jueves, 21 de noviembre de 2013

La Oscuridad

- ¿Necesita algo más, señor?
- No Martín, ya puedes irte, muchas gracias…
- Hasta mañana entonces, señor.

El mayordomo se despide de mí haciendo una ligera reverencia, después abre la puerta y se adentra en esta asquerosa noche de perros, las nubes han cubierto el cielo desde el mediodía, el frío cala hasta los huesos y todo hace pensar que hoy caerá la última tormenta del año, puedo sentir la lacerante helada en las rodillas; me dejo caer en el sillón, frente a mi escritorio y mi cena, aún quedan algunos pendientes que quisiera revisar.

El viento aúlla en las ventanas, el sonido que hace al pasar por el largo corredor que lleva hasta el estudio donde me encuentro es aterrador, aunque suene raro, ya estoy acostumbrado a ese ruido lastimero que ocupa la enorme casa; desde la muerte de mi esposa este caserón es demasiado para mí, pero me resisto a irme, por cuestiones de espacio principalmente, los recuerdos y los bienes acumulados en cuarenta años no pueden guardarse en un departamento.

Terminada la cena, hago una última revisión a los documentos de la compañía, siempre que tengo que autorizar algo relacionado con la empresa no puedo evitar sonreír, a principios de siglo, cuando era yo más joven y audaz que ahora, decidí invertir parte de mi capital en financiar a unos amigos médicos que se dedicaban a la investigación, en aquél entonces mi esposa me reclamó haber destinado parte de nuestro dinero a ello, según ella, mis amigos jamás lograrían algo trascendente y sólo estábamos tirándolo… ¿quién podría habernos prevenido sobre La Plaga?

Tan sólo cinco años después de haber financiado a la compañía, una enfermedad nueva, devastadora y desconocida, empezó a asolar a la humanidad, al principio fue confundida con algunos de los padecimientos ya existentes, pero al cabo de seis meses, casi la mitad de la población del planeta estaba contagiada, el mundo vio caer a un cuarto de sus habitantes, y la enfermedad no daba visos de detener su mortal avance, fue justo por esas fechas, cuando muchos dimos por sentado que ese era el fin y nada podría detenerlo, que uno de mis socios encontró una posible cura a la enfermedad.

Desafortunadamente, dicha cura sólo existía en el plano teórico, para ser llevada a la realidad requería experimentación, el problema era que debido a la tasa de mortalidad y al avance rampante de la infección, esto sólo podía hacerse sobre seres humanos, al principio creímos que sería fácil encontrar voluntarios, pero la escasez de estos últimos obligó a varios gobiernos a imponer nuestro criterio: la experimentación se haría sobre ejemplares vivos, escogidos al azar.

Al dejar de lado el factor de la voluntad humana, el avance logrado por mis socios fue espectacular, y aunque algunos de ellos sucumbieron en su guerra contra este asesino implacable, al final hubo éxito, y la cura fue descubierta, la salvación de la raza humana trajo un bienestar sin precedentes para todos nosotros, a final de cuentas, como bien dije yo en la junta que tuvimos luego de la proeza, todos estaban en deuda con nosotros, en todos lados, para siempre.

Justo cuando mi momento nostálgico termina una violenta ráfaga abre de par en par la puerta de mi estudio, creí haberla dejado cerrada con llave, pero este aire helado que llega hasta mi silla deja claro que no lo hice, antes de levantarme a cerrar la pesada puerta, me detengo un momento a disfrutar la vista del pasillo que lleva hasta la entrada de la mansión.

El decorado del amplio corredor es digno de un rey: candelabros, espejos, tapices, pinturas y esculturas decoran el camino, todo hecho con los mejores y más finos materiales, por las manos de todos los expertos artesanos que las enviaron en agradecimiento a la Salvación… ahora que recuerdo, las esculturas, tan vívidas y hermosas, fueron motivo de preocupación en los últimos años de la vida de mi esposa, ella decía que podía percibir sus murmullos, incluso creía que las oía lamentarse en las noches sin luna.

La luz se corta de repente, cosa de un segundo, un parpadeo; cuando vuelve a iluminar la sala, todo sigue como hasta ahora, el viento helado sigue recorriendo la estancia y arrancando ruidos siniestros del corredor; el suministro debe estar fallando, ya que la luz vuelve a cortarse, regresa después de unos segundos, todo parece estar igual… ¿acaso esa escultura está distinta?, no lo creo.

La luz falla de nuevo, dejándome a oscuras durante unos segundos, mientras espero, escucho ruidos furtivos en el corredor, y al hacerse de nuevo la luz creo ser presa de una alucinación… definitivamente esa mujer bajó los brazos, ese ángel movió el pie derecho, y no cabe duda que el arquero no estaba volteando hacia acá…

La energía falta, la oscuridad reina dentro de mi extensa residencia, los sonidos nuevamente se hacen presentes, y al iluminarse de nuevo el corredor, todas las figuras han cambiado su posición, más de una parece prepararse para bajar al pasillo, algunas parecen encaminarse hacia mi estudio, esto no puede estar pasando, es un sueño, nada más.

La oscuridad vuelve a envolver la estancia, esta vez estoy seguro que los sonidos están ahí, frente a mí hay movimiento, y esta vez suena a que hay mucho; al mismo tiempo, la falta de luz me hace aguzar el oído, lo cual me permite percibir sonidos francamente alucinantes, como la voz que pronuncia:

La hora ha llegado

Todo se ilumina de súbito, el arquero se ha acercado a la puerta, el ángel está a su derecha, y ambos parecen flanquear el paso a la estatua de una mujer que lleva un cántaro entre manos, y que hace unos minutos decoraba el recibidor de la casa, esto es un chiste, un mal sueño, una imagen producida por el exceso de trabajo…

La luz falla de nuevo, los movimientos me indican que algo se acerca a mí, de pronto, el voltaje empieza a flaquear, y hace intermitente el apagón, a la luz sigue la tiniebla, en una rápida sucesión que parece mostrarme una película cuadro por cuadro, las figuras se acercan más y más al escritorio, estoy enloqueciendo, porque escucho perfectamente a la mujer del cántaro que dice:

Pagarás por tus pecados

Toda esta broma de mi cerebro me tiene con los nervios de punta, ¿Alucinar yo?, ¿Dejarme llevar por una simple falla neuronal?, ¿Ser vencido por un coro de ilusiones macabras?... ¡Jamás!, esas voces, esos movimientos, ese arquero que levanta una flecha hacia mí, ese ángel que tiene la espada lista para descargar el golpe, la mujer que alza el jarrón para dejarlo caer sobre mi cabeza, los lamentos, los gritos y alaridos de dolor y sufrimiento que creo escuchar… nada de eso está aquí, nada está pasando realmente, y yo sólo me estoy dejando llevar.

