Mientras viajaba hacia Ek, un
pequeño pueblo perdido en el estado de Yucatán, Matías Ríos se percató, con preocupación, de la gran cantidad de cruces que había a los lados de la
carretera por la que circulaba, era indudable que lo difícil
del trayecto provocara accidentes, pero había puntos donde las cruces
formaban dos y hasta tres filas, Matías pensaba que era increíble que tantas
personas hubieran muerto en esa pequeña carretera.
Un par de minutos después,
Matías encontró una curva muy cerrada, que afortunadamente estaba bien marcada, en este punto, la cantidad de cruces le hicieron pensar en un
bosque, por alguna extraña razón recordó los pequeños árboles de
bonsái que su abuela acostumbraba acomodar en el jardín, él solía mirarlos por horas, pensando en qué tipo de seres morarían en ese mundo, este recuerdo regresó a él por el extraño parecido entre los pequeños árboles y las cruces multicolores que adornaban la curva, por un
momento sintió un escalofrío en su cuerpo, pero lo atribuyó al frío que
empezaba a reinar en la zona, coincidiendo con el ocaso, Matías se dio cuenta
de que estaba retrasado y sus compañeros sin duda se molestarían por su demora.
Minutos después, llegó con la
camioneta al pequeño pueblo, sus amigos le habían dicho que era chico,
pero lo que estaba ante sus ojos era aún más humilde de lo que se había
imaginado, el pueblo constaba de unos cuantos jacales y casas
desperdigados alrededor de la carretera y limitados por la vegetación de
la selva, después de estacionar la camioneta y dar un par de vueltas, se
dio cuenta que era el primero en llegar, decidió comer antes de que sus compañeros lo alcanzaran, por si querían inciar grabaciones en cuanto llegaran, cansado por los rodeos que había estado dando por el pueblo, Matías empezó a
buscar dónde comer.
A los pocos minutos llegó a un caserón, que era el hostal del pueblo, un
letrero en la entrada rezaba: “Se da de comer”,
Matías entró y de inmediato sintió las miradas de los pocos parroquianos que cenaban ya en el hostal, una joven, adolescente apenas, se acercó a él con una sonrisa para ofrecerle la carta, Matías de inmediato se sintió atraído por las atenciones de la chica, ella lo sacó de sus reflexiones cuando le preguntó:
- ¿Qué qué va a pedir joven?
Matías la miró y apenas pudo
recuperar algo de la conciencia perdida, ordenó un par de tortas y mientras ella iba a prepararlas, se dio cuenta que toda la gente lo miraba, como si les extrañara su presencia, algo incómodo, decidió leer una revista que llevaba consigo, a los pocos minutos, llegó la chica con su comida, cuando se iba, Matías la llamó:
- Disculpa, ¿por qué todos me están mirando?
- Ah, no se sienta mal joven, es
que no están acostumbrados a ver gente extraña, lo más probable es que quieran saber qué hace usted aquí.
Matías se asombró por la naturalidad con la que la joven se había sentado a su mesa.
- Por cierto, ¿qué
vino usted a hacer aquí joven?
- ¿Yo?, meh, nada especial, vengo
con unos amigos a grabar un documental sobre la selva, nos dijeron que
en el pueblo la gente convivía mucho con los animales, y por eso vinimos.
- ¿Y sus amigos?
- Ah, por lo visto no llegan todavía,
lo más probable es que se hayan perdido, ¿o no habrán sufrido un accidente?
- ¿Un accidente?, no, eso es
muy raro joven, casi no hay accidentes por aquí.
- Y entonces, ¿porqué hay tantas
cruces en la carretera?
Repentinamente, un anciano en
la mesa contigua dijo algunas palabras que Matías no entendió, la muchacha se espantó miró al anciano y a Matías, y con un extraño
gesto la chica le dijo:
- Por favor señor, no vuelva a
preguntar eso, no es prudente
Matías entonces preguntó:
- ¿Qué dijo ese señor?
- Nada, es una superstición del pueblo, dijo que pronto estará usted morando con ella, pero evítese
problemas, no pregunte por esas cruces señor, es un tema muy molesto para
todos.
