miércoles, 9 de enero de 2013

El Fin de los Tiempos

La parte frontal del lujoso automóvil aún humea, la carrocería, brillante y negra, refleja la luz del poste que acaba de caer tras el accidente, el coche de los perseguidores se encuentra más atrás, golpeó una barrera de contención y los cuatro ocupantes yacen muertos en su interior, el conductor del BMW negro, a diferencia de ellos, sí tuvo la precaución de ponerse el cinturón de seguridad, lo cual salvó su vida… por ahora.

Antes de que alguien tenga tiempo de informar a las autoridades del accidente que acaba de cimbrar la Avenida Tlalpan, una de las prostitutas que trabaja en esa parte de la avenida se acerca por curiosidad al BMW, segundos antes del accidente, ella acababa de quitarse de ahí, la chica, llamada Nadia Ramírez, observa azorada al conductor del lujoso auto, quien, a pesar de estar golpeado, parece seguir consciente...

- ¿Me vas a ayudar o no?
- ¿Ah?

Nadia estaba tan asombrada con el accidente y su buena suerte que ni siquiera había escuchado al conductor cuando le habló por primera vez, algo molesto, el ocupante del BMW bufó:

- ¡Carajo!, ¡Olvídalo, si no quieres ayudar, mejor quítate!

La chica se da cuenta que el sujeto forcejea con el cinturón de seguridad, sin hacer caso del grito, ni del enojo patente del chico, Nadia extrae un cuchillo de su bolso (tiene que protegerse, y la pistola no sirve para cortar), de un ágil salto mete medio cuerpo en el vehículo y con una agilidad asombrosa, corta de un tajo el cinturón de seguridad en dos puntos, lo que permite que el conductor salga del auto, asombrado, el chico la mira en cuanto pone un pie en el suelo y dice:

- Creí que no habías entendido.
- Si entendí, solamente estaba asombrada por el choque…
- No estás lastimada ¿o sí?
- No, solamente fue la impresión, yo estaba parada ahí hace unos segundos…
- Ya veo… ¿cómo te llamas?
- Nadia, ¿y tú?
- Miguel, ¿conoces algún lugar donde pueda esconderme, Nadia?
- Sí, mi departamento no está lejos, no es la gran cosa, pero servirá…
- Muchas gracias, ¿vamos?

Y así, sin mayor preámbulo, Nadia y Miguel abandonan el lugar del accidente, la policía se entera parcialmente de lo sucedido cinco minutos después…

- ¿Cómo que no pueden encontrarlo?
- No sabemos que ocurrió después del accidente, Fernando y los demás murieron en el acto, y ninguno de los testigos que reportaron el accidente sabe nada, tenemos a dos prostitutas que estaban en el lugar, pero no dicen mucho y ambas niegan haber visto a Miguel por la zona, ¿Qué desea que hagamos, señora?

Sandra le da la espalda a Genaro, su ayudante… ¿Qué desea que hagan?, lo que ella realmente quiere sólo se puede expresar de una manera, y así se lo dice a su mano derecha…

- Quiero que encuentren a ese pendejo, quiero que recorran toda la faz de la tierra buscando a ese cabrón, quiero saber donde está… ¡y quiero saberlo ya!

Genaro observa el gesto airado de su jefa, y contesta:

- Yo me encargaré, señora…

A la mañana siguiente, el amanecer tiñe la ciudad de tonos naranjas, el frío de diciembre cala hasta los huesos, pero Miguel no lo siente, fuma tranquilamente, observando el horizonte, deleitándose con la belleza del día que empieza, sonriendo ante la ironía de esa espectacular vista natural mezclada con los tinacos, las jaulas, los tendederos y los cilindros de gas de la azotea, mientras reflexiona sobre lo que había pasado, no se da cuenta que Nadia está a su lado, mirando el panorama envuelta en una cobija, pareciera que el frío no la afecta, a pesar de la escasa ropa que la cubre debajo del cobertor, ella le sonríe y el chico la ignora para volver a sus reflexiones, Nadia deja de sonreír, da media vuelta y regresa molesta hacia su penthouse, mientras dice:

- Al menos podrías tratar de ser agradecido, pendejo.

