domingo, 26 de julio de 2015

Desesperanza

La lluvia azota las montañas, los rayos golpean en la sólida roca y arrancan sonidos que hacen pensar a cualquiera en el fin de los tiempos, la tormenta está en su apogeo, pero eso no implica que la patrulla que ahora ronda la carretera abandone su deber, las luces iluminan el camino, resbaloso y brillante por la lluvia, mientras pasan lentamente a través del bosque, el camino es conocido, pero en condiciones como estas hay que tomar siempre precauciones, pronto, los faros iluminan un cartel que indica la entrada del pueblo: “Esperanza”.

El vehículo oficial avanza con cuidado por la calle principal, deja atrás el almacén, la iglesia y los demás negocios del centro, dobla a la derecha frente al ayuntamiento, y recorre varias casas hasta llegar a la más humilde y pequeña de todas, el jefe de la policía local acaba de terminar su turno, el pueblo, al menos por ahora, está seguro.

Apenas desciende del auto, el oficial alcanza a observar una sombra juguetona que se asoma por las ventanas, segundos después, su hermosa esposa abre la puerta y le sonríe, sus dientes perfectos, su mirada tierna y amorosa, junto con los labios carnosos y la nariz pequeña y espigada, despiertan en él una gran ternura, el policía observa a su mujer por un momento, y la saluda mientras camina hacia la parte trasera del automóvil:

- ¿Qué tal estuvo tu día, amor?, ¿Tranquilo?, ¡espero que así haya sido, porque con este clima parece que las montañas se van a derrumbar!, por cierto, hoy traigo un pequeño regalo para ti.

El oficial abre la cajuela y observa el interior, curiosamente, justo en ese instante lo asalta un pensamiento recurrente, la idea de qué hubiera sido de su vida si no hubiera conocido a su adorable esposa...



Las nubes se espesan, el viento arrecia, el cielo se pinta de negro, haciendo más grandes las sombras que cubren el lugar donde se ocultan, ambos lograron escapar del establo y trataron de obtener ayuda entre los habitantes del poblado cercano, sólo para encontrar que las pocas personas que aún lo habitaban no eran propensas a prestar ayuda a nadie, en medio de la desesperación, cada uno tomó algo que podía servir como arma y decidieron hacer una carga suicida sobre la casa, para ambos es muy obvio, o salvan a los demás o mueren en el intento.

Aprovechando las sombras, y maldiciendo cada rayo que arroja luz sobre sus movimientos, los dos hombres se dirigen hacia la casa, uno va armado con un bate, y el otro con una botella cortada, ambos deciden que lo más estúpido sería cargar por la puerta principal, así que deciden intentarlo por atrás, dan la vuelta a la propiedad, cuidando que la Mujer no los vea.

Después de unos instantes, los hombres alcanzan la puerta trasera de la casa, ambos deciden impulsarse al unísono para derribarla, y sin pensarlo demasiado, corren hacia la casa, golpean la puerta al mismo tiempo y también se dan cuenta que el exceso de fuerza no era necesario, los goznes de la puerta trasera, oxidados por la falta de uso, saltan al impulso de los dos cuerpos sin mucha resistencia, la madera podrida se quiebra al instante y ambos se precipitan escaleras abajo.

Dentro del sótano, la sorpresa da paso al enojo cuando ambos caen e interrumpen lo que pasaba, por una extraña coincidencia, su desesperada carga contra la Mujer dio un extraño resultado, ya que la puerta, en su viaje hacia el fondo de la casa, golpeó a la Mujer, haciendo que tirara el arma que tenía en sus manos, lo cual provocó un feo corte en el brazo derecho de uno de los hombres, pero permitió al otro hacerse con el control del objeto.

En medio de la humedad, sucia y podrida del sótano, estaba a punto de suceder una carnicería, en una mesa del centro, sujeta al mueble por cadenas, yace una mujer que grita desesperada:

- ¡Rápido, libérennos!

