miércoles, 9 de enero de 2013

El Encuentro

- Hoy es el gran día, Fernando…
- Lo sé.
- Nos ha costado mucho llegar hasta aquí…
- También lo sé.
- Pero ahora cosecharemos todo lo que sembramos…
- Eso también lo sé, me queda perfectamente claro.

Fernando Montes se ajusta las mancuernillas, la corbata y el reloj, se mira en el espejo, todo está perfecto, Miranda Iriarte, su esposa y principal colaboradora, lo mira de arriba abajo y le dice:

- Perfecto como siempre, Fernando…
- Ajá.

Los minutos se enlazaron, Miranda estaba molesta y finalmente dejó salir aquello:

- ¿No estás contento acaso, Fernando?...
- Mucho, Miranda.
- ¿Entonces porqué no celebras?...
- Festejaré cuando haya acabado la ceremonia y tenga puesta la banda, Miranda.

Clásico de Fernando, siempre tan seco y tan nervioso, nunca se daba el tiempo de celebrar, de disfrutar, ahora que nada se interponía entre ellos y el sueño que habían acariciado largamente, buscaba razones hasta en las piedras para estar nervioso, Miranda suspiró, se encogió de hombros y le espetó a su marido:

- Nada se interpone entre la banda y tú, mi amor…
- Nunca se sabe.

Horas después, del otro lado de la ciudad, el Doctor Ramírez y su esposa Rita esperan afuera del Congreso de los Diputados a que salga el nuevo Presidente, ambos votaron por él y apoyaron en la campaña, ahora tenían lugares de primera fila para poder saludarlo en la caminata que haría desde el recinto legislativo al Palacio Presidencial, una vez concluida la ceremonia, Rita le dice a su marido:

- Esto es emocionante, ¿no mi amor?
- Así es, Rita, bastante emocionante.
- ¿Todo bien, Arturo?
- Si, Rita, todo bien.
- No debe tardar mucho, la ceremonia debe estar por concluir…
- Lo sé, mi vida.

Rita se extrañó, no sabía qué diablos le pasaba a su esposo, todo la mañana había estado como ensimismado, imposible saber qué pasaba por su cabeza.

El ruido de la banda de guerra la distrajo, Fernando Montes, el flamante Presidente de la República, sale del recinto con la banda presidencial colocada, en el trayecto que lo llevó de la Tribuna del Congreso al exterior del Palacio Legislativo ha tenido tiempo de ponerse la banda bajo el saco, y ahora saluda despreocupado a la multitud que lo vitorea y que ha conseguido a precio de oro uno de sus más cercanos colaboradores, Miranda, como siempre, está a su lado, Rita sigue a la pareja en todo su trayecto a través de la tribuna, está emocionada y sonríe, Montes y su esposa se acercan cada vez más, y Rita, con la emoción, no ve a su esposo ponerse la mano bajo el saco…

El Presidente llega hasta donde están algunos de los que colaboraron en la campaña, busca de inmediato a la simpática Rita, que tanta ayuda les brindó y que tan buenas migas hizo con su esposa, la localiza al lado de su marido, que también echó la mano con el proselitismo en la capital, Fernando jala a su esposa para que ambos saluden a la pareja, Rita está emocionadísima y es toda sonrisas para el Presidente y su esposa, ninguno de los dos ve al Doctor Ramírez, que se acerca un poco más y saca la mano que tenía bajo el saco…

El Doctor Arturo Ramírez está a punto de pasar a la Historia por el asesinato del Presidente de la República y su esposa, Fernando Montes y Miranda Iriarte.

Pero esto, que es el final de otra historia, empezó mucho antes…

En las épocas en que Fernando sólo era un ambicioso Senador, y su esposa Miranda una despiadada empresaria, ambos manejaban negocios comunes, los cuales eran administrados por Jorge Luis Bonilla, cuya joven esposa, Juliana Luján, trabajaba dando clases en la Universidad Nacional, un buen día, en la prensa de izquierda aparecieron sórdidos detalles de los negocios de los Montes, Fernando y Miranda creyeron que la promisoria carrera política del Senador se iría por el caño, pero en el Partido le dieron la solución: arréglalo a la antigüita, tú bien sabes quién te puso en este aprieto.

Días después, los cuerpos sin vida de Jorge Luis y Juliana aparecieron en un tiradero, el asunto estuvo difícil y casi muy al final el pendejo de Bonilla sacó un revólver, el tiro casi le da a Fernando en la cabeza pero salió desviado, luego de perder el arma y antes de morder el polvo, el joven sentenció:

- Me las van a pagar, hijos de la chingada, más temprano que tarde, ojetes.

Fernando, en la cima del triunfo que significaba el resurgimiento de su carrera, dijo antes de jalar el gatillo:

- Cuéntaselo a los gusanos, hijo.

Los Montes siguieron su camino y nadie recogió el arma, que fue a dar a manos de un policía; cuando Fernando era Gobernador, la vendió a uno de sus superiores, el cual, meses después, cayó en medio de un escándalo de corrupción; cuando Fernando fue Secretario de Seguridad, un secuestrador compró el revólver y murió antes de poder dispararlo; cuando Fernando ganó las elecciones, un comprador de chueco lo adquirió y fue a la quiebra; él fue quién lo vendió al Doctor Ramírez antes de la toma de posesión, el Doctor coleccionaba armas, y la había colocado, sin probarla, en una repisa…

Eso era lo que el Doctor acababa de sacar de entre su ropa, mientras el nuevo Presidente saludaba a su esposa y Miranda estaba cerca de ellos, platicando animadamente…

El Doctor apuntó el arma contra Miranda y disparó desatando el caos e hiriendo a la mujer en el cuello y el pecho, el Presidente se quedó pasmado al ver caer a su esposa medio muerta, los Guardias del Estado Mayor, en cambio, reaccionaron rápidamente, uno de ellos le apuntó al Doctor, quien pareció no notarlo e hizo fuego contra Fernando, una bala le dio en la rodilla, cuando cayó hincado, el Presidente recibió otro tiro en el muslo izquierdo, al caer de espaldas, recibió un balazo en el estómago y otro en el pecho, debajo del corazón, finalmente, y mientras recibía cuatro balas del guardaespaldas, el Doctor pudo hacer un último disparo que impactó en el cuello del Presidente, cortándole la yugular, sus últimas palabras fueron:

- Te dije que me las iban a pagar, ojete.

Fernando miró asombrado al Doctor Ramírez, el cual cayó de frente hacia la calle, para esos momentos Miranda ya era cadáver, y el Presidente sucumbió por sus heridas en la ambulancia que lo llevaba al Hospital Militar.

Al día de hoy las investigaciones no han podido explicar porqué el Doctor, que apoyó incondicionalmente a Fernando Montes antes, durante y después de la campaña Presidencial, decidió asesinarlo el día de la toma de posesión.

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