martes, 23 de octubre de 2012

La Luz en sus ojos (Halloween Special)

Manuel se levanta, su despertador, exacto como siempre, lo saca de la cama a las seis de la mañana, el joven inicia su rutina, arregla la cama, entra al baño, se baña, se prepara el desayuno, come y después se viste, el traje, perfectamente colgado en el armario; la camisa blanca, impecable, cuelga junto al traje; la corbata está extendida sobre la cama recién hecha, junto al cinturón; los zapatos, perfectamente pulidos y relucientes, una vez que comprueba que todo está en su lugar, Manuel toma el reloj, se lo pone, después toma el celular y la cartera, los coloca en sus respectivos bolsillos, toma las llaves de la casa, toma su maleta y sale del departamento, echa los ocho cerrojos y guarda las llaves, camina hacia el elevador y saca las llaves del coche mientras baja al sótano, sale del elevador y aborda su auto, en el momento en que la pluma se levanta para dejarlo pasar, a la salida del condominio, han pasado exactamente cincuenta y cinco minutos desde que se levantó, es tan exacto, tan obsesivo, que el policía que cuida la entrada tiene su reloj ajustado en base a la rutina del joven…

En la oficina, Manuel es el encargado de atender al público que acude al lugar a realizar algún tipo de trámite, revisa sus documentos y les indica lo que tienen que hacer, no pocas veces alguno de ellos ha perdido la paciencia, y la ha tomado contra el muchacho, la razón por la que sus jefes lo mantienen en ese puesto es que jamás ha perdido la calma, y con toda amabilidad ha logrado controlar a los clientes más ariscos que acuden a la oficina…

Todos los días, exactamente a las 14:05 horas, Manuel sale de la oficina a comer, nunca come con sus compañeros de trabajo, que lo tienen por un colega amable, pero reservado, él prefiere llevar algún refrigerio que preparó la noche anterior, y lo toma en la misma banca en el parque todos los días, observa a los niños que juegan después de haber salido de clases, las madres de muchos de esos chicos lo saludan, en más de una ocasión ha llevado dulces para compartir con los pequeños, y es muy amable con ellos, aunque los chiquillos no suelen acercarse mucho, si le sonríen, y lo tienen por alguien amable y simpático, cuando Manuel termina su refrigerio, fuma un par de cigarrillos y luego saborea unas pastillas refrescantes, es también justo la hora en que los alumnos de la preparatoria que está frente al parque salen de clases, Manuel observa atentamente a todos los muchachos, las chicas siempre llaman poderosamente su atención, muchas le sonríen coquetas sólo por jugar, él devuelve la sonrisa e inmediatamente fija su mirada en algún otro punto, las chicas y chicos lo consideran algo extraño, pero inofensivo…

A las 16:05 exactas regresa a la oficina (Manuel es tan exacto, tan obsesivo, que el policía que cuida la entrada del edificio tiene su reloj ajustado a la hora de llegada del joven) durante las siguientes dos horas el joven se dedica a revisar los trámites que se recibieron, los clasifica y los turna con una eficiencia pasmosa, los jefes al principio temían que reclamara un ascenso, pero luego se dieron cuenta que el chico era paciente, y no tenía prisa por subir, por lo que era muy apreciado en la oficina…

Con la misma exactitud rutinaria del día a día, Manuel sale de la oficina a las 18:05, sube a su auto y regresa a casa, el trayecto elegido siempre es el mismo, el tiempo empleado siempre es igual, le tomó mucho tiempo encontrar una ruta que siempre fuera igual, pero al final lo había logrado, al principio, como cualquier obsesivo, sufría con los horarios variables que el tráfico le imponía, ahora sabía perfectamente el tiempo que empleaba en regresar, de modo que podía calcular el tiempo libre del que disponía sin dificultad, eso era fundamental para él, nada importaba más que saber en qué y cómo se emplea el tiempo, controlar el tiempo, controlar todo, eso era (es) lo más importante…

