- Nada ha
podido asustarme, muchos lo han intentado y han fallado: películas, libros,
videos en YouTube, páginas malditas, blogs escritos por asesinos; ninguno lo ha
logrado.
- ¿En serio?
¿nadie te ha espantado?
La reunión alcanzó
un impasse, lo que empezó como tertulia literaria iba acabar en quema de brujas
si alguien no intervenía.
- No le
creas, Víctor, lo dice sólo por molestar.
Pero el
hombre no cede, se incorpora en su asiento y se acerca a su interlocutora.
- No, eso no
lo dijiste por molestar, ¿o sí?
Todos miran
a la que acaba de declarar que nadie ha podido asustarla.
- Es verdad,
nadie ha logrado hacerme sentir un miedo como el que describen los escritores.
Los
invitados quedaron en silencio, por coincidencia, Daniela y Víctor se sentaron
uno frente al otro en la sala, la conversación que ella sostenía con una amiga
fue lo que llamó la atención del anfitrión, y lo que causó la conmoción entre
los invitados fue que él es uno de los escritores más famosos y celebrados del
país, su especialidad son los relatos de terror, es obvio que tomó el
comentario de Daniela como una afrenta personal.
- ¿Y qué me
dices de tus investigaciones? ¿Nunca has sentido miedo al hacerlas?
Daniela es
una de las mejores periodistas del país, ha expuesto bandas criminales, redes
de corrupción, tráfico de personas, a su corta edad, ha pasado por más peligro
del que muchos corren en su vida.
- No es lo mismo.
- ¿Por qué?
- Ahí
enfrento amenazas reales.
- ¿Entonces
sólo sientes miedo por algo que puedes ver y tocar?
- Pues sí,
¿por qué le temería a algo intangible?
- ¿No le
temes a lo paranormal?
- ¿Cómo
temerle a lo que no existe?
Víctor se
reclinó en el sillón, todos sintieron cómo se relajaba el ambiente.
- ¿Sabes
cómo empezó mi carrera?
- Claro, uno
de tus cuentos ganó el Premio Nacional y el Fondo de Cultura lo publicó.
El escritor
sonrió y cruzó las piernas.
- ¿Y si te
digo que es una historia real?
El ambiente
se tense de nuevo, varios invitados sienten escalofríos, la temperatura del
cuarto baja un par de grados, Daniela no se inmuta y sonríe.
- Estás
mintiendo.
- Para nada,
el cuento está basado en la última vez que vi con vida a Lourdes.
Otro de los
invitados se involucra en la conversación:
- No mames,
¿fue verdad?
- Si, lo fue.
Los
invitados que no sienten escalofríos tienen una curiosidad enorme, Daniela
sigue todos los gestos del escritor, es evidente que está actuando y manipula a
la audiencia, Víctor empieza a relatar la historia:
“Esa fue la
época más desquiciada de mi vida: primero el terremoto, luego la venta del
negocio de abarrotes de la Compañía, acto seguido nos liquidaron, a ella un
viernes, a mí el lunes; el agradecimiento que recibimos por nuestro trabajo fue
una patada por la espalda.
Siendo
sincero, ni a Lourdes ni a mí nos preocupó pasar a la columna de desempleados,
pero nos molestaba la sensación de haber sido explotados por gente en la que
habíamos confiado por años; aunque eso lo supe después, cuando nos veíamos para
compartir un café, un día, después de varias horas de plática, hablamos por
primera vez de lo que había pasado en la Compañía.
- Si te soy
sincera, todavía estoy molesta.
- Yo
también, no dejo de pensar que fue injusto.
El silencio
me sorprendió, pensé que Lourdes estaba distraída, pero había clavado sus
enormes ojos de avellana en mí.
- ¿No te
gustaría vengarte?
Ni por un
segundo pensé que estuviera hablando en serio, asumí que quería desahogarse,
así que me dejé llevar por su mirada:
- Claro, ¿a
quién no le gusta la venganza?
Lourdes
sonrió, tan coqueta como siempre.
- ¿De verdad?
- Yo nunca
miento, princesa, lo sabes.
- Muy bien cariño,
mañana por la noche veré que se puede hacer.
Su sonrisa me
hizo sentir como si ya hubiéramos hablado del tema y coincidiéramos en que nos
habían jodido, y dejar el asunto impune era inaceptable.
El día
siguiente transcurrió con normalidad, mi nuevo trabajo me absorbió y el
ambiente del viernes se llevó mi tarde, la noche me encontró tomando cerveza en
el Centro, ya estaba borracho cuando me di cuenta que varias personas miraban
al cielo.
