- ¡cht! ¡cht! ¡Perrito!, ¡perrito!, ¡ven acá bonito!
El animal,
que seguía respirando pesadamente, levantó un poco la cabeza y olisqueó la
comida que le ofrecían, movió la cola visiblemente pero sin dejar su lugar a la
sombra de la puerta de los vecinos, la chica insistió:
- ¡Ven
bonito!, ¡come un poco, has de tener hambre!, ¡ven, bonito!
El perro,
al ver que la invitación era segura, movió más la cola, se levantó y caminó
lenta y pesadamente hacia la chica, cuando el animal dejó la oscuridad, la
muchacha se llevó la impresión de su vida, el perro era mestizo, negro, de ojos
expresivos y tristes, pero eso, por supuesto, no la asombró, sabiendo como
sabia que los lugareños no eran muy cuidadosos con los perros que digamos, lo
que la dejó anonadada fue el tamaño del animal, la chica no recordaba haber
visto a un perro más grande que ese en toda su vida, el animal tomó agua y
comió pegado a la chica, que no salía de su asombro, cuando el animal terminó
de comer la joven se dio cuenta que el animalito estaba herido, tenía cortadas
en los costados y mordidas en el cuello y pecho, en cuanto se dio cuenta, la
muchacha llevó al perro al veterinario que estaba ahí cerca.
El
veterinario atendió al enorme perro negro, curó sus heridas y le dijo a la
chica:
- Esas
heridas se las hizo por pelear, me temo, estimada, que este perrito era
utilizado en peleas…
La chica
se sintió asqueada, ni por un momento sintió miedo, sólo compasión por el
gigantesco animal, que ahora reposaba tranquilamente en la mesa del
veterinario, la joven decidió adoptarlo, para evitar que le pasara algo malo en
la calle...
Durante
los días, semanas y meses que siguieron, el perro (a quien la chica llamó Blackie) fue acostumbrándose poco a poco
al buen trato, no ladraba mucho y pasaba las tardes echado al sol, cuando la
chica regresaba a casa, el animal daba brincos de gusto y la recibía con
alegres y graves ladridos, durante los paseos diarios, el animalito era el
centro de atención de los chiquillos de la cuadra, que lo acariciaban y
mimaban, el enorme perro se dejaba hacer, como si después de haber sufrido
tanto maltrato, aquellos mimos y risas sirvieran para curarlo, la joven, por su
parte, se encariñaba cada vez más con el amistoso gigante que cuidaba su casa,
cuando ella tenía que salir en la noche a comprar algo, siempre se hacía
acompañar por Blackie, el cual, manso
y educado, acompañaba a su dueña siempre atento de cualquier sombra que le
pareciera peligrosa, pero moviendo la cola alegremente si se topaba a alguno de
sus pequeños amigos, los cuales hasta en la noche consentían al enorme animal.
La
orgullosa dueña de Blackie, por otra
parte, jamás se preguntó si el dueño original del perro viviría por los
alrededores, siempre supuso que el cobarde habría dejado abandonado al perro
luego de que éste sufriera esas graves heridas, seguramente el imbécil pensaba
que Blackie no se recuperaría y lo
dejó a la intemperie esperando que el frío y el hambre terminaran el trabajo…
qué suerte para el enorme perro que ella viviera allí cerca.
La
cuestión del dueño original de Blackie
y su verdadera naturaleza quedaron de manifiesto una de aquellas noches en que
la chica salió a comprar víveres, mientras regresaba a casa acompañada de su
gigantesco chambelán, la joven no reparó en los dos muchachos que la seguían de
cerca, Blackie, en cambio, percibió
algo, ya que se movía inquieto y no dejaba de voltear hacia su espalda, la
muchacha no le dio mayor importancia hasta que los asaltantes trataron de
agarrarla…
Dicen los
vecinos de la zona que el incidente fue espeluznante en un principio (nunca se
supo a ciencia cierta si los jóvenes pretendían asaltar a la chica o violarla)
después se tornó una increíble coincidencia (la policía encontró las evidencias
más tarde, uno de los asaltantes tenía perros a los que ponía a pelear) y al
final terminó envuelto en ese estatus mitológico y legendario que suelen
alcanzar los hechos no del todo claros, cuando suceden en la ciudad de los
puentes y las obras…
Los dos
sujetos trataron de someter a la chica, el perro empujó a uno de ellos, los
efectos de la droga no lo ayudaban y el animal lo derribó fácilmente, el otro
muchacho sacó una navaja mientras el perro ladraba y enseñaba los colmillos,
defendiendo a la chica derribada, que lloraba detrás de él, de pronto, el animalito
calló al igual que el joven, el otro asaltante, que se había puesto de pie, le
gritó:
- ¿Qué
esperas? ¡Chíngate al perro de una vez!
Pero el
chico no hizo el menor movimiento que indicara que pensaba clavar la navaja en
el cuerpo del gigantesco perro, parecía mirarlo como si no entendiera, el
perro, serio, seguía sosteniéndole la mirada, de pronto, el chico de la navaja
dijo:
- ¿Negro? ¿Eres tú Negro?
El perro
lo miró sin mostrar ninguna emoción, el chico continuó:
- ¡Soy
yo!, ¿qué no me reconoces, pinche Negro?
El perro
respiraba pesadamente, pero seguía sin mostrar emoción alguna, el asaltante
dijo:
- Quítate,
Negro, deja me chingo a esta vieja y
te llevo de regreso a casa… ¿Recuerdas la casa?... ¿Recuerdas cuando te daba de
comer pollo y huesos de res que sobraban del caldo?... ¿Te acuerdas?...
Quítate, perro…
El enorme
animal reconoció a su antiguo dueño, dio un paso hacia atrás y volteó a mirar a
la chica, mientras chillaba, la joven no dijo nada, pero sonrió como si
comprendiera, el perro se apartó un poco y el chico de la navaja se acercó a la
joven que yacía en el suelo…
- Ahora
sí, chiquita, sabrás lo que es bueno…
Segundos
después, un grito aterrador rompe la calma de la colonia y provoca la venida de
los representantes de la ley y el orden…
- ¡AAAAH!
¡No mames! ¡No, estúpido perro! ¡Suéltame! ¡AAAAAAAH!
Segundos
después, el cómplice de quien ahora recibía su castigo trataba de escapar, el
animal no le dio oportunidad, lo derribó antes de llegar a la esquina y le
mordió una pierna, desde ese día cojea, pero no se queja; por lo menos eso le
dice a quienes preguntan; porque al menos puede comer, no como su valedor, contesta…
La chica
conservó a Blackie durante algunos
años todavía, los niños de la cuadra, que se hicieron más grandes, seguían
acariciando y mimando al enorme perro que había salvado a su dueña, él,
mientras tanto, siguió siendo manso y tierno con todos y especialmente con la
chica que lo había rescatado, cuando las fuerzas lo abandonaron y pasaba la
mayor parte del día echado, tomando sol, los niños, los adultos, los jóvenes y
su agradecida dueña lo cuidaban, veían por él y le regalaban todo tipo de
cosas, finalmente, cuando Blackie durmió
en paz, la chica y los vecinos hicieron un gran agujero en la entrada de un
parque cercano, y enterraron al perro allí, una gran cruz indica, a todos
aquellos que quieran saberlo, que ahí reposan los restos de un noble y muy
cariñoso amigo del hombre...