Nadie escapa a su destino

¿Destino?, ¿A qué te refieres con destino, engendro?, ¿Crees que me intimidas?, ¿Piensas que me arrepentiré al verte tan cerca?, ¿Piensas que lloraré y pediré perdón?... ¡Jamás!, ¿me escuchaste?, ¡Nunca pediré perdón, ni me arrepentiré!, ¿Y qué si asesinamos a millones?, ¡Era necesario!; ¿Qué lucré con ello?, ¡Claro!, ¡Si no fuera por mí todos estarían muertos!, Y si crees que provocarme esta alucinación me hará rogar… ¡Puedes irte al demonio!.

Pagarás por tus pecados

Al volver la luz, veo la punta de la flecha frente a mis ojos; la espada lista para ser descargada sobre mi espalda; el cántaro listo para aplastarme el cráneo… ¿Creen que esto me asusta?, ¡Ustedes no existen!, ¿lo oyen?, ¡Sólo son un producto de mi imaginación!

Pagarás por tus pecados

La luz flaquea, como la que deja una vela al irse extinguiendo, puedo ver las expresiones de odio y rencor en los rostros de las estatuas frente a mí, para demostrarme que todo esto es una simple alucinación, alargo la mano para tocar la punta de la flecha, que es el objeto más cercano, cuando no pueda tocarla, habré probado que todo es una ilusión y podré descansar, al alcanzar la punta de la flecha, percibo el frío bronce del que está hecha…

Pagarás por tus pecados

La luz se fue y la oscuridad absoluta me envuelve, que Dios se apiade de mí.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Cruces en el camino

Mientras viajaba hacia Ek, un pequeño pueblo perdido en el estado de Yucatán, Matías Ríos se percató, con preocupación, de la gran cantidad de cruces que había a los lados de la carretera por la que circulaba, era indudable que lo difícil del trayecto provocara accidentes, pero había puntos donde las cruces formaban dos y hasta tres filas, Matías pensaba que era increíble que tantas personas hubieran muerto en esa pequeña carretera.

Un par de minutos después, Matías encontró una curva muy cerrada, que afortunadamente estaba bien marcada, en este punto, la cantidad de cruces le hicieron pensar en un bosque, por alguna extraña razón recordó los pequeños árboles de bonsái que su abuela acostumbraba acomodar en el jardín, él solía mirarlos por horas, pensando en qué tipo de seres morarían en ese mundo, este recuerdo regresó a él por el extraño parecido entre los pequeños árboles y las cruces multicolores que adornaban la curva, por un momento sintió un escalofrío en su cuerpo, pero lo atribuyó al frío que empezaba a reinar en la zona, coincidiendo con el ocaso, Matías se dio cuenta de que estaba retrasado y sus compañeros sin duda se molestarían por su demora.

Minutos después, llegó con la camioneta al pequeño pueblo, sus amigos le habían dicho que era chico, pero lo que estaba ante sus ojos era aún más humilde de lo que se había imaginado, el pueblo constaba de unos cuantos jacales y casas desperdigados alrededor de la carretera y limitados por la vegetación de la selva, después de estacionar la camioneta y dar un par de vueltas, se dio cuenta que era el primero en llegar, decidió comer antes de que sus compañeros lo alcanzaran, por si querían inciar grabaciones en cuanto llegaran, cansado por los rodeos que había estado dando por el pueblo, Matías empezó a buscar dónde comer.

A los pocos minutos llegó a un caserón, que era el hostal del pueblo, un letrero en la entrada rezaba: “Se da de comer”, Matías entró y de inmediato sintió las miradas de los pocos parroquianos que cenaban ya en el hostal, una joven, adolescente apenas, se acercó a él con una sonrisa para ofrecerle la carta, Matías de inmediato se sintió atraído por las atenciones de la chica, ella lo sacó de sus reflexiones cuando le preguntó:

- ¿Qué qué va a pedir joven?

Matías la miró y apenas pudo recuperar algo de la conciencia perdida, ordenó un par de tortas y mientras ella iba a prepararlas, se dio cuenta que toda la gente lo miraba, como si les extrañara su presencia, algo incómodo, decidió leer una revista que llevaba consigo, a los pocos minutos, llegó la chica con su comida, cuando se iba, Matías la llamó:

- Disculpa, ¿por qué todos me están mirando?
- Ah, no se sienta mal joven, es que no están acostumbrados a ver gente extraña, lo más probable es que quieran saber qué hace usted aquí.

Matías se asombró por la naturalidad con la que la joven se había sentado a su mesa.

- Por cierto, ¿qué vino usted a hacer aquí joven?
- ¿Yo?, meh, nada especial, vengo con unos amigos a grabar un documental sobre la selva, nos dijeron que en el pueblo la gente convivía mucho con los animales, y por eso vinimos.
- ¿Y sus amigos?
- Ah, por lo visto no llegan todavía, lo más probable es que se hayan perdido, ¿o no habrán sufrido un accidente?
- ¿Un accidente?, no, eso es muy raro joven, casi no hay accidentes por aquí.
- Y entonces, ¿porqué hay tantas cruces en la carretera?

Repentinamente, un anciano en la mesa contigua dijo algunas palabras que Matías no entendió, la muchacha se espantó miró al anciano y a Matías, y con un extraño gesto la chica le dijo:

- Por favor señor, no vuelva a preguntar eso, no es prudente

Matías entonces preguntó:

- ¿Qué dijo ese señor?
- Nada, es una superstición del pueblo, dijo que pronto estará usted morando con ella, pero evítese problemas, no pregunte por esas cruces señor, es un tema muy molesto para todos.