- ¿Y éstos
qué ven?
- ¿No sabes?,
hay eclipse, la luna se ve roja.
Miré hacia arriba,
la Luna, escondida tras la sombra de la Tierra, parecía un faro rojo; entonces
empecé a escuchar algo, como si un coro se hubiera escapado de una iglesia y le
cantara a la gran esfera roja sobre mí, los cantos me hipnotizaron, el rojo se
intensificó hasta parecer sangre coagulada, el sonido se hizo más grave, sin
saber por qué empecé a pensar en la Compañía, en mis antiguos compañeros y en
lo malagradecidos que habían sido, sentí como si flotara, me habría dejado
llevar por las sensaciones y me habría entregado al sueño de la sangre si mi
amiga no me hubiera derribado.
- ¿Qué te
pasa, cabrón?
- ¿De qué
hablas?, ¡tú me tiraste!
- ¡Te ibas a
caer!
Estábamos al
lado de la barda, me bastó ver mis manos para darme cuenta que estaba al borde
del edificio cuando me derribaron, no me maté de milagro.
Pasó una
semana, un día recibí un mensaje de Lourdes, me pedía que fuera a verla lo más
pronto posible, al saber que estaba en una cama de hospital fui sin perder un
segundo, llegué a las 6 de la tarde y me quedé sin palabras, Lourdes siempre
fue una mujer saludable, con un hermoso brillo en la mirada, poco quedaba de
ella cuando llegué, los médicos dijeron que una enfermedad la estaba
consumiendo y a pesar de una semana de
estudios y análisis, seguían sin saber qué tenía.”
Uno de los
invitados se atrevió a interrumpir el relato:
- Pero ella
sí sabía que pasaba, ¿no?
Víctor
suspira, mira hacia la ventana y después a Daniela, no a quién hizo la
pregunta.
- Al llegar
me pidió que me sentara a su lado, tomó mi mano y hablamos hasta la medianoche,
cuando dejó de respirar; yo traté de darle esperanza, de confortarla; ella me
había llamado sólo para pasar tiempo conmigo una última vez; yo empecé a
llorar, era mi mejor amiga, quizás una de las pocas personas que me entendía.
El ambiente
se siente más pesado, los invitados saben, por la mirada melancólica de Víctor,
que le duele contar la historia.
- ¿Que pasó
después?
El escritor
tiene la mirada perdida y los ojos húmedos, voltea hacia la ventana, donde el
sol se va apagando para dar paso a la noche, las luces de la calle se
encienden.
- Eso es
todo.
- ¿Qué?
- ¿Entonces
cuándo confesó lo del ritual?
- ¿Cuándo
habló de la brujería?
Los
invitados se sienten defraudados, no hubo una gran revelación, Daniela dice:
- Esa parte
la inventaste, ¿verdad?
Víctor
limpia la humedad en sus ojos y sonríe.
- Bueno, al
menos lo intenté.
Todos ríen,
les parece evidente que Víctor estaba tratando de asustar a Daniela con una
historia inventada.
La fiesta
continúa, los invitados caen uno por uno bajo el efecto del alcohol y se van,
al final sólo queda Daniela, quien no está en condiciones para manejar, mientras
el reloj se acerca a las 3 de la mañana, Víctor prepara el sofá para que
Daniela pueda descansar, la mujer lo observa desde el comedor.
- ¿Cómo te
sientes?
- Bien, hace
tiempo que no se me subía así el alcohol.
Víctor
sonríe y se sienta a su lado, ella decide hacer la pregunta que tiene en la
punta de la lengua desde que terminó la historia.
- Dime una
cosa, escritor, ¿en verdad eso fue todo lo que pasó?
Víctor da un
trago a su cerveza.
- ¿Tú que
crees?
- No sé qué
pensar, francamente.
El escritor
toma otro trago, Daniela no puede dejar de ver la tristeza en sus ojos.
- Te venció
la curiosidad, ¿verdad?
- Es mi trabajo,
guapo.
Víctor se
levanta y camina hacia el pasillo, Daniela, tratando de no tropezarse, lo sigue;
al fondo del departamento hay una puerta, el escritor toma una llave que trae
colgando del cuello, abre la cerradura y pregunta:
- ¿Estás
segura que quieres saber?
El reloj en
la sala da 3 campanadas, que suenan más profundas de lo que Daniela las
recuerda, sin darle importancia, y vencida por su insaciable curiosidad,
responde:
- Ahora tengo
que saber la verdad. Abre la puerta Víctor.
