Esto
comenzó hace seis meses, Miriam y yo cumplimos siete años de casados y lo
celebramos como cualquier pareja normal: cenas, viajes y una fiesta; después de
tanto tiempo, sabíamos que teníamos motivos para celebrar.
Fue
al final de una fiesta en que todo se torció, Oliver, un amigo de Miriam, nos
pidió consejos sobre cómo mantener una relación durante tanto tiempo, ninguno
de los dos somos terapeutas, pero creo que sabemos una cosa o dos sobre
relaciones; todo iba bien, y el tema habría quedado ahí, pero Oliver quiso
saber sobre el único aspecto del que no habíamos hablado: la sexualidad.
No
me malentiendas, Miriam y yo somos abiertos al respecto, hicimos y experimentamos
lo que quisimos antes de que casarnos, nos complementamos muy bien, aunque
nuestra vida sexual no fuera tan variada como cabría suponer, nunca lo dijimos,
pero pienso que ambos estábamos de acuerdo en algo: ¿qué más queríamos hacer,
si habíamos satisfecho nuestras fantasías antes de casarnos?
-
¿No creen que la variedad es necesaria?
Yo
diría que no, pero conozco a Miriam como me conozco a mí mismo, y sé que ella
siempre tuvo una espina clavada, algo que no pudo intentar y siempre quiso
hacer.
-
Reconozco que tengo curiosidad sobre algo, aunque ambos acordamos que no sería
prudente intentarlo ahora que estamos juntos, si te soy sincera, tampoco la
curiosidad me quema, estoy bastante feliz con lo que tengo.
Mi
adorada esposa me miró sonriendo, era la conclusión a la que habíamos llegado
antes de que le propusiera matrimonio.
En
ese momento Oliver jodió todo.
-
¿Y qué es lo que no han querido intentar?
En
otras circunstancias, Miriam habría dicho que no le importaba, pero el alcohol
es traicionero:
-
Un trío.
Todos
quedaron en silencio, como asimilando lo que acababan de escuchar, de pronto llovieron
opiniones al respecto:
-
Pues no suena tan extremo.
-
Para serles franco, a mí no me parece tan mala idea.
-
Oye, pues si están de acuerdo, ¿por qué no?
Miriam
trató de convencerlos de los inconvenientes, todos trataban de rebatir sus
argumentos y razones, yo no participé porque cualquier comentario se
interpretaría como inseguridad o algo peor; todo habría terminado si Oliver no
hubiera vuelto a la carga con el argumento definitivo:
-
¿Y si lo intentan con un androide?
Mientras
recogíamos las sobras de la fiesta Miriam no habló gran cosa, yo sabía que la
idea de Oliver daba vueltas por su cabeza, tratando de tomar forma, y no
tardaría en decírmelo, la dejé que se tomara su tiempo, cuando terminé de lavar
trastes, se sentó frente a mí en la barra de la cocina y abrió fuego.
-
Creo que Oliver tiene razón, ¿y si lo intentamos con un androide?
-
¿Crees que sea buena idea?
-
¿Por qué no?, así no tendríamos que preocuparnos por nada.
Pude
haber dicho que no, oponer mil argumentos, portarme celoso o egoísta; pero no
pude, Miriam es lo mejor que me ha pasado, y si se requiere un androide para
ponerla feliz, que así sea.
-
Hagámoslo, entonces.
Pasaron
algunos días, los que siempre se toma la Corporación Matriz para enviar
paquetes, una noche regresé a casa y encontré el departamento iluminado por
velas, una suave música llenaba la sala, la mesa estaba puesta y una botella de
champaña reposaba en un tazón.
Entonces
las vi.
Eran
idénticas, llevaban el mismo vestido, el mismo corte de cabello, el mismo tono
de piel; si no fuera por la cicatriz que Miriam tiene debajo del ojo izquierdo
no habría podido distinguirlas.
Pensé
que había habido un error, que la Joy Division, al ser una nueva rama de la
Corporación Matriz, se había equivocado al enviar a nuestra acompañante,
entonces Miriam habló:
-
Te ves sorprendido.
-
Para ser sincero, no es lo que esperaba.