Después de decir eso la chica se fue, Matías se quedó asombrado y terminó de comer sin decir nada, sin embargo, el ambiente parecía más pesado, en cuanto terminó de comer, salió para tomar un poco de aire fresco, caminó unos metros y encontró un pequeño banco que miraba a la carretera, sentado allí podría ver si llegaban sus compañeros, mientras miraba el paisaje, perdió la noción del tiempo, de pronto, sus pensamientos fueron interrumpidos por la presencia de una chica a unos metros de él, Matías la miró ya que no la había visto llegar hasta allí y no había escuchado nada, la chica le preguntó sin más:

- ¿Quién eres?
- Yo me llamo Matías, ¿y tú?
- ¿Yo?... me llamo María
- Mucho gusto María, ¿eres de aquí?
- Más o menos ¿ y tú qué haces aquí Matías?
- Vine con unos amigos a hacer un trabajo de la escuela, ¿tú estudias?
- Hace mucho que no.

Matías se empezó a sentir fascinado por la melancolía de la chica.

-¿Tienes algo, te sientes mal?
- No, sólo estoy un poco triste, estoy muy sola, la gente en este pueblo no me quiere, por eso sembré las cruces alrededor, para que no me olviden.
- ¿Te hicieron algo?
- Sí, pero no quiero contártelo.

Matías seguía fascinado, quizás movido más por las hormonas que por el pensamiento, preguntó:

- ¿Y tienes novio?

Bajó la vista unos instantes para encender un cigarro y María respondió:

- No, y deja de hacer preguntas idiotas, o si no...

Matías subió la vista espantado, el cambio en la voz había sido muy radical, pensó que había incomodado a la chica, pero sintió algo más cuando se dio cuenta que no había nadie junto a él, en un principio se espantó, pero después concluyó que su pregunta había disgustado a María, Matías miró el reloj y se dio cuenta que eran casi las 12 de la noche, decidió instalarse en el hostal, pensando que sus amigos seguro iban a dormir en otro pueblo.

Mientras entraba al hostal, Matías se percató que la dueña, seguramente madre de la chica que le dió de cenar antes, lo miraba sorprendida, cuando pidió un cuarto para quedarse, la señora le preguntó:

- ¿Se siente bien joven?
- Claro, ¿por qué?
- No sé, se ve pálido.
- Ah, debe ser el frío, es que estaba platicando con una chica.
- ¿A esta hora? ¿y cómo se llamaba?

Mientras le daban las llaves del cuarto, Matías respondió:

- María.

El grito de la señora espantó a Matías, la pobre lo miraba con ojos desorbitados, mientras hacía toda clase de gestos y señas con las manos, en medio de su parafernalia, la señora le dijo:

- ¡No, no joven! ¡por favor, escúcheme bien, no importa lo que le diga esa mujer, no le haga caso! ¡por su bien, por su bendita alma, joven! ¡no le haga caso!
- Esta bien, esta bien, señora, ¿pero era necesario el susto?
- Sí, usted no tiene idea de lo qué se está metiendo, por favor, ¡no le haga caso!

Después de tranquilizar a la señora y pagarle por el cuarto, Matías instaló sus cosas y decidió salir de nuevo a fumar, cuando la señora lo miró por la puerta, Matías percibió claramente cómo lanzó una bendición la aire, supuso que encaminada a cuidarlo.

Su caminata lo llevó de nuevo al claro donde encontró a María por vez primera, Matías estaba extrañado con todo lo que había pasado, ¿porqué tanto misterio?, sin que él lo supiera, estaba a punto de averiguarlo.

- Hola Matías, ¿cómo estás?
La voz de la chica lo espantó.

- Bien, espero no haberte molestado con mis preguntas.
- Eso no importa ahora, ¿sabes?, estaba esperando a que salieras de nuevo para poder verte, es que... hace mucho estoy sola, y tú eres muy amable y cariñoso

Matías no podía creer en su buena suerte, sólo atinó a responder.

- ¿En serio?
- Sí, empecé a pensar que te traté muy mal hace rato, déjame demostrarte mis buenas intenciones, te veo en tu cuarto en media hora, no me hagas esperar.

Matías creyó que estaba soñando, era la primera vez que llegaba a ese límite tan rápido, se sentó en un árbol a esperar los minutos que faltaban para la 1 de la mañana, mientras veía a María perderse cerca del hostal, esperó los treinta minutos exactos y regresó a su cuarto, ya no había nadie en la calle, y todos en el pueblo dormían, al entrar al cuarto encontró a María, sentada al borde de la cama, ella lo miró y preguntó:

-¿Estás listo?

Matías, con los sentidos nublados por el deseo, asintió, María se acercó, lo tomó por la nuca y lo besó en la boca.

Segundos después, la gente del pueblo despertó por los gritos de Matías, el salió del cuarto y corrió desesperado a la camioneta, arrancó, y dejó atrás el pueblo en medio de una nube de polvo, aceleró a toda velocidad, mirando por el retrovisor y gritando de espanto, su huida y el horror que había ocurrido en el cuarto lo distraían del camino, pronto, debido a la hora que era, empezó a rozar los bordes de la carretera, una y mil veces estuvo a punto de volcar, de pronto, miró por el retrovisor y vio claramente el rostro de María en el espejo, el terror lo hizo soltar un alarido mientras miraba ese rostro que creía haber dejado atrás, sin darse cuenta, llegó a la curva cerrada donde las cruces lo impactaron tanto, sin bajar la velocidad, siguió de frente, la camioneta voló unos metros, se estrelló con un árbol y dio un par de vueltas antes de caer sobre el techo, entre los fierros retorcidos, Matías entonces se dio cuenta que ahora moraría con ella.

Horas después de esto, un grupo de jóvenes espera en el pueblo, uno de ellos camina hacia el grupo y les dice:

- No hay señas de él, dicen que llegó en la noche y que salió como a la 1 de la mañana, gritando, se subió a la camioneta y es todo.
- ¿Cómo?, bueno, ¿y siquiera saben a donde fue?
- Si, dicen que por la misma dirección donde llegó, el lado contrario de donde venimos nosotros.
- Pues no hay más que buscarlo, me imagino.

Un par de chicas venían con el grupo y se había acercado a una cruz de metal que estaba a unos pasos de un solar, donde estaba la única banca del pueblo, la cruz, de color negro, tenía pendiendo un letrero que decía:

“Este pequeño monumento está dedicado a la memoria de María Álvarez, quien murió lapidada por los habitantes de este pueblo, acusada de practicar brujería, después de haber presenciado cómo asesinaban a su esposo, a los 30 días del mes de noviembre del año de Nuestro Señor 1968, contando ella con tres meses de embarazo al ser cobardemente asesinada, por tu memoria hija, ojalá que todas las cruces del pueblo te puedan consolar”

Asombradas e impactadas por la historia, las chicas bajaron hasta donde discutían los demás, unos metros antes de llegar al grupo, un anciano las detuvo y les dijo:

- Ella trae la sombra y se lleva a los hombres a vivir con ella allí.

