lunes, 20 de febrero de 2012

Nunca es tarde

- ¡Te digo que bajes el arma, grandísimo cabrón!

Hasta aquí llegué… ahora me parece obvio, pero hace cinco minutos me parecía que todavía tenía el mundo en las manos, ahora, quien siempre ha sido mi protector y socio, desde que entró a la policía, me apunta con su arma, y no está solo, otros catorce policías me apuntan también, hay cuatro francotiradores frente a mí, en el helipuerto, y dos fulanos me apuntan con rifles desde el helicóptero que sobrevuela la torre, si hago siquiera el menor movimiento que les de a entender que pienso disparar, me cosen a balazos… creo que lo peor del asunto es que estoy considerando seriamente, yo, que siempre he sido egoísta y egocéntrico, levantar la pistola hacia mi querido amigo de azul y dejar que me acribillen… es eso o la cárcel, y aunque los tipos como yo disfrutamos de estancias cortas y cómodas en las prisiones, no sólo no tolero la idea de estar encerrado cual vulgar animal, sino que estoy seguro que en mi situación actual es poco probable que mi estancia sea corta, puedo seguir manejando mis asuntos, si es que todavía son míos y esa rata disfrazada de buen samaritano que es mi mano derecha no se ha hecho con el control de mi amada ciudad, pero no tolero pasar lo que me queda de vida en la jaula… eso sí, conozco perfecto al amigo de azul, y sé que no podrá evitar, aunque quiera, que ponga una bala, curiosamente la única que me queda, en medio de sus asquerosos ojos de vaca muerta… ¿cómo decía aquél Rey en la obra de Shakespeare?, ¿mi reino por un caballo?... bueno, mi reino, esta hermosa, gigantesca, dantesca, esperanzada, desesperada ciudad, por un millón de balas más…

¿Quieres saber la parte graciosa de todo esto?, que todo, los policías, la última bala, lo que me dijo la chaparrita antes de irse, lo que me acaban de hacer, el dinero, el amigo de azul, mi rata mano derecha, mi caída desde la cima de la gloria, la construcción de mi imperio, la pérdida de mi reino, todo, todo esto, empezó hace más de veinte años… ¿en serio no te parece gracioso?...

- Señor, hay una persona que desea verlo…
- ¿Quién?
- La nueva administradora de los negocios de la Zona Sur…
- ¡Ah!, es para el asunto que platicamos anteayer, ¿no? ¿La nueva asistente?
- Así es, señor…
- Pues que pasen…

Ahí las tenía, eran las quince chicas más guapas que jamás había visto en mi vida, todas, como curiosamente siempre me pasaba, tenían un aire familiar, desde aquél incidente, el último en mi vertiginoso, aunque obviamente sangriento, ascenso al poder, todas las chicas guapas tenían algo, los ojos, los labios, la mirada, el rostro, el cuerpo, que me recordaba a aquél grandioso y asombroso par de locos que gobernaban el bajo mundo… hasta que yo llegué…

- ¿Alguna es de su agrado?
- No sé, siempre me cuesta decidir este tipo de cosas… ¿Tú que opinas, Vega?
- Señor, usted sabe que no me gusta interferir en sus decisiones…
- Si, pero esto no es una cuestión de negocios, sino de gusto, y te estoy pidiendo tu opinión, solamente…
- Señor, usted sabe que para mí todo se trata de negocios, pero, ya que me permite tomarme la libertad, me atrevería a llamar su atención sobre la chica que está en medio…

Inmediatamente puse mis ojos en ella, siete hermosas chicas a cada lado de sus hermosos ojos color avellana, su piel blanca, sus hermosos y delgados labios, la boca discreta y pequeña, la nariz delicada y perfecta, la mirada pura, transparente, como hacía años no veía una, el cuello elegante, que era la curva perfecta entre los hombros y ese hermoso rostro, el cabello corto, justo donde el cuello termina, negro, perfectamente lacio, el fleco cortado justo sobre la mirada hipnotizadora, y la expresión de tranquilidad y… sí, suena enfermo, lo sé… sumisión que mostraba, las otras siete bellezas a cada lado dejaron de existir, sin más dije algo que nunca, en veinte años, había dicho a ninguno de mis segundos:

- Excelente consejo, Vega, ella es la indicada…

Ella me miró con una mezcla de agradecimiento y felicidad, después de todo, dejaba de ser prostituta para ser asistente personal de uno de los hombres más ricos y conocidos de todo el país, Vega, sin embargo, me tiró cierta mirada inteligente, como si supiera algo que yo no, supuse, sin embargo, que el más leal de mis perros sólo obtendría una mejor comisión por la colocación de la chica, me acerqué a la señora Olivares y le pregunté:

- ¿Cómo se llama?
- Valeria, señor…
- Perfecto, bienvenida entonces, Valeria…

Nuevamente clavó sus ojos en mí, mezclando el agradecimiento y una expresión que parecía llorar de alegría, me di media vuelta y salí por una puerta lateral hacia mi oficina, mientras espetaba a mi segundo…

- Ya sabes qué hacer, Víctor…
- Claro que sí, señor…

Semanas después de la elección, Valeria dominaba a la perfección todo lo relativo a su nuevo puesto, no creas, por favor, que la quería para trabajos sexuales, aunque me resultaban muy atractivas, mis asistentes quedaban fuera de mi lista de conquistas de inmediato, debido al trato tan cercano que había con ellas, y sobre todo, debido a que no necesitaba amantes, sino secretarias nada más, he de decir en mi defensa, sin embargo, que todos los hombres tenemos momentos de debilidad, y sobre todo, siempre estamos expuestos a cometer errores, el mío fue aceptar la confianza que Valeria depositó en mí, nuestra relación, lo quisiera o no, estaba haciéndose más y más cercana… de modo que un par de años (sí, se que soy lento) después de haber entrado a trabajar como mi asistente, había sido promovida a un puesto más alto… mi esposa.

Irónico que coincidiera la fecha, más irónico todavía que no me diera cuenta, nuestro matrimonio, planeado a la perfección por quien para estos momentos seguro es el señor Víctor Vega, cuarto Jefe de la Organización, se celebró seis meses antes de que se cumplieran veinte años de mi “toma” de posesión…

Seguro que para este momento te imaginas de que se tratan mis asuntos, dudo que el intelecto no te alcance para ver lo que para esta ciudad siempre fue obvio, los mexicanos siempre hemos tenido un defecto, que sin embargo, compartimos con las empresas más grandes y los criminales de élite, y esto es que siempre necesitamos a alguien en la cima, un Jefe, una mano dura que ponga orden y controle lo incontrolable… la bestia que es esta ciudad, y como todas las grandes bestias, como Nueva York, Los Ángeles, Londres, París, Roma, Moscú, Buenos Aires, etc. su monstruoso bajo mundo…

Hace veinte años, esta ciudad estaba regida por dos de los más asombrosos y enloquecidos criminales que el mundo haya conocido, empezaron como ladrones profesionales, pasaron al tráfico de mercancías y luego fueron los lugartenientes del “Turco” Godínez, que de turco tenía lo que yo de alemán y que fue el más sanguinario jefe del bajo mundo que esta ciudad jamás haya visto… él fue quién fundó la Organización, los jefes de cada sector de la delincuencia (tráfico de drogas, piratería, ladrones, etc.) eran miembros de la Organización y se sometían a sus reglas no escritas, sólo así pudo haber algo de paz después de las rencillas de los setentas, que casi acaban con todo y con todos, el Turco Godínez fue el primer Jefe elegido por la Organización, y mantuvo la Ley y el Orden hasta que sus lugartenientes, Maximiliano López y María Quintana dieron un golpe contra el Turco, que terminó sus días metido de cabeza en un tambo lleno de aguas negras, en lo que ahora es Santa Fe…

El periodo de Maximiliano y María al frente de la Organización es el más próspero que se recuerda, lograron someter a todos los disidentes y establecieron el equilibrio que permitió que todos trabajáramos a nuestras anchas, disfrutaron de largos quince años en el poder, pero hay una vieja sentencia en las calles que dice que los Jefes de la Organización obtienen el poder, pero tienen que soportar la maldición que viene con él… jamás encontrarás una muerte natural si accedes a ese inimaginable poder… debí saberlo mejor, y espero que Víctor Vega lo sepa…

