miércoles, 3 de noviembre de 2021
Coleccionista de Almas
Rabia (Remastered)
I.
Prólogo.
La vida no
podría ser mejor para Rodrigo, entrar a su departamento y trata de encender la
luz, no hay corriente, parado en la oscuridad, escucha la respiración pesada de
un animal y percibe un aroma metálico, por un momento supone que Lidia rescató
algún perro en la calle, enorme y mojado, a juzgar por la cantidad de agua que
hay en el suelo.
La energía
regresa las luces se encienden, la felicidad de Rodrigo se derrumba, el agua a
sus pies es sangre, el bulto en el suelo es un cadáver y Lidia no rescató a un
perro en la calle, está mordiendo una herida abierta en el cuello de la muerta.
II. El
Castillo de Naipes
- ¡Buenos
días, jóvenes!
El ánimo de
Martínez contrasta con los rostros pálidos de los uniformados que custodian la
escena, dos de ellos descubrieron un cadáver en una unidad habitacional al
norte de la ciudad, el detective se abre paso hasta su compañera.
- ¿Qué
tenemos, Estefanía?
Hasta ese
momento Martínez nota la mirada perdida y la palidez en su rostro.
- El cuerpo
está muy dañado.
- Tranquila,
voy a verlo.
Martínez ya tenía
tiempo en la corporación y había recibido una buena dosis de violencia y de
cuerpos humanos que apenas lo parecían, el cuerpo de la mujer está detrás de un
contenedor de basura; debieron llevarlo desde la unidad o tirarlo entrada la
madrugada, los forenses observan la escena con la misma mirada que Estefanía.
La mujer perdió
el rostro, tiene marcas de mordidas en el vientre, donde le arrancaron trozos
de piel con las uñas; los ojos están aplastados y tiene rasguños profundos en
todo el cuerpo; los policías recuerdan esa ocasión como la única vez que vieron
a Martínez vomitar ante un cadáver.
Al mismo
tiempo Rodrigo estaba instalando armellas y poleas en el departamento tan
rápido como podía, pasó una correa por ellas y la unió a un collar de cuero en
cuello de Lidia con pánico de ser mordido; mientras guardaba las herramientas
al pie de la cama algo brincó hacia él.
Lidia había
despertado, estaba transformada en un animal que gruñía y olfateaba, bañada en
sangre; él tomó un martillo para defenderse, de pronto, la mirada de Lidia
cambió, dejó de gruñir y abrió la boca.
El martillo
cayó al suelo, Lidia lamía el rostro de Rodrigo con cariño.
III. Medianoche
en el Jardín.
Hace unos
años yo era un joven medio pendejo, recién graduado, sin suerte con las mujeres,
y no me sobraban amigos.
Esto pasó hace
años, al final de semestre se armó una de esas fiestas donde se desata la
locura, las amistades y las narices se rompen, los amores se declaran y los
hijos que arruinarán la vida de sus futuros padres se conciben.
Alguien
había invitado a una chica que para efectos de esta historia llamaré Linda;
acababa de dejar a su novio y salió muy herida de aquella relación, llegó a la
fiesta con una amiga que tenía más ganas de bailar que de cuidarla, así que a tu
pobre pendejo le tocó ese trabajo.
Ella era
extrovertida, encantadora y se comportaba como la hermosa diva que era; yo, pues
nomás era yo, la noche se nos fue en platicar sobre cine, música, libros y todo
lo que se nos ocurría, es extraño que dos personas tan distintas coincidan en
tantas cosas, decidimos dar por terminada la fiesta y nos fuimos a un lugar más
tranquilo.
Fue el fin
de semana perfecto, la medianoche del sábado nos encontró desnudos en el
jardín, el domingo nos despedimos y quedamos en marcarnos para vernos en la
semana. Esta es la parte ojete de la anécdota: esa semana fue el tiempo que tardé
en darme cuenta que no volvería a verla.
