Prólogo
Las
luces de cientos de cámaras apuntan hacia su rostro, cientos de micrófonos
tratan de recoger sus palabras, decenas de flashes, disparados al mismo tiempo,
lo dejan ciego por unos instantes, camina entre la multitud, pero a nadie
escucha, sabe que hablan, que le preguntan cosas, pero él se siente incapaz de
contestar nada, el rugido de los miles de reporteros reunidos para la ceremonia
no llega a sus oídos, lo único que puede escuchar es el latido de su corazón,
lento, pausado y ensordecedor, retumbando dentro de su cabeza como un mazo
pulverizando piedras, da algunos pasos, se siente mareado, y cuando está a
punto de desistir por enésima vez, alcanza a ver a La Estrella, la Diva del
Siglo XXI, como acaba de bautizarla un reportero, la actriz más famosa del
planeta, la protagonista principal de su más reciente película.
Ahí
está, contestando a los reporteros con frases ingeniosas sacadas de su
repertorio particular, puede ver los rostros deformados por las carcajadas, los
cuales adquieren una forma grotesca gracias al maquillaje y los retoques que
tratan de esconder la edad, todos ríen, todos celebran las ocurrencias de Eve,
todos caen rendidos por su encanto, todo el maldito y miserable universo ha
sido conquistado por ella… por esa cosa.
¿Cómo
nombrarla ella, cuando el bien sabe
lo que esconde?, ¿Cómo reconocer su humanidad si para él no es misterio que
nada tiene de humano?, la desesperación lo hizo caer muy bajo, pero este
chiste, diabólico y depravado, está a punto de terminar.
Todo
pasa en cámara lenta dentro de su cabeza, el hombre mete la mano derecha dentro
de su saco mientras camina decidido hacia su objetivo, algunos notan su actitud
decidida y esperan que se produzca alguna escena desagradable a las que los ha
acostumbrado, pero nadie espera que, a pocos pasos del sitio donde Eve habla
con los reporteros, Michael Knight desenfunde un revólver y lo apunte directo
al sitio donde tiene clavada la mirada… la nuca de La Estrella.
Todo
pasa en un instante, los reporteros apenas empiezan a gritar, los flashes
oportunos capturan las fotografías que serán portada en los diarios del día de
mañana, Knight aprieta ligeramente el gatillo del arma, el sensible percutor se
dispara, golpea el fondo del casquillo y hace volar la bala a través del cañón,
la velocidad considerable y el tamaño del proyectil son irrelevantes, ya que la
cabeza de Eve está a menos de quince centímetros de la boca del revólver.
El
instante mismo del disparo queda inmortalizado en una fotografía, la única del
instante fatal, que se hará famosa en los años venideros, y que será expuesta
junto con otras fotos, más antiguas pero igual de impactantes, en todas las
exposiciones relativas al fotoperiodismo; cuando el flash se apaga, todo el
incidente ha pasado a la Historia, los reporteros comienzan a balbucear, los
más inteligentes ganan aplomo y pueden dar la noticia, que a partir de ese
momento incendiará todas las redes y se volverá viral en menos de una hora,
para cuando el sol vuelva a despuntar, todo el mundo sabrá lo que ha pasado.
Michael
Knight, el director de Desesperación,
la película del año, asesinó a Eve Knickerbrocker minutos antes de que
comenzaran los Oscares.
Para
muchos, esto era el inicio de una asombrosa noticia que daría para semanas y
semanas de información, Knight sabía, sin embargo, que esto era el final lógico
para la historia de Eve Knickerbrocker…
Primer acto
Eran
las dos de la mañana cuando sonó el teléfono, Michael sabía por experiencia que
es la hora que siempre escogen los artistas para molestar; él mismo se permite
considerarse uno de ellos, sin embargo, nunca ha tenido la falta de tacto
necesaria para importunar a alguien a esas horas, tarda más de la cuenta en
despertarse, malhumorado, estira el brazo para tomar el teléfono, lo descuelga
y la persona que está al otro lado del aparato empieza a hablar sin esperar a
que responda…
Unos
segundos después, pega un brinco y cae de la cama, le acaban de dar la peor
noticia que ha escuchado en toda su carrera, ni siquiera sabe qué decir, los
gritos de su agente lo sacan del trance, sólo se le ocurre externar con un
grito lo que inunda su mente en ese momento:
-
¡¿Cómo diablos dejaste que pasara eso, Bill?!
A
la mañana siguiente, todavía malhumorado, Michael toma café mientras observa
cómo la noticia de su humillación recorre el mundo de lado a lado, Mila Howard,
la actriz principal de su nuevo proyecto, había decidido utilizar la cláusula
de salida en su contrato para dejar la película a la mitad, la misma cláusula
que el insistió en eliminar y que el agente de Mila logró conservar negociando
con los productores, a espaldas de Michael.