El reloj marca las 19:00 horas cuando Manuel regresa a casa, se cambia de ropa, cuelga a la perfección el traje, la corbata y el cinturón, deja los zapatos en su lugar, dobla su camisa y la coloca en el cesto de la ropa sucia, arregla su ropa para el día siguiente, prepara el refrigerio que tomará al día siguiente en el parque y cena en el comedor, mientras escucha música (el nunca ve la televisión), este día, al sentarse, mira hacia el frente, y empieza a hablar…

- Fue un largo día hoy, vinieron un par de clientes muy molestos, por suerte no fueron difíciles de controlar, un par de idiotas llevaron sus expedientes sin fotografía, ¿puedes creerlo?, a veces me aterra lo desorganizada que es la gente, otro tipo, por ejemplo, antes de cerrar la ventanilla, llegó sin los talones de pago, ¿te imaginas?, ¡Solicitar un trámite y no pagarlo!, es de locos, realmente…¿Cómo estuvo tu día?... ¿Bien?, ¡Me alegro!, no sabes cuánto te envidio… tú si puedes ver las estrellas a toda hora, lo único bueno es que esa luz, la luz de las estrellas, se refleja en tus ojos, y es lo único bello que vale la pena en este mundo… hoy vi dos chicas que me coquetearon al salir de clases, las chicas de hoy creen ser muy aventadas, obviamente estaban jugando, pero ya sabes, son muy inocentes para saber lo que es realmente la vida… por cierto, esos dos niños, Mario y Mariana, vinieron otra vez a que les diera dulces, les platiqué de ti y no lo creen… ¿Qué curiosos son los niños, no crees? Les dije que si se portaban bien, podría darles una fotografía de la luz que hay en tus ojos, espero que así me crean, muy curiosos esos niñitos… ¿Dices que sería demasiado? ¿Por qué? Tienen que saber que la vida tiene momentos mágicos y cosas bellas, ¿Qué tendría de malo que vieran tus ojos?... bueno, quizás tengas razón, no todos comprenden la belleza que ahora habita en ti, no todo mundo está preparado para ese milagroso brillo…

El chico termina su cena, dobla la servilleta y la coloca sobre el plato y cruza los cubiertos encima, mientras termina de masticar, fija la mirada en la persona con quién ha estado platicando...

Solo que no hay ninguna persona, lo que hay es el cadáver de una mujer de la misma edad de Manuel, de cabello largo, abundante y negro, que fue cortado después de la muerte de la chica por él para crear un fleco que se corta justo sobre los ojos, exacto como si hubiera sido hecho con un escalpelo; el cadáver está amarrado a la silla, vestido de negro, con un vestido largo, elegante; los ojos del cadáver están en el congelador del refrigerador de Manuel, en su lugar hay dos cristales que reflejan el brillo de la lámpara de la cocina, el cuerpo tiene casi un mes en aquél lugar…

- ¿Sabes?, Últimamente he notado que la luz en tus ojos ha menguado, quizás sea momento de que te renueves, mi amor…

Los cristales reflejan la macabra sonrisa del asesino, que mira tiernamente los cristales, los “ojos” de su amada, captando cada brillo, cada destello de esa hermosa luz que ilumina su mirada, no puede dejar que ese resplandor desaparezca… no puede permitir que se extinga… no puede permitirlo... no debe dejar que se termine… jamás…

Atrapado (Halloween Special)

 
Rodrigo no puede creer en su buena suerte, justo cuando viene saliendo de una relación con una pobre tonta que nunca lo comprendió, su ex novia, Mariana, lo invita a su casa para que vea algunas de las pinturas que ha terminado, él necesita compañía y justamente ella se aparece, tan oportuna como siempre.
 
El día señalado para la cita se baña y se viste a conciencia, pretende parecer despreocupado, pero no descuidado; quiere causarle una buena impresión a Mariana y al mismo tiempo que sepa que la relación que acaba de terminar no significó gran cosa para él, pero tampoco quiere darle esperanzas de un imposible regreso; así que la tarea, titánica y casi imposible, queda cumplida justo a tiempo: él, como siempre, llegará quince elegantes minutos tarde, para que ella vea que no lo tiene dominado.
 