Su principal lugarteniente, su mejor sicario, el más fiel de todos, Jorge Guillermo Blanco, dio un golpe contra ellos hace veinte años, acribillándolos en su casa, de propia mano, después de que los Jefes despacharan a catorce hombres de Blanco, quien puso remedio a la situación por sí mismo…

Desde ese día detento el poder absoluto, aunque yo, Blanco, el hombre duro entre los duros, no pude jamás olvidar el rostro de odio y rencor que tenía Maximiliano cuando se dio cuenta quién entraba a terminar el trabajo, ni puedo olvidar la melancolía en los ojos de María cuando la encontré en la recámara, ella siempre fue hermosa, incluso arreglé, como ellos lo hicieron por el Turco, que fueran presentados de la mejor forma posible en su funeral, dice la tradición no escrita que los Jefes de la Organización deben hacer por sus antecesores lo mismo que Emperadores, Reyes o Papas hacían por los suyos… aunque tú mismo los hayas despachado, ríndeles honores y guárdales respeto, ya que si no hubiera sido por ellos, no estarías aquí, Víctor Vega, estoy seguro, lo hará por mí, y quien despache a mi amigo Vega, cuando su tiempo se haya acabado, hará lo mismo por él, perder el poder no significa que debas ser humillado, nosotros no somos políticos…

Te decía que era irónico que la fecha no me dijera nada, y al final no lo hizo, así que nos casamos hace seis meses, me pasé todo ese tiempo metido en la más absoluta felicidad, sintiéndome mejor que nunca y seguro de estar al mando de todo a mi alrededor, fue entonces cuando empezó la locura…

Hace una semana Valeria fue al gimnasio que está cerca de nuestra casa, a pesar de la seguridad que siempre la rodeaba, Vega entró en mi oficina una hora después de que terminó la clase de Valeria para darme la peor noticia que me han dado en la vida…

- Señor, no quiero que se alarme, pero el Comandante Rubio se acaba de reportar, encontraron la camioneta de Valeria a pocas calles del gimnasio, hay ocho muertos, y Valeria no está entre ellos…

Mientras trataba de asimilar la noticia que me estaba dando Víctor, sonó la línea privada de mi oficina, Vega mostró genuina sorpresa, asombroso en vista de lo que pasó, yo levanté el auricular y escuché al otro lado de la línea una voz masculina…

- De modo que ya te dieron la noticia, ¿no, Blanco?
- ¿Se puede saber quién eres, además de un hombre muerto?
- jajajaja, tu peor pesadilla, Blanco, alguien con mucho por ganar y nada que perder, ¿quieres de vuelta a tu amada Valeria, no?

Me quedé en silencio unos segundos, mientras se me pasaba el pasmo inicial y trataba de pensar con frialdad quiénes podrían ser tan estúpidos o intrépidos para planear el golpe, ¿sería Martínez, el Amo de la Piratería? ¿Ramírez, el secuestrador?... ¿Vega?...

- Hay decisiones difíciles en la vida, Sr. Blanco, esta es una de ellas… ¿Quiere ver de nuevo a Valeria, o no?
- Por supuesto que sí…
- Ok, nos entregará entonces veinte millones de dólares, en efectivo, sin marcar, solo…
- ¿Dónde?
- Nosotros se lo haremos saber, mientras, estamos en contacto…

El dinero, y una lista de sospechosos, estaban en mi oficina antes de una hora, pero tuve que esperar cinco días para saber de los secuestradores, quienes al parecer me conocen bien, ya que supieron donde pegarme, ese día, frente a mi escritorio, a la hora en que el secuestrador dijo que llamaría, estaban sentados los miembros de la Organización, yo quería ver quién era el primero que se delataba como el imbécil que creyó que podía derrotarme tan fácilmente…

A mi derecha estaba Pablo Ramírez, ex comandante de la policía, secuestrador profesional, no podías secuestrar a alguien en la ciudad sin su bendición, junto a él estaba Martín Hernández, la Sombra, el mejor ladrón de la ciudad, nadie se robaba un peso en toda el área sin que él lo supiera, directo frente a mí, estaba Manuel “Ronnie” Islas, el mejor para mover y deshacerse de cosas robadas, principal aliado de la Sombra, a la izquierda estaba el Rey de los Piratas, Julio Martínez, todo lo falso en la ciudad tenía su nombre, y para cerrar, Eugenio “El Gordo” Artajo, a quien también le decían: “El Abominable Hombre de las Nieves” por su lucrativo negocio de venta de drogas, también se encontraba mi segundo, Vega, que no por ser el perro más leal de la perrera dejaba de estar en la mira…