No
hay nada que hacer, es lo que Bill le había dicho… malditos imbéciles, nunca
van a ser capaces de entenderlo, su maldito descuido acaba de tirar su
proyecto, el homenaje que tenía planeado no va a completarse, y para Michael ya
no existe la opción de empezar de cero; es el último de su especie, y pronto
ésta morirá con él.
Michael
Knight, el último director de cine tradicionalista, va a culminar su gloriosa
carrera con una película incompleta, que tomará su lugar junto al Quijote de Orson Welles y acompañará al Napoleón de Stanley Kubrick en el
apartado de las mejores películas que nunca
se hicieron… Desesperación no verá la
luz, y dejará un vacío permanente.
¿Es
que acaso a nadie le importa?, ¿En serio están tan absorbidos por el vacío que
prefieren cazar fantasmas a tener algo real?, ¿La humanidad ya cayó tan bajo
como para hacer de la perversión del arte la norma?, ¿Les importa esto, de
todos modos?, ¿Alcanzan a entender la diferencia entre la película hecha con
actores reales, y las fantasías generadas por computadora que ahora todos aman?
Ya
nadie hace cine como es debido, todo lo que se escribe, lo que quiere contarse,
se procesa por medio de computadoras, ellas son las que se encargan de dar
“vida” a todos los proyectos actuales, ya no son necesarias las locaciones, el
vestuario, las luces, los técnicos… tampoco es necesaria la cámara, y mucho
menos los actores, se ha refinado tanto esta tecnología, que la gente no
distingue entre un programa de computadora y la realidad filtrada a través de
una cámara de cine.
Con
los años, incluso el oficio de director dejó de ser fundamental en la película,
ahora son más editores que otra cosa, las tomas salen a la primera, todo es
perfecto desde el principio, hoy sólo es necesario tomar las piezas generadas
por las máquinas y armar el rompecabezas… corren rumores, cada vez más certeros,
de que algunos incluso acomodan las piezas de acuerdo a lo que la máquina
dicta.
Hace
muchos años, esto hubiera sido una aberración, y sin embargo, empezó a hacerse
más y más común, hasta que un grupo de disidentes, de los que Knight era el
último superviviente, había decidido ir contra la norma y seguir haciendo todo
como los grandes, sin importar el esfuerzo, el trabajo infernal y el dinero que
fuera necesario.
¡Ah,
y las cosas que lograron hacer!, revivir las glorias de Hitchcock, Kubrick,
Tarantino, Aronofsky, Anderson, Von Trier y una larguísima lista de grandes
hombres que dedicaron su vida a plasmar sus sueños, sus obsesiones, sus
demonios y hasta sus pesadillas, para que todos participaran de ellas.
Pero
el tiempo es omnipotente y con el paso de los años, uno por uno, los miembros
de este grupo de nostálgicos fueron cayendo, fuera por retiro, enfermedad,
muerte o cansancio, el exclusivo club de tradicionalistas fue disminuyendo más
y más, hasta que Knight fue el último de sus apóstoles, el único que jamás
había cedido al avance imparable de la perfección, a diferencia de varios de
sus compañeros.
El
jamás había utilizado la tecnología para suplir al alma, y nunca lo haría.
Segundo Acto
Michael
lleva horas mirando estúpidamente el vaso que tiene frente a él, el bar está
semivacío y los pocos parroquianos que quedan lo ignoran abiertamente, el mundo
entero lo rechaza, no por desprecio hacia él o su trabajo, sino hacia el aura
de humillación que desprende, sin que ninguno de los presentes lo sepa, la vida
de Knight está a punto de cambiar.
La
puerta se abre, algunos observan a un hombre alto, vestido con un traje azul
impecable, que observa a todos los presentes hasta fijar la vista al fondo de
la barra, donde Michael bebe sin consuelo, decidido, el hombre de azul camina
hasta él, toma asiento a su lado, y empieza a hablar sin que nadie se lo pida.
-
¿Mr. Knight?
Michael
lo observa por un segundo y se refugia de nuevo en el fondo del vaso que tiene
frente a él, murmura:
-
¿Quién quiere saber?
-
Mi nombre es Maximilian Berg, y tengo una propuesta para usted de parte de un
cliente muy importante.
-
¿A sí?, ¿Y puedo saber quién es ese hombre tan importante que no pudo venir en
persona?
-
Con gusto le diré su nombre, Mr. Knight, aunque estoy seguro que no le dirá
nada; mi cliente es Walter H. Collins, y él desea ofrecerle su ayuda para salir
del problema en que está metido.
-
¿Walter H. Collins?, ¿Quién es él y qué interés tiene en ayudar a un paria como
yo?
