martes, 23 de octubre de 2012

En el Metro V

(Nota: Como recomendación personal, sugiero leer este cuento mientras escuchan "Malagueña Salerosa" en la versión del soundtrack de Kill Bill)

Estación Chabacano
Viernes, 23:45 horas…
 
La chica mira directo a los ojos al sujeto que tiene frente a ella, todo el rencor, el odio y los deseos de venganza se acumulan y enturbian su mirada, el porte del tipo, esos eternos lentes oscuros tan mamones, el aire de autosuficiencia, la soberbia y el desprecio que desborda todo él la fastidian, la hartan, la exasperan; por eso están ahí, en el pasillo, dispuestos a resolver esa maldita disputa de una vez por todas…
 
El hombre la mira: la mujer, menuda, delgada y hermosa, de lindos ojos color avellana, cabello corto, negro e indomable, tan intolerantemente bella como siempre, tan divina, tan delicada, tan irreal a veces; ahora lo mira con odio, ambos supieron desde siempre que terminarían así, todo lo que había pasado entre ellos tres era sólo un largo camino de encuentros, desencuentros, ataques, defensas y retiradas, que los había de llevar, inexorablemente, a este punto…
 
- ¿Lista, mi adorable guerrera?
- Cuando gustes, miserable…
 
El viento arroja un periódico hacia el pasillo, el cual vuela y se arrastra por el improvisado campo de batalla, justo en el punto ciego de las cámaras de seguridad, la alocada y despreocupada carrera del papel arrugado es detenida por una chica alta, guapísima como la guerrera de cabello negro e indomable, tierna y temerosa, que observa como el amor de su vida está a punto de enfrentarse a la pesadilla de su vida, de la batalla depende su futuro, su felicidad y su ser, ella siente, igual que él, que todo lo que ha pasado ha sido simplemente un prólogo para el épico enfrentamiento que está por desatarse…
 
- ¡Vamos, perra!
- ¡Bastardo!
 
Ambos combatientes corren, ella escondiendo su sable en la espalda, él llevándolo en la mano izquierda, las trayectorias finalmente chocan, se escucha claramente el sonido del acero estrellándose frente a sus ojos, también puede ver perfectamente los destellos argentinos que despiden las armas al ser iluminadas por los simples focos de la estación, la batalla es veloz, despiadada y sin cuartel, de pronto, la chica lanza su ataque y el sujeto logra evadirlo, da media vuelta y logra descargar el golpe antes de que la guerrera del cabello indomable logre reponerse, ahora ella luce un largo corte en la espalda baja, la sangre mana abundante de la herida, la chica respira agitada, su cabello luce aún más rebelde que antes, él jadea debido al esfuerzo realizado, los dos guerreros descansan en sus posiciones por un momento, luego levantan los sables, dispuestos a lanzar el último ataque, el chico dice:
 
- Aún es tiempo de arrepentirse y retirarse, guerrera…
 
Ella lo mira sin parpadear, toma el sable con ambas manos y se coloca en posición, mientras dice:
 
- Ataca tan duro como puedas…
 
Un destello que se refleja en los lentes oscuros impide ver el ligerísimo asombro con que estas palabras han sido recibidas, ambos se miran una última vez y avanzan, corren hacia ese, el último embate de la batalla…
 
Los sables chocan, el acero produce un sonido agudo y estruendoso, él gira para alcanzarla, el arma produce un sonido escalofriante al avanzar hacia la cabeza de la chica, ella, por su parte, descarga con toda su fuerza el último golpe…
 
Ambos se quedan quietos, jadeantes, todo lo que debía entregarse en este combate se ha entregado, ella está agachada, él de pie, el sable de la chica aún está en sus manos, él todavía sostiene el suyo con la mano derecha, los dos siguen respirando entrecortadamente, la chica frente a ellos observa pasmada el resultado de la batalla, no puede creerlo…
 
Finalmente, la tensión es rota cuando uno de los sables cae al suelo con gran estruendo…
 
Él está herido de muerte, la guerrera de cabello indomable logró evadir el sable que viajaba hacia su rostro, sólo perdió parte de su cabello al agacharse, su último ataque, en cambio, atravesó limpiamente el vientre de su oponente, quien, luego de soltar el sable, cae de rodillas, sus últimas palabras son:

- Ahora sabemos quién de los dos es mejor, guerrera…
- Nunca se trató de eso, y lo sabes…
- Disfruta tu victoria, la has ganado limpiamente…

La guerrera del cabello indomable, sin mirarlo, sonríe; se recupera y se pone de pie, toma a la chica de la muñeca y le dice suavemente:

- Vámonos, mi amor…

La otra chica le sonríe, la mira y se abraza a ella, ambas suben al andén y desparecen para siempre…

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