domingo, 1 de febrero de 2015

La Rosa

1

El rugido de la ciudad envuelve el ambiente, 25 millones de almas se ponen en movimiento, como todas las mañanas; las nubes cubren por completo el cielo y amenazan con desatar una lluvia temprana que dé al traste con los planes que los esclavos tienen; mientras los ciudadanos se lanzan velozmente a las calles, una mujer, joven y de apariencia tímida, camina con mucho cuidado por las calles resbalosas de la ciudad, trata sobre todo de no caerse mientras se equilibra sobre los largos tacones al pasar por las banquetas; al mismo tiempo, intenta que nada arruine su vestido nuevo, un estallido de color en medio del día gris, en la ciudad gris.

Una vez que el caos matutino se ha asentado, encontramos a nuestra joven en medio de un bosque de cubículos grises, la mayoría de los oficinistas, presionados y tensos como corresponde a empleados de un gigante corporativo, pasan casi sin mirarla frente a su escritorio; ella, consciente de ello pero dispuesta a no dejar que un detalle tan pequeño arruine su día, saluda amablemente a todos, con una enorme y bella sonrisa colgada siempre en los labios; como suele pasar en las grandes oficinas, donde todo es gris y apático, alguien como ella siempre destaca, y no pasa mucho antes de que algunos de sus compañeros, una vez pasada la tradicional racha matinal de estrés, empiecen a devolverle el saludo y a conversar con ella.

Su escritorio, decorado con pequeños detalles que le dan luz y color a un mar de paneles oscuros, empieza a ser frecuentado por más y más personas, ella a todos recibe, con todos conversa, a todos sonríe y los hace sonreír, es, cómo negarlo, el alma buena que le pone color a todos los días rutinarios del ejército empresarial.

A una chica como ella no le faltan pretendientes, pequeños soldados rasos del ejército que le dedican todo tipo de atenciones, las cuales ella es incapaz de rechazar; a todos los mira con ternura y con cariño, a todos los quiere y a todos los aprecia, su cubierta exterior hace creer a la oficina que ella es una niña de corazón dulce y noble, incapaz de desairar a nadie o de perder una amistad por algo tan trivial como una ilusión; por supuesto, la razón por la que conserva a su pequeño club de admiradores tiene que ver con esa necesidad siempre insatisfecha, ese algo que ha estado con ella desde que tiene memoria, todo ellos, hasta el último, alimentan la vanidad escondida de la mujer.

2

Las ruedas de la camilla emiten un rechinido estridente mientras pasan por el largo y oscuro pasillo hacia la sala de autopsias, los forenses y dos inspectores de la Policía Federal esperan dentro de la sala a que arribe el cadáver para poder examinarlo a fondo.

Los camilleros hacen el último esfuerzo y empujan el cuerpo, cubierto con una sábana blanca, dentro de la sala, uno de los doctores dice:

- Buenas noches, bienvenido al Servicio Médico Forense, esperamos que su estancia sea agradable...

Su asistente y los inspectores, acostumbrados a las bromas macabras del Doctor Smith, no mueven un músculo, las potentes luces iluminan el centro de la habitación, donde los camilleros depositan la carga y salen de inmediato, ya se corrió el rumor por todo el Servicio de que la última víctima de Smiley no es un espectáculo agradable.

En cuanto los camilleros salen, el Doctor Ramírez se acerca al cuerpo y lo descubre en un ágil movimiento, los inspectores se sienten asqueados en el instante en que logran ver lo que quedó de la víctima, Smith, con su particular sentido del humor, choca las manos y prosigue con su bienvenida.

- ¡Válgame!, ¡Se ve que le han dado una muy buena! -Smith revisa el registro y continúa- de modo que se ha topado usted con Smiley...

Smith suspira y vuelve a mirar el cadáver, la posición del cuerpo no ha cambiado, sin embargo, el Doctor se siente inspirado a decir:

- No es necesario que se moleste, aunque parezca que estamos lejos, en realidad cada vez estamos más cerca de Smiley, no lo suficiente como para impedirle que le hiciera esto, pero sí lo suficiente como para que, con su ayuda claro, podamos evitar que vuelva a hacerlo.

Todos los presentes guardan silencio por unos segundos, mientras contemplan el rostro sin vida del cadáver... la mitad que quedó, al menos.