-
Una cosa a la vez, Mr. Knight, permítame hablar con usted en un lugar más
privado, y terminaré con todas sus dudas… ¿Acepta hablar con nosotros?
Michael
no sabe que decir, pero sabe perfectamente que no tiene nada que perder, y
sería imposible que las cosas empeoraran.
-
¿Por qué no?, súmense a la fiesta y tomen lo que quieran, estamos de oferta
hoy.
Tercer Acto
-
Muy bien Mr. Knight, ¿Qué le parece?
Michael
está asombrado, Berg acaba de poner ante sus ojos la solución de todos sus
problemas, está ahí, mirándolo con esos ojos extraños, él sabe que están
vacíos, carecen de alma o de sustancia, pero esta sombra, por primera vez en la
vida de Knight, tiene algo dentro de ella que no es posible definir, y que la
distingue de todas las que ha visto hasta ahora.
-
¡No es posible!, ¿cómo lograron hacerlo?
-
Ya se lo dije, Mr. Collins es un tipo extraordinariamente talentoso, ahora que
está por culminar el proyecto de su vida, quiere una prueba de que su esfuerzo
valió la pena, ha seguido sus instrucciones al pie de la letra, y por su
reacción, puedo ver que Mr. Collins estará más que satisfecho con el resultado.
Michael
no puede creerlo, lo que sus ojos registran no es lo que su mente conoce, y el
conflicto lo deja a la deriva, sin pensar mucho en esto, dice:
-
¿Puede dejarme a solas un momento con ella?
-
Por supuesto – contesta Berg – si quiere hablarle, sólo diga su nombre: Eve.
Una
vez que todos habían salido, Michael rodea a la creación magna de Walter
Collins, se maravilla con el rostro magnífico, las proporciones ideales y la sensación
de calma y tranquilidad que transmite, sin embargo, lo que más roba su atención
son los ojos, y esa misteriosa energía que irradia de ellos…
-
¿Eve?
-
¿Si?
-
Hola, yo soy…
-
… Michael Knight, tu eres el famoso director de cine, ¿no es así?
-
Yo no diría que famoso…
-
¿Qué?, ¡Pero claro que lo eres!, tu talento y lo que has logrado hasta ahora
pasará a la Historia, ¿para qué la modestia, entonces?
Eve
se veía tan agradable, tan real, tan
verdadera como cualquier cosa que Michael hubiera hecho en su vida, fue en ese
momento que lo supo, la Revelación golpeó su mente y ya no lo dejó tranquilo.
Epílogo
Por
supuesto que Michael Knight nunca enfrentó acusación o juicio alguno por lo que
hizo aquella noche, la ceremonia de los Oscares se llevó a cabo como estaba
planeado, los votos ya no podían ser cambiados a raíz del incidente, y justo
como se esperaba, Desesperación se
llevó los premios más importantes, los rumores señalan que sólo uno de los
sobres que fueron abiertos esa noche era diferente al resto, el cambio de
última hora obedeció, dicen, al disparo que recibió Eve Knickerbrocker, se dice
que la Academia no iba a permitir que el premio fuera para ella a raíz de lo
que se reveló esa noche.
Michael
recibió el premio a mejor director y se convirtió en el último tradicionalista
en ganar el premio, no estuvo presente para recibirlo, y le fue entregado al
día siguiente, cuando salía de la oficina del Sheriff del condado de Los
Ángeles, Knight colocó el premio en su repisa al llegar a casa, y acto seguido
se sentó frente a su vieja computadora, y redactó la última declaración de su
carrera:
“… la decisión la tomé el día en que me
presentaron a Eve, Mr. Berg asegura que Walter Collins solamente siguió mis
instrucciones, pero Mr. Collins logró imprimir algo en la mirada de Eve que me
convenció de dos cosas: primero, el grado de perfección que había en ella era
inalcanzable para el resto de nosotros; segundo, ella era la demostración final
de lo bajo que ha caído la sociedad, perseguimos tantas sombras que dejamos de
apreciar lo real, y ahora incluso logramos falsificarlo, eso hace que mi oficio
se vuela irrelevante, siendo su objeto principal la creación de realidades
alternas que parezcan reales, aun cuando son falsas.
¡Felicidades a todos!, ahora
tienen sombras y fantasmas a los que pueden abrazar y llamar “reales”, eso es a
lo que su mediocridad e ignorancia los ha llevado, el único consuelo que me
llevo, aparte de haber culminado mi obra final, es saber que, cuando las sombras
cubran la Tierra, la de Eve Knickerbrocker no estará entre ellas.
Ese maldito androide regresó al
lugar de donde Collins lo hizo surgir, e imagino que nunca volverán a ver algo
parecido, espero de todo corazón, que así sea.
Atentamente
Michael Knight”.
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