A la hora programada el teléfono empezó a sonar, lo contesté de inmediato con la estúpida voz de quien lleva cinco días esperando una llamada…

- ¿Hola?
- ¡Sr. Blanco!, ¿Cómo le va?, ¿están cómodos sus amigos?, espero que sí, porque este show va a ser divertidísimo…
- ¿Me vas a decir donde quieres que te entregue tu dinero, estúpido, o quieres hacerme encabronar más para prologar tu agonía?
- jajaja, ok, supongamos que te digo que el lugar a donde quiero que me dejes el dinero está en Iztapalapa… ¿Qué harías entonces?...

Por toda respuesta, saqué de debajo del escritorio mi pistola, y planté una bala en el pecho de Pablito Ramírez, que cayó de espaldas y empezó a arruinar la alfombra de mi oficina con la sangre que brotaba por la herida, antes de que nadie pudiera reaccionar me puse de pie y grité:

- ¡No se muevan, cabrones, o los enfrío también!, ¡el pendejo que tiene a Valeria lo acaba de delatar!

Hasta ese momento escuché la risa histérica que sonaba por el teléfono, la voz del otro lado de la línea dijo:

- ¿Tienes una idea de lo estúpido que eres, Blanco?, ¡Acabas de matar a uno de tus más grandes aliados sólo por algo que me inventé!, ¡jajajajaja!

Por la cara de idiota que puse, todos se dieron cuenta de lo que el secuestrador me decía, de modo que lo que respondí resultó irrelevante:

- ¡Maldito estúpido!, ¡en cuanto te atrape te juro que no tendrás de que reírte en el infierno al que te voy a mandar!
- Deja que yo me encargue de eso, ¿quieres?, pero no te preocupes, no provocaré más incidentes, te veo en el helipuerto de la Torre México en dos horas, con el dinero y solo, o verás como Valeria baja los 65 pisos del edificio… en caída libre…

El imbécil me colgó, no podía pensar, resultaba que el edificio en el que me citó estaba dentro de mi propia zona, de modo que cualquiera podía ser el culpable, de pronto, no sé porqué, creí ver cierta sorna en la mirada del Gordo Artajo, de modo que le espeté:

- ¿De qué te ríes, imbécil?
- ¿Qué?... ¡de nada!, sólo me pareció que el destino nunca quiso a Pablito, que en paz descanse… tanto que le tomó llegar a ser líder de los secuestradores y se muere por una broma telefónica…

Creo que esos fueron, al menos hasta ese momento los quince minutos más estúpidos de mi vida, en rápida sucesión, le disparé al Gordo Artajo, a Julio Martínez cuando me dijo que estaba cometiendo una injusticia, a Martín Hernández cuando dijo que estaba paranoico y a Manuel Islas cuando dijo que me estaba volviendo loco, finalmente, le disparé a Vega, mi mano derecha, cuando el pendejo me dijo que pensara en las consecuencias de lo que estaba haciendo, lo último que me dijo, o eso creí, fue:

- ¿Ya se le ocurrió pensar que esto podría ser personal?

Hasta ese momento no me había pasado por la cabeza la idea de que todo este entramado fuera planeado por alguien que deseaba vengarse de mí, en el momento en que lo pensé, una gama de posibilidades empezó a revelarse… ¿sería alguna de mis ex amantes?, ¿alguien con quien tenía asuntos pendientes?, ¿la venganza de alguna víctima?, con todo esto en la cabeza, y en medio del estupor de mi nueva secretaria y de todos los que estaban en la oficina, salí para la Torre México con el dinero…

Llegué con veinte minutos de antelación, estaba desesperado, la única persona que he amado en la vida en manos de unos imbéciles, pero lo que más me molestaba era que no podía pensar en algún responsable que me odiara tanto como para arriesgar la vida de esa manera, ni alguien tan estúpido como para arriesgar la vida de esa manera… exclusivamente por dinero.