Impresionadas, las chicas subieron a la camioneta y empezaron a exigir que todos dejaran el pueblo, resueltos a buscar a Matías, los jóvenes dejaron Ek y tomaron el mismo camino que horas antes tomó su amigo para escapar.

A algunos de los jóvenes les llamó la atención la gran cantidad de cruces que bordeaban el camino al llegar a una curva cerrada, quedaron impresionados por el color y la cantidad de las cruces, unos cuantos se dieron cuenta de los restos de una camioneta al fondo del barranco, sin percatarse de que era la de Matías, ninguno advirtió que al borde mismo del camino, una nueva cruz señalaba invariablemente el lugar por donde Matías había llegado hasta donde María lo conduciría a su última morada.

lunes, 1 de abril de 2013

El Silencio


Los rayos del sol acarician la ciudad, se derraman sobre las avenidas, caen sobre los parques, se cuelan entre las grietas y rendijas, se introducen por las ventanas de un viejo edificio en el centro, iluminan las obras de arte, las pinturas, las esculturas, los grabados, las joyas artísticas producidas por las mentes del país en los últimos siglos, tocan las mejillas de un joven, que duerme pegado a una de las enormes ventanas de madera, lentamente se despierta, estira los músculos que quedan adoloridos luego de dormir sobre la duela de la sala donde se exhiben algunas pinturas de los genios que dio el país a principios del siglo pasado, luego de desperezarse, el joven se asoma por el ventanal, se da cuenta que ha llovido, los charcos reflejan un precioso cielo azul, y los rayos del astro rey tejen hermosos brillos en sus orillas, alarmado, el joven sale corriendo de la sala, recorre todo el pasillo hasta las escaleras centrales, las que lo llevan brincando hasta la azotea, varios tambos con agua reflejan el bellísimo día que se ha dejado caer sobre la capital, el joven cubre los tambos tan rápido como puede, le tomó tiempo, pero aprendió que los rayos del sol son perjudiciales para el agua recolectada… básicamente, la evaporan.

Ya con más calma, el muchacho baja unas cuantas cubetas de la azotea, calcula rápidamente y llega a la conclusión de que es suficiente para sus necesidades del día, revisa sus provisiones luego del desayuno, necesitará salir más tarde a ver qué puede encontrar.

El muchacho se pasa el resto de la mañana leyendo libros sobre pintura, escultura, arte en general, su materia preferida; el enorme edificio es el refugio perfecto, nadie lo ha molestado y ciertamente el silencio que domina el recinto permite escuchar perfectamente lo que pasa afuera, aunque desde un par de días atrás no ha oído nada; sólo deja su refugio, cual si fuera un pequeño ratón, para explorar los negocios y edificios aledaños, en busca de provisiones.

Cuando el sol derrama su protección desde el oriente, el chico decide salir a buscar comida, cautelosamente se acerca hasta el enorme portón principal del edificio, lenta y cuidadosamente, corre la cerradura y destraba la puerta más pequeña, el chirrido de los goznes resuena en todo el edificio, alcanzando ecos notablemente siniestros en las estancias más alejadas del joven…

Abierta la puerta, el muchacho se asoma y mira en todas direcciones, no hay nadie, como lo esperaba, de modo que puede caminar seguro y buscar algo que comer, decide rápidamente ir hacia el Zócalo, ya que la vez anterior encontró comida cerca de ahí, cierra el portón del viejo edificio, y camina hacia un callejón que está enfrente, toma algunos libros que quedaron abandonados en los puestos callejeros y los mete en su maleta, al llegar a la siguiente calle descubre que alguien voló la entrada del edificio del Banco, no encontró lo que buscaba, ya que sólo había dejado un paquete en las escaleras, del cual escapaban billetes de todas las denominaciones, el viento los esparcía por la calle, la cual lucía tapizada de dinero… irónico ahora, dada su completa inutilidad.

El joven tuvo suerte y en la casa de los azulejos encontró frutas, también halló provisiones en un autoservicio no lejos de ahí, y algo de café en otro local cercano, un pequeño lujo de cuando en cuando no caía mal… justo estaba por salir de ahí cuando accidentalmente golpeó algo en el suelo, de pronto hubo ruido de estática y el joven se asustó, pero de inmediato se percató que alguien había abandonado un radio convencional…

El chico regresó corriendo a su guarida, subió a toda prisa hasta el último piso, entró en la sala donde dormía, frente a los cuadros consagrados, y encendió la radio, buscó por todas las frecuencias de FM y AM inútilmente, hasta que casi al final del FM escuchó algo, no le costó nada sintonizar la señal, de inmediato se dio cuenta que era una estación del gobierno, una de las dos que transmitía rock en la ciudad.

Durante tres horas no escuchó más que música… ¡pero era tan agradable oír algo!... quizás alguien estaba tratando de comunicarse, pero una expedición hasta Coyoacán resultaría suicida dadas las circunstancias, además, si hubiera alguna persona en la estación, probablemente hablaría a través de la frecuencia en lugar de sólo poner música, lo más seguro era que los encargados dejaron los aparatos encendidos y la computadora corriendo… quizás sólo para darle un poco de esperanza a quién pudiera escucharlo… ¿cuánto tiempo tendría transmitiendo así?.