Toman un café, la conversación es agradable y amable como siempre, luego de un rato Mariana invita a Rodrigo a su casa para que vea las pinturas recién terminadas; al llegar, cosa rara, no encuentran a nadie, el joven inquiere a Mariana al respecto y ella se limita a decir que sus padres están de viaje y regresarán la semana entrante, sus hermanos aprovecharon la ocasión para pasar unos días con sus noviecitas…
 
El joven entra en la casa tantas veces visitada, los gatos que allí viven lo reciben como siempre, lo olfatean y se restriegan en sus piernas, pero esta vez no lo dejan solo un segundo, Rodrigo no presta demasiada atención en ello y Mariana lo acompaña hasta su pequeño estudio, donde las pinturas se están secando todavía…
 
Los trazos histéricos, frenéticos, obsesivos, acentuados por toda la gama de colores oscuros y sombríos mezclados con el rojo chillante que estalla en los ojos, las figuras humanas deformadas, torcidas, torturadas, que le recuerdan las pinturas de Francis Bacon (sobre todo la que Mariana llamó El Emperador, indudablemente inspirada en el pintor inglés), todo este cambio en el arte de la chica con la que compartió su vida durante tanto tiempo deja a Rodrigo de una pieza, no es que antes no pintara cosas tenebrosas, pero en su mayoría eran lienzos mediocres (no es nada personal, Rodrigo siempre es muy imparcial en sus análisis) inspirados vagamente por los grabados de Doré y Goya, pero nada que llegara a la maestría del español, ahora podía ver que Mariana al fin había captado algo de esa grandeza en otro cuadro (La Pesadilla) con alusiones tan claras a la locura, que parecía que el sueño del torturado personaje del cuadro iba a estar presente en el descanso nocturno del espectador.
 
- ¡Esto es increíble! ¿Cómo lograste estos tonos? ¡Son únicos!
- No fue fácil, querido, pero lo logré con mucho esfuerzo.
- ¿Y los temas? ¿Cómo lograste estas imágenes majestuosas? ¿Te dejaste llevar por la influencia de Goya y Bacon?
- No precisamente, me inspiró bastante, corazón, pero no me basé en eso…
- Lo que no deja de fascinarme es el tono de la pintura roja de El Emperador, estoy seguro que este color no es fácil de encontrar… ¿me equivoco?
 
La artista mira seriamente a su ex novio, cuando Rodrigo empieza a pensar que cometió una equivocación, Mariana dice:
 
- ¿De verdad quieres saber de dónde lo saqué?
- ¡Claro!
- Muy bien, creo que todavía quedó algo en mi armario, yo voy por un refresco y te alcanzo allí, ¿va?
- Ok, acá te veo.
 
Mariana va hacia la cocina, Rodrigo, todavía fascinado por los cuadros, entra en el cuarto de su ex, lo conoce a la perfección, pasó más de una noche ahí y está perfectamente familiarizado con el cuarto…
 
Pero no con la nueva decoración, figuras tenebrosas, afiches de películas violentas, gore y demás, muchas de las cuales Rodrigo jamás ha visto a pesar de su amplia experiencia cinéfila, imágenes de cuadros tenebristas y aterradores, las imágenes lo sobrecogen, un escalofrío recorre su espalda, y piensa que seguro esta vez no se queda a dormir en ese cuarto, justo entonces abre la puerta del armario, busca en el suelo y no ve ningún bote de pintura, da unos pasos hacia atrás y se da cuenta del par de botas negras que están entre los zapatos de Mariana, no son de su talla, y además parece que…
 
En ese momento el horror lo golpea, literalmente, desde adentro del armario cae un cadáver, el olor y la apariencia le dan a entender a Rodrigo que el muerto lleva ahí varios días, al arrojar el cuerpo al suelo cree distinguir en sus rasgos putrefactos el rostro de otro de los ex novios de Mariana, no recuerda el nombre del tipo, pero sí su rostro cuando se da cuenta que sobre la cómoda está una foto de él junto a la mujer, además hay una de ella con sus hermanos y unas chicas que Rodrigo supone las cuñadas de su ex novia, en otra foto aparece ella con otro sujeto desconocido, y finalmente está la de ellos dos, no sería raro, de no ser porque los rostros de las fotografías fueron tachados con marcador negro...
 