-
Yo tampoco, pero apuesto que no se te ocurre una forma mejor de evitar los
celos.
-
¿Nos está escuchando?
-
No, está en reposo.
-
¿Cómo se llama?
Miriam
me miró con una de sus sonrisas especiales, esa que sólo usaba cuando descubría
quién era el asesino antes que yo al ver una película.
-
Valeria.
Ese
era su segundo nombre, la miré y sin necesidad de preguntar, respondió:
-
¡Es perfecta!, ¿cómo podría tener celos de mí misma?
Sin
pensar, pronuncié el nombre de Valeria para reactivarla, después de cenar
bebimos algunos tragos, bailamos, nos dejamos llevar, y terminamos cumpliendo
la fantasía de Miriam; acabamos dormidos en la sala, entrelazados.
El
plan era deshacernos de Valeria, platiqué con amigos y encontré varios
interesados, asumí que mi esposa también buscaba compradores cuando me dijo que
uno de sus amigos iba a comprarla, pero necesitaba que la guardáramos una
semana, no pensé que hubiera algo raro, así que acepté.
El
domingo tuve un evento familiar al que Miriam no solía asistir, al regresar la
encontré en la sala, dormida, con Valeria en brazos, era claro que no me había
echado de menos.
Al
día siguiente le pregunté a Miriam cuándo vendría su amigo, me dijo que él necesitaba
un par de días para conseguir dinero, ofrecí que alguno de mis amigos se la
llevara entonces y por poco me arranca la cabeza, no me quedó más remedio que
esperar.
Dos
noches después, encontré a Valeria cenando con Miriam, se abrazaban y hablaban
como amigas que tuvieran décadas de conocerse, empecé a pensar que mi adorada
esposa quizás había llevado demasiado lejos la idea de amarse a sí misma.
Otra
semana pasó y el comprador no reunía el dinero, llamé a un amigo para que se
llevara a Valeria, Miriam colgó el teléfono antes de que me contestaran, ni
hablar de eso, al parecer.
Una
semana después tuve un estúpido accidente, me resbalé en la bañera, caí de
espaldas y casi me fracturé el cuello, Valeria fue la primera en ayudarme, Miriam
llegó tras de ella y ambas me subieron a la ambulancia, regresé cojeando a
casa, con la orden de no moverme en una semana.
Al
día siguiente, Miriam me avisó que tenía una entrega urgente y tuve que irme a
casa de mi hermana a recuperarme, al regresar, otro estúpido accidente me
esperaba: al entrar, una escalera me cayó encima, sólo el bastón me salvó de
una conmoción.
Vi
el rostro decepcionado de Miriam a través del espejo del baño, cuando limpiaba
la pintura de mis manos; al voltear esa mirada había desaparecido, pero mis
ojos no me engañaban. A partir de ese día, al llegar a casa, encontraba a las niñas
murmurando planes e ideas que nunca pude escuchar; una noche me desperté con
Valeria al pie de la cama, mirándome sin decir nada.
Empecé
a dormir en el cuarto de huéspedes mientras ellas dormían en el cuarto
principal, por seguridad, atranqué la puerta y puse un revólver bajo la
almohada, por si se ofrecía.
Aquel
día la encontré en la sala, a oscuras, vi sus ojos, su expresión preocupada y
pensé que por fin había entendido lo que pasaba, su dulce voz llenó el
departamento:
-
Tenemos que hablar.
Los
truenos empezaron a anunciar una tormenta, la miré y lo supe: quería que nos
deshiciéramos de ella.
Un
par de horas después, cuando la tormenta cedió, cargamos el paquete en la
camioneta y lo llevamos hasta una construcción en progreso, al día siguiente cientos
de camiones llegarían para verter toneladas de cemento en la excavación,
sepultando nuestro secreto; acerqué el paquete al borde y con la mente en
blanco le di un puntapié para mandarlo al fondo de la piscina.
¿Cómo
un comentario nos trajo hasta aquí?
Me
acerco al borde de la excavación, los rayos encienden el cielo, me parece
distinguir el paquete cerca de una columna y por un momento creo ver, tan claro
como si fuera de día, la cicatriz de Miriam.
Subo
a la camioneta y regresamos a casa.