jueves, 21 de noviembre de 2013

La Oscuridad

- ¿Necesita algo más, señor?
- No Martín, ya puedes irte, muchas gracias…
- Hasta mañana entonces, señor.

El mayordomo se despide de mí haciendo una ligera reverencia, después abre la puerta y se adentra en esta asquerosa noche de perros, las nubes han cubierto el cielo desde el mediodía, el frío cala hasta los huesos y todo hace pensar que hoy caerá la última tormenta del año, puedo sentir la lacerante helada en las rodillas; me dejo caer en el sillón, frente a mi escritorio y mi cena, aún quedan algunos pendientes que quisiera revisar.

El viento aúlla en las ventanas, el sonido que hace al pasar por el largo corredor que lleva hasta el estudio donde me encuentro es aterrador, aunque suene raro, ya estoy acostumbrado a ese ruido lastimero que ocupa la enorme casa; desde la muerte de mi esposa este caserón es demasiado para mí, pero me resisto a irme, por cuestiones de espacio principalmente, los recuerdos y los bienes acumulados en cuarenta años no pueden guardarse en un departamento.

Terminada la cena, hago una última revisión a los documentos de la compañía, siempre que tengo que autorizar algo relacionado con la empresa no puedo evitar sonreír, a principios de siglo, cuando era yo más joven y audaz que ahora, decidí invertir parte de mi capital en financiar a unos amigos médicos que se dedicaban a la investigación, en aquél entonces mi esposa me reclamó haber destinado parte de nuestro dinero a ello, según ella, mis amigos jamás lograrían algo trascendente y sólo estábamos tirándolo… ¿quién podría habernos prevenido sobre La Plaga?

Tan sólo cinco años después de haber financiado a la compañía, una enfermedad nueva, devastadora y desconocida, empezó a asolar a la humanidad, al principio fue confundida con algunos de los padecimientos ya existentes, pero al cabo de seis meses, casi la mitad de la población del planeta estaba contagiada, el mundo vio caer a un cuarto de sus habitantes, y la enfermedad no daba visos de detener su mortal avance, fue justo por esas fechas, cuando muchos dimos por sentado que ese era el fin y nada podría detenerlo, que uno de mis socios encontró una posible cura a la enfermedad.

Desafortunadamente, dicha cura sólo existía en el plano teórico, para ser llevada a la realidad requería experimentación, el problema era que debido a la tasa de mortalidad y al avance rampante de la infección, esto sólo podía hacerse sobre seres humanos, al principio creímos que sería fácil encontrar voluntarios, pero la escasez de estos últimos obligó a varios gobiernos a imponer nuestro criterio: la experimentación se haría sobre ejemplares vivos, escogidos al azar.

Al dejar de lado el factor de la voluntad humana, el avance logrado por mis socios fue espectacular, y aunque algunos de ellos sucumbieron en su guerra contra este asesino implacable, al final hubo éxito, y la cura fue descubierta, la salvación de la raza humana trajo un bienestar sin precedentes para todos nosotros, a final de cuentas, como bien dije yo en la junta que tuvimos luego de la proeza, todos estaban en deuda con nosotros, en todos lados, para siempre.

Justo cuando mi momento nostálgico termina una violenta ráfaga abre de par en par la puerta de mi estudio, creí haberla dejado cerrada con llave, pero este aire helado que llega hasta mi silla deja claro que no lo hice, antes de levantarme a cerrar la pesada puerta, me detengo un momento a disfrutar la vista del pasillo que lleva hasta la entrada de la mansión.

El decorado del amplio corredor es digno de un rey: candelabros, espejos, tapices, pinturas y esculturas decoran el camino, todo hecho con los mejores y más finos materiales, por las manos de todos los expertos artesanos que las enviaron en agradecimiento a la Salvación… ahora que recuerdo, las esculturas, tan vívidas y hermosas, fueron motivo de preocupación en los últimos años de la vida de mi esposa, ella decía que podía percibir sus murmullos, incluso creía que las oía lamentarse en las noches sin luna.