Rehén del horror, Rodrigo levanta la mirada, sólo para descubrir a Mariana armada con un martillo, que lo mira mientras sonríe sádicamente, sin poder gritar, comprende perfectamente que su vida ha terminado cuando su ex novia le dice:
 
- Ahora ya sabes de donde proviene el color. Querido.

El Valor de la Vida (Halloween Special)

Juan Manuel sale de su oficia, está atardeciendo en la Ciudad de México y el sol acaricia los edificios de oficinas de la transitada avenida, los coches, que durante el día recorren el infatigable río de asfalto y los puentes que se encuentran nueve pisos debajo de la oficina del joven, ahora se encuentran totalmente parados, haciendo ver toda la zona como un gigantesco estacionamiento, afortunadamente, el oficinista sólo tiene que caminar unas cuantas cuadras para alcanzar la estación del metro más cercana, y así poder llegar con más rapidez a casa…
 
Mientras camina sobre el enorme atolladero, al lado de otra avenida que cruza la ciudad de oriente a poniente, Juan Manuel repara en una chica alta, de cabello corto y rubio, que rodea bellamente su cabeza, sólo puede verla de perfil, alcanza a distinguir unos enormes ojos azules, melancólicos, que miran al horizonte, hacia las bestias mecánicas detenidas a sus pies, pensativa y serena, su nariz es recta, pequeña y altiva, aguileña, al respirar se hincha ligeramente, dando la sensación de que su dueña trata de aspirar más aire del que le permite el tamaño de su nariz, la boca es pequeña, de labios carnosos, la chica no está maquillada y aún así es hermosa, el chico se siente impulsado a hablarle, y cuando se da cuenta ya está junto a ella, diciendo:
 
- Disculpa mi intromisión pero, ¿estás bien?
 
La chica se sobresalta un poco, mira azorada a Juan Manuel y sólo contesta:
 
- Sí.
- ¿Segura?, te notas algo preocupada…
- No es nada, ya se me pasará.
- ¿De verdad?, si quieres yo podría acompañarte al metro, o a algún lugar donde puedas ir a casa…

- ¿Quieres dejar de molestarme?, ¿No entiendes lo que quiere decir la palabra “no”?
 
Juan Manuel, pasmado por la frialdad de la mujer, asiente con la cabeza y murmura:
 
- Tienes razón, sólo estoy molestando, lo siento.
 
Dicho esto, el oficinista empieza a caminar hacia la estación del metro, piensa un poco en la belleza de la chica y mucho en su frialdad y grosería… ¿de verdad estaba molestando?, a él le parecía que sólo trataba de ser amable, después de todo, la chica parecía afectada por algo, claro que él no solía abordar así a las chicas, en ese momento comprendió que algo en ella le había dado mala espina, casi parecía que la chica estuviera a punto de…
 
- Oye…
 
Alguien jala del brazo gentilmente a Juan Manuel, cuando voltea, se percata que es la chica que acababa de dejar en el puente, tuvo que haber corrido un poco, porque sus mejillas se notaban enrojecidas y ella respiraba agitadamente, el chico dijo:
 
- ¿Si?
- Disculpa que te haya tratado de esa manera, fui muy grosera, comprendo que sólo querías ser amable, ¿Cómo te llamas?
- Juan Manuel Prado…
- Mucho gusto, Juan Manuel, yo me llamo Olivia Sonneilon…
 