Es curioso, justo en el momento en que acaba de agotar mi lista de sospechosos, todo el misterio se resolvió… frente a mí se apareció una silueta enfundada en una gabardina negra, no podía verle la cara porque mientras esperaba había anochecido, la misma voz que había negociado conmigo me dijo entonces:

- ¿Tiene lo que se le pidió, Sr. Blanco?
- Antes de entregarlo quiero una prueba de que Valeria está viva…

Por toda respuesta, la silueta levantó un brazo, en la mano tenía un radio, pulsó el botón y después del sonido de advertencia, sonó la voz de Valeria a través del teléfono:

- ¡Auxilio!, ¡mi amor, no dejes que estos idiotas me hagan daño!, ¡dales lo que te piden!

En ese momento pateé la maleta con el dinero hacia donde estaba la silueta, el secuestrador se agachó, la recogió y después de abrirla y revisar su contenido me dijo:

- Está bien, Jorge… ¿quieres saber porqué fue todo esto, no?, ¿quieres saber la razón que me hizo arriesgar la vida de esa manera sólo para desatar tu venganza?
- No necesito razones para asesinarte, pero confieso que me intriga saber qué te llevó a desafiarme de esta manera…

La silueta me arrojó entonces el radio, supuse que aprovecharía mi distracción para escapar, pero no lo hizo, tomé entonces el radio entre mis manos y pulsé de nuevo el botón para escuchar a Valeria, pero mi sorpresa no tuvo límites cuando sólo volví a escuchar a Valeria pidiendo auxilio y diciéndome que entregara lo que me pedían, el radio era en realidad una grabadora, entonces la silueta me dijo:

- La policía no debe tardar, de modo que tengo poco tiempo para explicarte de qué se trata todo esto, es inútil que trates de escapar, el edificio está rodeado desde que llegaste, Rubio te ha venido siguiendo desde que saliste de tus oficinas, el sabe que asesinaste a tus socios en la sala de juntas del edificio y viene a arrestarte, pero creo que debes saberlo todo antes de que enfrentes tu destino…

Esa voz… ya no era la de un hombre, sino la de una mujer la que surgía de la silueta, se acercó a la luz y pude apreciar lo que la voz me sugería…

Era Valeria la que acababa de hablar…

- ¿Valeria?, ¿Qué diablos está pasando aquí?
- ¿Quieres saber de qué se trató todo este asunto, no Jorge?, ¿Quieres saber porqué te engañé?, ¿porqué te vendí?
- ¡Claro que quiero!...

La respuesta, como Valeria misma me la dijo, estaba exactamente veinte años antes, cuando asesiné a Maximiliano y María, en el momento de entrar en la casa, encontré de inmediato a Maximiliano detrás de la barricada improvisada que había hecho en el pasillo, nuestro enfrentamiento no duró demasiado, lo que me tomó jalar el gatillo y levantarme después de recibir cuatro tiros en el pecho, el chaleco blindado me acababa de salvar la vida, justo como me imaginaba, escuché gritos desaforados en una de las recámaras y una ráfaga de balas salió de la puerta, María maldecía a quien fuera que acababa de entrar y juraba que bebería la sangre de cualquiera que acabara de asesinar a su esposo, me acerqué lentamente, logré levantar el cuerpo de uno de mis hombres caídos y como pude lo acerqué a la puerta, de nueva cuenta el instinto no me falló, María se gastó todas sus balas, ocho de las cuales volvieron a pegar en mi chaleco, acribillando un cadáver, justo cuando vio caer el cuerpo y se dio cuenta de que era alguien que ya había matado, yo me tiré frente a la puerta y logré vaciar el cargador en María, quien cayó en medio del grito más aterrador que he escuchado, la belleza de la chica, que siempre nos asombró a todos, acababa de ser destruida por diez balas calibre 45…

Mis demás hombres, encabezados por Vega, entraron en el departamento, yo me había acercado hasta el cuerpo sin vida de María, mirando extrañado un objeto que había aferrado hasta el último momento, no pude evitar estremecerme cuando vi de lo que se trataba… la fotografía de una niña de unos siete u ocho años de edad, Vega entró y me dijo:

- ¿Está usted bien, Comandante Blanco?