El escritor
abre, Daniela entra a un cuarto vacío, una ventana, cortinas viejas y un bulto
bajo la ventana, la mujer se acercó y encontró un altar, hecho con madera de
caoba, oscura y pulida, se veían restos de velas e incienso, el mueble estaba
colocado de tal forma que la luz de la luna lo baña por completo.
Un
escalofrío recorrió la espalda de Daniela, Víctor azotó la puerta y echó el
cerrojo, ella no sintió miedo, seguro se trataba de un último intento por
espantarla.
- Déjate de
idioteces, Víctor.
- Lo siento,
Dany, de verdad.
La mujer
escuchó un ruido apagado dentro de la habitación, las cortinas se movían con
suavidad, un crujido en la duela le indicó la presencia de algún animal.
- Sabes que
no me dan miedo las ratas, ¿verdad?
- Ahí no hay
ratas.
Otro sonido
distrajo su atención, parecía que alguna tela rozaba contra las paredes, las
cortinas seguían meciéndose, la duela seguía crujiendo.
- ¿Con qué
me encerraste entonces?, ¿un gato?
- Solo estás
tú.
La mujer
sintió una ligera brisa, miró hacia atrás y no encontró nada, por instinto se
alejó de la puerta y pegó la espalda a la pared, la periodista empezó a sentir
frío, la temperatura del cuarto bajó unos cuantos grados.
- ¿Prendiste
el aire acondicionado, Víctor?, ¡qué truco tan barato!
- Aquí no hay
aire acondicionado.
Daniela
quedó paralizada, el frío aumentó hasta condensar su aliento, empieza a
escuchar pasos dentro del cuarto, parecía que alguien caminaba hacia
ella; de un salto llegó de nuevo a la puerta y empezó a golpearla.
- ¡Déjame
salir! ¿Crees que me estás espantando? ¡tu cuarto no va a lograrlo!
- Estoy
seguro de eso.
Afuera, las
nubes se abrieron y dejaron pasar la luz de la luna por la ventana, Daniela
pudo ver algunos detalles del altar, una foto y un collar de plata que brillaba
en la oscuridad, entonces percibió una sombra que se recortaba contra la pared,
el frío empezó a calarle hasta los huesos, dio un brinco y se golpeó con la
puerta, la sombra había desaparecido, pero ahora se escuchaba un lamento tenue,
como si alguien agonizara dentro del cuarto.
La mujer
gritó, el frío saturó su cuerpo, Daniela estaba segura que alguien
estaba ahí, encerrado con ella, por primera vez en su vida, la audaz
periodista, que horas antes aseguró que jamás había sentido miedo, experimentó
un profundo terror.
- Cuando
faltaba media hora para la medianoche, Lourdes le ordenó a su hermana que
saliera; entonces me contó todo, que practicaba rituales, que sabía controlar
la naturaleza y sus fuerzas elementales, me confesó que, aprovechando la luna
de sangre, había intentado obtener venganza.
“Lo que estaba
pasado era consecuencia de un error y no había forma de solucionarlo, tenía que
dejar este plano, empecé a llorar, traté de decirle lo que sentía por ella, la
profunda conexión que sentía, ella ya lo sabía, a medianoche me regaló el
collar, me explicó lo que tenía que hacer, que no sería fácil, que una vez que
alcanzara cierta fama, vendrían a mí los elementos necesarios, sólo debía ser
paciente.”
Los
destellos de luna se volvieron rojizos, la sombra se hizo más grande y empezó a
rodear a Daniela, la mujer siguió gritando, golpeando la puerta, implorando
clemencia, Víctor se recargó contra la puerta:
- Tengo la
Mente, el Corazón y la Voluntad, sólo falta el Valor, organicé la fiesta
esperando que llegara esta noche, hoy hay eclipse, otra vez la sangre de la
luna cubre la tierra.
Los gritos
dentro de la habitación fueron apagándose, la sombra que le había enseñado a
Daniela el terror invadió la habitación, un espectador habría notado desde
afuera que algo más negro que la misma noche llenaba el espacio, ni siquiera la
luna, cargada de sangre, era capaz de perforar aquellas tinieblas.
No se dio
cuenta cuándo se quedó dormido, el amanecer lo encontró recargado contra la
puerta, con resaca, por un momento la duda asaltó su mente junto con los
recuerdos de la noche anterior, escuchó un movimiento a su espalda, sintió como
alguien se acercaba a la puerta y se sentaba frente a ella, escuchó tres
delicados golpes, hechos con los nudillos de la mano que fue de Daniela.
- ¿Me abres
la puerta, cariño?
Víctor sonríe,
las dudas se evaporan en su mente.