En ese momento, el joven aguzó el oído, ni siquiera necesitó bajar el volumen del radio, podía escuchar algo perfectamente, pero tuvo que apagarlo al repetirse el sonido, necesitaba saber de dónde provenía…

De pronto, el chico salió corriendo, bajó las escaleras, abrió con cuidado la puerta del museo y se asomó a la calle… súbitamente, como si algo lo hiciera tomar decisiones impulsivas, cerró la puerta y corrió hacia el Zócalo, un par de calles después se detuvo, necesitaba saber la dirección, el sonido se repitió y el joven corrió hacia la derecha, regreso una calle y siguió hasta el café donde había encontrado el radio en la tarde, de nuevo escuchó algo, así que corrió hasta un viejo edificio en la esquina, luego de correr hasta una puerta de madera y cristal, el chico la empujó y se quedó quieto, no había nadie en el lugar, y la escasa luz que se filtraba por la ventana lo hacía ver siniestro…

En ese momento se volvió a escuchar el grito de la chica, y el muchacho entró corriendo, subió los escalones y entró en la que alguna vez fue la bóveda más custodiada del país…

Adentro sólo había una chica que lloraba y gemía, gritaba al presionar la herida que al parecer tenía en la pierna derecha, el joven no lo pensó dos veces, cargó a la mujer y la sacó de ahí, ella no dejaba de gritar pero instintivamente guardó silencio al salir a la calle, de camino el joven pasó por la tienda donde había conseguido las provisiones esa mañana, tomó algunos medicamentos y algo para que la chica comiera, le puso el paquete con las cosas entre los brazos y nuevamente la cargó, se hacía de noche cuando el joven llegó con su invitada a la sala del museo, de inmediato tomó una de las colchonetas sobre las que descansaba y en ella recostó a la mujer, tomó las vendas y los medicamentos y después de revisar y vendar a la chica, la hizo tomar medicina, luego de eso, la mujer cayó dormida, seguramente estaba agotada, pensó el chico, mientras encendía de nuevo la radio y escuchaba música a menor volumen que antes, el cielo se había nublado y algunos truenos resonaban a lo lejos, de haber pasado más tiempo, la pobre chica pudo haber muerto dentro de la bóveda, sin que nadie la escuchara…

La mañana siguiente también fue magnífica, una lluvia torrencial, que seguro habría dejado a la mujer sin ayuda, había dejado llenos los depósitos de agua improvisados por el chico, después de cubrirlos y de bajar más agua de la normal, el joven entró en la sala…

Encontró a la chica sentada, mirando melancólicamente el hermoso cielo azul, ella lo miró y el joven le sonrió, la muchacha se limitó a mirar de nuevo por la ventana, se veía muy triste, pero a él no le importaba, ¡era bueno tener algo de compañía después de tanto tiempo!, empezó a desayunar y puso el desayuno al alcance de su compañera, no le insistió para que lo tomara, solamente le hizo saber que aquella comida le pertenecía al ponerla cerca, estaba de buen humor y encendió la radio, la música llenó la estancia e hizo que la chica lo mirara asombrada, él se limitó a sonreír mientras masticaba y empezó a marcar el ritmo de la canción con la punta del pie, ella trató de abalanzarse sobre la radio pero él se lo impidió, la mujer lo miró y él negó con la cabeza, ella pareció entender y se sentó de nuevo, para animarla, el joven de nuevo le ofreció la comida, esta vez, ella aceptó su ofrecimiento…

Él no la dejó levantarse, era evidente que la herida había sido seria, parecía sanar bien y los medicamentos le habían quitado la fiebre a su compañera, seguro en un par de días estaría perfectamente, por mientras, esos días el chico le llevó libros para que pudiera entretenerse, salió por más provisiones y cuidó de ella y los depósitos de agua, no hablaban, ambos sabían perfectamente que había toda una historia en sus respectivos pasados inmediatos, pero era horrible tener que revivirla, desde que las palabras se convirtieron en armas tan poderosas, pocos se atrevían a usarlas a la ligera, los causantes de toda esa desgracia, por supuesto, nunca compartieron esa opinión…

Con el paso de los días, los dos nuevos compañeros recorrieron la zona, revisaban los negocios y casas abandonados, se entretenían con las cosas que la gente dejó tras de sí, juntaron algunos pequeños lujos como chocolates, bolsas de café o dulces, las botellas de licor, que ya no eran de utilidad para nadie, sirvieron durante unas semanas como entretenimiento, los muchachos jugaban boliche con ellas y un balón que encontraron abandonado, ella, que era bastante atlética, las utilizaba como tiro al blanco, había fabricado un arco y utilizaba unas varillas de aluminio a modo de flechas improvisadas, más como un deporte que como una necesidad, ya que los pocos animales que veían eran (o habían sido) de compañía, de modo que les parecía inhumano cazarlos.

Así siguieron pasando las semanas, ahora las vidas de ambos eran rutinarias y felices, calmadas y relajadas; parecerían un sueño extraño si se les comparaba con la existencia antes de las desgracias, y era reconfortante y esperanzador para ellos, que eran sobrevivientes de esa tragedia; poco a poco, sus almas y corazones fueron curándose de las múltiples heridas que todo aquello que dejaron atrás les imprimió, y al mismo tiempo, iban haciéndose más cercanos el uno al otro, hasta que una palabra, largamente olvidada y tomada por perdida, empezó a aparecer de nuevo en sus mentes… y esa palabra era, por supuesto, amor.

Ambos encontraron refugio y apoyo en los brazos y la comprensión del otro, una comprensión que parecería extraña a los ojos de quienes no vivieron lo que ellos, ya que no involucraba palabras, solamente miradas y señales; encontraron consuelo mutuo, un consuelo que no involucraba frases cariñosas ni expresiones hechas, solamente caricias o abrazos; y este amor, que dependía de la intuición y el contacto, se expresaba físicamente de una forma mucho más intensa de lo que ambos jóvenes recordaban, era una conexión de la carne y el alma, era hacer el amor, en el más bello sentido de la palabra…

Una noche, mientras ambos dormían, desnudos y abrazados a la luz de la luna, la radio, que era el único sonido que siempre se escuchaba retumbar en el inmenso edificio, empezó a sufrir interferencias, ellos no lo escucharon por estar profundamente dormidos, pero la intrusión era generada por algo que les habría puesto los cabellos de punta…

Un nutrido grupo de hombres subía por la escalera, se repartían en los pisos del museo, y hacían señales con las linternas que llevaban consigo para avisar a sus compañeros, pronto, un comando entró sigilosamente en la sala donde durante tantos meses habían dormido aquella amorosa y bella pareja… los soldados, que eso eran, comenzaron a llenar la sala, uno de ellos apuntó con su arma a la pareja que seguía dormida plácidamente, miró a su superior, quien simplemente giró el dedo índice de la mano derecha, haciendo un círculo en el aire, el soldado comprendió, la orden había sido aniquilar a todos aquellos que se toparan en su camino…

