Mientras camina sobre el enorme atolladero, al lado de otra avenida que cruza la ciudad de oriente a poniente, Juan Manuel repara en una chica alta, de cabello corto y rubio, que rodea bellamente su cabeza, sólo puede verla de perfil, alcanza a distinguir unos enormes ojos azules, melancólicos, que miran al horizonte, hacia las bestias mecánicas detenidas a sus pies, pensativa y serena, su nariz es recta, pequeña y altiva, aguileña, al respirar se hincha ligeramente, dando la sensación de que su dueña trata de aspirar más aire del que le permite el tamaño de su nariz, la boca es pequeña, de labios carnosos, la chica no está maquillada y aún así es hermosa, el chico se siente impulsado a hablarle, y cuando se da cuenta ya está junto a ella, diciendo:
- Disculpa mi intromisión pero, ¿estás bien?
La chica se sobresalta un poco, mira azorada a Juan Manuel y sólo contesta:
- Sí.
- ¿Segura?, te notas algo preocupada…
- No es nada, ya se me pasará.
- ¿De verdad?, si quieres yo podría acompañarte al metro, o a algún lugar donde puedas ir a casa…
- ¿Quieres
dejar de molestarme?, ¿No entiendes lo que quiere decir la palabra “no”?
Juan
Manuel, pasmado por la frialdad de la mujer, asiente con la cabeza y murmura:
- Tienes
razón, sólo estoy molestando, lo siento.
Dicho
esto, el oficinista empieza a caminar hacia la estación del metro, piensa un
poco en la belleza de la chica y mucho en su frialdad y grosería… ¿de verdad
estaba molestando?, a él le parecía que sólo trataba de ser amable, después de
todo, la chica parecía afectada por algo, claro que él no solía abordar así a
las chicas, en ese momento comprendió que algo en ella le había dado mala
espina, casi parecía que la chica estuviera a punto de…
- Oye…
Alguien
jala del brazo gentilmente a Juan Manuel, cuando voltea, se percata que es la
chica que acababa de dejar en el puente, tuvo que haber corrido un poco, porque
sus mejillas se notaban enrojecidas y ella respiraba agitadamente, el chico
dijo:
- ¿Si?
- Disculpa
que te haya tratado de esa manera, fui muy grosera, comprendo que sólo querías
ser amable, ¿Cómo te llamas?
- Juan
Manuel Prado…
- Mucho
gusto, Juan Manuel, yo me llamo Olivia Sonneilon…
Al ver el
rostro de desconcierto del joven, Olivia le explicó que sus padres eran
franceses, pero ella había nacido en México, dicho esto, la chica le preguntó
si no le molestaría que lo acompañara, Juan Manuel aceptó y caminaron juntos
hasta la estación del metro, Olivia iba más sonriente y amable de lo que había
estado en el puente, pero seguía viéndose melancólica, el muchacho no quiso
profundizar en este asunto hasta que el metro casi iba llegando a la terminal,
Olivia le había dicho que cuando él la encontró, casualmente iba hacia su casa,
cerca de la misma estación donde Juan Manuel bajaba, poco antes de descender,
el oficinista le preguntó a la chica:
- Dime una
cosa, Olivia, ¿Por qué estabas triste en el puente?
La mujer
de nuevo adoptó una mirada fría y le espetó secamente:
- Eso es
algo que no te importa, Juan Manuel.
Olivia no
volvió a abrir la boca hasta que descendieron del metro, al salir de la
estación se despidió secamente de su acompañante y se perdió entre las calles
cercanas, Juan Manuel se quedó con la impresión de que había cometido una
indiscreción y caminó hacia su hogar…
El día
siguiente, sin embargo, traería una sorpresa a la rutina del oficinista, al
salir de trabajar, encontró a Olivia en el mismo punto donde la halló el día
anterior, por un segundo supuso que ella lo ignoraría, pero se equivocaba, la
chica volteaba constantemente a ver a los que pasaban cerca de ella, y Juan
Manuel dedujo que lo estaba esperando, cuando llegó hasta ella, esta duda se
despejó:
- ¡Hola,
Juan Manuel!