Al ver el rostro de desconcierto del joven, Olivia le explicó que sus padres eran franceses, pero ella había nacido en México, dicho esto, la chica le preguntó si no le molestaría que lo acompañara, Juan Manuel aceptó y caminaron juntos hasta la estación del metro, Olivia iba más sonriente y amable de lo que había estado en el puente, pero seguía viéndose melancólica, el muchacho no quiso profundizar en este asunto hasta que el metro casi iba llegando a la terminal, Olivia le había dicho que cuando él la encontró, casualmente iba hacia su casa, cerca de la misma estación donde Juan Manuel bajaba, poco antes de descender, el oficinista le preguntó a la chica:
 
- Dime una cosa, Olivia, ¿Por qué estabas triste en el puente?
 
La mujer de nuevo adoptó una mirada fría y le espetó secamente:
 
- Eso es algo que no te importa, Juan Manuel.
 
Olivia no volvió a abrir la boca hasta que descendieron del metro, al salir de la estación se despidió secamente de su acompañante y se perdió entre las calles cercanas, Juan Manuel se quedó con la impresión de que había cometido una indiscreción y caminó hacia su hogar…
 
El día siguiente, sin embargo, traería una sorpresa a la rutina del oficinista, al salir de trabajar, encontró a Olivia en el mismo punto donde la halló el día anterior, por un segundo supuso que ella lo ignoraría, pero se equivocaba, la chica volteaba constantemente a ver a los que pasaban cerca de ella, y Juan Manuel dedujo que lo estaba esperando, cuando llegó hasta ella, esta duda se despejó:
 
- ¡Hola, Juan Manuel!
- Hola, Olivia…
- Oye, quería disculparme contigo, ayer fui demasiado brusca, no tienes porqué saber lo que pasó y es obvio que no tuviste mala intención… ¿te molesta si te acompaño de nuevo?
 
Juan Manuel estuvo a punto de decirle que no, que prefería irse solo, pero la presencia de la chica lo dejaba extrañamente fascinado, parecía que bajo esa mirada triste pero amable, latiera algún secreto inconfesable, y la curiosidad podía más que cualquier sensación de desagrado…
 
- Claro, Olivia, no hay problema.
 
Ambos comenzaron a caminar mientras conversaban más animadamente que la tarde anterior, abordaron el metro y platicaron todo el camino hasta la terminal, allí se despidieron, acordando verse al día siguiente de nuevo…
 
Así pasaron los días, Juan Manuel y Olivia se encontraban diariamente sobre el puente e iban conversando todo el camino hasta la terminal del metro, la conversación era cada vez más animada, cada vez más amistosa, cada vez más íntima...
 
Un buen día, Juan Manuel se encontró a su amiga algo más melancólica que de costumbre, la forma en que miraba al horizonte ese día le recordaba al chico el primer día que se encontró con Olivia, recordó en ese momento que lo que le dio mala espina la primera vez era que la mujer parecía dispuesta a…
 
- Hola, Juan Manuel…
- Hola, Olivia ¿todo bien?
- No, hoy es un día triste…
- ¿Por qué?
- Hoy se cumple un año de la tragedia…
- ¿Cuál tragedia, Olivia?
 
La chica no contesta, el joven siente un escalofrío que le recorre la espalda, de pronto Olivia dice:
 
- ¿Te molesta si nos vemos mañana?, Tengo que ir a los puentes gemelos a arreglar algo…
 
Ni siquiera lo había mirado al decir esto, Juan Manuel no tuvo más remedio que decir:
 
- Seguro, no hay problema… ¿segura que todo está bien?
- Sí, es sólo que… tengo que cerrar un ciclo…
- Bueno, hasta mañana entonces…
- Hasta mañana, mi muy querido amigo…
 
El joven se despidió de Olivia asombrado, el cambio operado en ella era notable, antes de irse alcanzó a ver que la chica tomaba un camión hacia la exclusiva zona residencial que se alza en el extremo poniente de la ciudad, sin poder quitarse de la cabeza la situación, Juan Manuel fue a su casa…
 