La muerte llenó la estancia, los soldados, impávidos, descolgaron los cuadros de las paredes y comenzaron a juntarlos en la escalera principal, sus compañeros hacían otro tanto con los pisos inferiores, pronto la sala donde quedaban los cadáveres del amor y la comprensión estaba completamente vacía, los soldados salieron y comenzaron a bajar su preciada carga a la entrada, afuera, tres camiones recibieron todo el arte que hasta esa fecha estuvo custodiado en el museo, el Coronel que ejecutó a la joven pareja y el General observaban toda la operación, detrás de ellos, con un sigilo felino, un grupo de soldados les apuntaban, un oficial, de otro ejército, miró a su superior levantar el brazo derecho con la mano extendida, los soldados estaban expectantes, el Coronel de pronto tuvo un escalofrío, volteó a su espalda y quedó aterrado por un segundo…

Los soldados enemigos hacen fuego y acribillan al Coronel, al General y a los soldados que acaban de vaciar el museo, toman el control de los camiones y los llevan a sus cuarteles; la luna llena, que se escondió espantada entre las nubes, se decide a salir e ilumina los cadáveres de los soldados, la expresión asombrada del General, y el terror profundo y desesperado que quedó congelado en la mirada del Coronel para siempre…

Los rayos del sol acarician la ciudad, se derraman sobre las avenidas, caen sobre los parques, se cuelan entre las grietas y rendijas, se introducen por las ventanas de un viejo edificio en el centro, iluminan las paredes desnudas, los espacios vacíos, los estantes destrozados, donde hasta hace unas horas las obras de arte, las pinturas, las esculturas, los grabados, las joyas artísticas producidas por las mentes del país en los últimos siglos, descansaban; tocan las mejillas de los cadáveres de dos jóvenes, que quedaron abandonados al pie de una de las enormes ventanas de madera, lentamente, una mosca se para sobre el rostro de la chica…

Y ese día, como todos los días, un poco del amor y la belleza que queda en el mundo, simplemente, desapareció.

La Revuelta


El sujeto se levanta del piso, todos los rehenes en el banco, que hace media hora eran sólo clientes, observan atentos la escena, todos los demás ladrones le apuntan a la chica, pero ella tiene en la mira al jefe de la banda, desarmado e indefenso, todos contienen el aliento cuando la chica jala el gatillo…

Y nada pasa, del arma no sale nada, ni una bala, ni una detonación, vamos, ni siquiera chispas; la mujer baja el inservible revólver y dice:

- ¿De modo que así termina todo?
- ¿No esperabas que fuera de otro modo o sí?
- Bueno, tú sabes… por un segundo pensé que sí.
- Ilusa…
- ¿Lo vas a hacer ahora?
- No veo porqué no, ¿tú si?
- Me da igual, francamente.
- Eso pensé…

El sujeto camina hacia atrás sin darle la espalda a la chica, estira la mano hacia la otra mujer que está detrás de él, ella lleva el arma de repuesto en su bolsillo, mientras se acerca, dice:

- Debiste ser más cuidadosa, este tipo de cosas le vuelan la cabeza a cualquiera…

La chica no deja de sonreírle, entre frustrada y sarcástica, por un segundo el tipo se pone nervioso, ¿tendrá algún as bajo la manga?, no parece posible; para poder vencerlo en estos momentos, ella tendría que haber logrado convencer a su banda de traicionarlo, y cuando menos Marla está de su lado, su amante jamás lo traicionaría… ¿Tal vez el Comandante González?, no, tampoco es probable; el policía es leal al dinero, y él le da a ganar millones, además, si quiere escapar con vida de esta, tendría que eliminarlo de alguna manera… ¿pero porqué sigue sonriendo?... seguramente es la rabia del perdedor expresada en una sonrisa, aunque…

Años antes, esos dos pares de ojos que ahora se encuentran con odio y desprecio, se encontraban embebidos del amor que parecía brotar de sus miradas, ella, la chica más guapa de cuantas había poseído; él, un estereotipo galante y peligroso; ella, que creyó estar enamorada eternamente de aquél hombre; él, que creyó que esa mujer era la indicada, la que le haría sentar cabeza y dejar la vida que hasta ese entonces llevaba; ambos, lo bastante jóvenes e ingenuos como para no saber del lío en que se estaban metiendo…

¿Quizás convenció a Miguel?... no parece posible, claro que Miguel está muy resentido desde el castigo que le fue impuesto por retar su autoridad, un soplo del Comandante González y el buen Mike se pasó una temporada en los sótanos de la policía, donde el propio comandante le demostró quiénes tienen el poder… ahora Miguel era el más fiel de todos los perros, así que no parecía posible… ¿pero porqué sigue sonriendo?... ¿no se da cuenta que va a morir?... ¿qué ya perdió todo?... ¿de qué se ríe?...

- Entonces, ¿cuento con ustedes?
- Claro que cuentas con nosotros, siempre y cuando respetemos lo acordado…
- ¡Raúl!...
- Es broma, es broma… tú tranquila, pequeña, Isabel y yo cuidaremos de ti, no te preocupes.
- Así es… lo que te hizo ese bastardo no tiene nombre, y debe pagar por ello…
- …Y pagará, mi amor, pagará… ¿cierto, pequeña?

…El hombre se acerca a la mujer, mientras mira sonreír a la chica, ya sabe que no tiene ninguna sorpresa bajo la manga, y mientras estira la mano hacia Isabel, le dice:

- Debiste ser más cuidadosa, pequeña, este tipo de cosas le vuelan la cabeza a cualquiera…

Sin dejar de voltear a ver la sonrisa monalística de su ex novia, el ex caballero galante escucha claramente el percutor de un arma, voltea y descubre que en lugar de tenderle la pistola de repuesto, Isabel le apunta con un arma cargada al rostro, el pobre imbécil sólo puede mirar estúpidamente asombrado el cañón del revólver, mientras escucha a Isabel decir…

- …Ten cuidado con la cabeza, entonces.

Sin mayor trámite, Isabel le dispara al hombre en la cabeza, en cuanto Marla se da cuenta, lanza un grito desesperado:

- ¡No! ¡Maldita!...