La luz se corta de repente, cosa de un segundo, un parpadeo; cuando vuelve a iluminar la sala, todo sigue como hasta ahora, el viento helado sigue recorriendo la estancia y arrancando ruidos siniestros del corredor; el suministro debe estar fallando, ya que la luz vuelve a cortarse, regresa después de unos segundos, todo parece estar igual… ¿acaso esa escultura está distinta?, no lo creo.

La luz falla de nuevo, dejándome a oscuras durante unos segundos, mientras espero, escucho ruidos furtivos en el corredor, y al hacerse de nuevo la luz creo ser presa de una alucinación… definitivamente esa mujer bajó los brazos, ese ángel movió el pie derecho, y no cabe duda que el arquero no estaba volteando hacia acá…

La energía falta, la oscuridad reina dentro de mi extensa residencia, los sonidos nuevamente se hacen presentes, y al iluminarse de nuevo el corredor, todas las figuras han cambiado su posición, más de una parece prepararse para bajar al pasillo, algunas parecen encaminarse hacia mi estudio, esto no puede estar pasando, es un sueño, nada más.

La oscuridad vuelve a envolver la estancia, esta vez estoy seguro que los sonidos están ahí, frente a mí hay movimiento, y esta vez suena a que hay mucho; al mismo tiempo, la falta de luz me hace aguzar el oído, lo cual me permite percibir sonidos francamente alucinantes, como la voz que pronuncia:

La hora ha llegado

Todo se ilumina de súbito, el arquero se ha acercado a la puerta, el ángel está a su derecha, y ambos parecen flanquear el paso a la estatua de una mujer que lleva un cántaro entre manos, y que hace unos minutos decoraba el recibidor de la casa, esto es un chiste, un mal sueño, una imagen producida por el exceso de trabajo…

La luz falla de nuevo, los movimientos me indican que algo se acerca a mí, de pronto, el voltaje empieza a flaquear, y hace intermitente el apagón, a la luz sigue la tiniebla, en una rápida sucesión que parece mostrarme una película cuadro por cuadro, las figuras se acercan más y más al escritorio, estoy enloqueciendo, porque escucho perfectamente a la mujer del cántaro que dice:

Pagarás por tus pecados

Toda esta broma de mi cerebro me tiene con los nervios de punta, ¿Alucinar yo?, ¿Dejarme llevar por una simple falla neuronal?, ¿Ser vencido por un coro de ilusiones macabras?... ¡Jamás!, esas voces, esos movimientos, ese arquero que levanta una flecha hacia mí, ese ángel que tiene la espada lista para descargar el golpe, la mujer que alza el jarrón para dejarlo caer sobre mi cabeza, los lamentos, los gritos y alaridos de dolor y sufrimiento que creo escuchar… nada de eso está aquí, nada está pasando realmente, y yo sólo me estoy dejando llevar.

Nadie escapa a su destino

¿Destino?, ¿A qué te refieres con destino, engendro?, ¿Crees que me intimidas?, ¿Piensas que me arrepentiré al verte tan cerca?, ¿Piensas que lloraré y pediré perdón?... ¡Jamás!, ¿me escuchaste?, ¡Nunca pediré perdón, ni me arrepentiré!, ¿Y qué si asesinamos a millones?, ¡Era necesario!; ¿Qué lucré con ello?, ¡Claro!, ¡Si no fuera por mí todos estarían muertos!, Y si crees que provocarme esta alucinación me hará rogar… ¡Puedes irte al demonio!.

Pagarás por tus pecados

Al volver la luz, veo la punta de la flecha frente a mis ojos; la espada lista para ser descargada sobre mi espalda; el cántaro listo para aplastarme el cráneo… ¿Creen que esto me asusta?, ¡Ustedes no existen!, ¿lo oyen?, ¡Sólo son un producto de mi imaginación!

Pagarás por tus pecados

La luz flaquea, como la que deja una vela al irse extinguiendo, puedo ver las expresiones de odio y rencor en los rostros de las estatuas frente a mí, para demostrarme que todo esto es una simple alucinación, alargo la mano para tocar la punta de la flecha, que es el objeto más cercano, cuando no pueda tocarla, habré probado que todo es una ilusión y podré descansar, al alcanzar la punta de la flecha, percibo el frío bronce del que está hecha…

Pagarás por tus pecados

La luz se fue y la oscuridad absoluta me envuelve, que Dios se apiade de mí.

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