Por primera vez la policía y el crimen organizado compartían jefe, ambos, Vega y yo, lo sabíamos, pero en lugar de festejar, me clavé en los ojos color avellana que me miraban desde el retrato, en la parte superior derecha se leía: “Amelia, nuestra hija”…

- ¿Dónde estará la niña, Vega?
- No sé, comandante, ¿quiere que la busquemos?
- No sólo eso, Vega, quiero que la encuentres en este momento…

No fue difícil, la niña estaba inconsciente dentro del armario del cuarto en el que acababa de acribillar a su madre, parecía ser que se había desmayado, Vega me preguntó:

- ¿Qué hacemos con la niña, comandante?
- No me gusta tomar riesgos, Vega, ya es lo bastante grande como para recordar una cara, ¿no?
- Me parece que sí, comandante…
- No quisiera que lo que pasó aquí se sepa, si entiendes lo que quiero decir…

Después de aquella sangrienta noche, supuse que la nena estaba muerta, aunque la conciencia me torturó un tiempo por haber llevado a cabo mi golpe con la niña ahí dentro, lo que provocó su muerte, ella, que nada debía ni temía, y sobre todo, que nada tenía que ver con esa guerra, había muerto a consecuencia de ella, era por eso que cada año cambiaba de secretaria, tomando a mi cuidado a alguna de las prostitutas que regenteábamos para sacarla de ese modo de vida y darle un mejor futuro…

Sólo hasta el momento en que Amelia me contaba su historia, en el helipuerto de la Torre México, supe que Vega no la había matado, como le dije, sino que, conmovido, llevó a la niña con su hermana, que no podía tener hijos y ya tenía a su cuidado a un huérfano que su hermano adoptó luego de haber investigado la muerte de sus padres, supe también cuánto le dieron a la encargada de negocios de la Zona Sur por hacer pasar a Amelia como Valeria Gómez, una de las prostitutas elegidas al azar para ser mi secretaria nueva, supe de qué manera Vega la ayudó con su venganza luego de salvarle la vida, supe además que mis cinco socios y mi mano derecha estaban vivos, ya que en realidad todo fue montado por Vega con el fin de quitarme el poder sin necesidad de ensuciarse las manos, supe cuánto dinero le iba a tocar a Rubio por arrestarme, supe, en suma, todo el entramado que Amelia López Quintana planeó para vengarse de mí por asesinar a sus padres, veinte años después de la fecha fatídica…

Suelen decir que uno se resiste a escuchar la verdad, pero yo nunca me he considerado de ese tipo de personas, desde que entré en esto sabía a qué me arriesgaba, como te dije antes, supe siempre que había la posibilidad de terminar violentamente mis días, pero la ambición, las ganas de salir de jodido, fueron lo que me impulsó a cambiar mi vida, o la posibilidad de que ésta acabara antes de tiempo, por el poder asombroso y absoluto que podía tener al ser Jefe de la Policía y de la Organización al mismo tiempo, el dinero, las chicas, el estatus, el respeto, el poder… todo lo que nunca había tenido, a cambio de unos años de mi vida… suena como un excelente trato, ¿no?...

- Bien, entiendo tus razones, y no evado la responsabilidad, lo hice porque tenía que hacerlo, justo como tú te vengas de mí porque debes hacerlo, ¿carece de sentido pedir disculpas?
- Nunca es tarde para eso, Jorge…
- Lo siento muchísimo Amelia, no era mi intención lastimarte de esta manera, pero ya sabes como son estas cosas…
- No, en realidad no lo sé, Jorge, pero acepto tus disculpas…
- He de decirte que fue un excelente plan, pero creo que no previste una cosa…
- ¿A sí?, ¿cual?

