Manuel se
levanta, su despertador, exacto como siempre, lo saca de la cama a las seis de
la mañana, el joven inicia su rutina, arregla la cama, entra al baño, se baña,
se prepara el desayuno, come y después se viste, el traje, perfectamente
colgado en el armario; la camisa blanca, impecable, cuelga junto al traje; la
corbata está extendida sobre la cama recién hecha, junto al cinturón; los
zapatos, perfectamente pulidos y relucientes, una vez que comprueba que todo
está en su lugar, Manuel toma el reloj, se lo pone, después toma el celular y
la cartera, los coloca en sus respectivos bolsillos, toma las llaves de la
casa, toma su maleta y sale del departamento, echa los ocho cerrojos y guarda
las llaves, camina hacia el elevador y saca las llaves del coche mientras baja
al sótano, sale del elevador y aborda su auto, en el momento en que la pluma se
levanta para dejarlo pasar, a la salida del condominio, han pasado exactamente
cincuenta y cinco minutos desde que se levantó, es tan exacto, tan obsesivo,
que el policía que cuida la entrada tiene su reloj ajustado en base a la rutina
del joven…
En la
oficina, Manuel es el encargado de atender al público que acude al lugar a
realizar algún tipo de trámite, revisa sus documentos y les indica lo que
tienen que hacer, no pocas veces alguno de ellos ha perdido la paciencia, y la
ha tomado contra el muchacho, la razón por la que sus jefes lo mantienen en ese
puesto es que jamás ha perdido la calma, y con toda amabilidad ha logrado
controlar a los clientes más ariscos que acuden a la oficina…
Todos los
días, exactamente a las 14:05 horas, Manuel sale de la oficina a comer, nunca
come con sus compañeros de trabajo, que lo tienen por un colega amable, pero
reservado, él prefiere llevar algún refrigerio que preparó la noche anterior, y
lo toma en la misma banca en el parque todos los días, observa a los niños que
juegan después de haber salido de clases, las madres de muchos de esos chicos
lo saludan, en más de una ocasión ha llevado dulces para compartir con los
pequeños, y es muy amable con ellos, aunque los chiquillos no suelen acercarse
mucho, si le sonríen, y lo tienen por alguien amable y simpático, cuando Manuel
termina su refrigerio, fuma un par de cigarrillos y luego saborea unas
pastillas refrescantes, es también justo la hora en que los alumnos de la
preparatoria que está frente al parque salen de clases, Manuel observa
atentamente a todos los muchachos, las chicas siempre llaman poderosamente su
atención, muchas le sonríen coquetas sólo por jugar, él devuelve la sonrisa e
inmediatamente fija su mirada en algún otro punto, las chicas y chicos lo
consideran algo extraño, pero inofensivo…
A las
16:05 exactas regresa a la oficina (Manuel es tan exacto, tan obsesivo, que el
policía que cuida la entrada del edificio tiene su reloj ajustado a la hora de
llegada del joven) durante las siguientes dos horas el joven se dedica a
revisar los trámites que se recibieron, los clasifica y los turna con una
eficiencia pasmosa, los jefes al principio temían que reclamara un ascenso,
pero luego se dieron cuenta que el chico era paciente, y no tenía prisa por
subir, por lo que era muy apreciado en la oficina…
Con la
misma exactitud rutinaria del día a día, Manuel sale de la oficina a las 18:05,
sube a su auto y regresa a casa, el trayecto elegido siempre es el mismo, el
tiempo empleado siempre es igual, le tomó mucho tiempo encontrar una ruta que
siempre fuera igual, pero al final lo había logrado, al principio, como
cualquier obsesivo, sufría con los horarios variables que el tráfico le
imponía, ahora sabía perfectamente el tiempo que empleaba en regresar, de modo
que podía calcular el tiempo libre del que disponía sin dificultad, eso era
fundamental para él, nada importaba más que saber en qué y cómo se emplea el tiempo,
controlar el tiempo, controlar todo, eso era (es) lo más importante…
El reloj
marca las 19:00 horas cuando Manuel regresa a casa, se cambia de ropa, cuelga a
la perfección el traje, la corbata y el cinturón, deja los zapatos en su lugar,
dobla su camisa y la coloca en el cesto de la ropa sucia, arregla su ropa para
el día siguiente, prepara el refrigerio que tomará al día siguiente en el
parque y cena en el comedor, mientras escucha música (el nunca ve la
televisión), este día, al sentarse, mira hacia el frente, y empieza a hablar…
- Fue un
largo día hoy, vinieron un par de clientes muy molestos, por suerte no fueron
difíciles de controlar, un par de idiotas llevaron sus expedientes sin
fotografía, ¿puedes creerlo?, a veces me aterra lo desorganizada que es la
gente, otro tipo, por ejemplo, antes de cerrar la ventanilla, llegó sin los
talones de pago, ¿te imaginas?, ¡Solicitar un trámite y no pagarlo!, es de
locos, realmente…¿Cómo estuvo tu día?... ¿Bien?, ¡Me alegro!, no sabes cuánto