Y deja de apuntarle a la ex de su chico para matar a Isabel, Raúl, plenamente consciente de esto y más rápido que Marla, descarga dos veces su escopeta sobre la chica antes de que ésta logre dispararle a Isabel, el cuerpo sin vida de Marla sale proyectado hacia atrás y golpea violentamente un escritorio, para después caer al piso de forma espectacular…

Miguel, que lo ha visto todo, deja de apuntarle a la pequeña para matar a Raúl y a Isabel, apunta la metralleta hacia ellos y jala el gatillo…

Otra vez todos en el banco quedan asombrados, no pasa nada, del arma de Miguel no sale una sola bala, él queda estupefacto, hasta que ve a Isabel mostrarle el cargador de la metralleta…

- Se lo quité antes de que entráramos, corazón…
- ¿Qué? ¿Por qué lo hiciste, estúpida?
- Porque sabíamos que actuarías así, tu primera reacción sería dispararnos, y eso arruinaría los planes…
- ¿Cuáles planes? ¿Asesinar al jefe para después ser acribillados por González?
- No, corazón, esa no es la idea, González también tiene que morir, y lo sabes…
- ¿Qué?...
- Deja de hacerte el tonto, Mike, sabes lo que el jefe, Marla y el Comandante le hicieron a la pequeña… y también sabes que se merecían esto…

Miguel baja el arma, sabe perfectamente que el argumento de Isabel y Raúl es verdad, mira hacia fuera y ve, entre todas las luces, las patrullas y los policías, a González dirigiendo el operativo, si tuviera sus armas… y balas, él mismo se ofrecería a darle al Comandante González su paga de marcha…

- ¿Mike?

La voz de la pequeña lo sobresalta, Miguel la mira y se da cuenta que ella, Raúl e Isabel van a escapar con el dinero, todos lo miran mientras la chica le pregunta:

- ¿Quieres venir con nosotros?
- Me encantaría preciosa, pero ese cabrón va a cazarnos como si fuéramos perros, además, me encantaría cobrarme la que me debe… total, a esos pendejos no se las puedo cobrar ya, ¿o sí, pequeña?

La chica lo abraza tiernamente y le da un beso en la mejilla, Miguel sonríe algo melancólico, mientras piensa en las torturas que le esperan en los sótanos del Comandante, es mejor si no sabe a dónde van los demás…

De pronto, un ruido lo sobresalta, la pequeña acaba de poner su otra arma junto a él, Miguel observa como si no comprendiera, pero cuando Isabel le arroja dos cargadores antes de salir con los demás, entiende perfectamente el mensaje, sonríe, carga las dos metralletas, les quita los seguros, las prepara a conciencia, camina entre todos los rehenes que lo miran asombrados, toma su saco de un perchero al fondo de la sucursal y le dice al gerente, que está agazapado junto a él…

- Escúchame bien, ¿hay algún lugar aquí dentro que resista una balacera?
- Sí, la bóveda al fondo y el muro frente a las cajas…

Miguel se da por satisfecho y ordena a los clientes:

- ¡Muchachos! ¡Salgan de sus escondites y métanse en la bóveda y en donde están las cajas! Esos pendejos de la policía son capaces de disparar hacia acá cuando salga, estén tranquilos, todo terminará en unos momentos…

Luego de eso, y mientras todos los presentes corren a esconderse, Miguel saca un par de lentes de sol del bolsillo interior del saco, se los pone y camina hacia la entrada, por primera vez desde que empezó el desmadre le presta atención a las idioteces que dice el Comandante por el altavoz:

- ¡Dejen salir a todos los rehenes! ¡Salgan con los brazos en alto y no les pasará nada! ¡Dejen todas sus armas en la sucursal y no lastimen a nadie!...
- Que tipo más idiota, cómo si eso fuera a resolver esta situación…

Miguel sale de la sucursal, las luces de los helicópteros le apuntan, camina con ambas metralletas en las manos, apuntando al suelo, baja un par de escalones y escucha:

- ¡Tira las armas!

La voz que escuchó no es de González, de modo que la ignora y grita:

- ¡Comandante González!

Entre las luces ve una sombra que se yergue; así que ahí estás, pendejo.

- ¿Qué quieres? ¿Dónde está el jefe?

Miguel sonríe, y sabiendo perfectamente que el Comandante González no saldrá con vida de ésta, grita:

- ¡La pequeña te manda sus saludos!

El Comandante abre fuego contra Miguel, alcanza a herirlo, pero no antes de que jale el gatillo de sus armas consentidas y desate una lluvia de balas que cae sobre González y los policías que lo acompañan, todos abren fuego sin poder evitar que Miguel barra con las ráfagas a todos los policías del escuadrón de González; el Comandante está herido de muerte, pero todavía sigue disparando, sus balas hieren a Miguel mortalmente, pero no deja de disparar hasta que cae muerto y rueda escaleras abajo, el ladrón y el Comandante están muertos, y la deuda está saldada…

…Y bien hizo Miguel en esconder a los rehenes, ya que la sucursal fue destrozada durante la balacera, nadie salió herido de ahí, pero el Comandante González y su grupo especial fallecieron en el violento encuentro final, dentro de la sucursal hallaron los cuerpos sin vida de Marla y el jefe; el superior de González no se puede explicar todavía que demonios pasó ahí dentro, tampoco sabe nada sobre los 150 millones que desaparecieron de la sucursal, y mucho menos ha podido averiguar el paradero de los demás ladrones…

miércoles, 9 de enero de 2013

Perfección

Ella permanece sentada, indiferente, lejana, como si ignorara todo lo que pasa a su alrededor, perezosamente sube uno de sus brazos en el respaldo de la banca, el viento helado que cubre toda la ciudad mueve ligeramente su cabello dorado, con un ligero movimiento de su largo cuello, la chica aleja un mechón de su rostro, dejando al descubierto dos enormes y hermosos ojos azules; una nariz respingada, del tamaño justo; unos labios perfectos, dulces y besables; una belleza incomparable…

- ¡Ella va a ser mía!
- ¡Ni lo sueñes, miserable!

Sin mayor advertencia, el hombre hace surgir un revólver, le apunta a la mujer que tiene enfrente, la cual, por su parte, ha desenfundado una pistola automática, después de todo lo que han hecho, ninguno de los dos está dispuesto a dejar que el otro se quede con la chica, ella, por su parte, bosteza mientras ve este duelo, ha visto ya tantas escenas parecidas, tantos que han muerto por querer poseerla… ya está cansada de eso.

La chica rubia, que descansa perezosamente en la banca del parque, se llama Afrodita… o mejor dicho, ese es el nombre en clave con el que la conocen los que saben de su existencia, entre ellos se cuentan Francisco Alonso y Carmina Vega, quienes han eliminado ya a casi todos los que conocen el secreto de Afrodita… la chica perfecta.

