-
¿Necesita algo más, señor?
- No
Martín, ya puedes irte, muchas gracias…
- Hasta
mañana entonces, señor.
El
mayordomo se despide de mí haciendo una ligera reverencia, después abre la
puerta y se adentra en esta asquerosa noche de perros, las nubes han cubierto
el cielo desde el mediodía, el frío cala hasta los huesos y todo hace pensar
que hoy caerá la última tormenta del año, puedo sentir la lacerante helada en
las rodillas; me dejo caer en el sillón, frente a mi escritorio y mi cena, aún
quedan algunos pendientes que quisiera revisar.
El viento
aúlla en las ventanas, el sonido que hace al pasar por el largo corredor que
lleva hasta el estudio donde me encuentro es aterrador, aunque suene raro, ya
estoy acostumbrado a ese ruido lastimero que ocupa la enorme casa; desde la
muerte de mi esposa este caserón es demasiado para mí, pero me resisto a irme,
por cuestiones de espacio principalmente, los recuerdos y los bienes acumulados
en cuarenta años no pueden guardarse en un departamento.
Terminada
la cena, hago una última revisión a los documentos de la compañía, siempre que
tengo que autorizar algo relacionado con la empresa no puedo evitar sonreír, a
principios de siglo, cuando era yo más joven y audaz que ahora, decidí invertir
parte de mi capital en financiar a unos amigos médicos que se dedicaban a la
investigación, en aquél entonces mi esposa me reclamó haber destinado parte de
nuestro dinero a ello, según ella, mis amigos jamás lograrían algo trascendente
y sólo estábamos tirándolo… ¿quién podría habernos prevenido sobre La Plaga?
Tan sólo
cinco años después de haber financiado a la compañía, una enfermedad nueva,
devastadora y desconocida, empezó a asolar a la humanidad, al principio fue
confundida con algunos de los padecimientos ya existentes, pero al cabo de seis
meses, casi la mitad de la población del planeta estaba contagiada, el mundo
vio caer a un cuarto de sus habitantes, y la enfermedad no daba visos de
detener su mortal avance, fue justo por esas fechas, cuando muchos dimos por
sentado que ese era el fin y nada podría detenerlo, que uno de mis socios
encontró una posible cura a la enfermedad.
Desafortunadamente,
dicha cura sólo existía en el plano teórico, para ser llevada a la realidad
requería experimentación, el problema era que debido a la tasa de mortalidad y
al avance rampante de la infección, esto sólo podía hacerse sobre seres
humanos, al principio creímos que sería fácil encontrar voluntarios, pero la
escasez de estos últimos obligó a varios gobiernos a imponer nuestro criterio:
la experimentación se haría sobre ejemplares vivos, escogidos al azar.
Al dejar
de lado el factor de la voluntad humana, el avance logrado por mis socios fue
espectacular, y aunque algunos de ellos sucumbieron en su guerra contra este
asesino implacable, al final hubo éxito, y la cura fue descubierta, la
salvación de la raza humana trajo un bienestar sin precedentes para todos
nosotros, a final de cuentas, como bien dije yo en la junta que tuvimos luego
de la proeza, todos estaban en deuda con nosotros, en todos lados, para
siempre.
Justo
cuando mi momento nostálgico termina una violenta ráfaga abre de par en par la
puerta de mi estudio, creí haberla dejado cerrada con llave, pero este aire
helado que llega hasta mi silla deja claro que no lo hice, antes de levantarme
a cerrar la pesada puerta, me detengo un momento a disfrutar la vista del
pasillo que lleva hasta la entrada de la mansión.
El
decorado del amplio corredor es digno de un rey: candelabros, espejos, tapices,
pinturas y esculturas decoran el camino, todo hecho con los mejores y más finos
materiales, por las manos de todos los expertos artesanos que las enviaron en
agradecimiento a la Salvación… ahora que recuerdo, las esculturas, tan vívidas
y hermosas, fueron motivo de preocupación en los últimos años de la vida de mi
esposa, ella decía que podía percibir sus murmullos, incluso creía que las oía
lamentarse en las noches sin luna.