Le tomó unas cinco estaciones darse cuenta de lo que pensaba, primero, que Olivia estaba deprimida, seguramente por alguna tragedia personal, segundo, ese día se cumplía un año, tercero, que había ido a “cerrar un ciclo” a los “puentes gemelos”, le tomó otras cinco estaciones el conectar todas las ideas que le rondaban con lo que le dio mala espina el primer día que conoció a Olivia... la chica parecía estar a punto de saltar hacia el Periférico cuando la abordó, una rápida investigación en Internet en cuanto llegó a casa le reveló el misterio, al buscar pistas, Juan Manuel encontró la siguiente noticia:
 
“Suicida en Las Lomas.
El día de hoy la policía encontró el cuerpo sin vida de Gonzalo Romero, el cadáver fue hallado debajo de los puentes gemelos que cruzan la cañada que se encuentra a la altura de la calle de Bosque de Duraznos, en la exclusiva zona residencial de Las Lomas, las autoridades están convencidas que el joven se suicidó.”
 
El chico, desesperado, sale corriendo en dirección opuesta a la que acaba de recorrer, vuelve a la zona de su oficina, toma un camión a Las Lomas cuando la noche envuelve la Ciudad de los Palacios, y para el momento en que llega al puente de Bosque de Duraznos ya es noche cerrada, Juan Manuel corre hasta que encuentra a Olivia en el otro extremo del puente, recargada sobre el barandal que la separa de la barranca, las delicadas piernas balanceándose de un lado a otro, sin aliento, el muchacho llega hasta Olivia y grita:
 
- ¡No lo hagas!
 
Olivia lo mira sorprendida, al mismo tiempo que con una agilidad asombrosa, sube ambas piernas al borde mismo del barandal, mientras grita:
 
- ¡No te acerques, esto no es asunto tuyo!
- ¡Pero no vale la pena, Olivia!
- ¿Que no vale la pena?, ¿Qué demonios sabes tú sobre el amor? ¿Acaso has amado a alguien de la manera en que amaba… amo, a Gonzalo? ¡No quiero vivir sin él!
- ¡No hagas esto, Olivia!, quizás no sé mucho sobre lo que sientes, pero sé esto: tu vida no tiene porqué acabar junto con la de Gonzalo, tú debes superarlo…
- ¿Superarlo? ¿Cómo?
- Yo te ayudo a superarlo, buscaremos ayuda profesional, buscaremos por todos los medios la forma en que puedas dejarlo ir, no vale la pena terminar tu vida así, Olivia…
 
La chica lloraba, Juan Manuel se acercó lentamente a ella, la chica dejó de tensar los brazos y sollozaba, el chico la tomó por los hombros y la ayudó a bajar, ella se alejó del barandal y abrazó fuerte a Juan Manuel, mientras decía:
 
- Gracias, muchas gracias, amigo…
- De nada, Olivia, al contrario, gracias a ti por no haber saltado…
- No me agradezcas todavía, imbécil…
 
Juan Manuel apenas pudo digerir esas palabras, se separó de Olivia lo suficiente para ver la siniestra sonrisa que cruzaba su rostro, acto seguido, la chica lo soltó y lo empujó, el joven no se había dado cuenta de lo cerca que estaba del barandal y cayó de espaldas hacia el barranco, durante su caída no pudo quitar la vista de la mirada alegre y diabólica que Olivia le dedicaba, segundos después, su cuerpo se rompía al impactar el suelo, murió al instante…
 
Olivia miró en todas direcciones, nadie la había visto, sonrió, por fin había terminado un ciclo…
 
“Suicida en Las Lomas.
El día de hoy la policía encontró el cuerpo sin vida de Juan Manuel Prado, el cadáver fue hallado debajo de los puentes gemelos que cruzan la cañada que se encuentra a la altura de la calle de Bosque de Duraznos, en la exclusiva zona residencial de Las Lomas, las autoridades están convencidas que el joven se suicidó.”
 
