, comprar un auto usado y hacer una nueva vida
como chofer en otra ciudad; ¿cuál será más agradable? ¿Acapulco o Puerto
Escondido? ¿Taxco o Torreón?
Paso media
hora pensando en lugares a los que escapar y recibiendo mentadas de madre de
los jugadores a los que les arruino una carrera, de pronto, Nina sale corriendo
por el pasillo, fracasa al tratar de evitar su plato de croquetas, golpea la
pared y brinca hacia la mesa, llevándose el vaso en el que estaba tomando
refresco
- ¡Nina!
¿qué te pasa?
Me había
quitado los audífonos desde que la vi correr, pero apenas me di tiempo para escuchar
lo que estaba pasando, escuché con claridad el sonido de un cuerpo
arrastrándose por mi cuarto, corro hacia allá, pero no hay nada fuera de lugar.
De pronto,
con el rabillo del ojo, distingo una chamarra en el suelo, atorada en la
entrada del clóset, como si estuviera tratando de esconderse de mí ahí dentro.
Sábado
El reloj marca
las tres de la mañana mientras me aburro viendo investigaciones paranormales, siempre
he creído que son trucos para convencer a la gente de cosas que no existen,
pero también me curan el insomnio, así que al menos tienen esa utilidad.
En la
pantalla aparece una columna de fuego que crece gracias al alcohol con la que
la alimentan, justo en ese momento puedo ver, apenas fuera de mi campo visual,
una sombra que pasa por el pasillo, cuando volteo hacia allí, no hay nada; Nina
aprovecha el momento para abandonar la comodidad de su cama y recostarse en mi
regazo, no le quita la vista de encima a mi recámara.
Después de asegurarme que no hay nada me concentro en el video y en acariciar el lomo de Nina, de pronto la gata se levanta, eriza el lomo y sisea hacia mi cuarto, sigo su mirada y otra vez veo una sombra, más negra que la noche, que se acerca hacia nosotros sin hacer ruido.
Suelto un
alarido, trato de levantarme y caigo de espaldas con todo y asiento, Nina,
haciendo gala de su agilidad natural, sube por mis piernas y brinca desde mis
pies para caer, con la gracia de siempre, en el sillón, salvándose de rodar por
la alfombra como yo.
Cuando logro
incorporarme, Nina sigue mirando hacia la recámara, con el lomo erizado y la
cola levantada, me acerco a ella gateando sobre la alfombra, ya no hay ninguna
sombra, sólo un libro tirado a la mitad del pasillo.
Me levanto y
reviso el volumen, la encuadernación lo delata, es un grimorio que compré hace
años: El Catálogo Demoniaco de Nicholas Nightingale.
Estoy seguro que lo tenía guardado
bajo mi cama.
Viernes
Mi bloqueo
continúa.
Mi vida es
un desmadre, no lo pensarías viendo mi departamento, tampoco si ves el orden en
mi recámara, o si revisas mis actividades recientes, se podría pensar que tomé
vacaciones, o estoy tomando impulso para un regreso glorioso a la literatura.
Pero no,
vivo desesperado por sentir el roce divino de la inspiración, por regresar al
trance sublime de enfrentarme a las hojas en blanco y vencerlas de nuevo, una
tras otra, sin parar.
Me ha
abandonado.
La
inspiración me abandonó, estoy seguro.
Me quedan
siete días para que la editorial cumpla su amenaza y cancele la lucrativa beca
por la cual ya no necesito someterme a la esclavitud miserable de la oficina, y
no puedo hacer nada para evitarlo. Llevo horas entregándome a la amargura,
viendo avanzar una tormenta sobre la ciudad con un vodka tonic en una mano y mi
celular en la otra, no deja de vibrar con mensajes y amenazas de Arturo.
Un bufido me
regresa a la realidad, Nina tiene el lomo erizado y mira de nuevo al pasillo,
el cristal del balcón me revela el espanto: una mujer con la piel blanca como
la nieve, ojos negros como el carbón y labios rojos como la sangre me mira
desde mi cuarto con una sonrisa macabra.
Giro en el
sillón tan rápido que pierdo el equilibrio antes de poder mirar, Nina brinca y
se acerca a mí, sin dejar la actitud de ataque, me levanto tratando de evitar
los trozos de vidrio que saturan la alfombra, tomo a la gata entre mis brazos y
la deposito en la mesa de centro, me cuesta trabajo lograr que me suelte.
Camino por
el pasillo mientras un rayo atraviesa el cielo y cae en la parte de atrás del
edificio, el trueno sacude el departamento y hace vibrar los vidrios, la
tormenta se desata y una gruesa lluvia cubre las calles, la luz falla y las sombras
se apoderan del ambiente.
Entro a mi
habitación mientras la voz de una niña me llama desde el interior del clóset,
al fondo de la oscuridad, me acerco a la puerta y la abro de golpe, tratando de
sorprender a lo que sea que esté adentro.
No hay nada
- ¡Hola!
Un grito de
terror escapa desde el fondo de mis pulmones, la mujer está detrás de mí, con su
sonrisa macabra y los ojos infinitos, Nina corre para lanzarse sobre ella…
… y de
pronto se detiene, para dejarse acariciar un segundo después.
- No fue
gracioso
- Para ti
Cuando
vuelvo la mirada, Lily ya no parece un demonio, su piel cambió del tono de la
porcelana al de la canela; sus ojos, en vez de parecer agujeros negros, ahora
son avellanas; su sonrisa, que hace segundos parecía la de un tigre, ahora es
cálida, tiene puesta una de mis chamarras, que por supuesto le queda grande.
- ¿Dónde
estabas?
- Tuve que
tomarme un tiempo, cariño, aunque disfruto tu compañía, estar encerrados juntos
fue demasiado.
- ¿A si?,
pues te tengo noticias: tardaste demasiado en volver, estoy a punto de perder
mi contrato y voy a tener que regresar a una asquerosa oficina para no morirme
de hambre.
Lily se
acerca y besa mi mejilla.
- Entonces
hay que ponernos a trabajar, ¿no?
Regresa la
luz, iluminando mi casa de la misma manera en que Lily la iluminó cuando la
invoqué; por eso no me asustaban los fenómenos paranormales en mi casa, en todo
caso, eran una señal de su inminente regreso.
Un día antes
de que se terminara el plazo que me dio la editorial, le llamé a Arturo para
decirle que tenía un regalo, mi segunda recopilación de cuentos, que escribí
durante el encierro, se llama El Regreso.
La inspiración y yo vamos a
celebrar en Europa, insiste en mostrarme los lugares donde pasó las epidemias
que ha vivido.
Estimado,
ResponderEliminarLa narrativa de Carlos Fuentes fue la joya en su momento, te felicito gratamente por no dejar desprovista a nuestra generación de este arte.
Te mando un fuerte abrazo.
Horacio Vargas
Muchas gracias por el halago, me da gusto que disfrutaras del cuento.
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