te envidio… tú si puedes ver las estrellas a toda hora, lo único bueno es que
esa luz, la luz de las estrellas, se refleja en tus ojos, y es lo único bello
que vale la pena en este mundo… hoy vi dos chicas que me coquetearon al salir
de clases, las chicas de hoy creen ser muy aventadas, obviamente estaban
jugando, pero ya sabes, son muy inocentes para saber lo que es realmente la
vida… por cierto, esos dos niños, Mario y Mariana, vinieron otra vez a que les
diera dulces, les platiqué de ti y no lo creen… ¿Qué curiosos son los niños, no
crees? Les dije que si se portaban bien, podría darles una fotografía de la luz
que hay en tus ojos, espero que así me crean, muy curiosos esos niñitos… ¿Dices
que sería demasiado? ¿Por qué? Tienen que saber que la vida tiene momentos
mágicos y cosas bellas, ¿Qué tendría de malo que vieran tus ojos?... bueno,
quizás tengas razón, no todos comprenden la belleza que ahora habita en ti, no
todo mundo está preparado para ese milagroso brillo…
El chico
termina su cena, dobla la servilleta y la coloca sobre el plato y cruza los
cubiertos encima, mientras termina de masticar, fija la mirada en la persona
con quién ha estado platicando...
Solo que
no hay ninguna persona, lo que hay es el cadáver de una mujer de la misma edad
de Manuel, de cabello largo, abundante y negro, que fue cortado después de la muerte
de la chica por él para crear un fleco que se corta justo sobre los ojos,
exacto como si hubiera sido hecho con un escalpelo; el cadáver está amarrado a
la silla, vestido de negro, con un vestido largo, elegante; los ojos del
cadáver están en el congelador del refrigerador de Manuel, en su lugar hay dos
cristales que reflejan el brillo de la lámpara de la cocina, el cuerpo tiene
casi un mes en aquél lugar…
- ¿Sabes?,
Últimamente he notado que la luz en tus ojos ha menguado, quizás sea momento de
que te renueves, mi amor…
Los
cristales reflejan la macabra sonrisa del asesino, que mira tiernamente los
cristales, los “ojos” de su amada, captando cada brillo, cada destello de esa
hermosa luz que ilumina su mirada, no puede dejar que ese resplandor
desaparezca… no puede permitir que se extinga… no puede permitirlo... no debe
dejar que se termine… jamás…
martes, 23 de octubre de 2012
Atrapado (Halloween Special)
Rodrigo no
puede creer en su buena suerte, justo cuando viene saliendo de una relación con
una pobre tonta que nunca lo comprendió, su ex novia, Mariana, lo invita a su
casa para que vea algunas de las pinturas que ha terminado, él necesita compañía
y justamente ella se aparece, tan oportuna como siempre.
El día
señalado para la cita se baña y se viste a conciencia, pretende parecer despreocupado,
pero no descuidado; quiere causarle una buena impresión a Mariana y al mismo
tiempo que sepa que la relación que acaba de terminar no significó gran cosa
para él, pero tampoco quiere darle esperanzas de un imposible regreso; así que
la tarea, titánica y casi imposible, queda cumplida justo a tiempo: él, como
siempre, llegará quince elegantes minutos tarde, para que ella vea que no lo
tiene dominado.
Toman un
café, la conversación es agradable y amable como siempre, luego de un rato Mariana
invita a Rodrigo a su casa para que vea las pinturas recién terminadas; al
llegar, cosa rara, no encuentran a nadie, el joven inquiere a Mariana al
respecto y ella se limita a decir que sus padres están de viaje y regresarán la
semana entrante, sus hermanos aprovecharon la ocasión para pasar unos días con
sus noviecitas…
El joven
entra en la casa tantas veces visitada, los gatos que allí viven lo reciben
como siempre, lo olfatean y se restriegan en sus piernas, pero esta vez no lo
dejan solo un segundo, Rodrigo no presta demasiada atención en ello y Mariana
lo acompaña hasta su pequeño estudio, donde las pinturas se están secando todavía…
Los trazos
histéricos, frenéticos, obsesivos, acentuados por toda la gama de colores
oscuros y sombríos mezclados con el rojo chillante que estalla en los ojos, las
figuras humanas deformadas, torcidas, torturadas, que le recuerdan las pinturas
de Francis Bacon (sobre todo la que Mariana llamó El Emperador, indudablemente inspirada en el pintor inglés), todo
este cambio en el arte de la chica con la que compartió su vida durante tanto
tiempo deja a Rodrigo de una pieza, no es que antes no pintara cosas
tenebrosas, pero en su mayoría eran lienzos mediocres (no es nada personal,
Rodrigo siempre es muy imparcial en sus análisis) inspirados vagamente por los
grabados de Doré y Goya, pero nada que llegara a la maestría del español, ahora
podía ver que Mariana al fin había captado algo de esa grandeza en otro cuadro
(La Pesadilla) con alusiones tan
claras a la locura, que parecía que el sueño del torturado personaje del cuadro
iba a estar presente en el descanso nocturno del espectador.