Por toda respuesta saqué mi revólver, ya que había dejado la pistola en la oficina, y jalé el gatillo... ella no se movió, yo no me moví, el mundo se detuvo durante el glorioso segundo en que creí que la mataría antes de morir, e incluso podría llegar a salvar mi pellejo si la mataba…

No pasó nada, jalé el gatillo de nuevo y nada pasó tampoco, ella se río y dijo:

- Creíste que no pensaría en eso, ¿verdad?, ese revólver sólo tiene una bala, yo le saqué las demás hace mucho tiempo, pero como nunca utilizas esa arma, sólo hasta ahora te das cuenta…

Revisé el arma, la bala estaba en el cargador, la única que me quedaba, miré a Amelia y le dije:

- Una bala es suficiente para matarte, Amelia…
- Pero no para que tu también te mates, Jorge… verás, el comandante Rubio sólo tiene instrucciones de arrestarte, serás el primer Jefe de la Organización que no caiga muerto con el poder en la mano, serás encerrado, humillado cual vulgar ladrón, la mano de Víctor Vega, el nuevo Jefe, no te alcanzará en el Reclusorio, ni la de tus socios, ya que ellos desean tu humillación tanto como yo, por lo que acabas de hacerles en tu oficina, perderás el poder y el respeto de todos, los raterillos que purgan condena gracias a tus componendas con el gobierno estarán deseosos de hacerte pagar por su desgracia, perderás la salvaje libertad que has gozado hasta ahora, cualquiera podrá convertirte en su chalán, y serás recordado como el hombre que fue humillado por una niña…
- Eso lo dudo, eres demasiado especial para ser reconocida despectivamente como “una niña” tan sólo…
- Eso no me importa, Jorge, mi amante Alberto y yo nos largamos de este país, así que la manera en que me recuerden me tiene sin cuidado, claro que ahora me preocupa más tu decisión, Jorge… ¿Qué prefieres?, ¿matarme y sufrir la más grande humillación de todas?, ¿o caer cómo los grandes?...

No le respondí, clavé mis ojos en su mirada, entre triunfante y sardónica, y le apunté, ella dijo entonces…

- Toma en cuenta, antes de decidir, que no tengo nada que perder, te dije que Alberto es mi amante, no mi novio, el dinero es para unas vacaciones, pero si no puedo tomarlas no importa, ya tengo lo que más deseaba en la vida, lo demás es ganancia…

¿Cómo puede ser que alguien sea tan cabrón?, no hay otra manera de decirlo, sólo con verla a los ojos sabías que era verdad lo que decía, que vengarse de mí era todo lo que quería de la vida… ¿qué caso tenía desperdiciar la bala que podía evitarme la humillación?, ¿de qué me servía tirarle mi pasaporte de salida en la cabeza?, ella me sostuvo la mirada y dijo:

- Irónico, ¿no?, ser derrotado por la hija de quienes asesinaste para tomar el poder, irónico que todo lo que has hecho desde el momento en que entraste como loco a asesinar a mis padres en su departamento te haya llevado a este punto… como diría Thom Yorke: tu te hiciste esto solo, tú y nadie más, querido…

Tenía razón, todavía estaba rebotando la frase en mis oídos cuando…

- ¡Te digo que bajes el arma, grandísimo cabrón!

Creo que aquí empezó todo, ¿verdad?, Rubio me apunta con un arma, y yo ni cuenta me di cuando Amelia se fue, lo que me dijo en serio me pegó, pero tiene razón, es irónico que yo sólo me puse en esta situación, sin opciones, sin salida, sin esperanza, sin balas…

Pero, ¿que te puedo decir?, siempre supe que esto podía pasar, podría decir ahora que me arrepiento, que ojalá jamás hubiera hecho lo que hice, que nunca hubiera sido ambicioso, que nunca hubiera matado a Maximiliano y María… ¿pero cuál es el punto?, matarlos me dio lo que siempre quise, poder, dinero, respeto… ¿porqué arrepentirme?, de nada me habría servido no hacerlo, mi vida habría sido mediocre y gris y aunque esto es consecuencia de mis actos, no me causa remordimiento lo que hice…

En fin, el tiempo se acabó, y la decisión está tomada, primero era Amelia o yo, ahora sólo se trata de mí…

“… de última hora, al parecer se registró un tiroteo en el helipuerto de la Torre México, el conocido jefe de la mafia, el ex Comandante de Policía Jorge Guillermo Blanco fue acribillado por policías encabezados por el Comandante Omar Rubio, nuevo Jefe de la Policía, quien falleció durante el intercambio de balas, al parecer, el arma que portaba el jefe del crimen organizado sólo tenía una bala, que utilizó para asesinar al Comandante Rubio, luego de lo cual fue abatido por los policías que habían acudido a arrestar al jefe del hampa debido a que aparecieron pruebas que lo vinculaban con…”

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