IV. Interludio.
Fue
casualidad que Rodrigo tuviera una reunión de trabajo al norte de la ciudad,
fue casualidad que entrara a un Oxxo a comprar un refresco, y fue casualidad
que la cajera se fijara en él cuando le devolvió el cambio.
En cuanto
cruzaron miradas todo fue automático, ella dejó el trabajo y se fue con él,
durante unos meses trataron de revivir el fin de semana que habían tenido,
Rodrigo supo la razón por la que no pudieron la noche que tuvo que disponer de
un cadáver.
V. La
Servidumbre Humana.
Después de
levantar el cuerpo, los detectives interrogaron a los vecinos, quienes no
vieron nada, Martínez ordenó una carga contra el condominio en represalia, encontraron
drogas, objetos robados y dos personas secuestradas, pero ni rastro del lugar
del homicidio. De vuelta en la Secretaría y después de horas de búsqueda, los
detectives están ante las fotos de quince crímenes iguales.
- En todos
es lo mismo, asesinatos a mano limpia en ataques salvajes; pero no sólo eso tienen
en común.
- ¿Qué más los
une?
Los días en
la vida de Víctor Vega siempre son fáciles, desde pequeño supo que estaba
destinado a heredar la fortuna de su padre, gracias a esto pudo experimentar
todo tipo de excesos en su adolescencia, pronto se desencantó del alcohol y las
drogas, intentó los deportes extremos, pero la adrenalina perdió su atractivo y
antes de cumplir los 25 se quedó sin emociones nuevas; entonces uno de sus
amigos lo dirigió hacia una nueva obsesión: el sexo.
En pocos
años Víctor había acumulado experiencias que a la mayoría de las personas les
tomaría décadas lograr, pero esta vez era diferente, esta adicción le brindaba las
emociones sin los efectos secundarios; al final, terminó encontrando en el
sadismo algo que no sabía que le había hecho falta toda la vida.
Un
pasatiempo así necesita un buen equipo: los que construyen habitaciones
secretas; gente que recluta mujeres; abogados que se encargan de las amenazas y
personas cuyo trabajo es eliminar cabos sueltos; ellos eran las quince víctimas
de Lidia, sólo faltaban Víctor y su mejor amigo, Jorge Olivares.
Apenas se
enteró de la muerte de su asistente, Víctor le pidió a Olivares que indagara
qué sabía la policía sobre los asesinatos, quería tener el privilegio de
conocer al responsable antes que las autoridades; Olivares cumplió la orden
citándose con el detective Martínez y su compañera, resultó que ellos
obtuvieron más información del abogado de la que él consiguió, por fortuna aún
no deducían el nexo que unía los homicidios más allá de la empresa en que
trabajaban.
Al salir de
la reunión, Olivares llamó a Víctor para contarle lo que sabía, al terminar la
llamada, detuvo su auto en un semáforo mientras una persona bajó de una
motocicleta, le apuntó con un revólver y vació la carga.
VI. Segundo
Interludio.
Los
detectives le dan vueltas al caso, de pronto Estefanía rompe el silencio:
- Algo no
cuadra, los demás fueron ataques violentos, y de pronto está tratando de
ocultarse.
- ¿Un
cómplice, quizá?
Suena el
teléfono, Martínez contesta mientras Estefanía reflexiona, la teoría del
cómplice cuadra, ¿pero por qué hasta ahora?, ¿dónde estaba antes?
- Tenemos
algo, un informante dice que las víctimas hacían trabajos especiales
para Víctor Vega.
- ¿Qué tipo
de trabajos?
- Dicen que
le gusta el sadismo, algunas de sus parejas anteriores no han salido bien
libradas, a Víctor no le importa gran cosa si están de acuerdo o no con sus prácticas.
- Así que
tortura mujeres auxiliado por la fortuna de su familia.
- Mi
contacto me envió los nombres de sus víctimas, una de ellas podría ser
responsable por esto.
VII. Un
pecado capital.
Rodrigo llega
a casa y suspira aliviado al darse cuenta que todo está como lo dejó, camina
hasta la recámara sin encender la luz, antes de llegar a la cama una voz grave
y sensual lo recibe:
- Hola
querido.
