domingo, 26 de julio de 2015

El Discurso

El hombre en el estrado clava la mirada en el fondo del auditorio, siente como el sudor empieza a correr por su frente, no es debido a lo que acaba de ver, sino a que las luces hacen que el calor se concentre en donde está parado; a su lado está el premio que acaba de recibir, el hombre se da un respiro, toma un trago de agua y aclara su garganta, la audiencia está en silencio, expectante.

- ¡Wow! ¡No sé qué decir, de verdad!, todos han sido muy amables al darme este premio, el cual, debo decir, no merezco en realidad… sé que muchos de ustedes me admiran por la obra que hemos llevado a cabo en esta ciudad, sé que me consideran una especie de héroe, de benefactor, de santo, inclusive… debo decir que eso me abruma, no es necesario que les diga de nuevo lo que eso me hace sentir, muchos de ustedes se han acercado a mí para expresar todo esto, y les he hablado muchas veces de cómo me siento cuando los escucho hablar de esa manera.

¿Qué les puedo decir?, durante más de 15 años hemos estado juntos, trabajando por este proyecto, esforzándonos cada día por hacerlo más y más grande, y ayudar a más y más personas… muchos de ustedes han dado más de lo que cualquiera puede pedir, ayuda, apoyo, tiempo, dinero, esfuerzo… todo en un gran impulso para mi causa (nuestra causa ahora), la cual han hecho crecer más allá de mis sueños más ambiciosos… ¿Quieren saber cómo me hace sentir eso precisamente hoy, que recibo este premio?

La audiencia murmura un callado “Sí”

- Eso pensé… justo hoy, recibir este premio y verlos a todos aquí, ver sus rostros, su ilusión, sus miradas cargadas de esperanza… ¿saben qué me inspira?...

El auditorio completo guarda silencio expectante, el Filántropo del Año está por terminar su discurso, y está por hacerlo de una forma que resultará inolvidable para todos los que lo escuchan:

- Me inspira. El más completo. Y absoluto. DESPRECIO.

Todos los asistentes se miran asombrados, nadie puede creer lo que acaban de escuchar, por un momento, todos piensan que es una especie de broma, así que unas curiosas sonrisas estúpidas adornan sus rostros, el hombre pasea la mirada lentamente por el salón, clavando los ojos en todos y cada uno de los presentes, sabe que se niegan a aceptar lo que escucharon, de modo que tiene que continuar:

- Todos ustedes son personas patéticas, débiles y despreciables… cada día de los últimos 15 años he tenido que esforzarme más allá de lo que sus pequeñas y pusilánimes mentes pueden imaginar, he tenido que aguantar las ganas de gritar, de destrozarlos, de borrar de sus estúpidas e insulsas caras esas mediocres sonrisas que las adornan.

Todo el día, todos los días, he tenido que resistir el impulso de partirlos por la mitad y eliminarlos, he resistido la tentación de darles una pequeña probada del mundo real, de hacerlos pedazos y enseñarles, en el último glorioso instante, sus corazones arrancados de sus pechos, justo antes de que dejen de latir, para así mostrarles el horror que adorna la vida REAL.

Pero durante estos 15 años he resistido esa tentación, y déjenme decirles: ¡ha sido un esfuerzo heroico!, todo el día, todos los días, he tenido que luchar contra mis instintos y contra mi naturaleza; pero ahora que lo saben, tengo que decirles porqué lo soporté, y porqué valió la pena aguantarlo; los conozco bien, y sé que seguro están pensando: “debe estar loco”, pero una vez que sepan lo que he hecho, y les aseguro que lo sabrán, a detalle, más pronto de lo que imaginan, recibirán por fin, eso que tanto anhelé darles… un gran platón de realidad, una cubeta de agua helada de terror y asco que recorrerá sus espaldas por años y años.

Los hombres que están al fondo del salón, a los que pueden ver si deciden voltear hacia allá, son miembros de un grupo especial de investigación de la Policía Metropolitana; el hombre que está en medio del grupo, aquél que no me quita la mirada de encima, es el Inspector González, él les dirá, una vez que esto haya terminado, todo lo que he hecho, todos los horrores que he desatado, y todos los productos infernales que salieron de este cerebro enfermo.

Pero antes de llegar a eso, quiero darles un último regalo, mi último presente, mi testamento, si quieren llamarlo así: la culminación de una magna obra que me ha tomado 15 años montar, y que hoy se representa por única ocasión… sólo para ustedes.

Este último detalle se los confirmará la Policía, si es que no me lo creen, claro; sé que en este momento están repasando frenéticamente los últimos 15 años de sus vidas, buscando desesperados indicios que les digan que todo esto es una broma macabra… pero para este momento ya se dieron cuenta, los indicios que sus mentes les dan no apoyan la idea de la broma, más bien confirma lo que están escuchando.

¿Están listos? ¿De verdad?, vamos, un par de segundos más de reflexión… ¿Ya? ¿Listos para escucharlo?... muy bien, aquí va: la fundación, esta obra magna por la que me han dado premios, me han elogiado, me han elevado a alturas increíbles y me han dado su confianza durante todos estos años, es un fraude… no un fraude sencillo, claro que no; el punto nunca fue obtener dinero, o favores políticos, o el aprecio de sus vacuas mentes… No, no, no, el objetivo final fue obtener carne fresca, víctimas que alimentaran mis necesidades, animales para sacrificar en el matadero.

¡Así es! ¡Ahora lo saben! ¡El dinero, la ayuda, el esfuerzo, todo ha servido para alimentar una enorme trituradora de carne!, ¡Y TODOS SON CULPABLES! ¿Creyeron que lavaban sus culpas de ese modo?, ¿Pensaron que su tan llamada “ayuda” limpiaba todos sus pecados?, pues les tengo noticias: ¡Sus pecados sólo aumentaron gracias a mí!

El silencio, expectante unos cuantos minutos antes, ahora cae como una losa sobre las cabezas de todos los presentes, sus mentes, ahora lo sabe el hombre en el estrado, empiezan a torturarlos, y seguirán haciéndolo por muchos años más.

- La obra está completa… en fin, no me queda más que decirles, salvo, tal vez, que me recuerden siempre que puedan, y algo me dice que lo harán por mucho, mucho tiempo; nada me queda, pues, más que agradecerles por todo su apoyo y ayuda para culminar mi magna obra, y despedirme de ustedes con un gran final, digno de este extraordinario esfuerzo que hemos protagonizado juntos.


Sin que nadie tenga tiempo de reaccionar, el hombre en el estrado levanta el brazo derecho, que estaba oculto, en su mano hay un revólver de gran calibre, el Inspector González corre hacia el escenario pero ya es tarde, ágilmente, el hombre apunta el revólver a su sien y dispara.

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