- Hola,
Olivia…
- Oye,
quería disculparme contigo, ayer fui demasiado brusca, no tienes porqué saber
lo que pasó y es obvio que no tuviste mala intención… ¿te molesta si te
acompaño de nuevo?
Juan
Manuel estuvo a punto de decirle que no, que prefería irse solo, pero la
presencia de la chica lo dejaba extrañamente fascinado, parecía que bajo esa
mirada triste pero amable, latiera algún secreto inconfesable, y la curiosidad
podía más que cualquier sensación de desagrado…
- Claro,
Olivia, no hay problema.
Ambos
comenzaron a caminar mientras conversaban más animadamente que la tarde
anterior, abordaron el metro y platicaron todo el camino hasta la terminal,
allí se despidieron, acordando verse al día siguiente de nuevo…
Así
pasaron los días, Juan Manuel y Olivia se encontraban diariamente sobre el puente
e iban conversando todo el camino hasta la terminal del metro, la conversación
era cada vez más animada, cada vez más amistosa, cada vez más íntima...
Un buen
día, Juan Manuel se encontró a su amiga algo más melancólica que de costumbre,
la forma en que miraba al horizonte ese día le recordaba al chico el primer día
que se encontró con Olivia, recordó en ese momento que lo que le dio mala
espina la primera vez era que la mujer parecía dispuesta a…
- Hola,
Juan Manuel…
- Hola,
Olivia ¿todo bien?
- No, hoy
es un día triste…
- ¿Por
qué?
- Hoy se
cumple un año de la tragedia…
- ¿Cuál
tragedia, Olivia?
La chica
no contesta, el joven siente un escalofrío que le recorre la espalda, de pronto
Olivia dice:
- ¿Te
molesta si nos vemos mañana?, Tengo que ir a los puentes gemelos a arreglar
algo…
Ni
siquiera lo había mirado al decir esto, Juan Manuel no tuvo más remedio que
decir:
- Seguro,
no hay problema… ¿segura que todo está bien?
- Sí, es
sólo que… tengo que cerrar un ciclo…
- Bueno,
hasta mañana entonces…
- Hasta
mañana, mi muy querido amigo…
El joven
se despidió de Olivia asombrado, el cambio operado en ella era notable, antes
de irse alcanzó a ver que la chica tomaba un camión hacia la exclusiva zona
residencial que se alza en el extremo poniente de la ciudad, sin poder quitarse
de la cabeza la situación, Juan Manuel fue a su casa…
Le tomó
unas cinco estaciones darse cuenta de lo que pensaba, primero, que Olivia
estaba deprimida, seguramente por alguna tragedia personal, segundo, ese día se
cumplía un año, tercero, que había ido a “cerrar un ciclo” a los “puentes
gemelos”, le tomó otras cinco estaciones el conectar todas las ideas que le
rondaban con lo que le dio mala espina el primer día que conoció a Olivia... la
chica parecía estar a punto de saltar hacia el Periférico cuando la abordó, una
rápida investigación en Internet en cuanto llegó a casa le reveló el misterio,
al buscar pistas, Juan Manuel encontró la siguiente noticia:
“Suicida en Las Lomas.
El día de hoy la policía encontró el cuerpo sin vida de
Gonzalo Romero, el cadáver fue hallado debajo de los puentes gemelos que cruzan
la cañada que se encuentra a la altura de la calle de Bosque de Duraznos, en la
exclusiva zona residencial de Las Lomas, las autoridades están convencidas que
el joven se suicidó.”