Miguel se queda de una pieza, abandona sus reflexiones y la vista para fijar su atención en la silueta que se aleja de él indignada, balanceando las caderas con ímpetu, y alzando el mentón orgullosa, para ser puta, tiene bastante dignidad… Miguel apaga el cigarro y regresa al diminuto departamento para pedir perdón a su anfitriona…

Las horas pasan y nada se sabe, Sandra es muy consciente de un solo hecho: Miguel puede escaparse en cualquier momento, el cabrón es talentoso y conoce su trabajo, si quiere atraparlo para hacerle pagar por lo que hizo, tiene que apresurarse e ir por todo…

- Llévame con las prostitutas que vieron el accidente, Genaro.
- Claro señora, ¿algo más?
- Sí, dile a Ricardo que venga, ¿quieres?
- Sí, señora…

Genaro sabe ahora que las chicas que vieron el accidente hablarán de una u otra forma…

Miguel y Nadia comen algo sentados en la terraza, el amanecer anaranjado que él había contemplado se había convertido en un clásico día caluroso de fin de año en la Ciudad de los Renegados, desde el incidente que lo tenía al borde de la muerte, Miguel no había dejado de pensar en escapar de ahí lo más pronto posible, de correr tan lejos como pudiera, de escapar de la larga mano de Sandra, mientras corría por su vida a lo largo de Tlalpan, el día anterior, había ofrecido sacrificios impensables a dioses desconocidos y conocidos, para lograr salir de esa con vida, para lograr tener algo de ventaja, para lograr escapar de la muerte que se obstinaba en seguirlo… todo eso y más pensó mientras jugaba a la F1 en su BMW, pero después de que Nadia se cruzó con él, algo lo retenía junto a ella, sabía perfectamente que cada minuto que se quedaba ahí era un minuto menos de vida, pero no se sentía capaz de abandonar a la chica así como así…

Ella, por su parte, se había sentido atraída por Miguel, le parecía un chico guapo, fuerte y duro, alguien en quién podrías confiar, alguien que podría ayudarte en caso de que lo necesitaras, además, haber tenido una experiencia cercana a la muerte (recuerda que ella estaba parada junto al poste que derribó el BMW de Miguel) la hacía apreciar más la vida, y todas las vueltas que siempre vienen con ella, por eso se había sincerado con el tipo, y le había contado toda su vida, el hecho de que el solitario Miguel no hubiera interrumpido su relato sólo había aumentado su confianza y locuacidad, y antes de sentirlo, él sabía todo sobre ella…

- Bueno, basta de hablar de mí por un segundo…
- ¿Eh?
- Seguramente estás harto de escucharme hablar todo el tiempo, ¿o no?
- No, en realidad no.
- Pues yo si estoy harta de monopolizar la conversación, apuesto que tienes algo interesante que contar, como por ejemplo: ¿Por qué te perseguían anoche?

La mirada y el gesto de Miguel se vuelven iracundos, justo como cuando lo vio dentro del auto, Nadia se da cuenta que está furioso, él se levanta de un salto y regresa hacia el penthouse mientras dice:

- Eso es algo que no te importa, pendeja.

La chica primero siente que metió la pata, después se siente ofendida, luego ella también enfurece… ¿Quién se creía ese imbécil para hablarle así?, ¿Acaso el haberle ayudado no le da derecho a saber?, ahora iba a conocer a Nadia en su peor momento…

Miguel apenas está recogiendo sus cosas cuando escucha que la chica entra al pequeño cuarto, justo se da la vuelta para salir cuando ella le da una tremenda cachetada, mientras le grita:

- ¿Quién te crees para hablarme así, imbécil?, ¿Acaso haberte ayudado no me da derecho a saber porqué querían asesinarte cuatro gorilas el día de ayer?
- ¿Qué?, ¿Crees que el haberme sacado del coche fue un gran favor?, siento decepcionarte, tontita, pero yo hubiera podido salir sin problemas…
- ¡Pero no lo hiciste, idiota, además estabas tan asustado que jamás habrías podido encontrar el botón del cinturón de seguridad!

Miguel trató de dar por terminada la discusión saliendo del departamento, pero Nadia saltó y lo tomó de los hombros, derribándolo, ambos empezaron a forcejear en el piso, ella pataleaba y lanzaba débiles puñetazos contra él, que más que evitarlos trataba solamente de someter completamente a la feroz chica, el combate no dura mucho, ambos terminan sudando, con la respiración agitada, Miguel dice:

- No quise ofenderte, Nadia, simplemente no quiero hablar de eso…
- Está bien, cuéntame otra cosa entonces…

El chico no lo piensa mucho y dice:

- Nunca había conocido a una chica tan fuerte como tú.