- ¡Esto es
increíble! ¿Cómo lograste estos tonos? ¡Son únicos!
- No fue
fácil, querido, pero lo logré con mucho esfuerzo.
- ¿Y los
temas? ¿Cómo lograste estas imágenes majestuosas? ¿Te dejaste llevar por la
influencia de Goya y Bacon?
- No
precisamente, me inspiró bastante, corazón, pero no me basé en eso…
- Lo que
no deja de fascinarme es el tono de la pintura roja de El Emperador, estoy seguro que este color no es fácil de encontrar…
¿me equivoco?
La artista
mira seriamente a su ex novio, cuando Rodrigo empieza a pensar que cometió una
equivocación, Mariana dice:
- ¿De
verdad quieres saber de dónde lo saqué?
- ¡Claro!
- Muy
bien, creo que todavía quedó algo en mi armario, yo voy por un refresco y te
alcanzo allí, ¿va?
- Ok, acá
te veo.
Mariana va
hacia la cocina, Rodrigo, todavía fascinado por los cuadros, entra en el cuarto
de su ex, lo conoce a la perfección, pasó más de una noche ahí y está
perfectamente familiarizado con el cuarto…
Pero no
con la nueva decoración, figuras tenebrosas, afiches de películas violentas,
gore y demás, muchas de las cuales Rodrigo jamás ha visto a pesar de su amplia
experiencia cinéfila, imágenes de cuadros tenebristas y aterradores, las
imágenes lo sobrecogen, un escalofrío recorre su espalda, y piensa que seguro
esta vez no se queda a dormir en ese cuarto, justo entonces abre la puerta del
armario, busca en el suelo y no ve ningún bote de pintura, da unos pasos hacia
atrás y se da cuenta del par de botas negras que están entre los zapatos de
Mariana, no son de su talla, y además parece que…
En ese
momento el horror lo golpea, literalmente, desde adentro del armario cae un
cadáver, el olor y la apariencia le dan a entender a Rodrigo que el muerto
lleva ahí varios días, al arrojar el cuerpo al suelo cree distinguir en sus
rasgos putrefactos el rostro de otro de los ex novios de Mariana, no recuerda
el nombre del tipo, pero sí su rostro cuando se da cuenta que sobre la cómoda
está una foto de él junto a la mujer, además hay una de ella con sus hermanos y
unas chicas que Rodrigo supone las cuñadas de su ex novia, en otra foto aparece
ella con otro sujeto desconocido, y finalmente está la de ellos dos, no sería
raro, de no ser porque los rostros de las fotografías fueron tachados con
marcador negro...
Rehén del
horror, Rodrigo levanta la mirada, sólo para descubrir a Mariana armada con un
martillo, que lo mira mientras sonríe sádicamente, sin poder gritar, comprende
perfectamente que su vida ha terminado cuando su ex novia le dice:
- Ahora ya
sabes de donde proviene el color. Querido.
El Valor de la Vida (Halloween Special)
Juan
Manuel sale de su oficia, está atardeciendo en la Ciudad de México y el sol
acaricia los edificios de oficinas de la transitada avenida, los coches, que
durante el día recorren el infatigable río de asfalto y los puentes que se encuentran
nueve pisos debajo de la oficina del joven, ahora se encuentran totalmente
parados, haciendo ver toda la zona como un gigantesco estacionamiento,
afortunadamente, el oficinista sólo tiene que caminar unas cuantas cuadras para
alcanzar la estación del metro más cercana, y así poder llegar con más rapidez
a casa…
Mientras camina sobre el enorme atolladero, al lado de otra avenida que cruza la ciudad de oriente a poniente, Juan Manuel repara en una chica alta, de cabello corto y rubio, que rodea bellamente su cabeza, sólo puede verla de perfil, alcanza a distinguir unos enormes ojos azules, melancólicos, que miran al horizonte, hacia las bestias mecánicas detenidas a sus pies, pensativa y serena, su nariz es recta, pequeña y altiva, aguileña, al respirar se hincha ligeramente, dando la sensación de que su dueña trata de aspirar más aire del que le permite el tamaño de su nariz, la boca es pequeña, de labios carnosos, la chica no está maquillada y aún así es hermosa, el chico se siente impulsado a hablarle, y cuando se da cuenta ya está junto a ella, diciendo:
- Disculpa mi intromisión pero, ¿estás bien?