Un par de meses después, otro joven oficinista, que utilizaba el mismo camino que Juan Manuel, repara en una chica alta, cabello a los hombros, negro, que rodea bellamente su cuello y hombros, sólo puede verla de perfil, alcanza a distinguir unos enormes ojos azules, melancólicos, que miran al horizonte, hacia las bestias mecánicas detenidas a sus pies, pensativa y serena, su nariz es recta, pequeña y altiva, aguileña, al respirar se hincha ligeramente, dando la sensación de que su dueña trata de aspirar más aire del que le permite el tamaño de su nariz, la boca es pequeña, de labios carnosos, la chica no está maquillada y aún así es hermosa, el chico se siente impulsado a hablarle y le dice:
 
- Disculpa que me meta, pero, ¿estás bien?
 
La chica se sobresalta un poco, mira azorada al muchacho y sólo contesta:
 
- Eso es algo que no te importa…
 
Luego de que el chico se disculpa, Olivia Sonneilon lo ve irse y sonríe, otro ciclo está por comenzar…

En el Metro V

(Nota: Como recomendación personal, sugiero leer este cuento mientras escuchan "Malagueña Salerosa" en la versión del soundtrack de Kill Bill)

Estación Chabacano
Viernes, 23:45 horas…
 
La chica mira directo a los ojos al sujeto que tiene frente a ella, todo el rencor, el odio y los deseos de venganza se acumulan y enturbian su mirada, el porte del tipo, esos eternos lentes oscuros tan mamones, el aire de autosuficiencia, la soberbia y el desprecio que desborda todo él la fastidian, la hartan, la exasperan; por eso están ahí, en el pasillo, dispuestos a resolver esa maldita disputa de una vez por todas…
 
El hombre la mira: la mujer, menuda, delgada y hermosa, de lindos ojos color avellana, cabello corto, negro e indomable, tan intolerantemente bella como siempre, tan divina, tan delicada, tan irreal a veces; ahora lo mira con odio, ambos supieron desde siempre que terminarían así, todo lo que había pasado entre ellos tres era sólo un largo camino de encuentros, desencuentros, ataques, defensas y retiradas, que los había de llevar, inexorablemente, a este punto…
 
- ¿Lista, mi adorable guerrera?
- Cuando gustes, miserable…
 
El viento arroja un periódico hacia el pasillo, el cual vuela y se arrastra por el improvisado campo de batalla, justo en el punto ciego de las cámaras de seguridad, la alocada y despreocupada carrera del papel arrugado es detenida por una chica alta, guapísima como la guerrera de cabello negro e indomable, tierna y temerosa, que observa como el amor de su vida está a punto de enfrentarse a la pesadilla de su vida, de la batalla depende su futuro, su felicidad y su ser, ella siente, igual que él, que todo lo que ha pasado ha sido simplemente un prólogo para el épico enfrentamiento que está por desatarse…
 
- ¡Vamos, perra!
- ¡Bastardo!
 
Ambos combatientes corren, ella escondiendo su sable en la espalda, él llevándolo en la mano izquierda, las trayectorias finalmente chocan, se escucha claramente el sonido del acero estrellándose frente a sus ojos, también puede ver perfectamente los destellos argentinos que despiden las armas al ser iluminadas por los simples focos de la estación, la batalla es veloz, despiadada y sin cuartel, de pronto, la chica lanza su ataque y el sujeto logra evadirlo, da media vuelta y logra descargar el golpe antes de que la guerrera del cabello indomable logre reponerse, ahora ella luce un largo corte en la espalda baja, la sangre mana abundante de la herida, la chica respira agitada, su cabello luce aún más rebelde que antes, él jadea debido al esfuerzo realizado, los dos guerreros descansan en sus posiciones por un momento, luego levantan los sables, dispuestos a lanzar el último ataque, el chico dice:
 
- Aún es tiempo de arrepentirse y retirarse, guerrera…
 
Ella lo mira sin parpadear, toma el sable con ambas manos y se coloca en posición, mientras dice:
 