3

La noche desciende sobre la magna ciudad, los ciudadanos se lanzan de nuevo a las calles, al tráfico y al caos; nuestra vanidosa señorita, que detesta el tráfico abundante y aparentemente interminable de la capital, aprovecha las tardes para hacer algo de ejercicio, de modo que al acabar la jornada, y luego de despedirse de todos los amigos especiales que tiene en la oficina, se dirige al gimnasio más cercano.

Durante el trayecto, la mujer va sonriente, saludando a todos aquellos con los que se cruza, tratando de alegrar la tarde de los caminantes, y de paso tratando de llamar la atención y ser el centro de las miradas, aunque sea sólo por unos segundos.

Desde que era niña le gustaba la atención que recibía; al crecer, la necesidad de ser atendida aumentó, muchos pensarían que a una escala desproporcionada, pero ella sabía muy bien que era sólo un poco más vanidosa que las demás, sólo una pequeñísima fracción, algo diminuto, en realidad.

Al llegar a la Universidad esa necesidad aumentó, como es normal en todas las chicas al llegar a cierta edad; todos las hemos visto, coqueteando con alguno (o algunos) de sus amigos en el transporte público, sonriendo siempre, arrojando miradas tiernas y cargadas de ilusión a todo aquél que pase y que ellas crean que lo merece; con el tiempo, nuestra chica reunió un pequeño grupo de admiradores, el tipo de chicos a los que podías utilizar sin necesidad de hacerles mucho caso, entre todos, y con el paso de los años, hicieron crecer aún más el lado vanidoso de nuestra oficinista.

La vanidad, como todos sabemos, es un sentimiento natural, humano y perfectamente entendible, es la imagen perfecta que nos hacemos de nosotros mismos; la que tratamos de proyectar, siempre sin éxito, a todos los que nos rodean; es lo que queremos que los demás noten de nosotros, y que suele ser lo que siempre pasa desapercibido; con los años, dejamos de sentir la necesidad de ser observados y aplaudidos todo el tiempo, dejamos de ver nuestras virtudes como excepcionales y aceptamos los defectos, empezamos, por fin, a ser quienes somos en realidad.

Pero esa profunda necesidad no cesa en algunos casos, inclusive hay personas que lo ven como un defecto terrible e imperdonable...

La mujer llega al gimnasio, cambia su ropa y empieza a ejercitarse en los aparatos disponibles, conforme pasan los minutos, empieza a seguir con la mirada a algunos de los "deportistas" que llenan el lugar, de pronto, sus ojos se posan en un hombre alto, fuerte y bien formado, vestido por completo de negro, nada más llegar, el joven levanta un gran revuelo, muchos lo conocen, aunque sólo sea de vista, y lo saludan al pasar, cuando el hombre pasa frente a nuestra chica, le guiña un ojo tratando de llamar su atención.

A partir de ese momento, los ojos de la mujer no se despegan del joven.

4

Una vez concluida la autopsia, Smith deja que su asistente limpie la plancha y conduzca el cadáver a la cámara de refrigeración, mientras se lava, el Inspector Martínez le pregunta:

- ¿Algo nuevo, Doctor?
- Nada, la misma forma de muerte, la misma placa con la carita sonriente incrustada en el lugar que ocupaba el ojo, la misma tortura, el mismo proceso, aplicado mientras aún estaba con vida...

El Inspector Martínez enciende un cigarrillo y le ofrece uno al Doctor Smith, que niega con un gesto, mientras da la primera bocanada, su compañera, la Inspectora Gutiérrez, dice lo que los tres están pensando:

- Eso no ayuda, prácticamente no tenemos nada.
- ¿Lograron localizar al fabricante de las placas? - pregunta Smith
- Están hechas de la forma más común y barata que puedas imaginarte, pudo pedir mil iguales por menos de 500 pesos, y los pudo haber ordenado en cualquier parte de la ciudad...
- ¿Algo nuevo en el perfil?
- Por lo que vemos sigue el mismo patrón de siempre, la víctima desaparece de pronto, y nadie vuelve a saber de ellos hasta tres meses después, cuando llega la tradicional carta informando la ubicación.
- Seguimos igual, entonces.
- Hemos avanzado algo, sabemos que la mayoría de las víctimas desaparecieron al ir al gimnasio, sólo dos se perdieron después de salir del trabajo.
- ¿Algo sobre los motivos?
- Nada aún, todo es preliminar, no parece haber un patrón en cuanto a la apariencia física de las víctimas, es como si las escogiera al azar, aunque todos tienen algo en común...
- ¿El qué?
- Los pocos testigos que hemos entrevistado recuerdan que las víctimas destacaban entre todos los que iban a los gimnasios.
- ¿De qué manera?
- Por su vanidad, al parecer.