La chica se sobresalta un poco, mira azorada a Juan Manuel y sólo contesta:
- Sí.
- ¿Segura?, te notas algo preocupada…
- No es nada, ya se me pasará.
- ¿De verdad?, si quieres yo podría acompañarte al metro, o a algún lugar donde puedas ir a casa…
Mientras camina sobre el enorme atolladero, al lado de otra avenida que cruza la ciudad de oriente a poniente, Juan Manuel repara en una chica alta, de cabello corto y rubio, que rodea bellamente su cabeza, sólo puede verla de perfil, alcanza a distinguir unos enormes ojos azules, melancólicos, que miran al horizonte, hacia las bestias mecánicas detenidas a sus pies, pensativa y serena, su nariz es recta, pequeña y altiva, aguileña, al respirar se hincha ligeramente, dando la sensación de que su dueña trata de aspirar más aire del que le permite el tamaño de su nariz, la boca es pequeña, de labios carnosos, la chica no está maquillada y aún así es hermosa, el chico se siente impulsado a hablarle, y cuando se da cuenta ya está junto a ella, diciendo:
- Disculpa mi intromisión pero, ¿estás bien?
La chica se sobresalta un poco, mira azorada a Juan Manuel y sólo contesta:
- Sí.
- ¿Segura?, te notas algo preocupada…
- No es nada, ya se me pasará.
- ¿De verdad?, si quieres yo podría acompañarte al metro, o a algún lugar donde puedas ir a casa…
- ¿Quieres
dejar de molestarme?, ¿No entiendes lo que quiere decir la palabra “no”?
Juan
Manuel, pasmado por la frialdad de la mujer, asiente con la cabeza y murmura:
- Tienes
razón, sólo estoy molestando, lo siento.
Dicho
esto, el oficinista empieza a caminar hacia la estación del metro, piensa un
poco en la belleza de la chica y mucho en su frialdad y grosería… ¿de verdad
estaba molestando?, a él le parecía que sólo trataba de ser amable, después de
todo, la chica parecía afectada por algo, claro que él no solía abordar así a
las chicas, en ese momento comprendió que algo en ella le había dado mala
espina, casi parecía que la chica estuviera a punto de…
- Oye…
Alguien
jala del brazo gentilmente a Juan Manuel, cuando voltea, se percata que es la
chica que acababa de dejar en el puente, tuvo que haber corrido un poco, porque
sus mejillas se notaban enrojecidas y ella respiraba agitadamente, el chico
dijo:
- ¿Si?
- Disculpa
que te haya tratado de esa manera, fui muy grosera, comprendo que sólo querías
ser amable, ¿Cómo te llamas?
- Juan
Manuel Prado…
- Mucho
gusto, Juan Manuel, yo me llamo Olivia Sonneilon…
Al ver el
rostro de desconcierto del joven, Olivia le explicó que sus padres eran
franceses, pero ella había nacido en México, dicho esto, la chica le preguntó
si no le molestaría que lo acompañara, Juan Manuel aceptó y caminaron juntos
hasta la estación del metro, Olivia iba más sonriente y amable de lo que había
estado en el puente, pero seguía viéndose melancólica, el muchacho no quiso
profundizar en este asunto hasta que el metro casi iba llegando a la terminal,
Olivia le había dicho que cuando él la encontró, casualmente iba hacia su casa,
cerca de la misma estación donde Juan Manuel bajaba, poco antes de descender,
el oficinista le preguntó a la chica:
- Dime una
cosa, Olivia, ¿Por qué estabas triste en el puente?
La mujer
de nuevo adoptó una mirada fría y le espetó secamente:
- Eso es
algo que no te importa, Juan Manuel.
Olivia no
volvió a abrir la boca hasta que descendieron del metro, al salir de la
estación se despidió secamente de su acompañante y se perdió entre las calles
cercanas, Juan Manuel se quedó con la impresión de que había cometido una
indiscreción y caminó hacia su hogar…
El día
siguiente, sin embargo, traería una sorpresa a la rutina del oficinista, al
salir de trabajar, encontró a Olivia en el mismo punto donde la halló el día
anterior, por un segundo supuso que ella lo ignoraría, pero se equivocaba, la
chica volteaba constantemente a ver a los que pasaban cerca de ella, y Juan
Manuel dedujo que lo estaba esperando, cuando llegó hasta ella, esta duda se
despejó:
- ¡Hola,
Juan Manuel!