Ambos ríen con el comentario, Nadia mira a Miguel directo a los ojos y dice:

- Sé que habrías podido salir del coche sin mi ayuda, pero ¿cómo esperas que deje a un chico tan guapo como tú andar solo sin que nadie te cuidara?

Los dos sonríen, Miguel acaricia torpemente la mejilla de Nadia, ella acaricia tiernamente su cabello, ambos se miran, y sin mayor trámite, se besan, primero dulcemente, como dos colegiales; luego apasionadamente, como si estuvieran deseos de entrar en el espacio del otro, y antes de que el reloj alcance las tres de la tarde, ambos hacen el amor en el piso del penthouse de Nadia…

-…Así que el par de pendejas por fin hablaron, ¿no, Ricardo?
- Así es, tengo el nombre y la dirección de la puta que le dio cobijo a Miguel.
- ¿Puedes encargarte de esto o quieres que mande a mi gente?
- Es un trabajo sencillo, señora, puedo hacerlo por la tarifa normal si quiere.
- Si quiero, Genaro te dará la mitad ahora, el resto cuando regreses con las pruebas… ¿y te puedo pedir algo, Ricardo?
- Por supuesto, señora.
- Haz que el imbécil sufra hasta su último aliento, y que ella sea un ejemplo para los que quieran meterse en mi camino…
- Délo por hecho, señora.

La noche desciende por la Ciudad de los Túneles, Miguel y Nadia la contemplan arrobados, sólo la luna ilumina el departamento, luego de hacer el amor, se mantuvieron abrazados, ella aferrada al único hombre que parecía interesado en ella, él aferrado a la única persona que lo había impresionado en la vida, al llegar la noche y viendo el día desperdiciado, ambos empezaron a sentir escalofríos, ella por el frío, él por la muerte que sabía más cercana cada vez, ambos se abrazan para matar el frío nocturno, y lentamente, sin darse cuenta, se quedan dormidos uno en brazos del otro…

Pasado un tiempo prudencial, Ricardo empieza a avanzar hacia el departamento, el sicario, vestido completamente de negro, llega hasta el interior del cuarto sin problemas, ve el bulto que supone son Miguel y Nadia recostados, sin mayor trámite, apunta el cañón de la escopeta hacia el bulto y dispara…

En ese momento se hace la luz en el cuarto, Miguel y Nadia están cerca de la puerta, Ricardo se percata al instante de la trampa y hace fuego al mismo tiempo que Miguel, el escopetazo vuela el vidrio, una bala de revólver perfora el hombro derecho del sicario, ambas armas disparan nuevamente, esta vez, el fuego de la escopeta da de lleno en el cuerpo de Miguel, quien cae al suelo muy malherido, el fuego de la pistola apenas roza la mandíbula de Ricardo, quien se lleva la mano al rostro por el dolor, mientras Nadia empieza a llorar y trata de detener el sangrado de Miguel, algunas palabras dulces cruzan el espacio entre ellos, pero Ricardo no las percibe, sin darle mayor importancia al asunto, le apunta a Nadia mientras dice:

- Para que aprendas a no ayudar a los que están muertos, puta…

Ricardo amartilla la escopeta, sin percatarse que Nadia tensa los músculos de la espalda, cuando el experimentado asesino está por jalar el gatillo, la chica da media vuelta y le dispara, la primera bala le da en el estómago y lo hace disparar al aire, la segunda bala le da en el brazo derecho y la tercera en el pecho, justo debajo del corazón, Nadia vuelve a estrechar a Miguel entre sus brazos, tratando de detener el sangrado, mientras le dice:

- No pasa nada, corazón, vas a estar bien, ya verás cómo te recuperas y nos fugamos juntos, mi vida…

Nadia se inclina para besar a Miguel, los labios se encuentran en un beso perfecto, cariñoso, apasionado y lleno de amor, de ése tipo de amor que puede salvar la vida de cualquiera, de ese amor que hace milagros…

Ninguno de los amantes se da cuenta del momento en que Ricardo saca algo del bolsillo de su saco, sin hacer ruido, el sicario quita la espoleta de la granada y la sostiene entre sus manos, sabe perfectamente que morirá, pero por nada del mundo piensa partir solo…

Los amantes terminan su beso, el sicario deja de respirar…

Los periódicos del día siguiente comparten la noticia principal: Tres personas mueren al explotar una granada en un edificio cerca de Tlalpan.

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