Después de decir eso la chica
se fue, Matías se quedó asombrado y terminó de comer sin decir nada, sin
embargo, el ambiente parecía más pesado, en cuanto terminó de comer, salió para tomar un poco de aire fresco, caminó unos metros y
encontró un pequeño banco que miraba a la carretera, sentado allí podría ver si
llegaban sus compañeros, mientras miraba el paisaje, perdió la noción del
tiempo, de pronto, sus pensamientos fueron interrumpidos por la
presencia de una chica a unos metros de él, Matías la miró ya
que no la había visto llegar hasta allí y no había escuchado nada, la
chica le preguntó sin más:
- ¿Quién eres?
- Yo me llamo Matías, ¿y tú?
- ¿Yo?... me llamo María
- Mucho gusto María, ¿eres de aquí?
- Más o menos ¿ y tú qué haces aquí
Matías?
- Vine con unos amigos a hacer un trabajo de la escuela, ¿tú estudias?
- Hace mucho que no.
Matías se empezó a sentir fascinado por la melancolía de la chica.
-¿Tienes algo, te sientes mal?
- No, sólo estoy un poco triste, estoy muy sola, la gente en este pueblo no me quiere, por eso
sembré las cruces alrededor, para que no me olviden.
- ¿Te hicieron algo?
- Sí, pero no quiero
contártelo.
Matías seguía fascinado, quizás movido más por las hormonas que
por el pensamiento, preguntó:
- ¿Y tienes novio?
Bajó la vista
unos instantes para encender un cigarro y María respondió:
- No, y deja de hacer preguntas
idiotas, o si no...
Matías subió la vista
espantado, el cambio en la voz había sido muy radical, pensó que había
incomodado a la chica, pero sintió algo más cuando se dio cuenta que no había
nadie junto a él, en un principio se espantó, pero después concluyó que su
pregunta había disgustado a María, Matías miró el reloj y se dio cuenta que eran casi las 12 de la noche, decidió instalarse en el hostal, pensando que
sus amigos seguro iban a dormir en otro pueblo.
Mientras entraba al hostal,
Matías se percató que la dueña, seguramente madre de la chica que le dió de cenar antes, lo miraba sorprendida, cuando pidió un cuarto para quedarse, la
señora le preguntó:
- ¿Se siente bien joven?
- Claro, ¿por qué?
- No sé, se ve pálido.
- Ah, debe ser el frío, es que
estaba platicando con una chica.
- ¿A esta hora? ¿y cómo se
llamaba?
Mientras le daban las llaves del cuarto, Matías respondió:
- María.
El grito de la señora espantó a
Matías, la pobre lo miraba con ojos desorbitados, mientras hacía toda clase de
gestos y señas con las manos, en medio de su parafernalia, la señora le dijo:
- ¡No, no joven! ¡por favor, escúcheme
bien, no importa lo que le diga esa mujer, no le haga caso! ¡por su bien, por su
bendita alma, joven! ¡no le haga caso!
- Esta bien, esta bien, señora, ¿pero era
necesario el susto?
- Sí, usted no tiene idea de lo qué se está metiendo, por favor, ¡no le haga caso!
Después de tranquilizar a la
señora y pagarle por el cuarto, Matías instaló sus cosas y decidió salir de nuevo a fumar, cuando la señora lo miró por la puerta, Matías percibió claramente cómo lanzó una
bendición la aire, supuso que encaminada a cuidarlo.
Su caminata lo llevó de
nuevo al claro donde encontró a María por vez primera, Matías estaba
extrañado con todo lo que había pasado, ¿porqué tanto misterio?, sin que él lo
supiera, estaba a punto de averiguarlo.
- Hola Matías, ¿cómo estás?
La
voz de la chica lo espantó.
- Bien, espero no haberte
molestado con mis preguntas.
- Eso no importa ahora,
¿sabes?, estaba esperando a que salieras de nuevo para poder verte, es que...
hace mucho estoy sola, y tú eres muy amable y cariñoso
Matías no
podía creer en su buena suerte, sólo atinó a responder.