- Hola,
Olivia…
- Oye,
quería disculparme contigo, ayer fui demasiado brusca, no tienes porqué saber
lo que pasó y es obvio que no tuviste mala intención… ¿te molesta si te
acompaño de nuevo?
Juan
Manuel estuvo a punto de decirle que no, que prefería irse solo, pero la
presencia de la chica lo dejaba extrañamente fascinado, parecía que bajo esa
mirada triste pero amable, latiera algún secreto inconfesable, y la curiosidad
podía más que cualquier sensación de desagrado…
- Claro,
Olivia, no hay problema.
Ambos
comenzaron a caminar mientras conversaban más animadamente que la tarde
anterior, abordaron el metro y platicaron todo el camino hasta la terminal,
allí se despidieron, acordando verse al día siguiente de nuevo…
Así
pasaron los días, Juan Manuel y Olivia se encontraban diariamente sobre el puente
e iban conversando todo el camino hasta la terminal del metro, la conversación
era cada vez más animada, cada vez más amistosa, cada vez más íntima...
Un buen
día, Juan Manuel se encontró a su amiga algo más melancólica que de costumbre,
la forma en que miraba al horizonte ese día le recordaba al chico el primer día
que se encontró con Olivia, recordó en ese momento que lo que le dio mala
espina la primera vez era que la mujer parecía dispuesta a…
- Hola,
Juan Manuel…
- Hola,
Olivia ¿todo bien?
- No, hoy
es un día triste…
- ¿Por
qué?
- Hoy se
cumple un año de la tragedia…
- ¿Cuál
tragedia, Olivia?
La chica
no contesta, el joven siente un escalofrío que le recorre la espalda, de pronto
Olivia dice:
- ¿Te
molesta si nos vemos mañana?, Tengo que ir a los puentes gemelos a arreglar
algo…
Ni
siquiera lo había mirado al decir esto, Juan Manuel no tuvo más remedio que
decir:
- Seguro,
no hay problema… ¿segura que todo está bien?
- Sí, es
sólo que… tengo que cerrar un ciclo…
- Bueno,
hasta mañana entonces…
- Hasta
mañana, mi muy querido amigo…
El joven
se despidió de Olivia asombrado, el cambio operado en ella era notable, antes
de irse alcanzó a ver que la chica tomaba un camión hacia la exclusiva zona
residencial que se alza en el extremo poniente de la ciudad, sin poder quitarse
de la cabeza la situación, Juan Manuel fue a su casa…
Le tomó
unas cinco estaciones darse cuenta de lo que pensaba, primero, que Olivia
estaba deprimida, seguramente por alguna tragedia personal, segundo, ese día se
cumplía un año, tercero, que había ido a “cerrar un ciclo” a los “puentes
gemelos”, le tomó otras cinco estaciones el conectar todas las ideas que le
rondaban con lo que le dio mala espina el primer día que conoció a Olivia... la
chica parecía estar a punto de saltar hacia el Periférico cuando la abordó, una
rápida investigación en Internet en cuanto llegó a casa le reveló el misterio,
al buscar pistas, Juan Manuel encontró la siguiente noticia:
“Suicida en Las Lomas.
El día de hoy la policía encontró el cuerpo sin vida de
Gonzalo Romero, el cadáver fue hallado debajo de los puentes gemelos que cruzan
la cañada que se encuentra a la altura de la calle de Bosque de Duraznos, en la
exclusiva zona residencial de Las Lomas, las autoridades están convencidas que
el joven se suicidó.”
El chico,
desesperado, sale corriendo en dirección opuesta a la que acaba de recorrer,
vuelve a la zona de su oficina, toma un camión a Las Lomas cuando la noche
envuelve la Ciudad de los Palacios, y para el momento en que llega al puente de
Bosque de Duraznos ya es noche cerrada, Juan Manuel corre hasta que encuentra a
Olivia en el otro extremo del puente, recargada sobre el barandal que la separa
de la barranca, las delicadas piernas balanceándose de un lado a otro, sin
aliento, el muchacho llega hasta Olivia y grita:
- ¡No lo
hagas!
Olivia lo
mira sorprendida, al mismo tiempo que con una agilidad asombrosa, sube ambas
piernas al borde mismo del barandal, mientras grita:
- ¡No te
acerques, esto no es asunto tuyo!
- ¡Pero no
vale la pena, Olivia!
- ¿Que no
vale la pena?, ¿Qué demonios sabes tú sobre el amor? ¿Acaso has amado a alguien
de la manera en que amaba… amo, a Gonzalo? ¡No quiero vivir sin él!
- ¡No
hagas esto, Olivia!, quizás no sé mucho sobre lo que sientes, pero sé esto: tu
vida no tiene porqué acabar junto con la de Gonzalo, tú debes superarlo…
-
¿Superarlo? ¿Cómo?