La luz se
corta de repente, cosa de un segundo, un parpadeo; cuando vuelve a iluminar la
sala, todo sigue como hasta ahora, el viento helado sigue recorriendo la
estancia y arrancando ruidos siniestros del corredor; el suministro debe estar
fallando, ya que la luz vuelve a cortarse, regresa después de unos segundos,
todo parece estar igual… ¿acaso esa escultura está distinta?, no lo creo.
La luz
falla de nuevo, dejándome a oscuras durante unos segundos, mientras espero,
escucho ruidos furtivos en el corredor, y al hacerse de nuevo la luz creo ser
presa de una alucinación… definitivamente esa mujer bajó los brazos, ese ángel movió
el pie derecho, y no cabe duda que el arquero no estaba volteando hacia acá…
La energía
falta, la oscuridad reina dentro de mi extensa residencia, los sonidos
nuevamente se hacen presentes, y al iluminarse de nuevo el corredor, todas las
figuras han cambiado su posición, más de una parece prepararse para bajar al
pasillo, algunas parecen encaminarse hacia mi estudio, esto no puede estar
pasando, es un sueño, nada más.
La
oscuridad vuelve a envolver la estancia, esta vez estoy seguro que los sonidos están
ahí, frente a mí hay movimiento, y esta vez suena a que hay mucho; al mismo
tiempo, la falta de luz me hace aguzar el oído, lo cual me permite percibir
sonidos francamente alucinantes, como la voz que pronuncia:
La hora ha llegado
Todo se
ilumina de súbito, el arquero se ha acercado a la puerta, el ángel está a su
derecha, y ambos parecen flanquear el paso a la estatua de una mujer que lleva
un cántaro entre manos, y que hace unos minutos decoraba el recibidor de la
casa, esto es un chiste, un mal sueño, una imagen producida por el exceso de
trabajo…
La luz
falla de nuevo, los movimientos me indican que algo se acerca a mí, de pronto,
el voltaje empieza a flaquear, y hace intermitente el apagón, a la luz sigue la
tiniebla, en una rápida sucesión que parece mostrarme una película cuadro por
cuadro, las figuras se acercan más y más al escritorio, estoy enloqueciendo,
porque escucho perfectamente a la mujer del cántaro que dice:
Pagarás por tus pecados
Toda esta
broma de mi cerebro me tiene con los nervios de punta, ¿Alucinar yo?, ¿Dejarme
llevar por una simple falla neuronal?, ¿Ser vencido por un coro de ilusiones
macabras?... ¡Jamás!, esas voces, esos movimientos, ese arquero que levanta una
flecha hacia mí, ese ángel que tiene la espada lista para descargar el golpe,
la mujer que alza el jarrón para dejarlo caer sobre mi cabeza, los lamentos,
los gritos y alaridos de dolor y sufrimiento que creo escuchar… nada de eso
está aquí, nada está pasando realmente, y yo sólo me estoy dejando llevar.
Nadie escapa a su destino
¿Destino?,
¿A qué te refieres con destino,
engendro?, ¿Crees que me intimidas?, ¿Piensas que me arrepentiré al verte tan
cerca?, ¿Piensas que lloraré y pediré perdón?... ¡Jamás!, ¿me escuchaste?,
¡Nunca pediré perdón, ni me arrepentiré!, ¿Y qué si asesinamos a millones?,
¡Era necesario!; ¿Qué lucré con ello?, ¡Claro!, ¡Si no fuera por mí todos
estarían muertos!, Y si crees que provocarme esta alucinación me hará rogar…
¡Puedes irte al demonio!.
Pagarás por tus pecados
Al volver
la luz, veo la punta de la flecha frente a mis ojos; la espada lista para ser
descargada sobre mi espalda; el cántaro listo para aplastarme el cráneo… ¿Creen
que esto me asusta?, ¡Ustedes no existen!, ¿lo oyen?, ¡Sólo son un producto de
mi imaginación!
Pagarás por tus pecados
La luz
flaquea, como la que deja una vela al irse extinguiendo, puedo ver las
expresiones de odio y rencor en los rostros de las estatuas frente a mí, para
demostrarme que todo esto es una simple alucinación, alargo la mano para tocar
la punta de la flecha, que es el objeto más cercano, cuando no pueda tocarla,
habré probado que todo es una ilusión y podré descansar, al alcanzar la punta
de la flecha, percibo el frío bronce del que está hecha…
Pagarás por tus pecados
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