martes, 23 de octubre de 2012

En el Metro IV

Estación Polanco
Sábado, 23:15 horas…
 
El hombre voltea en todas direcciones, siente que lo siguen, por otro lado, es casi imposible que alguien lo haya visto, incluso es imposible que alguien sospeche, ¿quién podría darse cuenta de lo que lleva encima?...
 
Aprieta el paso, las dos maletas negras que lleva llaman mucho la atención, pero al ser deportivas, casi todos los trasnochantes creen que debe haber equipo deportivo en ellas, ¿cómo podrían saber que adentro va el producto de un robo?...
 
Llega al fondo de la estación, nadie lo ve allí, dos chicas están casi a la mitad de la estación y son las personas más cercanas a él, ¿cómo sospecharían que viene huyendo?...
 
El tipo trata de relajarse mirando el túnel, siendo tan bueno con los números, al abandonar el tren de la dirección contraria la estación, no puede evitar calcular a ojo la velocidad de arranque, e incluso el tiempo que le toma alcanzar 50 km/h, ¿Qué podría salir mal en ese momento?...
 
El tren hace su entrada magistral, listo para llevarlo lejos, con el dinero que le acaba de robar a su empresa, ya nada puede fallar ahora, se dice, es cosa de llegar a…
 
Mientras el metro hace su sonido característico, una persona chaparrita, en la que nadie ha reparado, que salió desde el túnel cerrado que lleva al andén, se acerca por detrás al sujeto, el Contador sólo se da cuenta de ello al verla reflejada en los vidrios de los vagones, quiere gritar, pero al abrir la boca, la chica (porque él sabe que es esa chica) le impide emitir sonido alguno con la mano, extrae un cuchillo afiladísimo de su gabardina y hábilmente, mientras el convoy llega a la mitad, corta de un tajo el cuello del Contador…
 
El metro abandona la estación, ¿las maletas? Ya no están; ¿las chicas? Nunca vieron a la chica degollar al Contador e incluso viajan en el mismo convoy que ella; ¿sospechas? Sólo del policía, cuando la señora de la limpieza le haga señas y el Contador ya lleve más de 30 minutos frío; ¿el robo? Descubierto el lunes, junto con la muerte del Contador; ¿el botín? Sirvió para comprar una casa en la playa, un pequeño y simpático cochecito, y un retiro dorado para una joven secretaria que estaba harta de su antipático jefe…

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