- Yo te
ayudo a superarlo, buscaremos ayuda profesional, buscaremos por todos los
medios la forma en que puedas dejarlo ir, no vale la pena terminar tu vida así,
Olivia…
La chica
lloraba, Juan Manuel se acercó lentamente a ella, la chica dejó de tensar los
brazos y sollozaba, el chico la tomó por los hombros y la ayudó a bajar, ella
se alejó del barandal y abrazó fuerte a Juan Manuel, mientras decía:
- Gracias,
muchas gracias, amigo…
- De nada,
Olivia, al contrario, gracias a ti por no haber saltado…
- No me
agradezcas todavía, imbécil…
Juan
Manuel apenas pudo digerir esas palabras, se separó de Olivia lo suficiente
para ver la siniestra sonrisa que cruzaba su rostro, acto seguido, la chica lo
soltó y lo empujó, el joven no se había dado cuenta de lo cerca que estaba del
barandal y cayó de espaldas hacia el barranco, durante su caída no pudo quitar
la vista de la mirada alegre y diabólica que Olivia le dedicaba, segundos después,
su cuerpo se rompía al impactar el suelo, murió al instante…
Olivia
miró en todas direcciones, nadie la había visto, sonrió, por fin había
terminado un ciclo…
“Suicida en Las Lomas.
El día de hoy la policía encontró el cuerpo sin vida de
Juan Manuel Prado, el cadáver fue hallado debajo de los puentes gemelos que
cruzan la cañada que se encuentra a la altura de la calle de Bosque de
Duraznos, en la exclusiva zona residencial de Las Lomas, las autoridades están
convencidas que el joven se suicidó.”
Un par de
meses después, otro joven oficinista, que utilizaba el mismo camino que Juan
Manuel, repara en una chica alta, cabello a los hombros, negro, que rodea
bellamente su cuello y hombros, sólo puede verla de perfil, alcanza a
distinguir unos enormes ojos azules, melancólicos, que miran al horizonte,
hacia las bestias mecánicas detenidas a sus pies, pensativa y serena, su nariz
es recta, pequeña y altiva, aguileña, al respirar se hincha ligeramente, dando
la sensación de que su dueña trata de aspirar más aire del que le permite el
tamaño de su nariz, la boca es pequeña, de labios carnosos, la chica no está
maquillada y aún así es hermosa, el chico se siente impulsado a hablarle y le
dice:
- Disculpa
que me meta, pero, ¿estás bien?
La chica
se sobresalta un poco, mira azorada al muchacho y sólo contesta:
- Eso es
algo que no te importa…
Luego de
que el chico se disculpa, Olivia Sonneilon lo ve irse y sonríe, otro ciclo está
por comenzar…
En el Metro V
(Nota: Como recomendación personal, sugiero leer este cuento mientras escuchan "Malagueña Salerosa" en la versión del soundtrack de Kill Bill)
Estación Chabacano
Viernes, 23:45 horas…
La chica mira directo a los ojos al sujeto que tiene frente a ella, todo el rencor, el odio y los deseos de venganza se acumulan y enturbian su mirada, el porte del tipo, esos eternos lentes oscuros tan mamones, el aire de autosuficiencia, la soberbia y el desprecio que desborda todo él la fastidian, la hartan, la exasperan; por eso están ahí, en el pasillo, dispuestos a resolver esa maldita disputa de una vez por todas…
El hombre la mira: la mujer, menuda, delgada y hermosa, de lindos ojos color avellana, cabello corto, negro e indomable, tan intolerantemente bella como siempre, tan divina, tan delicada, tan irreal a veces; ahora lo mira con odio, ambos supieron desde siempre que terminarían así, todo lo que había pasado entre ellos tres era sólo un largo camino de encuentros, desencuentros, ataques, defensas y retiradas, que los había de llevar, inexorablemente, a este punto…
- ¿Lista, mi adorable guerrera?
- Cuando gustes, miserable…
El viento arroja un periódico hacia el pasillo, el cual vuela y se arrastra por el improvisado campo de batalla, justo en el punto ciego de las cámaras de seguridad, la alocada y despreocupada carrera del papel arrugado es detenida por una chica alta, guapísima como la guerrera de cabello negro e indomable, tierna y temerosa, que observa como el amor de su vida está a punto de enfrentarse a la pesadilla de su vida, de la batalla depende su futuro, su felicidad y su ser, ella siente, igual que él, que todo lo que ha pasado ha sido simplemente un prólogo para el épico enfrentamiento que está por desatarse…
- ¡Vamos, perra!
- ¡Bastardo!