Deja caer
las llaves de la motocicleta, asustado; aunque no puede verla, Rodrigo sabe que
Lidia se dirige hacia él, imagina la mirada felina y las caderas danzando en la
oscuridad, sus ojos se acostumbran y puede ver la silueta de la mujer de sus
pesadillas observando las llaves.
- Todo salió
perfecto, ¿verdad?
- ¿Qué quieres
decir?
- Si hubieras
fallado no estarías aquí.
- No sé de qué
hablas.
- Vamos,
¿crees que no me doy cuenta?, fue buena idea llevarte el cuerpo ayer, ¿cómo lo hiciste
sin que te vieran?
Rodrigo
quiere correr, escapar de toda esta locura, pero Lidia lo besa y él cede.
- Nadie se
fija en mí, por eso tampoco se dieron cuenta.
Lidia lo
abraza, acaricia su cabello, lo besa de nuevo, es la única que lo ha tratado
así.
- Yo sí te
noté, querido, siempre voy a notarte.
Lidia lo atrae
a la cama y Rodrigo se deja llevar, no quiere evitar que la chica de sus sueños
le quite la ropa y lo arroje a la cama, la correa que fue pensada para contener
una rabia animal queda colgando en la pared, inútil.
A la mañana
siguiente despierta creyendo que todo regresó a la normalidad, se levanta y
entra a la regadera, está a la mitad del baño cuando la escucha entrar.
- ¡Buenos
días mi amor! ¿cómo estás?
- ¿Cómo
quieres que esté si todavía no acabamos?
- ¿Qué?
- Muévete,
tenemos mucho que hacer.
Horas
después, los detectives entran al departamento de Rodrigo, llegaron a él a
través de Lidia, no encuentran señales de los amantes, pero encuentran las
llaves de la motocicleta y un revólver del mismo calibre que las balas que
mataron a Olivares, también encuentran un folleto sobre la conferencia en la
que Víctor Vega dará su discurso.
Mientras los
detectives esperan un helicóptero, Lidia y Rodrigo están escondidos en el
auditorio de la universidad, él trató de advertirle a un guardia de seguridad y
el tipo terminó estrangulado, Lidia no se dio cuenta de su intención, sigue
creyendo que está de acuerdo con el plan.
- Tenemos
que encontrar la manera de acercarnos.
- No creo
que sea fácil.
- Podrías
hacerte pasar por seguridad y matarlo.
- ¡Ni loco!
La rabia en
los ojos de Lidia asusta a Rodrigo:
- Puedo
distraerlo para que tú le dispares, ¿no es lo que deseas?
- A veces
tienes buenas ideas, querido.
Con una
sonrisa, Lidia fue a mezclarse entre los invitados, Rodrigo se quedó en primera
fila y se dio cuenta que nadie se fijaba en él, entonces decidió dar otra
advertencia.
El
helicóptero aterrizó al otro lado del campus de la universidad, Estefanía
recibió un mensaje por radio y lo pasó a su compañero:
- Era la Central,
una llamada anónima advirtió que Lidia va a matar a Víctor, también dijo que no
puede controlarla y no se hace responsable de lo que vaya a pasar.
Víctor entra
al auditorio y baja las escaleras hacia al escenario mientras saluda a los
invitados, viene custodiado por el Chacal, un guardaespaldas que contrató su
padre, sus hombres tienen vigilado el lugar, optaron por no comunicarse con la
seguridad de la universidad para evitar confusiones.
Junto a
ellos, una mujer que se hizo pasar por la encargada de relaciones públicas de
la escuela, y a la cual Víctor no reconoció, lleva del brazo al empresario con
una sonrisa, mientras quita el seguro del arma que lleva en el bolsillo.
Cuando los detectives
llegan al auditorio Víctor está por llegar a la primera fila, Rodrigo se acerca
a él y tropieza, el Chacal lo empuja y lo manda al suelo, Lidia saca su
revólver.