Una rápida mirada descubre lo retorcido de la ceremonia interrumpida, los otros cuatro acompañantes de la mujer y los dos hombres, amigos todos desde tiempo atrás, están sujetos a la pared con gruesas cadenas y enormes candados, todos observan horrorizados el centro de la habitación, la Mujer estaba a punto de destazar a la chica que yace en la mesa.

La Mujer se recupera y trata de derribar a uno de los hombres, el que sostiene la sierra eléctrica en las manos, el otro trata de liberar a la chica, tarea que se complica más aún por tener un brazo incapacitado, los demás gritan horrorizados y tratan de escapar sin conseguirlo, aumentando la tensión de la escena.

En la pelea por la sierra eléctrica, la Mujer saca la peor parte, es derribada y observa impotente mientras el chico que la sostiene se acerca lentamente a ella, no pudo apagar la sierra, que era su objetivo, y sabe que el joven la matará sin dudar un instante, a menos que…

Un golpe seco distrae al chico, mientras su amigo logra liberar una de las piernas de la joven que está atada a la mesa, una mirada le basta para reconocer el celular de su novia, la imagen que aparece en el teléfono llama su atención, por uno de esos tontos procesos mentales que todos padecemos alguna vez, el chico olvida el peligro en el que se encuentran todos para concentrarse en la fotografía que no reconoce, al acercarse, con la sierra aún funcionando, se da cuenta de quienes aparecen en la imagen…

- ¿Qué estás esperando, imbécil?, ¡corta a ese espantajo por la mitad!

El joven observa a su amigo asombrado, jamás se hubiera imaginado que él y Diana…

- ¿Estás sordo acaso, idiota?, ¡Acaba con esto de una vez!

Mientras la sierra sigue chirriando, el joven ignora la orden y observa a sus amigos, se da cuenta que todos rehúyen su mirada, y de pronto una idea horrenda llena su cabeza… todos lo sabían.

- ¡Oye estúpido!, ¿Qué esperas, la navidad?, ¡Deshazte de esa enferma y escapemos!

Los gritos de su amigo están rebotando por todo su cerebro, el dolor de saberse traicionado por Diana y Alfonso se confunde horriblemente con la idea de salvarlos a todos de la Mujer, el dolor y el deber debaten en el fondo de sus pensamientos, si tan sólo le dieran un minuto para respirar y meditarlo, sólo un minuto para asimilarlo y continuar, sólo un minuto…

- ¡HAZLO DE UNA VEZ!

Sus ojos, inundados de lágrimas, llenos de rencor y dolor, se topan por un instante con los de la Mujer, por primera vez la mira como lo que es, y se encuentra con una mirada asustada y suplicante, que mira desesperada al chico, la sierra, el celular, a Diana y a Alfonso, todo al mismo tiempo y con una gran desesperanza…

- ¿¡QUÉ ESPERAS?! ¡MÁTALA DE UNA VEZ!

El chico percibe algo en la mirada de la Mujer, desvía la mirada un instante y observa algunas fotografías pegadas a la pared, las de sus amigos y su novia están tachadas con plumón rojo, la de él no; la luz se hace por un instante entre los rugidos de Alfonso, el joven mira a la Mujer y murmura:

- ¿Tú lo sabías?

La Mujer asiente ligeramente, los gritos de Alfonso llenan la habitación:

- ¡MÁTALA!, ¡Haz lo que tienes que hacer, maldito idiota!

Diana y los demás perciben algo en la actitud del chico, algo que los deja helados e impulsa a Diana a decir:

- Alfonso, creo que deberías dejar de gritar…
- ¿Por qué?, ¡Martín la tienen a su merced!

El chirrido de la sierra llena la habitación, todo lo demás está en silencio, antes de que Martín tome la decisión, su cuerpo ya se prepara para la acción, los músculos de sus hombros están tensos, los brazos firmes, las piernas preparadas para impulsarlo, un solo golpe y todo habrá terminado…

Alfonso se acerca a él, susurrando:

- ¿Ya vas a terminar con esto, o tenemos que…?