En la tercera década del siglo, Salvador Miró, un experto en genética, logró crear tratamientos que corregían casi cualquier defecto que pudiera tener el cuerpo, con el tiempo, derivó de la investigación científica a la cosmetología, creando todo tipo de productos contra las imperfecciones del cuerpo, hacia el final de su vida, el Doctor Miró trató de lograr un sueño quimérico que lo acompañó durante toda su existencia… la creación de un ser humano, de género femenino, que tuviera la belleza perfecta.

Muchos lo tildaron de loco, pero Miró no escatimó dinero, esfuerzo y dedicación a conseguir su ideal, manipuló durante años la constitución genética de diferentes embriones, muchos de los cuales dieron origen a algunas de las mujeres más hermosas que ha visto la humanidad, pocos saben acerca de esta investigación, menos aún son los que conocen el resultado de los estudios del Doctor, casi nadie sabe (sabía) sobre el éxito total que coronó el final del sueño delirante de Salvador Miró…

Pocos años después del nacimiento de Afrodita, el Doctor Miró falleció, antes de morir había destruido sus archivos y expedientes, los nombres de sus bellos “experimentos fallidos” desaparecieron, junto con el informe final y la identidad real de la chica perfecta, la mujer con la belleza ideal, arrolladora, asombrosa, con la que Miró siempre soñó… ninguno de sus amigos o colaboradores pudo rescatar nada, salvo un dato aproximado de la ubicación de la mujer perfecta, todos, sin excepción, esperaban cortar la delicada flor que Miró había logrado, en cuanto ésta brotara; al principio, colaboraron como un equipo, localizaron a Afrodita y observaron como su perfecta belleza se desarrollaba, con el paso de los años, algunos de los que conocían quién era y qué hacía especial a la chica fueron falleciendo, algunos de causas naturales, otros, en accidentes variados, algunos más, abandonaron la espera por voluntad propia, sólo los más jóvenes entre este grupo de privilegiados perseveraron, así, al cumplir Afrodita los 20 años, una pequeña célula formada por Raúl Alfaro, Mario Rivera, Sonia Robles, Julieta Barranco, Francisco Alonso y Carmina Vega, eran los únicos que seguían tras la belleza perfecta…

Mientras los supervivientes de la batalla, Francisco y Carmina, tienen el duelo final en un parque, frente a la impasible Afrodita, uno de los que abandonaron la espera por voluntad propia, Héctor Martínez, en otro tiempo asistente personal del Doctor Miró, es duramente interrogado por la Policía Federal, le siguen la pista a varias muertes violentas ocurridas en los últimos días, han llegado hasta él por la relación que tenía con todos los fallecidos, los policías le han dado detalles de las muertes ocurridas…

Al acercarse el momento que todos sabían que habría de llegar, Francisco trató de tomar ventaja asesinando a Mario, que estaba encargado de la vigilancia que el grupo tenía sobre Afrodita, antes de degollarlo, logró hacer que le dijera la ubicación exacta de la chica, ahora sólo él podría poseerla…

Sonia y Carmina, por su parte, tejieron una pequeña alianza y utilizaron a Julieta para que robara esa información a Mario, una vez que averiguaron dónde se encontraba exactamente la chica, Carmina ejecutó a Julieta…

Sonia nunca pudo completar la segunda fase del plan, que consistía en secuestrar a Afrodita para después decidir entre ella y Carmina quién se quedaría con la mujer perfecta, Raúl la interceptó, le sacó la información y la ahorcó en un árbol…

Francisco supo que Mario había hablado cuando vio que Raúl también cercaba a Afrodita, la mala suerte de Raúl quiso que Francisco fuera un excelente tirador, jamás pudo acercarse siquiera a esa belleza perfecta, que los había llevado a todos al borde de la locura…

Carmina, por su parte, no lamentó demasiado la muerte de Sonia, tomó con filosofía la jugada de Raúl y lamentó la falta de inteligencia de Francisco, que había desatado todo ese aquelarre, lo interceptó luego de que secuestró a Afrodita, y ahora, en el parque, ambos decidirían por fin quién se quedaría con aquella diosa…

…los agentes encargados del caso no están convencidos del todo, ¿realmente Héctor abandonó la espera por voluntad propia?, la presión ejercida sobre el hombre los lleva a descubrir el secreto que convirtió el sueño del Doctor Salvador Miró en una pesadilla:

- ¡Si, está bien, lo reconozco!, hace poco pude descifrar el sentido de algunas de las notas que Miró dejó por ahí, fueron sus últimas palabras las que me dieron la clave… “ella no es perfecta” fue lo que dijo… ¡y créanme que no lo es!

Dos disparos suenan en lo profundo del parque, las aves escapan debido al estruendo, un cuerpo yace en el suelo, el disparo le atravesó limpiamente el corazón…

La chica rubia se levanta perezosamente, desdeñosa y prepotente como sólo su belleza le permite serlo, se acerca hasta la figura que, jadeante, observa el cuerpo sin vida de Francisco que yace en el pasto frente a ella, la bala que escapó hace unos instantes del revólver humeante ahora está incrustada en un árbol, Sonia logró vencer sin un solo rasguño, la chica perfecta la abraza y le dice, coqueta:

- ¡Muchas gracias! ¡Me libraste de ese extraño sujeto! ¿Cómo puedo agradecerte?
- No fue nada, Afrodita…

La hermosa chica toma por los hombros a Sonia, la estrecha fuertemente y le da un beso en la mejilla, acerca sus divinos labios al oído de la extasiada mujer y le dice:

- Mi nombre…

Un cuchillo sale de la manga del abrigo de la rubia, Sonia no se percata, en un veloz movimiento, la diosa clava el cuchillo en la espalda de la mujer, Sonia ni siquiera puede gritar por el asombro, clava la mirada vidriosa y aterrada en la hermosa chica, la bella retuerce el cuchillo dentro del cuerpo de la mujer, dejando una profunda y mortal herida…

-…no es Afrodita, estúpida.

La vida escapa por la espalda de Sonia, la chica de la belleza perfecta sigue sosteniéndola y no la suelta hasta que los ojos del cuerpo quedan fijos, sin expresión, reflejando solamente el terror paralizante que sintió la mujer en sus últimos momentos, la hermosa rubia deja caer el cuerpo y se aleja del lugar diciendo:

- Siempre pasa igual, al final ni siquiera saben mi nombre.