El público
entra en pánico, corren hacia las salidas, los detectives tienen que abrirse
paso como pueden hasta donde está el grupo; Víctor ni siquiera supo que pasaba,
sólo sintió que alguien lo abrazaba y ahora tenía el cañón de un revólver en el
pecho.
El Chacal se
recupera y le apunta a Lidia con su arma, los detectives se detienen frente al
grupo, Estefanía le apunta al Chacal y Martínez a Lidia, la detective grita:
- ¡Quietos!
Lidia ni
siquiera la mira, está concentrada en los ojos de Víctor.
- ¿Me
recuerdas, corazón?
- Mi querida
Lidia, claro que te recuerdo ¿cómo podría olvidar esos ojos suplicantes?
- No
deberías hablarme así, querido, tengo un arma apuntándote.
- ¿Tratas de
asustarme? ¿tú? ¿la que le tiene miedo a la soledad?
- ¿De qué
hablas? – preguntó Rodrigo mientras se levantaba – ¡ella te abandonó!
- Supongo que esa es la historia que le cuenta a
todos.
- ¿Qué?
- Ella no me
dejó, imbécil, yo la abandoné porque no soportaba sus ruegos, la usé en todas
las formas que pude pensar y ella todavía esperaba que la hiciera mi esposa
cuando terminé.
Martínez
interviene:
- Deja de provocarla,
no sabes de lo que es capaz.
- No es
capaz de nada, sólo es una niña aburrida que se puso a experimentar donde no
debía.
La razón
detrás de la brutal venganza de Lidia se hizo evidente, gruesas lágrimas recorren
sus mejillas, pero sus ojos siguen fijos en Víctor, concentra su odio sobre él,
con el dedo acaricia el gatillo del arma, la tensión aumenta.
Clic
El silencio
se rompe por el sonido del percutor del arma que Rodrigo le quitó al guardia,
todos miran al joven, que le apunta a Lidia.
- ¿Qué crees
que estás haciendo, corazón?
- ¿Es
verdad?
- Querido,
no puedes creerle a este idiota, te conté todo sobre él, lo que hizo conmigo.
- Y ahora
pregunto: ¿es verdad?
- Tú sabes
que es un mentiroso, guapo, no puedes creerle.
Por toda
respuesta, Rodrigo dispara, la bala pasa a centímetros de Lidia y se incrusta
en la pared del auditorio, ni el Chacal ni los detectives alcanzan a
reaccionar, Víctor sonríe.
- La
siguiente tiene tu nombre, mi amor, si no contestas.
Lidia mira a
Rodrigo como si no entendiera, pero Víctor sabe que está calculando el riesgo,
¿tendrá tiempo de hacer dos blancos antes de que alguien más le dispare?
- ¿Quieres
saber si me abandonó? ¿en serio quieres saber si te utilicé?
- ¿No fui
claro, amor?
- Tan claro
como el agua, corazón, la pregunta es: ¿estás listo para escuchar la verdad?
Los ojos de
Rodrigo brillan, las lágrimas que inundan sus ojos reflejan las luces del
auditorio, la oportunidad se acerca, Víctor adelanta un pie lo suficiente para
poder saltar hacia atrás.
- ¿Me
utilizaste?
- Querido, no
te hagas la víctima, siempre supiste que lo nuestro era sólo una llamarada,
cosa de un momento, el único que quiso ver más que eso fuiste tú.
Víctor
empieza a reír.
- ¿De qué te
ríes?
- La ironía,
podría decirte lo mismo, querida Lidia.
Ella lo mira
sin comprender, entiende a qué se refiere cuando un movimiento capta su
atención, Rodrigo está afinando su puntería.
- Al final
creo que sí eres capaz de todo, querida.
Víctor se
tira al suelo, Lidia lo suelta mientras dirige el revólver hacia Rodrigo, ambos
disparan, el Chacal cubre a Víctor mientras Estefanía y Martínez quedan
paralizados, la pareja vacía los cargadores de sus armas sobre el otro, y caen
al suelo; lo último que pasó por la mente de Rodrigo, antes de exhalar su
último aliento, fue que la vida nunca había sido mejor.