El chico,
desesperado, sale corriendo en dirección opuesta a la que acaba de recorrer,
vuelve a la zona de su oficina, toma un camión a Las Lomas cuando la noche
envuelve la Ciudad de los Palacios, y para el momento en que llega al puente de
Bosque de Duraznos ya es noche cerrada, Juan Manuel corre hasta que encuentra a
Olivia en el otro extremo del puente, recargada sobre el barandal que la separa
de la barranca, las delicadas piernas balanceándose de un lado a otro, sin
aliento, el muchacho llega hasta Olivia y grita:
- ¡No lo
hagas!
Olivia lo
mira sorprendida, al mismo tiempo que con una agilidad asombrosa, sube ambas
piernas al borde mismo del barandal, mientras grita:
- ¡No te
acerques, esto no es asunto tuyo!
- ¡Pero no
vale la pena, Olivia!
- ¿Que no
vale la pena?, ¿Qué demonios sabes tú sobre el amor? ¿Acaso has amado a alguien
de la manera en que amaba… amo, a Gonzalo? ¡No quiero vivir sin él!
- ¡No
hagas esto, Olivia!, quizás no sé mucho sobre lo que sientes, pero sé esto: tu
vida no tiene porqué acabar junto con la de Gonzalo, tú debes superarlo…
-
¿Superarlo? ¿Cómo?
- Yo te
ayudo a superarlo, buscaremos ayuda profesional, buscaremos por todos los
medios la forma en que puedas dejarlo ir, no vale la pena terminar tu vida así,
Olivia…
La chica
lloraba, Juan Manuel se acercó lentamente a ella, la chica dejó de tensar los
brazos y sollozaba, el chico la tomó por los hombros y la ayudó a bajar, ella
se alejó del barandal y abrazó fuerte a Juan Manuel, mientras decía:
- Gracias,
muchas gracias, amigo…
- De nada,
Olivia, al contrario, gracias a ti por no haber saltado…
- No me
agradezcas todavía, imbécil…
Juan
Manuel apenas pudo digerir esas palabras, se separó de Olivia lo suficiente
para ver la siniestra sonrisa que cruzaba su rostro, acto seguido, la chica lo
soltó y lo empujó, el joven no se había dado cuenta de lo cerca que estaba del
barandal y cayó de espaldas hacia el barranco, durante su caída no pudo quitar
la vista de la mirada alegre y diabólica que Olivia le dedicaba, segundos después,
su cuerpo se rompía al impactar el suelo, murió al instante…
Olivia
miró en todas direcciones, nadie la había visto, sonrió, por fin había
terminado un ciclo…
“Suicida en Las Lomas.
El día de hoy la policía encontró el cuerpo sin vida de
Juan Manuel Prado, el cadáver fue hallado debajo de los puentes gemelos que
cruzan la cañada que se encuentra a la altura de la calle de Bosque de
Duraznos, en la exclusiva zona residencial de Las Lomas, las autoridades están
convencidas que el joven se suicidó.”
Un par de
meses después, otro joven oficinista, que utilizaba el mismo camino que Juan
Manuel, repara en una chica alta, cabello a los hombros, negro, que rodea
bellamente su cuello y hombros, sólo puede verla de perfil, alcanza a
distinguir unos enormes ojos azules, melancólicos, que miran al horizonte,
hacia las bestias mecánicas detenidas a sus pies, pensativa y serena, su nariz
es recta, pequeña y altiva, aguileña, al respirar se hincha ligeramente, dando
la sensación de que su dueña trata de aspirar más aire del que le permite el
tamaño de su nariz, la boca es pequeña, de labios carnosos, la chica no está
maquillada y aún así es hermosa, el chico se siente impulsado a hablarle y le
dice:
- Disculpa
que me meta, pero, ¿estás bien?
La chica
se sobresalta un poco, mira azorada al muchacho y sólo contesta:
- Eso es
algo que no te importa…
Luego de
que el chico se disculpa, Olivia Sonneilon lo ve irse y sonríe, otro ciclo está
por comenzar…
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