- ¿En serio?
- Sí, empecé a pensar que te
traté muy mal hace rato, déjame demostrarte mis buenas intenciones, te veo en tu cuarto en media hora, no me hagas esperar.
Matías creyó que estaba
soñando, era la primera vez que llegaba a ese límite tan rápido, se sentó en
un árbol a esperar los minutos que faltaban para la 1 de la mañana, mientras
veía a María perderse cerca del hostal, esperó los treinta minutos exactos y regresó a su cuarto, ya no había nadie en la calle, y todos en el pueblo dormían, al entrar
al cuarto encontró a María, sentada al borde de la cama, ella lo miró y
preguntó:
-¿Estás listo?
Matías, con los sentidos
nublados por el deseo, asintió, María se acercó, lo tomó por la nuca y lo besó
en la boca.
Segundos después, la
gente del pueblo despertó por los gritos de Matías, el salió del cuarto y corrió desesperado a la camioneta, arrancó, y dejó atrás el pueblo en medio de una nube de polvo, aceleró a toda velocidad, mirando por el retrovisor y gritando de espanto, su huida y el
horror que había ocurrido en el cuarto lo distraían del camino, pronto, debido
a la hora que era, empezó a rozar los bordes de la carretera, una y mil veces
estuvo a punto de volcar, de pronto, miró por el retrovisor y vio claramente
el rostro de María en el espejo, el terror lo hizo soltar un alarido mientras
miraba ese rostro que creía haber dejado atrás, sin darse cuenta, llegó a la curva cerrada donde las cruces lo impactaron tanto, sin bajar la
velocidad, siguió de frente, la camioneta voló unos metros, se estrelló con un árbol y dio un par de vueltas antes de
caer sobre el techo, entre los fierros retorcidos, Matías entonces se dio
cuenta que ahora moraría con ella.
Horas después de esto, un grupo
de jóvenes espera en el pueblo, uno de ellos camina hacia
el grupo y les dice:
- No hay señas de él, dicen que
llegó en la noche y que salió como a la 1 de la mañana, gritando, se subió
a la camioneta y es todo.
- ¿Cómo?, bueno, ¿y siquiera
saben a donde fue?
- Si, dicen que por la misma dirección donde
llegó, el lado contrario de donde venimos nosotros.
- Pues no hay más que buscarlo, me imagino.
Un par de chicas venían con
el grupo y se había acercado a una cruz de metal que estaba a unos pasos de un
solar, donde estaba la única banca del pueblo, la cruz, de color negro, tenía
pendiendo un letrero que decía:
“Este
pequeño monumento está dedicado a la memoria de María Álvarez, quien murió
lapidada por los habitantes de este pueblo, acusada de practicar brujería,
después de haber presenciado cómo asesinaban a su esposo, a los 30 días del mes
de noviembre del año de Nuestro Señor 1968, contando ella con tres meses de
embarazo al ser cobardemente asesinada, por tu memoria hija, ojalá que todas
las cruces del pueblo te puedan consolar”
Asombradas e impactadas por la historia, las chicas bajaron hasta donde discutían los demás, unos
metros antes de llegar al grupo, un anciano las detuvo y les dijo:
- Ella trae la sombra
y se lleva a los hombres a vivir con ella allí.
Impresionadas, las
chicas subieron a la camioneta y empezaron a exigir que todos dejaran el
pueblo, resueltos a buscar a Matías, los jóvenes dejaron Ek y tomaron el
mismo camino que horas antes tomó su amigo para escapar.
A algunos de los jóvenes les llamó la atención la gran cantidad de cruces que bordeaban el camino al llegar a una curva cerrada, quedaron impresionados por el color y la cantidad de las cruces, unos cuantos se dieron cuenta de los restos de una camioneta al fondo del barranco, sin percatarse de que era la de Matías, ninguno advirtió que al borde mismo del camino, una nueva cruz señalaba invariablemente el lugar por donde Matías había llegado hasta donde María lo conduciría a su última morada.
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