Ambos combatientes corren, ella escondiendo su sable en la espalda, él llevándolo en la mano izquierda, las trayectorias finalmente chocan, se escucha claramente el sonido del acero estrellándose frente a sus ojos, también puede ver perfectamente los destellos argentinos que despiden las armas al ser iluminadas por los simples focos de la estación, la batalla es veloz, despiadada y sin cuartel, de pronto, la chica lanza su ataque y el sujeto logra evadirlo, da media vuelta y logra descargar el golpe antes de que la guerrera del cabello indomable logre reponerse, ahora ella luce un largo corte en la espalda baja, la sangre mana abundante de la herida, la chica respira agitada, su cabello luce aún más rebelde que antes, él jadea debido al esfuerzo realizado, los dos guerreros descansan en sus posiciones por un momento, luego levantan los sables, dispuestos a lanzar el último ataque, el chico dice:
- Aún es tiempo de arrepentirse y retirarse, guerrera…
Ella lo mira sin parpadear, toma el sable con ambas manos y se coloca en posición, mientras dice:
- Ataca tan duro como puedas…
Un destello que se refleja en los lentes oscuros impide ver el ligerísimo asombro con que estas palabras han sido recibidas, ambos se miran una última vez y avanzan, corren hacia ese, el último embate de la batalla…
Los sables chocan, el acero produce un sonido agudo y estruendoso, él gira para alcanzarla, el arma produce un sonido escalofriante al avanzar hacia la cabeza de la chica, ella, por su parte, descarga con toda su fuerza el último golpe…
Ambos se quedan quietos, jadeantes, todo lo que debía entregarse en este combate se ha entregado, ella está agachada, él de pie, el sable de la chica aún está en sus manos, él todavía sostiene el suyo con la mano derecha, los dos siguen respirando entrecortadamente, la chica frente a ellos observa pasmada el resultado de la batalla, no puede creerlo…
Finalmente, la tensión es rota cuando uno de los sables cae al suelo con gran estruendo…
Él está herido de muerte, la guerrera de cabello indomable logró evadir el sable que viajaba hacia su rostro, sólo perdió parte de su cabello al agacharse, su último ataque, en cambio, atravesó limpiamente el vientre de su oponente, quien, luego de soltar el sable, cae de rodillas, sus últimas palabras son:
- Ahora sabemos quién de los dos es mejor, guerrera…
- Nunca se trató de eso, y lo sabes…
- Disfruta tu victoria, la has ganado limpiamente…
La guerrera del cabello indomable, sin mirarlo, sonríe; se recupera y se pone de pie, toma a la chica de la muñeca y le dice suavemente:
- Vámonos, mi amor…
La otra chica le sonríe, la mira y se abraza a ella, ambas suben al andén y desparecen para siempre…
Estación Chabacano
Viernes, 23:45 horas…
La chica mira directo a los ojos al sujeto que tiene frente a ella, todo el rencor, el odio y los deseos de venganza se acumulan y enturbian su mirada, el porte del tipo, esos eternos lentes oscuros tan mamones, el aire de autosuficiencia, la soberbia y el desprecio que desborda todo él la fastidian, la hartan, la exasperan; por eso están ahí, en el pasillo, dispuestos a resolver esa maldita disputa de una vez por todas…
El hombre la mira: la mujer, menuda, delgada y hermosa, de lindos ojos color avellana, cabello corto, negro e indomable, tan intolerantemente bella como siempre, tan divina, tan delicada, tan irreal a veces; ahora lo mira con odio, ambos supieron desde siempre que terminarían así, todo lo que había pasado entre ellos tres era sólo un largo camino de encuentros, desencuentros, ataques, defensas y retiradas, que los había de llevar, inexorablemente, a este punto…
- ¿Lista, mi adorable guerrera?
- Cuando gustes, miserable…
El viento arroja un periódico hacia el pasillo, el cual vuela y se arrastra por el improvisado campo de batalla, justo en el punto ciego de las cámaras de seguridad, la alocada y despreocupada carrera del papel arrugado es detenida por una chica alta, guapísima como la guerrera de cabello negro e indomable, tierna y temerosa, que observa como el amor de su vida está a punto de enfrentarse a la pesadilla de su vida, de la batalla depende su futuro, su felicidad y su ser, ella siente, igual que él, que todo lo que ha pasado ha sido simplemente un prólogo para el épico enfrentamiento que está por desatarse…
- ¡Vamos, perra!
- ¡Bastardo!