Smith suspira, se toma unos minutos para procesar la información que la Inspectora Gutiérrez acaba de darle, sin pensarlo demasiado, pregunta de nuevo:

- Entonces, ¿creemos que elige a sus víctimas por ser vanidosas?
- Al menos eso pensamos.
- ¿Porqué?, ¿Smiley considera la vanidad como algo terrible?
- Pueden ser muchas cosas- terció el Inspector Martínez- quizás lo considera una especie de pecado, o tal vez no pueda soportar a la gente vanidosa, en este punto, cualquier conjetura es buena.

Los tres hacen una pausa larga, el Doctor toma sus notas y suelta lo primero que le viene a la mente:

- ¿Podría ser que los asesina por considerarlos competencia?
- Tal vez, ¿por?
- Es sólo una idea, me vino a la mente por el odio que se adivina en la forma en que las víctimas murieron - los minutos pasan y nadie habla, Smith rompe el silencio:
- Este tipo está verdaderamente enfermo...

5

Justo cuando nuestra chica se encamina a las regaderas, luego de concluir su jornada de ejercicio, se topa en el camino con el joven de negro, no puede negar que es guapo y que hay algo en él que la atrae con más fuerza de la que quiere reconocer, el chico murmura unas cuantas palabras en el oído de la mujer, un estremecimiento recorre todo su cuerpo, nerviosa, pero al mismo tiempo bastante excitada, la chica asiente y se apresura para cambiarse de ropa.

Minutos después, la mujer espera en su auto afuera del gimnasio a que el chico atractivo salga, cuando lo ve toca el claxon y lo saluda emocionada, el hombre se despide del amigo que lo acompaña y camina lentamente hacia el auto de la mujer, sabe de su belleza y no duda en explotarla, un ligero escalofrío recorre la espalda de la oficinista, cuando el hombre sube al auto, el aire se llena con la fragancia de la colonia que utiliza.

Mientras el auto avanza, la conversación se torna fluida, Raúl, tal es el nombre del chico guapo, le cuenta toda su vida a nuestra protagonista en un abrir y cerrar de ojos, ella habla poco, a pesar de estar acostumbrada a dominar las conversaciones, cada alardeo de Raúl remueve una sensación adormilada en el interior de la chica, un escalofrío más fuerte recorre su espalda.

Algo no está bien, definitivamente algo no va bien.

6

- En eso también hay avances.

El Doctor fija la mirada en la Inspectora Gutiérrez, la frase lo toma desprevenido y no puede evitar preguntar:

- ¿A qué te refieres?
- Digo que hay un cambio en el perfil, relacionado con lo que acabas de decir...
- ¿Quieres decir que...?
- Efectivamente Doctor, Smiley es una mujer, estamos casi seguros de ello...

7

La noche desciende sobre La Ciudad, la oscuridad se mete por cada ventana, azota cada puerta y toma cada rincón de la capital, los esclavos se preparan para descansar, esperando iniciar un nuevo día de trabajo la mañana siguiente; algunos, en cambio, aprovechan para dejar salir a los demonios...

Un auto compacto pasea por la zona industrial, nuestra chica vanidosa lo conduce mientras va recordando cómo la necesidad de atención de la adolescente dio paso a la necesidad de atención de una mujer adulta, es cierto que no era tan fácil como antes atraer todas las miradas, pero aún sabía lo que tenía que hacer para ser la consentida de la oficina, de su casa, de su familia, de todos los que llegaban a posar sus ojos sobre ella...

En el asiento del pasajero, un cadáver observa obstinado la noche fría a través del parabrisas, es el deportista que la chica conoció en el gimnasio, en el retrovisor, una pequeña medalla con una carita sonriente oscila junto con el auto, es idéntica a la que se encuentra encajada en el sitio que ocupó uno de los ojos del muerto.

Durante tres meses lo tuvo cautivo, fue su admirador personal, el que le prodigaba toda la atención que necesitaba, pero al mismo tiempo, como ella siempre había sabido, era una amenaza que también requería atenciones, cuando el ciclo se completó y ya no le fue útil, Smiley (que era como todos la llamaban ahora) dispuso de Raúl Aguilera para poder obtener una nueva presa.

Lo único que no soportaba, y nunca soportaría, era la competencia.

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