- Ataca tan duro como puedas…
 
Un destello que se refleja en los lentes oscuros impide ver el ligerísimo asombro con que estas palabras han sido recibidas, ambos se miran una última vez y avanzan, corren hacia ese, el último embate de la batalla…
 
Los sables chocan, el acero produce un sonido agudo y estruendoso, él gira para alcanzarla, el arma produce un sonido escalofriante al avanzar hacia la cabeza de la chica, ella, por su parte, descarga con toda su fuerza el último golpe…
 
Ambos se quedan quietos, jadeantes, todo lo que debía entregarse en este combate se ha entregado, ella está agachada, él de pie, el sable de la chica aún está en sus manos, él todavía sostiene el suyo con la mano derecha, los dos siguen respirando entrecortadamente, la chica frente a ellos observa pasmada el resultado de la batalla, no puede creerlo…
 
Finalmente, la tensión es rota cuando uno de los sables cae al suelo con gran estruendo…
 
Él está herido de muerte, la guerrera de cabello indomable logró evadir el sable que viajaba hacia su rostro, sólo perdió parte de su cabello al agacharse, su último ataque, en cambio, atravesó limpiamente el vientre de su oponente, quien, luego de soltar el sable, cae de rodillas, sus últimas palabras son:

- Ahora sabemos quién de los dos es mejor, guerrera…
- Nunca se trató de eso, y lo sabes…
- Disfruta tu victoria, la has ganado limpiamente…

La guerrera del cabello indomable, sin mirarlo, sonríe; se recupera y se pone de pie, toma a la chica de la muñeca y le dice suavemente:

- Vámonos, mi amor…

La otra chica le sonríe, la mira y se abraza a ella, ambas suben al andén y desparecen para siempre…

En el Metro IV

Estación Polanco
Sábado, 23:15 horas…
 
El hombre voltea en todas direcciones, siente que lo siguen, por otro lado, es casi imposible que alguien lo haya visto, incluso es imposible que alguien sospeche, ¿quién podría darse cuenta de lo que lleva encima?...
 
Aprieta el paso, las dos maletas negras que lleva llaman mucho la atención, pero al ser deportivas, casi todos los trasnochantes creen que debe haber equipo deportivo en ellas, ¿cómo podrían saber que adentro va el producto de un robo?...
 
Llega al fondo de la estación, nadie lo ve allí, dos chicas están casi a la mitad de la estación y son las personas más cercanas a él, ¿cómo sospecharían que viene huyendo?...
 
El tipo trata de relajarse mirando el túnel, siendo tan bueno con los números, al abandonar el tren de la dirección contraria la estación, no puede evitar calcular a ojo la velocidad de arranque, e incluso el tiempo que le toma alcanzar 50 km/h, ¿Qué podría salir mal en ese momento?...
 
El tren hace su entrada magistral, listo para llevarlo lejos, con el dinero que le acaba de robar a su empresa, ya nada puede fallar ahora, se dice, es cosa de llegar a…
 
Mientras el metro hace su sonido característico, una persona chaparrita, en la que nadie ha reparado, que salió desde el túnel cerrado que lleva al andén, se acerca por detrás al sujeto, el Contador sólo se da cuenta de ello al verla reflejada en los vidrios de los vagones, quiere gritar, pero al abrir la boca, la chica (porque él sabe que es esa chica) le impide emitir sonido alguno con la mano, extrae un cuchillo afiladísimo de su gabardina y hábilmente, mientras el convoy llega a la mitad, corta de un tajo el cuello del Contador…
 
El metro abandona la estación, ¿las maletas? Ya no están; ¿las chicas? Nunca vieron a la chica degollar al Contador e incluso viajan en el mismo convoy que ella; ¿sospechas? Sólo del policía, cuando la señora de la limpieza le haga señas y el Contador ya lleve más de 30 minutos frío; ¿el robo? Descubierto el lunes, junto con la muerte del Contador; ¿el botín? Sirvió para comprar una casa en la playa, un pequeño y simpático cochecito, y un retiro dorado para una joven secretaria que estaba harta de su antipático jefe…