Ambos combatientes corren, ella escondiendo su sable en la espalda, él llevándolo en la mano izquierda, las trayectorias finalmente chocan, se escucha claramente el sonido del acero estrellándose frente a sus ojos, también puede ver perfectamente los destellos argentinos que despiden las armas al ser iluminadas por los simples focos de la estación, la batalla es veloz, despiadada y sin cuartel, de pronto, la chica lanza su ataque y el sujeto logra evadirlo, da media vuelta y logra descargar el golpe antes de que la guerrera del cabello indomable logre reponerse, ahora ella luce un largo corte en la espalda baja, la sangre mana abundante de la herida, la chica respira agitada, su cabello luce aún más rebelde que antes, él jadea debido al esfuerzo realizado, los dos guerreros descansan en sus posiciones por un momento, luego levantan los sables, dispuestos a lanzar el último ataque, el chico dice:
- Aún es tiempo de arrepentirse y retirarse, guerrera…
Ella lo mira sin parpadear, toma el sable con ambas manos y se coloca en posición, mientras dice:
- Ataca tan duro como puedas…
Un destello que se refleja en los lentes oscuros impide ver el ligerísimo asombro con que estas palabras han sido recibidas, ambos se miran una última vez y avanzan, corren hacia ese, el último embate de la batalla…
Los sables chocan, el acero produce un sonido agudo y estruendoso, él gira para alcanzarla, el arma produce un sonido escalofriante al avanzar hacia la cabeza de la chica, ella, por su parte, descarga con toda su fuerza el último golpe…
Ambos se quedan quietos, jadeantes, todo lo que debía entregarse en este combate se ha entregado, ella está agachada, él de pie, el sable de la chica aún está en sus manos, él todavía sostiene el suyo con la mano derecha, los dos siguen respirando entrecortadamente, la chica frente a ellos observa pasmada el resultado de la batalla, no puede creerlo…
Finalmente, la tensión es rota cuando uno de los sables cae al suelo con gran estruendo…
Él está herido de muerte, la guerrera de cabello indomable logró evadir el sable que viajaba hacia su rostro, sólo perdió parte de su cabello al agacharse, su último ataque, en cambio, atravesó limpiamente el vientre de su oponente, quien, luego de soltar el sable, cae de rodillas, sus últimas palabras son:
- Ahora sabemos quién de los dos es mejor, guerrera…
- Nunca se trató de eso, y lo sabes…
- Disfruta tu victoria, la has ganado limpiamente…
La guerrera del cabello indomable, sin mirarlo, sonríe; se recupera y se pone de pie, toma a la chica de la muñeca y le dice suavemente:
- Vámonos, mi amor…
La otra chica le sonríe, la mira y se abraza a ella, ambas suben al andén y desparecen para siempre…
En el Metro IV
Estación
Polanco
Sábado,
23:15 horas…
El hombre
voltea en todas direcciones, siente que lo siguen, por otro lado, es casi
imposible que alguien lo haya visto, incluso es imposible que alguien sospeche,
¿quién podría darse cuenta de lo que lleva encima?...
Aprieta el
paso, las dos maletas negras que lleva llaman mucho la atención, pero al ser
deportivas, casi todos los trasnochantes creen que debe haber equipo deportivo
en ellas, ¿cómo podrían saber que adentro va el producto de un robo?...
Llega al
fondo de la estación, nadie lo ve allí, dos chicas están casi a la mitad de la
estación y son las personas más cercanas a él, ¿cómo sospecharían que viene
huyendo?...
El tipo
trata de relajarse mirando el túnel, siendo tan bueno con los números, al
abandonar el tren de la dirección contraria la estación, no puede evitar
calcular a ojo la velocidad de arranque, e incluso el tiempo que le toma
alcanzar 50 km/h, ¿Qué podría salir mal en ese momento?...
El tren
hace su entrada magistral, listo para llevarlo lejos, con el dinero que le
acaba de robar a su empresa, ya nada puede fallar ahora, se dice, es cosa de
llegar a…
Mientras
el metro hace su sonido característico, una persona chaparrita, en la que nadie
ha reparado, que salió desde el túnel cerrado que lleva al andén, se acerca por
detrás al sujeto, el Contador sólo se da cuenta de ello al verla reflejada en
los vidrios de los vagones, quiere gritar, pero al abrir la boca, la chica
(porque él sabe que es esa chica) le
impide emitir sonido alguno con la mano, extrae un cuchillo afiladísimo de su
gabardina y hábilmente, mientras el convoy llega a la mitad, corta de un tajo
el cuello del Contador…
El metro
abandona la estación, ¿las maletas? Ya no están; ¿las chicas? Nunca vieron a la
chica degollar al Contador e incluso viajan en el mismo convoy que ella;
¿sospechas? Sólo del policía, cuando la señora de la limpieza le haga señas y
el Contador ya lleve más de 30 minutos frío; ¿el robo? Descubierto el lunes,
junto con la muerte del Contador; ¿el botín? Sirvió para comprar una casa en la
playa, un pequeño y simpático cochecito, y un retiro dorado para una joven
secretaria que estaba harta de su antipático jefe…
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