En un segundo el horror golpea a Alfonso, literalmente, Martín gira ágilmente y hunde profundamente la sierra en el estómago de su amigo, la sangre y la piel empiezan a volar en todas direcciones, Diana y los demás empiezan a gritar horrorizados, Alfonso trata de gritar, de decir algo, pero Martín empuja la sierra hacia arriba, cortando las costillas y los pulmones de su ex amigo, haciendo que una bocanada de sangre sea todo lo que salga de su boca, la sierra se atora, y Martín aplica toda su fuerza para hacerla subir más y más, la vida abandona al pobre diablo antes de que Martín decida que ya cortó lo suficiente, cuando la sierra se atora de nuevo con el hombro de Alfonso.

La sierra sigue chirriando, hiriendo el aire de la habitación, los ojos de los aterrados espectadores ven como el cuerpo destrozado y sin vida de Alfonso cae lentamente al piso, donde empieza a vaciarse como lo haría un animal en un matadero, las miradas lentamente se concentran en Diana, que sigue atada a la mesa, los ojos de la chica suplican piedad a Martín, quien la mira con odio y rencor absolutos, ella al menos tiene tiempo de decir algo:

- Mi amor, Martín, te juro que…

Un veloz movimiento acaba la conversación, Martín encaja la sierra con fuerza en el pecho de Diana, las costillas crujen como madera vieja, la sangre de nuevo sale proyectada hacia las paredes, el techo, hacia la cara de Martín, más trozos de piel se desprenden y salpican a todos con lo que hasta hace unos momentos era el cuerpo de Diana.

Los dientes de la herramienta se hunden con saña en la carne suave y delicada de la mujer, Martín mueve la sierra de lado a lado, haciendo aún más daño al cuerpo tantas veces amado y acariciado, la pobre mujer grita sin descanso, mientras la inclemente sierra se abre camino a través de ella, hasta que un sonido más familiar llena la estancia, la sierra atraviesa el cuerpo de la mujer y penetra la madera, la fuerza de Martín hace que la máquina se hunda en la madera con rapidez y se atasque al golpear el suelo, Diana lanza un chillido agudo de dolor cuando la dentadura mecánica se detiene.

Martín empieza a actuar como un loco, desesperado, trata de hacer funcionar de nuevo la sierra, cada intento fallido hace que Diana grite más y más, los esfuerzos son vanos, y gruesas gotas de sudor empiezan a mezclarse con la sangre que cubre el rostro del chico, un sonido metálico lo toma desprevenido y hace que su pulso se detenga por un instante…

Al voltear, encuentra a la Mujer sosteniendo un enorme machete, pensando que tal vez acaba de cometer el último error de su vida, Martín aferra la sierra con más fuerza, la Mujer no dice nada, solamente camina hacia donde la exhausta Diana dejó caer la cabeza, la chica aún tiene fuerzas para dar un alarido cuando la Mujer corta su cuello sin decir palabra alguna, la sangre cubre el bello rostro de Diana en un instante, sus gritos cesan y el movimiento espasmódico de su cuello va cesando poco a poco, hasta que un chorro del líquido  vital escurre del cabello de Diana hacia el piso, formando un enorme charco que en segundos se encuentra y se mezcla con la sangre que aún emana del cuerpo de Alfonso.

Una forma macabra de estar juntos, piensa Martín, la Mujer lo toma de la mano sin avisar, él se sobresalta pero la mira, ella le pasa el machete y toma un cuchillo de una mesa cercana, ambos voltean hacia los cuatro amigos que restan, y en minutos acaban con el sufrimiento de sus pobres almas…



Al abrirse la cajuela, dos pares de ojos miran aterrados a Martín, cazó a este par de imbéciles en la carretera utilizando el confiable truco de la patrulla, y ahora se los lleva como un regalo a su adorada esposa, para que ambos recuerden juntos el día en que se conocieron; para que Martín nunca olvide el maravilloso día en que su verdadero amor floreció.

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